La ¨²ltima lecci¨®n de las supermodelos
Las mujeres que cambiaron la percepci¨®n de la moda como fen¨®meno popular a principios de los noventa vuelven para contar sus verdades. Pero, sobre todo, para reclamar un legado sociocultural que va m¨¢s all¨¢ de portadas y pasarelas
Hay un momento en Sr. y Sra. Smith (2005) en el que el personaje de Brad Pitt ¨Del tal se?or Smith, un asesino a sueldo¨D se jacta de no levantarse de la cama por menos de medio mill¨®n de d¨®lares. En boca de un hombre, semejante argumento laboral nunca ha tenido p¨¦rdida: demuestra p...
Hay un momento en Sr. y Sra. Smith (2005) en el que el personaje de Brad Pitt ¨Del tal se?or Smith, un asesino a sueldo¨D se jacta de no levantarse de la cama por menos de medio mill¨®n de d¨®lares. En boca de un hombre, semejante argumento laboral nunca ha tenido p¨¦rdida: demuestra poder y constata ¨¦xito profesional. En la de una mujer, tampoco, aunque la lectura siempre haya sido otra: denota soberbia y certifica la proverbial arrogancia de a quien se le ha subido el triunfo a la cabeza. Que se lo digan a Linda Evangelista, autora de la declaraci¨®n de principios original que parafrasea la pel¨ªcula: ¡°No nos levantamos [de la cama] por menos de 10.000 d¨®lares diarios¡±. El eco de la frase, seguramente la de mayor calado en la cultura popular que haya dado la moda en los ¨²ltimos 30 a?os, todav¨ªa la persigue. S¨ª, sirvi¨® para definir una era, la de las supermodelos. Pero tambi¨¦n para sentenciarla.
¡°Tengo la sensaci¨®n de que aquellas palabras van a acabar grabadas en mi l¨¢pida¡±, conced¨ªa Evangelista al cumplir los 50, en 2015. La canadiense las ha lamentado p¨²blicamente en m¨¢s de una ocasi¨®n. La m¨¢s reciente, en The Super Models, la docuserie de Apple TV+ que explora el mito fundacional de las maniqu¨ªes que revolucionaron los negocios de la belleza y el vestir a principios de los noventa. ¡°Nunca deb¨ª decirlas¡±, admite en un momento dado. ¡°Pero ya no soy la misma persona de entonces. No quiero que se me conozca por eso¡±, apostilla, para rematar metiendo el dedo en la llaga: ¡°Si no hubiera sido mujer, jam¨¢s se me habr¨ªa juzgado con tanta dureza. Mostrarse orgulloso de tus exigencias solo resulta aceptable si eres hombre¡±. No ment¨ªa.
Recogida en una entrevista en Vogue, en 1990, la declaraci¨®n refer¨ªa las haza?as profesionales tanto suyas como de su colega Christy Turlington: nunca emple¨® la primera persona del singular, como ha pasado distorsionada a la posteridad. De hecho, unos meses despu¨¦s se supo que la estadounidense se hab¨ªa embolsado 800.000 d¨®lares por apenas dos semanas de trabajo como imagen de la firma cosm¨¦tica Maybelline. Un a?o m¨¢s tarde, Evangelista bat¨ªa su propio r¨¦cord al ganar 20.000 d¨®lares por un solo desfile, el de alta costura primavera/verano 1991 de Lanvin. Aunque importante, en realidad el dinero era lo de menos: lo de m¨¢s siempre fueron la influencia y el poder real de aquellas mujeres capaces de encumbrar una marca, levantar una pasarela, vender revistas a mansalva y hasta impulsar carreras ajenas (lo que les deben no pocos dise?adores, fot¨®grafos, estilistas o maquilladores) con su mera imagen/presencia. Por eso lo de s¨²per.
Desde la portada del n¨²mero de enero de 1990 de la edici¨®n brit¨¢nica de Vogue, retrato generacional en blanco y negro de Peter Lindbergh, las modelos Linda Evangelista, Christy Turlington, Cindy Crawford, Naomi Campell y Tatjana Patitz dieron carta de naturaleza a un fen¨®meno sociocultural de dimensiones tan colosales que describe y contextualiza por s¨ª mismo toda una d¨¦cada de nuestra historia reciente, entre la ca¨ªda del tel¨®n de acero y la sociedad del miedo post 11-S. De alcance incluso pol¨ªtico ¨Dlo que su ejemplo supuso para la comunidad/cultura queer, en especial la racializada, merece estudio aparte¨D, que siga siendo objeto de revisi¨®n y tema de inter¨¦s general 33 a?os m¨¢s tarde vuelve a demostrar su relevancia. La docuserie, como la muy pol¨¦micamente retocada portada de septiembre del Vogue estadounidense, acaba de reunir a las cuatro supervivientes del quintento seminal (un c¨¢ncer de mama se llev¨® prematuramente a Patitz en enero de este a?o, ten¨ªa 56) con el objetivo de humanizarlas, despoj¨¢ndolas del aura de divinidad para presentarlas como mujeres normales, empresarias y madres de familia ya en la mediada edad, con sus carencias, miedos e inseguridades.
