Los mejores alimentos de comercio justo (y por qu¨¦ es importante comprarlos)
El comercio justo no solo garantiza un precio y un salario digno para los productores: tambi¨¦n mejora su calidad de vida, la de su familia y la de toda su comunidad. Y con productos que van m¨¢s all¨¢ del caf¨¦.
En 2013, Isabel F¨¦lez tom¨® una decisi¨®n en su pasteler¨ªa de Alcorisa, en Teruel, que habr¨ªa de cambiar la vida de 47.105 personas: fabricar solo chocolate de comercio justo. Una transformaci¨®n que no fue nada f¨¢cil: tuvo que cerrar su negocio, formarse durante dos a?os y despu¨¦s reformular muchas de sus recetas y dejar tambi¨¦n de ganar un dinero al centrar su oferta solo en chocolater¨ªa. Pero esta maestra pastelera de 40 a?os logr¨®, finalmente, poner algo m¨¢s que su granito de cacao: consigui¨® que en pa¨ªses como Rep¨²blica Dominicana, Per¨² o Ecuador casi 50.000 familias tuvieran un proyecto de vida, con todo lo que eso significa. Y que sus vecinos, de paso, probaran un chocolate totalmente libre de manos esclavas.
Porque la alimentaci¨®n, aunque no deje tantos cascotes a la vista, tiene las mismas grietas que ten¨ªa el complejo textil de Rana Plaza. En 2015, sin ir m¨¢s lejos, la Interpol rescat¨® a 48 ni?os que eran obligados a realizar trabajos forzados en plantaciones de San Pedro (Costa de Marfil). El emplazamiento no fue casual: el pa¨ªs marfile?o es el primer productor mundial de cacao y la utilizaci¨®n de menores en esas granjas, algo habitual.
Esclavitud infantil
Cr¨ªos de entre 5 y 17 a?os que son comprados a sus familias por 30 d¨®lares -25 euros- o, directamente, robados en pa¨ªses vecinos como Mali y Burkina Faso y vendidos despu¨¦s como esclavos, seg¨²n revel¨® una investigaci¨®n de la BBC en 2001. Otro informe de la Universidad de Tulane, de 2015, precisaba, adem¨¢s, el n¨²mero: en 2014, hab¨ªa 1.303.009 menores empleados en esas mismas plantaciones que los agentes de la Interpol desmantelaron un a?o despu¨¦s. 48 ni?os que soltaron el machete con el que rompen las vainas que contienen las semillas de muchos de los bombones y tabletas que se consumen en el primer mundo. Pero, ?y el otro mill¨®n de cr¨ªos, qu¨¦?
"Siempre hab¨ªa sido consciente de que las condiciones que hab¨ªa detr¨¢s de este tipo de materias primas, como el chocolate, eran muy duras. As¨ª que lleg¨® un momento que le dije a mi compa?era: tenemos que cambiar esto y tenemos que enfocarlo al comercio justo", rememora al otro lado del tel¨¦fono Isabel F¨¦lez, la due?a de Chocolates Artesanos Isabel. "?Es lo que se dice, no? Si no vives como piensas, acabar¨¢s pensando como vives". Y eso hicieron las ocho mujeres que hoy trabajan en su chocolater¨ªa: ser coherentes. Tambi¨¦n sostenibles; porque, entre otras cosas, F¨¦lez y las suyas han demostrado que si se quiere, se puede. Y que la calidad de un producto es tambi¨¦n el porcentaje de humanidad que tiene. Su chocolate, ya se lo adelanto, est¨¢ exquisito.
Cinco millones de beneficiados
Ellas cambiaron el mundo a las bravas, pero ustedes y yo tambi¨¦n podemos poner nuestro granito en todo esto, porque el chocolate es solo uno de los productos de comercio justo que aseguran algo m¨¢s que un salario digno a sus productores. Luego les hablar¨¦ de ello, pero evitar la esclavitud y cambiar esos machetes por pizarras es solo una de las consecuencias de comprar en este otro mercado del que se benefician, en total, cinco millones de productores de Am¨¦rica Latina, ?frica y Asia.
