Bucarofagia: la dieta milagro del siglo XVII en la que las mujeres com¨ªan arcilla
Las damas de la alta sociedad espa?ola tomaban una especie de barro rojizo para tener la piel m¨¢s p¨¢lida, adelgazar o no quedarse embarazadas, con resultados desastrosos para su salud
¡°Cuando ten¨ªa 12 a?os, en 1609, poco m¨¢s o menos, envidioso el diablo, me inclin¨® a comer b¨²caro [arcilla rojiza], como los hab¨ªa visto comer en casa de la Marquesa de la Laguna. Como era tan poco, me parec¨ªa que no ofend¨ªa a Dios. Estas tentaciones causan tedio con el mismo Dios y a m¨ª me generan amor y acercamiento¡±. Este testimonio es rescatado por el podcast Hijas de Felipe de la autobiograf¨ªa de Estefan¨ªa de la Encarnaci¨®n, una monja pintora de Madrid en el siglo XVII.
Ella, como muchas otras monjas y mujeres de la ¨¦lite de la ¨¦poca, consum¨ªan piezas de b¨²caro; unos fragmentos de arcilla roja muy fina y porosa. A esta ingesta de barro se le llama bucarofagia y con ella buscaban palidecer su piel, cortar hemorragias, efectos anticonceptivos y, como Estefan¨ªa, hasta efectos narc¨®ticos y alucin¨®genos para entrar en estados m¨ªsticos al m¨¢s puro estilo del ¨¦xtasis de Santa Teresa.
Una costumbre de ¨¦poca
¡°Ni?a de color quebrado, o tienes amor o comes barro¡±, recoge el escritor Lope de Vega en El acero de Madrid (1608). Estaba en lo cierto: las damas de la alta sociedad espa?ola del siglo XVII com¨ªan arcilla para lograr ese tono p¨¢lido, en s¨ªntesis con el canon de belleza de la ¨¦poca. Si bien ya usaban polvos y pomadas para blanquear la piel, con esta ingesta iban un paso m¨¢s all¨¢: como el barro acaba cubriendo el intestino, les imped¨ªa absorber nutrientes, grasas y prote¨ªnas, por lo que lo usaban tambi¨¦n para adelgazar. Meterle arcilla al est¨®mago causa un fen¨®meno que se llama opilaci¨®n y los fragmentos de cer¨¢mica obstruyen el intestino e impiden la absorci¨®n de hierro.
¡°Esto causaba anemia y palidec¨ªa la piel¡±, explica Sandra Lozano, doctora en arqueolog¨ªa que actualmente gestiona proyectos de investigaci¨®n en el departamento de humanidades de la Universitat Pompeu i Fabra y una de las creadoras del podcast Gastromovidas, donde tambi¨¦n tienen un programa dedicado a la bucarofagia. ¡°La ingesta de arcilla explica por qu¨¦ las jovencitas luc¨ªan p¨¢lidas y mortecinas por haber estado comiendo trocitos de barro, un snack que puede parecernos extra?¨ªsimo pero que en el siglo XVII consideraban una ¡®linda golosina¡¯, adem¨¢s de un peculiar suplemento para el cuidado de la piel¡±, responde Carmen Urbita, de Hijas de Felipe al preguntarle c¨®mo conoci¨® estas historias y tambi¨¦n recomiendan una obra m¨¢s actual; El vicio del barro (Ediciones El Viso, 2009).
La capacidad principal del b¨²caro es la de perfumar el agua y conservarla fresca, como un botijo a trav¨¦s de la arcilla. Solo para el agua, no para el vino. Para Andr¨¦s Guti¨¦rrez, investigador de la Am¨¦rica prehisp¨¢nica y director del Museo de Am¨¦rica en Madrid destaca que no se sabe de qu¨¦ forma se com¨ªa el barro exactamente. ¡°La cer¨¢mica no se puede comer, al estar cocida es imposible de masticar. Parece ser que tiene que haber b¨²caros sin cocer, peque?itos, para poder ingerirlos. Lo que se ha conservado est¨¢ casi todo cocido, lo m¨¢s probable es que no fuese exactamente lo que se com¨ªa¡±, explica en una llamada telef¨®nica.
El investigador confirma que s¨ª se produc¨ªa el proceso de la opilaci¨®n. ¡°Lo explica la condesa francesa, Catherine D¡¯Aulnoy, que viajaba en el siglo XVII y dec¨ªa que a las espa?olas les quedaba la piel color membrillo (amarillizo) y no tan blanquecino: la ingesta tambi¨¦n reduc¨ªa la menstruaci¨®n, y por eso se pensaba que eran anticonceptivos¡±. ¡°Hay mucho de moda en todo esto¡±, evidencia, ya que era muy habitual tener colecciones de b¨²caros en las clases altas como elemento decorativo y no tanto para conservar el agua. Esta madame narra la extra?a costumbre gastron¨®mica, argumenta Ana Garriga, de Hijas de Felipe; ¡°para despu¨¦s dejar claro su rechazo: ¡®He querido probar ese alimento tan estimado y tan poco estimable: [pero] antes comer¨ªa asper¨®n¡¯¡±.