Abusos f¨ªsicos, depredaci¨®n sexual, adicciones, racismo, enfermedades, bajadas psicol¨®gicas a los infiernos, todo est¨¢ de nuevo bajo el foco medi¨¢tico. El mismo tipo de chismes que cebaron en su d¨ªa las p¨¢ginas de los tabloides y las encumbraron como celebridades m¨¢s all¨¢ de las pasarelas y las muy sonadas campa?as de publicidad, cuando la moda se convirti¨® en el nuevo rock¡¯n¡¯roll. Tampoco era la primera vez que pasaba, que la cuesti¨®n ya hab¨ªa causado sensaci¨®n informativa en los sesenta del Swinging London. Claro que modelos como Twiggy, Jean Shrimpton, Linda Morand o Penelope Tree nunca tuvieron la sart¨¦n de sus carreras por el mango, que es de lo que se trata.
Lo que no suele contarse es que el fen¨®meno de las supermodelos estuvo a punto de no ser. Hubo una primera sesi¨®n grupal, con Estelle Lef¨¦bure, Karen Alexander, Rachel Williams, Linda Evangelista, Tatjana Patitz y Christy Turlington, retratadas igualmente por el fot¨®grafo alem¨¢n, que casi se queda en un caj¨®n. Era 1988 y a la entonces directora de Vogue USA, Grace Mirabella, no le gustaron las im¨¢genes de aquellas j¨®venes con camisas blancas, todo risas en la playa de Santa M¨®nica. Los designios empresariales quisieron que, en noviembre del mismo a?o, Mirabella saliera de Cond¨¦ Nast para ser sustituida por Anna Wintour, que ven¨ªa de poner patas arriba la edici¨®n brit¨¢nica de la llamada biblia de la moda. Cuando la dama de hierro del negocio editorial las encontr¨® y decidi¨® publicarlas, ya se le hab¨ªan adelantado en su anterior casa. La portada de Lindbergh que celebraba la irrupci¨®n de los a?os noventa tambi¨¦n ayud¨® a que Rolling Stone rescatara otro posado conjunto anterior obra de Herb Ritts, con Stephanie Seymour en lugar de Linda Evangelista, un desnudo grupal que ten¨ªa que haber sido la cubierta de mayo de 1989 de la cabecera musical.
¡°Fue un tiempo tan extraordinario como intenso, cuando las sesiones de fotos duraban d¨ªas y la moda ocupaba las primeras planas de los medios¡±, expon¨ªa Claudia Schiffer al presentar Fashion Photography from the 1990s, la exposici¨®n que comisari¨® en 2020. Como la californiana Stephanie Seymour, la danesa Helena Christensen, la francesa Carla Bruni o la australiana Elle Macpherson, la musa de Karl Lagerfeld se gan¨® igualmente el apelativo de supermodelo. De hecho, la alemana, aclamada en su d¨ªa como la nueva Brigitte Bardot, las sobrepas¨® a todas en n¨²mero de portadas (se le cuentan m¨¢s de un millar) y lleg¨® a ser la mejor pagada entre sus coet¨¢neas (merced al contrato con Revlon por 10 a?os, a seis millones del ala cada uno, firmado en 1992). Pero no haber figurado en la can¨®nica portada de Lindbergh, g¨¦nesis del fen¨®meno popular junto al emblem¨¢tico videoclip Freedom! ¡®90 de George Michael en el que solo daban el cante Linda, Cindy, Naomi, Christy y Tatjana ¨Ddesde aquella no necesitaron nunca m¨¢s de apellidos¨D, suele descolgarla de revisiones/reuniones posteriores. Cierto que, en 2017, desfil¨® mano a mano con Campbell, Crawford, Christensen y Bruni, convocada por Donatella Versace para homenajear a su hermano Gianni, en el 20? aniversario de su asesinato. Su peque?a revancha fue salir a la pasarela al son de la tonada con la que George Michael proclam¨® su libertad creativa. Hace una semana se defend¨ªa en solitario en Mil¨¢n, de nuevo reclamada por la casa de la Medusa.