"El movimiento del comercio justo lleva funcionando 30 a?os en Espa?a, pero vamos con retraso respecto a otros pa¨ªses de Europa donde se conoce desde los a?os sesenta", me explica M¨®nica G¨®mez, portavoz de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo. Esta organizaci¨®n agrupa a otras 27 entidades -como Oxfam Interm¨®n o C¨¢ritas- que mantienen viva la petici¨®n que hicieron los pa¨ªses del sur, precisamente, en la d¨¦cada de los sesenta: "Hubo un momento en que los productores se plantaron y dijeron: 'Basta ya de tanta ayuda, lo que queremos son una reglas comerciales justas'. Y a partir de ah¨ª diferentes organizaciones europeas y de EE UU empezaron a hacerse eco de esa llamada y lo que empez¨® siendo algo informal, importando, por ejemplo, artesan¨ªa, se fue consolidando".
El 93%, productos de alimentaci¨®n
Seg¨²n el informe de ventas de esa coordinadora, a Espa?a llegan productos elaborados por 242 organizaciones productoras de 40 pa¨ªses. El 93% es alimentaci¨®n: hay cacao de Rep¨²blica Dominicana, caf¨¦ de Per¨², az¨²car y dulces de Ecuador y Paraguay y az¨²car tambi¨¦n de Filipinas; t¨¦ de Sri Lanka, arroz de Tailandia, caf¨¦ de Uganda, Etiop¨ªa y Tanzania y¡ cacao de Costa de Marfil. Surgen, entonces, la pregunta: ?c¨®mo podemos saber que no hay manos esclavas grabadas en sus onzas? De nuevo, G¨®mez: "En Costa de Marfil tambi¨¦n hay organizaciones productoras de cacao de comercio justo como, por ejemplo, Kavokiva, que es la cooperativa de agricultores m¨¢s grande del pa¨ªs, o la Cooperativa de Comercio Justo de Bandama o Comunidades Eclesiales de Base".
Tragedias como la de Rana Plaza -el complejo de f¨¢bricas de Bangladesh que se derrumb¨® en 2013 y dej¨® 1.134 muertos- desnud¨® las condiciones laborales -e inhumanas- de muchos de los trabajadores que cosen la ropa que luego acaba en los escaparates low cost. Pero detr¨¢s de un mismo producto de alimentaci¨®n tambi¨¦n hay dos realidades distintas, y no solo por su precio. "El comercio justo es algo m¨¢s que pagar un precio justo y un salario digno a quien ha hecho el producto; eso es b¨¢sico, pero tambi¨¦n se buscan unas condiciones de trabajo dignas y que los adultos ganen lo suficiente como para que no tengan que trabajar los ni?os, porque muchas veces lo que sucede es que para poder salir adelante una familia no les queda m¨¢s remedio que ponerse todos a trabajar".
Una relaci¨®n comercial a largo plazo
?Y c¨®mo se consigue algo as¨ª? Pues, para empezar, estableciendo una relaci¨®n comercial mantenida en el tiempo. "Porque, si no, lo que sucede es que llegan y le compran ese producto porque est¨¢ de moda o se vende fenomenal, pero al a?o siguiente no vuelven a aparecer por ah¨ª y el productor, a lo mejor, hab¨ªa hecho una inversi¨®n y lo pierde todo. En cambio, dentro del movimiento de comercio justo lo que se establece, nada m¨¢s empezar, es un compromiso de seguir con ellos en los a?os sucesivos. De manera que, como saben que tienen una serie de ingresos garantizados, pueden planificarse, invertir en maquinaria o tienen la certeza de que sus hijos van a poder seguir estudiando", ensalza la portavoz de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.
Un proyecto de vida, en resumidas cuentas. Pero ah¨ª no acaba la cosa: si los ni?os no trabajan, pueden ir a la escuela y formarse. Y los adultos, al contar con esos ingresos, pueden invertir una parte del dinero en mejoras para su comunidad. Si mejora su comunidad, no tendr¨¢n que emigrar ni engrosar¨¢n los cinturones de pobreza de las grandes urbes. Lo cual se traduce en una mejora de la calidad de vida para todos sus miembros, con mejores infraestructuras o m¨¢s recursos como, por ejemplo, b¨¢sculas. Si hay b¨¢sculas podr¨¢n pesar el producto y nadie les timar¨¢ como le ocurr¨ªa a Gloria Sag?ay: una agricultora ind¨ªgena de Ecuador -me cuentan- que cuando trataba de negociar un precio justo en el mercado para su quinoa, le dec¨ªan que hab¨ªa tra¨ªdo 80 kilos, en lugar de los 100 que ten¨ªa, y le pagaban mucho menos o, directamente, nada.
