Nina Yashar, la mujer que fabrica fiebres decorativas: ¡°Soy el ant¨ªdoto contra la estandarizaci¨®n. Detesto la repetici¨®n¡±
Muchas de las obsesiones de los interiores del ¨²ltimo medio siglo se han gestado en Nilufar, el proyecto de esta erudita nacida en una familia iran¨ª dedicada al comercio de alfombras persas y emigrada a Italia a principios de los sesenta
A la galerista, marchante de piezas de dise?o y comisaria milanesa Nina Yashar (Teher¨¢n, 65 a?os) le interesan los objetos ¨²nicos. Y esa fijaci¨®n, en ocasiones, conlleva su propia penitencia. ¡°Ayer vino un cliente y pidi¨® ver un espejo en papel mach¨¦ de Gio Ponti¡±, explica. ¡°Ahora lo quiere comprar. Y yo me resisto a la idea, porque s¨¦ que, si lo vendo, nunca volver¨¦ a verlo. S¨¦ que parece una locura, ?pero es que no hay m¨¢s!¡±.
Que la pieza a la que alude, una rara creaci¨®n que el arquitecto y dise?ador italiano hizo a medida para uno de sus interiores, haya acabado d¨¦cadas despu¨¦s en manos de Yashar ¨Cantes de pasar a las de su pr¨®ximo propietario¨C es un dato que resume las claves de una trayectoria at¨ªpica en el mundo del dise?o. Muchas de las fiebres decorativas del ¨²ltimo medio siglo se han gestado en la cabeza de esta erudita nacida en una familia iran¨ª dedicada al comercio de alfombras persas y emigrada a Italia a principios de los sesenta. A los 21 a?os, Yashar hizo valer su criterio. ¡°Mi padre ten¨ªa un discurso muy comercial y a m¨ª me atra¨ªan las cosas m¨¢s especiales¡±, recuerda. ¡°As¨ª que reun¨ª una veintena de piezas y debut¨¦ con la primera exposici¨®n de kilims que hubo en Europa. Solo hab¨ªa kilims antiguos, y todos con la iconograf¨ªa de la rosa. Era una apuesta muy formal, muy concreta, pero me hab¨ªa criado entre gigantes de las alfombras y sab¨ªa que, a mi edad, no pod¨ªa competir con ellos. As¨ª que tom¨¦ un camino distinto, abordando temas que ellos no trataban. Eran piezas menos valiosas, pero mucho m¨¢s interesantes¡±.
Corr¨ªa 1979 y el proyecto ya ten¨ªa nombre: Nilufar, en honor a su hermana. Tras el ¨¦xito inicial se instal¨® en pleno quadrilatero d¡¯oro milan¨¦s y ampli¨® su repertorio con alfombras francesas. Fluyeron los a?os ochenta, llegaron los noventa y, con un negocio ya consolidado, lleg¨® un punto de inflexi¨®n. ¡°Estaba en Nueva York y descubr¨ª una alfombra sueca. Me fascin¨® tanto que me fui a Estocolmo a comprar m¨¢s. Un d¨ªa, por matar el tiempo, visit¨¦ a un marchante que vend¨ªa muebles escandinavos. Me gustaron y compr¨¦ unas 15 piezas, sin tener ni idea de lo que eran. Cuando llegu¨¦ a Italia se las mostr¨¦ a un conocido, y me dijo que eran excepcionales. Hab¨ªa un armario de Alvar Aalto, del sanatorio de Paimio, y una mesa maravillosa de Hans Wegner. As¨ª que inaugur¨¦ una exposici¨®n de alfombras suecas y muebles escandinavos en 1998, antes de que el midcentury n¨®rdico se pusiera de moda. ?Tambi¨¦n fui precursora en eso! Ah¨ª comenz¨® la fiebre, y empec¨¦ a comprar de forma bul¨ªmica¡±.
La entrevista con Yashar se desarrolla en Nilufar Depot, el edificio inaugurado en 2015 cuya arquitectura industrial, inspirada en el Teatro Alla Scala, da cabida en 1.500 metros cuadrados a distintas instalaciones con muebles, objetos y obras de arte. Estos habit¨¢culos, compartimentados casi como salas de exposici¨®n o habitaciones de una casa, son una oda al arte de la yuxtaposici¨®n. Yashar mezcla muebles de autor ¡ªliteralmente, de todos los autores que importan en el dise?o del ¨²ltimo siglo¡ª con piezas ¨²nicas, antig¨¹edades procedentes de todos los puntos del planeta, alfombras, esculturas y objetos reci¨¦n salidos de la escuela de dise?o. ¡°Me gusta crear escenograf¨ªas inesperadas. Ahora lo hace todo el mundo, pero yo fui la primera. Mezclaba el Tibet con India, muebles de los Eames y alfombras de Aubusson. Mis primeros libros se titulaban Crossings, porque me interesan las intersecciones entre mundos distintos y me encanta la contaminaci¨®n entre estilos. Me gusta desconcertar al p¨²blico. Soy el ant¨ªdoto por excelencia contra la estandarizaci¨®n. Detesto la repetici¨®n¡±.