Si marcas y dise?adores llegaron a temer su influencia, sentirse eclipsados por sus poderosas presencias y hartarse de sus caprichos y delirios de grandeza, tanto como para acabar con el reinado de las supermodelos, resulta mera especulaci¨®n. Lo ¨²nico cierto es que, en moda, los ciclos son cortos y al que muere de ¨¦xito o por hartazgo le sigue otro diametralmente opuesto, que fue lo que sucedi¨® a partir de la segunda mitad de los noventa tras la ascensi¨®n de Kate Moss. ¡°Las supermodelos nos condujeron a la celebridad. Las generaciones que llegaron despu¨¦s de Claudia, Linda y Naomi nunca aspiraron a ser otra cosa que simples modelos, no deseaban la atenci¨®n. Mientras, actrices y cantantes comenzaron a comprometerse con la moda, al darse cuenta de su poder para construir sus personalidades y expresarse tal como son en la alfombra roja. As¨ª fue como las supermodelos acabaron siendo remplazadas por las famosas¡±, argumentaba Anna Wintour en The Guardian, en 2019, refiriendo su disruptiva decisi¨®n de poner a la actriz Ren¨¦e Zellweger en la portada de septiembre de 1998 de Vogue. Era la primera vez que una modelo profesional no aparec¨ªa en el que a¨²n pasa por ser el n¨²mero m¨¢s importante del a?o editorial en el sector.
La realidad es que nunca se fueron, o no del todo. Tambi¨¦n porque la etiqueta cole¨® hasta entrados los 2000, aplicada a los rostros y anatom¨ªas de Eva Herzigova (reina del Wonderbra), Nadja Auermann (las piernas m¨¢s largas del negocio), Kristen McMenamy (la actitud), Amber Valletta (la ¨²nica que ha hecho carrera de verdad tambi¨¦n como actriz), Stella Tennant (la aristocr¨¢tica, fallecida prematuramente en 2020), Tyra Banks (el ¨¢ngel d¨ªscolo de la lencer¨ªa) o Karol¨ªna Kurkova (la revelaci¨®n de la cantera del Este europeo). La mayor¨ªa ha seguido dej¨¢ndose ver intermitentemente, pasarela arriba, campa?a de publicidad abajo. Algunas es como si nunca se hubieran ido, a¨²n asiduas a las semanas de la moda. Bien desfilando, bien en primera fila, acaban de volver a tomar por asalto Mil¨¢n (Maggie Rizer en Etro, la ubicua Campbell en Dolce & Gabbana) y Par¨ªs (Valletta y Shalom Harlow en Schiaparelli, por ejemplo). Es, claro, otro s¨ªntoma de la llamada econom¨ªa de la nostalgia, bien engrasada por la actual revisi¨®n Y2K (el estilo de los primeros 2000), pero tambi¨¦n la prueba de que la edad ya no es un problema en el negocio, al menos no si eres modelo. A los 43, Gisele B¨¹ndchen, punta de lanza del relevo brasile?o a finales de los noventa, se marcaba un comeback sensacional v¨ªa Louis Vuitton y Victoria¡¯s Secret hace apenas unos meses. A Daria Werbowy, que en un mes cumple 40, se la espera con expectaci¨®n como imagen de Phoebe Philo y Gucci.
S¨ª, claro que hubo espa?olas en aquel contingente: Judit Masc¨®, Laura Ponte, Esther Ca?adas, Eugenia Silvia, solo que aqu¨ª se las llamaba top models y, aunque con importantes carreras internacionales, su repercusi¨®n popular siempre ha sido m¨¢s de andar por casa. En la ¨²ltima portada global de Vanity Fair que celebra la ¡°mitolog¨ªa de la belleza¡±, entre la d¨¦cada de los sesenta y los noventa, no salen. Y eso que aparecen incluso predecesoras hist¨®ricas como Twiggy, Penelope Tree, Elisabetta Dessy, Pat Cleveland, Lauren Hutton e Im¨¢n, apelotonadas junto a las sospechas habituales y alguna m¨¢s (Carolyn Murphy, Paulina Porizkova, Milla Jovovich, Kirsten Owen) en un fotomontaje de Luigi & Iango que ha dado que hablar en las redes. La que tampoco est¨¢ es Linda. Claro que ella ya tiene lo suyo.
Visiblemente recuperada del procedimiento est¨¦tico que desfigur¨® su cuerpo y rostro hace unos a?os (am¨¦n de los dos c¨¢nceres de mama a los que tuvo que enfrentarse durante el ¨²ltimo lustro), Evangelista disfruta ahora mismo de un muy celebrado regreso, imagen de la colecci¨®n Zara x Steven Meisel ¨Dque hace una semana la llevaba hasta Arteixo, donde comparti¨® vivencias y lecciones con los empleados de Inditex¨D y protagonista de la monograf¨ªa Linda Evangelista Photographed by Steven Meisel, reci¨¦n editada por Phaidon, que la une tambi¨¦n a su fot¨®grafo de cabecera en un recorrido por sus largos a?os de colaboraci¨®n. Las instant¨¢neas de su gira promocional bullen en redes sociales, igual que esas en las que se la aprecia emocionada caminando junto a Naomi, Cindy y Christy en la Vogue World Party, celebrada durante la pasada semana de la moda londinense. Era lo que les faltaba: supermodelos viralizadas.