Mujeres que negocian de t¨² a t¨²
De modo que ahora Gloria negocia de t¨² a t¨², porque, entre otras cosas, su voz es escuchada y, m¨¢s importante, tenida en cuenta, con el refuerzo en la autoestima que supone. Eso, en Ecuador. Pero en la India el comercio justo est¨¢ consiguiendo que las mujeres vuelvan a renacer. En un pa¨ªs en el que se calcula que faltan 63 millones de mujeres por el feticidio femenino, las hay que miran a los ojos a su interlocutor y esgrimen sus derechos por encima de dotes, castas y una realidad social que las pisotea sin haber salido, siquiera, del vientre. Y todo esto con un seguro m¨¦dico detr¨¢s y una pensi¨®n de jubilaci¨®n, que sale de su propia estructura de costes porque todo eso viene incluido en el precio que los clientes -algunos de ellos, vecinos- pagan.
"De lo que se trata es de que adquieran esa independencia y potenciar tambi¨¦n el mercado local, porque si no se estar¨ªa cayendo en las donaciones y ayudas que criticaban los pa¨ªses del sur en los a?os sesenta", razona nuestra experta M¨®nica G¨®mez. "Al final es algo m¨¢s que un salario digno: cuando compramos un producto de comercio justo estamos cambiando la forma de ser y estar de muchas personas; no solo es un tema material, sino tambi¨¦n vivencial con un respeto, adem¨¢s, por el medio ambiente y una mayor igualdad entre hombres y mujeres".
40 millones de euros de facturaci¨®n
En 2016, las ventas de comercio justo en Espa?a alcanzaron los 40 millones de euros. De media, nos gastamos 86 c¨¦ntimos por persona (los suizos, los que m¨¢s, 59,12 euros). Pero nuestra racaner¨ªa no afect¨® al bolsillo de esos productores del sur; ellos ya hab¨ªan cobrado en origen. "El comercio justo no es un donativo, es todo un sistema comercial, pero diferente al habitual, en el que la cadena de valor, que es el proceso por el que pasa el producto desde el origen hasta la venta final, tiene menos eslabones y es m¨¢s justa y equitativa", esgrimen desde la principal organizaci¨®n del sector.
Aqu¨ª hay tres intermediarios: la organizaci¨®n productora, la importadora y, por ¨²ltimo, las tiendas y supermercados donde se venden esos productos. En Espa?a hay 130 establecimientos de comercio justo -"Holanda, con muchos menos habitantes, tiene 400", se lamenta G¨®mez-; es decir, que cuando el cliente compra un paquete de quinoa, Gloria Sag?ay, nuestro agricultora de Ecuador, hace semanas que ha cobrado. ?Cu¨¢nto? "Como la gama de productos es tan grande, y el precio en cada sitio de venta es distinto, es muy dif¨ªcil saber cu¨¢nto porcentaje recibe el productor", reconocen desde la propia coordinadora.
Un precio dialogado y negociado
Aunque matizan: "Las organizaciones productoras consens¨²an el precio de venta de su producto con las organizaciones compradoras. De manera que el precio que paga el mayorista cubra de manera adecuada los gastos de producci¨®n, incluyendo salarios dignos y condiciones laborales adecuadas y respetuosas con el medio ambiente. Este precio es estable, es decir, no var¨ªa seg¨²n decisiones de la Bolsa o de otros factores". Lo que aleja, tambi¨¦n, a los coyotes. "Son otro tipo de intermediarios que van directamente a las tierras a recolectar ellos mismos el caf¨¦, por ejemplo, y se aprovechan de los campesinos: al verles apurados, hacen un c¨¢lculo a ojo y les ofrecen un precio, incluso, por debajo del que se establece en Bolsa. Y como arrancan todo, sin ning¨²n tipo de cuidado, les dejan sin flores y frutos, de modo que al a?o siguiente la cosecha es mucho peor", recalca la especialista M¨®nica G¨®mez.
M¨¢s del doble por el mismo producto
El precio del caf¨¦, en efecto, se fija en los mercados financieros como commodity. Sobre esto, Oxfam Interm¨®n public¨® recientemente un estudio en el que, entre otras cosas, calcula cu¨¢nto dinero se lleva el agricultor en el mercado convencional y cu¨¢nto en el de comercio justo: del precio de un paquete de caf¨¦ natural molido por el que el consumidor paga 2,49 euros en el supermercado, un productor de caf¨¦ robusta de Uganda recibe 16 c¨¦ntimos de euros. Es decir, un 6% del precio total, mientras que en el mercado de comercio justo obtiene un 15%, seg¨²n ese mismo informe. "Adem¨¢s, para el caf¨¦ de comercio Justo se establece un precio m¨ªnimo, de tal forma que, aunque haya ca¨ªdas en el precio del caf¨¦ que se negocia internacionalmente, los productores siempre van a cobrar una cantidad que les garantice condiciones de vida dignas", asegura esa ONG.
