Arco¨ªris, pitufo o unicornio: ?hay algo m¨¢s odioso que los helados de colores?
Los mostradores de las helader¨ªas y las tarrinas de las marcas industriales se han llenado en los ¨²ltimos a?os de sabores metaf¨®ricos, pensados para atraer a los ni?os m¨¢s adictos al az¨²car. Un horror fr¨ªo y empalagoso.
Hay una especie invasora en el ecosistema heladero espa?ol que amenaza la existencia de ejemplares cl¨¢sicos como el de ron y pasas o el de turr¨®n. Hablo de los sabores infantiles metaf¨®ricos, un g¨¦nero que desde hace a?os habita en los mostradores de locales artesanos y en las tarrinas de marcas industriales. Unicornio, arco¨ªris o pitufo: pudieran parecer las lis¨¦rgicas alucinaciones de alguien que le ech¨® poco tabaco al porro, pero no, este sector dulcero se ha empe?ado en darle gusto y aroma a lo et¨¦reo e imaginario. Y ah¨ª est¨¢n, dejando sin espacio a elaboraciones con nombres que designan elementos tangibles, okupando los cucuruchos que le corresponden a otros por simple racionalidad. El apocalipsis del fr¨ªo est¨¢ ya aqu¨ª, y esta vez no viene de m¨¢s all¨¢ del Muro.
Los espa?oles tomaron 149 millones de litros de helado entre junio del 2020 y mayo del 2021, seg¨²n datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentaci¨®n. De ese total es muy complicado saber qu¨¦ cantidad corresponde a los sabores infantiles metaf¨®ricos, aunque quiz¨¢ no sea mucho. Porque no hay que olvidar que el p¨²blico objetivo son ni?os de dos a nueve a?os y adultos con evidentes problemas de madurez y desarrollo personal. Lo confirma Amalia Dom¨ªnguez, dependienta de la helader¨ªa La Abuela, situada justo enfrente de la catedral de Sevilla: ¡°El de pitufo es el que m¨¢s piden los cr¨ªos, aunque hay bastantes mayores que quieren probarlo¡±. En fin.
?Por qu¨¦?
Esta es la pregunta que se hace cualquiera cuando entra en una helader¨ªa y, justo al lado de la bandeja de higos y pi?ones, se encuentra con una masa imposible de relacionar con ninguna fruta o ingrediente conocido. Dentro del citado g¨¦nero existen varios subtipos, pero todos tienen en com¨²n la combinaci¨®n o el uso de la paleta de colores del Desigual: azul chill¨®n de puerta de juzgado, amarillo subrayador para oposiciones o rosa jiggypluf son algunos de los m¨¢s comunes.
Semejante pinta solo puede resultarle apetecible a los ni?os y a Okuda San Miguel, claro. Porque a los chiquillos les pasa con los colorines lo mismo que a los cayetanos con la bandera de Espa?a. Es verlos de cerca y se vuelven medio locos. En casa puede que les pirre el chocolate, la nata o la vainilla, pero fuera de ella se dejan seducir por los visuales encantos de una hortera bola. Quiz¨¢ la respuesta est¨¢ en un estudio realizado por la investigadora estadounidense Vanessa Simmering, en el que concluye que los menores de cinco a?os no asocian los objetos que les rodean con un color determinado, y por eso se sienten atra¨ªdos por los m¨¢s llamativos. El problema es que hay chavales de 19 y mujeres de 37 pidi¨¦ndose una tarrina de arco¨ªris, y ah¨ª Vanessa tiene poco que decir.
?A qu¨¦ saben?
¡°No podemos relacionarlos con ning¨²n sabor. Y me duele que est¨¦n enfocados en un p¨²blico infantil, al que puedes convencer con estos artificios, porque nadie invita a un adulto a comer un helado de Lamborghini¡±, comenta Fernando S¨¢enz, maestro heladero de dellaSera, en Logro?o. ¡°No est¨¢ presente lo gastron¨®mico, venden un producto por el mero hecho de hacer caja con ¨¦l. Es l¨ªcito, pero bajo mis principios no es moral, porque no hace referencia a nada que sea comestible¡±, opina Fernando.
Si nos paramos a pensar un solo segundo, un unicornio es un caballo tuneado, as¨ª que un helado con este nombre deber¨ªa desprender cierto aroma a establo, al menos. Y siguiendo esta misma l¨®gica, el arco¨ªris tendr¨ªa que saber a humedad o a cart¨®n mojado, y el de pitufo, a las setas alucin¨®genas bajo las que viv¨ªan. Digo yo, vamos, porque pareciera que estas denominaciones se justifican solo por su aspecto y no por su sabor, que al final es lo que importa en un alimento.
Pues no: todos son dulc¨ªsimos y m¨¢s empalagosos que un noviazgo adolescente. El que lleva el nombre de esos repelentes ?duendes? azules sabe a chicle, por lo general. Claro, aqu¨ª viene otra duda: ?a cu¨¢l de ellos? A m¨ª concretamente me recuerda a las bolas blancas gordas que ven¨ªan en las m¨¢quinas expendedoras. Y a az¨²car. Much¨ªsimo. Tanto como para plantearse por un momento si han extinguido las remolachas y al final vamos a tener que hacer con ellas lo mismo que con los linces ib¨¦ricos. ¡°?Y por qu¨¦ no le ponen ¡®chicle¡¯?¡±, preguntar¨¢ alguien. Hija, no s¨¦, ?y por qu¨¦ el alcalde de un pueblo perdido de la sierra de M¨¢laga mand¨® pintar todas las casas de celeste en honor a estos dibujos?
?Qui¨¦n los cre¨® y qui¨¦nes trafican con ellos?
Que I?aki Gabilondo me perdone, pero no tengo absolutamente ni idea de qui¨¦n fue el creador o creadora de los sabores metaf¨®ricos infantiles. Mi hip¨®tesis es que los desarroll¨® un primo segundo por parte de padre de Mussolini -por aquello de las famosas gelaterias artigianales italianas- y del due?o de Mr. Wonderful por la madre. Solo una mente tan totalitariamente cuqui puede traer al mundo un unicornio con forma de tarrina de helado o un arco¨ªris masticable.
Habr¨¢ quien piense que el fin de tal invento es ganar dinero haciendo salivar a ni?os golosos, y es correcto. Pero teniendo en cuenta el citado origen del mismo no se descartan otros tantos objetivos: cobrar herencias de personas con diabetes, provocar epilepsias a gente con la que has quedado al final despu¨¦s de decirle durante meses ¡°a ver si nos vemos un d¨ªa¡± o gastarle una broma a tu colega dalt¨®nico dici¨¦ndole que no se preocupe, que es de stracciatela.
Si a estas alturas al igual que a un cad¨¢ver a ti tambi¨¦n te ha picado el gusanillo, puedes probar los que elabora la conocida empresa heladera Alacant de arco¨ªris y unicornio, o el que vende Kalise con el mejor nombre de la historia: Prestige Nube. Una arriesgada apuesta de marketing que me lleva a pensar que ojal¨¢ sepa a una mezcla de chapapote y motor de avi¨®n de Ryanair. En el caso de que as¨ª sea, traicionar¨¦ mis principios y me comprar¨¦ una tarrina de kilo de este sabor metaf¨®rico, lo juro. Ser¨¢ entonces cuando, tras la primera cucharada hasta arriba de az¨²car, gritar¨¦ lo que aquellos gallegos pidiendo justicia: ¡°?Nunca mais!¡±.
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