El ejemplo m¨¢s popular
Si hay una obra hist¨®rica y famosa en la historia del arte espa?ol es Las Meninas de Vel¨¢zquez: el cuadro est¨¢ en pr¨¢cticamente todo el imaginario colectivo de la sociedad hispana. Lo que muchos probablemente no sepan, es lo que le da una de las meninas a la infanta Margarita de Austria, hija de Felipe IV. Precisamente, le da una pieza de b¨²caro. ¡°Se sabe que padec¨ªa el s¨ªndrome de Albright, un tipo de pubertad precoz y tomaba esto para evitar el sangrado menstrual¡±, explica Lozano a El Comidista. Los doctores de la ¨¦poca le atribu¨ªan propiedades anticonceptivas porque el consumo continuado de barro pod¨ªa originar una obstrucci¨®n intestinal, lo que daba lugar a una disminuci¨®n, incluso desaparici¨®n, del flujo menstrual.
¡°Probablemente le diesen arcilla a la infanta Margarita para reducir su sangrado¡±, plantea Lozano. Sin embargo, Andr¨¦s Guti¨¦rrez tiene otra opini¨®n: ¡°El vaso formado con b¨²caros se sabe que est¨¢ pintado por encima. Hay una investigaci¨®n de Manuela Mena que hipotetiza sobre un simbolismo de la herencia al trono en aquel momento, que cambi¨® de la infanta a Carlos II¡±.
La bucarofagia no solo est¨¢ presente en las obras de Vel¨¢zquez o Lope de Vega. ¡°Tambi¨¦n hablan de esta pr¨¢ctica en obras de Quevedo, Calder¨®n e incluso en El Quijote de Cervantes. Y hay otras fuentes documentales que lo atestiguan¡±, defiende Sandra Lozano. De hecho, la pr¨¢ctica de comer barro o arcilla es bastante antigua y se conoce como geofagia. ¡°En Ecuador est¨¢ documentado en la ¨¦poca prehisp¨¢nica, tomaban pellizcos de tierra envueltos en hojas¡±, destaca Guti¨¦rrez. ¡°Pero la modalidad de comer trozos de peque?as cer¨¢micas alcanza su m¨¢xima expresi¨®n entre la nobleza espa?ola de los siglos XVI y XVII¡±, apostilla Lozano.
La obsesi¨®n iba m¨¢s all¨¢. ¡°El prior de la orden de San Jer¨®nimo contaba en 1569 que muchos confesores tuvieron que prohibir los vasitos de barro en el confesionario, porque al parecer despu¨¦s de beber el contenido, las se?oras se los com¨ªan¡±, relata Carmen Urbita. ¡°Otras veces, los confesores usaban este peque?o vicio tan extendido entre sus feligresas como asidero para enmendarlas, y les impon¨ªan como castigo por sus pecadillos pasar un d¨ªa entero sin comerlos¡±, a?ade.
?C¨®mo se com¨ªa ese barro?
Un elemento que es a¨²n una inc¨®gnita es la forma en la que com¨ªan los b¨²caros. Las investigadoras de los p¨®dcasts creen que lo tomaban durante el d¨ªa, de manera informal. ¡°Casi como si fueran un snack¡±, defiende Carmen Urbita. ¡°Las coc¨ªan con especias para que recogiesen aromas y supiesen algo mejor¡±, secunda Sandra Lozano. En contraposici¨®n, Guti¨¦rrez duda de que masticasen los b¨²caros como un tentempi¨¦ y apuesta m¨¢s porque los chupasen o lo usasen para cocinar: ¡°Hay otra posibilidad y es que moliesen los b¨²caros en forma de arena y que eso lo echasen en recetas. Creo que podr¨ªa ser sin cocer¡±. Guti¨¦rrez, a su vez, cree tambi¨¦n que las damas de clase alta chupaban la arcilla como un caramelo.
Pero, por lo menos, ?estaba rico ese barro? ¡°Los b¨²caros se hac¨ªan con arcillas rojas ricas en hierro, no creo que supieran nada bien para nuestro paladar¡±, contesta la arque¨®loga Lozano. ¡°Al no saber exactamente qu¨¦ com¨ªan, es dif¨ªcil saber sus propiedades o su sabor. Si estaba tan extendido no creo que fuese tan tan malo¡±, contin¨²a en este sentido Guti¨¦rrez. Aunque se daba en otros pa¨ªses, fue una costumbre muy arraigada en la monarqu¨ªa hispana, portuguesas y entre las ¨¦lites criollas de las colonias americanas y en Italia, defienden las fuentes consultadas. ¡°Tambi¨¦n hay colecciones en Austria y Alemania, pero no hay esos registros de ingesta¡±, determina Guti¨¦rrez. Al ser una pr¨¢ctica de clase alta, en ese momento Madrid empezaba a coger el poder y centralismo que tiene hoy en d¨ªa como ciudad. ¡°Era una moda urbana femenina espectacular¡±, valoran Garriga y Urbita. ?Qu¨¦ pasa con las clases bajas? ¡°Es muy probable que tambi¨¦n consumiesen, pero no se sabe tanto porque no hay tanta documentaci¨®n. Si que se ve en las alacenas de algunas casas populares esos b¨²caros para el consumo del agua, alguien de clase baja ten¨ªa uno o dos b¨²caros¡±, explica Guti¨¦rrez.