?C¨®mo puede saber el consumidor que est¨¢ comprando comercio justo?
Por las etiquetas. Hay que fijarse que aparezca el logo de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio Justo o alguno de estos sellos: Fairtrade Internacional, ECOCERT Comercio Justo, SPP (Sello de Peque?os Productores), IMO-Fair for Life y Naturland. El proceso de certificaci¨®n -me explican desde esa coordinadora- es diferente en cada sello, pero en todos se incluyen auditor¨ªas externas donde se miden, "con baremos cuantificables", el cumplimiento de los 10 principios internacionales del comercio justo: como, por ejemplo, que no haya ni trabajo infantil ni forzoso; que el pago sea justo; que no haya discriminaci¨®n y s¨ª igualdad de g¨¦nero y libertad de asociaci¨®n o que haya buenas condiciones de trabajo, entre otros par¨¢metros.
Todas estas auditor¨ªas son peri¨®dicas y en el proceso de certificaci¨®n de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio Justo se incluye, adem¨¢s, una autoevaluaci¨®n y una evaluaci¨®n entre organizaciones productoras. "Unas organizaciones valoran a otras y comparten m¨¦todos", apuntalan fuentes de este sector. Y luego est¨¢ la auditor¨ªa de cada cual con su propio paladar.
Chocolate y panela
El chocolate de Isabel F¨¦lez, les dec¨ªa al principio, es una aut¨¦ntica delicia. "Tenemos en la mente que los productos de comercio justo no son productos de calidad: se compran como para ayudar, ?no? Y ese chip hay que cambiarlo, porque su calidad, muchas veces, es hasta superior", defiende el alma de Chocolates Isabel. Y, ya les digo, que, en su caso, esto es m¨¢s que cierto: las chocolateras de este negocio de Alcorisa hacen su chocolate desde la semilla y con cacao y az¨²car de los pa¨ªses del sur. "Nuestra idea era hacer el mejor chocolate posible y entendemos que para que un producto sea de calidad no puede haber un ni?o esclavo; la calidad no puede quedarse, solamente, en cuestiones organol¨¦pticas o est¨¦ticas. Tambi¨¦n cuenta lo que hay detr¨¢s: c¨®mo viven esas personas que trabajan nuestra materia prima", incide F¨¦lez.
Que la trabajan, s¨ª, pero que, en muchos casos, no pueden ni comprar el fruto de su trabajo como les sucede, precisamente, a muchos campesinos costamarfile?os. ?Cuesta creerlo, verdad? Y m¨¢s produciendo 1,2 millones de toneladas de cacao al a?o. Pero, parad¨®jicamente, para gran parte de la poblaci¨®n de Costa de Marfil el chocolate es un lujo que no est¨¢ a su alcance. Miren, si no, el siguiente v¨ªdeo: la reacci¨®n de un grupo de recolectores al probar el chocolate por primera vez; algunos ni siquiera hab¨ªan visto jam¨¢s una tableta. "Las semillas secas de cacao son utilizadas por los blancos para hacer esto. C¨®gelo y p¨¢salo. Se divide en cuadrados y se rompen para comerlos. Se llama chocolate", les explica uno de ellos al resto.
En su pueblo de Teruel, nuestra maestra pastelera y sus compa?eras hacen sus tabletas con cacao?procedente de la Rep¨²blica Dominicana, Ecuador y Per¨², y panela -"el az¨²car m¨¢s puro que hay"- tambi¨¦n ecuatoriano. "Trabajamos con distintos grados: 100% de cacao y sin nada de az¨²car, 80%, 73%, 65%... y el proceso es totalmente artesano". Si se les hace la boca agua, anoten: tienen tabletas por tres euros, pero si pasan por su chocolater¨ªa -o por cualquiera de las otras tiendas de comercio justo que venden este producto- lo mismo se llevan tambi¨¦n sus bombones, sus turrones o una crema de chocolate para untar que estas mujeres hacen con aceite de Denominaci¨®n de Origen del Bajo Arag¨®n. El medio kilo de panela, por si les interesa, lo pueden encontrar en esas mismas tiendas por 2,70 euros.