En las vigas de acero que sustentan esta estructura industrial, peque?os c¨®digos QR conducen al visitante a hojas de sala profusamente documentadas ¡ªautor, fecha, materiales, dimensiones, precio¡ª y actualizadas con frecuencia: cada vez que se vende una pieza hay que sustituirla por otra, en una cadena combinatoria infinita que ilustra la vocaci¨®n enciclop¨¦dica de este proyecto. ¡°Siempre llevo la investigaci¨®n al l¨ªmite¡±, apunta. ¡°Por ejemplo, tard¨¦ cuatro a?os en reunir las piezas para mi exposici¨®n de Lina Bo Bardi. Incluso vino la conservadora de la Casa do Vidro para certificar y autentificar todas las piezas, y organizamos una conferencia para cien personas, porque en este espacio es posible¡±.
El otro espacio, Nilufar Gallery, sigue donde siempre, en un local de Via della Spiga ampliado y reformado en 1999 por Giancarlo Montebello. El cambio de siglo fue tambi¨¦n el del crecimiento del negocio, espoleado con ¨¦xitos como el del mobiliario escandinavo, y posteriormente por el olfato de Yashar para el talento emergente. Dise?adores hoy consolidados como Bethan Laura Wood o Martino Gamper dieron sus primeros pasos en esta galer¨ªa.
Entre sus fichajes recientes est¨¢ Audrey Large, una joven artista brit¨¢nica ¡ªacaba de cumplir 30 a?os¡ª cuyas esculturas funcionales, elaboradas con impresi¨®n 3D en un material que recuerda a la seda, son algo as¨ª como cristalizaciones de un error inform¨¢tico. ¡°He apostado much¨ªsimo por ella, porque me fascina c¨®mo utiliza ese material tan modesto con una t¨¦cnica y un discurso muy potentes. Puede que hace diez a?os no lo hubiese entendido, pero me gusta seguir el curso de los tiempos y de la contemporaneidad. Estoy content¨ªsima de haberla animado a desarrollar su obra y a transformarse. Me he pasado tres a?os explic¨¢ndole que era importante cambiar la escala de sus objetos, porque no pod¨ªa pasarse la vida haciendo nanetti [enanitos]. Y, ojo, me encantan esos nanetti y, de hecho, tengo varios en casa, donde no meto cualquier cosa, pero mi trabajo consigue hacerle plantearse horizontes cada vez m¨¢s elevados. Ahora ha hecho una librer¨ªa y estoy feliz, porque ya hay dos museos que han adquirido sus piezas¡±.
Llegar a los museos puede ser una gratificaci¨®n extra, pero el d¨ªa a d¨ªa de Nilufar lo construyen los clientes que, desde hace d¨¦cadas, se f¨ªan de ella. ¡°Antes, hab¨ªa coleccionistas de arte que ten¨ªan obras maravillosas de millones de euros colgadas en las paredes, pero luego sus muebles no estaban al mismo nivel. Hoy, por suerte, las cosas han cambiado, y esos clientes compran piezas importantes y caras, que en todo caso siempre van a costar mucho menos que una obra de arte. Esos coleccionistas quieren piezas con pedigr¨ª, objetos ¨²nicos que son cada vez m¨¢s dif¨ªciles de encontrar. Y luego est¨¢ el 80% del p¨²blico, que investiga y ama el dise?o, pero busca resolver necesidades reales, una mesa de comedor o unas sillas¡±.
De esa demanda dan muestra sus publicaciones, aut¨¦nticas antolog¨ªas del dise?o en un sector en el que, salvo un pu?ado de nombres estrella, sigue sin haber cat¨¢logos razonados ni monograf¨ªas exhaustivas. En los ¨²ltimos a?os, esa actividad editorial se ha trasladado a la web de Nilufar, una base de datos como hay pocas en el mundo del mueble. En ese sentido, el nombre de Nilufar Depot es deliciosamente equ¨ªvoco: para almacenar todos sus fondos, mejor surtidos que los de muchos museos de dise?o, hace falta un dep¨®sito mucho m¨¢s grande. ¡°Eso s¨ª, este lugar me ha permitido crecer, expandir mi visi¨®n y asumir proyectos que antes no habr¨ªa sabido d¨®nde meter¡±, apunta. ¡°De todos modos, da igual cu¨¢nto espacio tenga. ?Siempre acaba qued¨¢ndoseme peque?o!¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.