Pero, ?c¨®mo de peligroso es comer arcilla? Pues bastante. ¡°Hay much¨ªsimos riesgos. La opilaci¨®n implica una oclusi¨®n intestinal y la perforaci¨®n del colon. En algunos documentos se describe que algunas mujeres aficionadas a comer b¨²caros ten¨ªan el vientre duro, lo que seguramente se deb¨ªa a la reacci¨®n de los m¨²sculos del abdomen ante un intestino perforado que ser¨ªa intratable y llevar¨ªa a la muerte. Otro efecto es el de la ictericia grave, por el fallo hep¨¢tico¡±, detalla Lozano. Pese a que los doctores y sacerdotes de la ¨¦poca lo viesen con buenos ojos para que lo consumiesen las ni?as, pod¨ªa provocar serios envenenamientos e incluso la muerte. ¡°No lo prob¨¦is en casa en ning¨²n caso¡±, deja claro Garriga.
Una caracter¨ªstica patriarcal
Las mujeres han sufrido durante toda la historia la presi¨®n social para conformarse a los ideales de belleza m¨¢s aceptados. Desde las sociedades m¨¢s modernas, han sido siempre los hombres quienes dominaban estas ideas. ¡°El canon de la ¨¦poca las quer¨ªa muy p¨¢lidas y muy delgadas. Consumir b¨²caros no solo era una forma de adherirse a estos est¨¢ndares, sino tambi¨¦n una muestra de estatus y sumisi¨®n a las expectativas sociales de la ¨¦poca¡±, apunta Lozano.
Esto tiene un claro punto de vista patriarcal que refleja esa subordinaci¨®n que ejercen los hombres hacia las mujeres. ¡°La bucarofagia es un claro ejemplo de c¨®mo el patriarcado utiliza el control del cuerpo femenino como una herramienta de subyugaci¨®n. Las mujeres, al sentir la presi¨®n de cumplir con ciertos ideales, se someten a pr¨¢cticas que pueden poner en riesgo su salud y bienestar, perpetuando as¨ª su dependencia de un sistema que valora m¨¢s la apariencia que la autonom¨ªa individual¡±, argumenta la arque¨®loga. ¡°La colecci¨®n de b¨²caros es algo femenino en general, pero los hombres tambi¨¦n pose¨ªan. Aunque no hay registros de ingesta¡±, diferencia en este punto Guti¨¦rrez. ¡°Es un consumo femenino. Tiene que ver con el patriarcado, igual que los tacones o el maquillaje. Esas alteraciones del cuerpo para contentar a los hombres s¨ª tienen que ver con ello¡±, opina al preguntarle.
Esta opini¨®n no es tan compartida por Carmen Urbita, de Hijas de Felipe, que ve en la bucarfagia ciertos atisbos de independencia femenina. ¡°Comer barro era una ocasi¨®n para charlar en el estrado con las amigas, quiz¨¢ hasta para embriagarse un poquito con ellas. Sus efectos est¨¦ticos, adem¨¢s, ten¨ªan un resultado muy ansiado por ellas, pero detestado por los hombres. Juan de Zabaleta, por ejemplo, dec¨ªa que ¡°parece que andan buscando con qu¨¦ hacerse feas¡±. Com¨ªan barro para palidecer y gustar a las amigas, no para satisfacer la mirada masculina¡±, argumenta.
En su opini¨®n, muchas opiladas buscaban, con la excusa de la anemia, escaquearse de la vigilancia masculina: ¡°Algunas madrile?as consegu¨ªan permiso para acercarse hasta la fuente del Acero en la Casa de Campo. En teor¨ªa, acud¨ªan all¨ª con sus b¨²caros para beber las aguas ricas en hierro de la fuente. En realidad, como la protagonista de El acero de Madrid (1608) de Lope, muchas fing¨ªan sentirse enfermas y an¨¦micas y aprovechaban sencillamente para conseguir un poquito de respiro de la clausura dom¨¦stica¡±, explica. Barro emancipador u opresor, su ingesta no est¨¢ recomendada, pero aunque hoy lo veamos como una idiotez, hay que evitar el moralismo: ¡°Es un h¨¢bito hist¨®rico, as¨ª que si hubi¨¦ramos sido unas coquetonas en el siglo XVII, quiz¨¢s nos hubiera vuelto locas¡±, destaca Ana Garriga.
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