Caf¨¦
El caf¨¦, como hemos visto, es uno de los productos m¨¢s conocidos -y analizados- del comercio justo. Y es, adem¨¢s, el m¨¢s demandado: representa el 43% de las ventas. En este tipo de mercado lo hay tambi¨¦n de todas las formas posibles: en c¨¢psulas, en grano, molido o soluble. De pa¨ªses como Colombia, Nicaragua, Tanzania, Brasil o Etiop¨ªa, entre otros muchos. Y con una horquilla de precios que va desde los 3,25 euros, a los 12,95 euros que cuesta un kilo de caf¨¦ 100% ar¨¢bica y 100% tueste natural. Los derechos humanos van incluidos en el precio.
Cusc¨²s y quinoa
En la lista de la compra del comercio justo tambi¨¦n hay cusc¨²s palestino. Elaborado por una organizaci¨®n creada para ayudar a las mujeres viudas o afectadas por la intifada. Y a un precio de 5,59 euros la bolsa de 500 gramos. Puede parecer algo caro, pero esa diferencia de precio es la que garantiza el cumplimiento de los criterios que rigen este mercado. Y, si no, siempre pueden comprar quinoa cosechada por la organizaci¨®n ecuatoriana de Sumaklife por 3,75 euros: 700 productores les dar¨¢n las gracias.
Mermeladas
De papaya, mango o pi?a, entre otras muchas. Frutas, como el resto de materias primas citadas, que no se dan tanto en nuestro pa¨ªs. Que es otra de las condiciones de toda esta trazabilidad humana: comprarles a ellos lo que es natural y aut¨®ctono. En este caso, el precio es el mismo para todos los tarros: 3,65 euros, con 60 gramos de fruta por cada 100 gramos. Si las prueban, y les gustan, d¨ªganselo a la asociaci¨®n La Dolorosa.
Refrescos y t¨¦s
Tienen cola y lim¨®n, muy logrados. Y hechos con el az¨²car de la cooperativa Manduvir¨¢, de Paraguay, que forman docentes y campesinos. El precio: 1,15 euros. Pero a lo mejor les apetece probar el Guaranito: una bebida que, como su propio nombre indica, est¨¢ hecha con semillas de guaran¨¢ cultivadas, en este caso, por el pueblo ind¨ªgena?Sater¨¦-Maw¨¦, de Brasil. La botella de 275 mililitros cuesta la friolera de un euro. ?O quiz¨¢s prefieran un t¨¦ pakistan¨ª con clavo, jengibre, canela y t¨¦ negro? 4,50 euros.
Cerveza
Como lo oyen, pero, sobre todo, escuchen esto: "Elegida la mejor pilsen sin gluten en los World Beer Awards 2012 y 2013, la cerveza Mongozo Premium Pilsener es la primera cerveza rubia del mundo que combina en una sola botella los siguientes atributos: sin gluten, org¨¢nica y con certificaci¨®n de comercio justo. Est¨¢ fabricada con malta de cebada org¨¢nica, l¨²pulo org¨¢nico y arroz org¨¢nico", que es el que tiene ese certificado del mercado m¨¢s justo. ?Adivinan de d¨®nde viene? Les dar¨¦ cinco pistas: Sri Lanka, Ghana, Indonesia, Costa Rica y Brasil. En tiendas por 2,65 euros.
Especias
En nuestro listado no pod¨ªan faltar tampoco las especias: como la c¨²rcuma o el curry de Sri Lanka, la mezcla de Garam Masala de la India o el cardamomo de Guatemala. Entre 2,99 y 3,50 euros.
Aperitivos
?Y qu¨¦ tal unos d¨¢tiles como aperitivo por 3,55 euros? De la variedad?Deglet Nour -una de las mejores del mundo- y procedentes de la organizaci¨®n Beni Ghreb, de T¨²nez. Que los cultiva, adem¨¢s, respetando el medio ambiente. O unos cacahuetes producidos en Nicaragua, Malawi y Mozambique, y que, por menos de dos euros, pueden acompa?ar esa cerveza de arroz, en la que, seguramente, siguen pensando.?
?O unas galletas o unos caramelos o gel o champ¨² o cosm¨¦tica o jabones? Porque si vamos a limpiar nuestra conciencia y nuestro est¨®mago, qu¨¦ menos que hacerlo con productos de esta ¨ªndole.
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