Del palacio rosa de Jayne Mansfield al delirante castillo Hearst: paseo ¨ªntimo por cuatro mansiones tan opulentas como exc¨¦ntricas
Una casa llena de corazones, un castillo franc¨¦s, un castillo espa?ol pero en California y una mansi¨®n en Memphis completan esta lista de residencias cuya biograf¨ªa casi supera a la de sus (famos¨ªsimos) propietarios
No son solo casas, sino celebridades en s¨ª mismas. Al funcionar como extensiones naturales de una figura incontestable de la cultura popular, estas mansiones se han vuelto tan famosas como ellos mismos. Algunas se pueden visitar, otras han sido tristemente demolidas, pero todas mantienen una historia que brilla tanto como la de quienes las habitaron.
El palacio rosa de Jayne Mansfield
Si alguna vez ha existido una casa que refleje la personalidad de sus habitantes, esa fue el Pink Palace, el hogar de la actriz Jayne Mansfield y su marido, el culturista y Mr. Universo Mickey Hargitay. Mansfield adquiri¨® por 76.000 d¨®lares en 1957 una mansi¨®n de lo que en California se conoce como ¡°estilo espa?ol¡±, situada en el 10100 de Sunset Boulevard, y la reform¨® hasta que fue digna de recibir el nombre del ¡°palacio rosa¡±. Ya que ella era la versi¨®n kitsch, obvia y caricaturesca de Marilyn Monroe, su casa deb¨ªa parecer la parodia de una casa de estrella de Hollywood, al menos tal y como la concebir¨ªa una ni?a de cuatro a?os.
?Amor por el rosa? El color estaba por todas partes, en las paredes exteriores, interiores y en el mobiliario. ?Una piscina en forma de coraz¨®n? Ella la ten¨ªa, con una cascada y una inscripci¨®n de azulejos en el fondo, creada por Mickey, que rezaba: ¡°I love you Jayne¡±. A Mansfield y a esa piscina en concretyo le dedicar¨ªa Siouxsie & The Banshees una de sus mejores canciones. Los corazones eran una constante: estaban en la citada piscina, en la ba?era, en la chimenea y en la barbacoa. ?Un piano de cola? Presid¨ªa el sal¨®n uno decorado con cupidos, y con una silla con respaldo de pavo real a juego para tocarlo. ?Alfombras mullidas? Hab¨ªa profusi¨®n de ellas, desde algunas de oso polar a moquetas acolchad¨ªsimas que forraban tambi¨¦n, por supuesto, el cuarto de ba?o, paredes incluidas. ?Lujo desatado? De la fuente en forma de Cupido, durante las fiestas, manaba champagne, naturalmente, rosa. ?Un toque m¨¢gico? Estaba presente en una librer¨ªa que giraba sobre s¨ª misma destinada a ocultar el licor en los tiempos de la ley seca y que Jayne utilizaba para guardar los (por otros motivos) vergonzantes guiones que recib¨ªa.
La leyenda del Pink Palace se extendi¨® incluso tras el tr¨¢gico fallecimiento de la actriz en un accidente de tr¨¢fico en 1967. Mama Cass Elliot de The Mamas & The Papas residi¨® aqu¨ª durante una breve temporada y, seg¨²n inform¨® Hollywood.com, otra residente posterior, de identidad no especificada, encontr¨® ropa que hab¨ªa pertenecido a Mansfield, se la prob¨®, y desde entonces se vio pose¨ªda por una extra?a monoman¨ªa (como se denomina a la obsesi¨®n por una idea recurrente). Se ti?¨® el pelo de rubio platino y se dedic¨® a coleccionar objetos que hab¨ªan pertenecido a la difunta hasta que una noche escuch¨® una voz fantasmag¨®rica de mujer que le dec¨ªa: ¡°?Fuera, fuera!¡±, a la que se apresur¨® a hacer caso.
Tambi¨¦n paranormal fue la experiencia de Ringo Starr, otro habitante del Pink Palace, que asegur¨® haber intentado pintar las paredes de blanco in¨²tilmente, pues siempre aparec¨ªan de nuevo te?idas de rosa. El cantante Engelbert Humperdinck, que adquiri¨® la propiedad en 1976, declaraba con total naturalidad oler de forma habitual el perfume de rosas de Mansfield en las habitaciones, y haberse encontrado el fantasma de la difunta, vestido de negro, recorriendo la casa. Este poltergeist desapareci¨®, al parecer, en 1980, a ra¨ªz de que un sacerdote bendijese la casa.
?Puedo visitarlo? Tristemente, no. Engelbert Humperdinck vendi¨® el Pink Palace en el a?o 2002, y a pesar de que le hab¨ªan prometido conservarlo, los nuevos propietarios optaron por demoler la construcci¨®n.
El castillo de William Randolph Hearst
¡°Me gustar¨ªa construir algo en la colina de San Sime¨®n. Estoy cansado de subir hasta all¨ª y acampar en tiendas. Querr¨ªa conseguir algo que fuera un poco m¨¢s confortable¡±. Esto fue lo que le escribi¨® William Randolph Hearst a la arquitecta Julia Morgan en 1919, en lo que ser¨ªa el germen de la respuesta a la pregunta ¡°?C¨®mo vive el hombre m¨¢s rico del mundo (o uno de ellos)?¡±. Por si alguien ten¨ªa la duda, la respuesta es que vive como un rey, pero construy¨¦ndose a medida su propio castillo.
Hearst no fue una estrella del espect¨¢culo como tal, sino m¨¢s bien de los medios de comunicaci¨®n, pero su vinculaci¨®n con el cine v¨ªa su amante Marion Davis y, sobre todo, el haber servido de inspiraci¨®n para el protagonista de Ciudadano Kane (1941), le convirtieron en famoso casi como un artista m¨¢s. Por supuesto, Orson Welles no pod¨ªa olvidarse en su pel¨ªcula de la fastuosa mansi¨®n del millonario. Lo que en la ficci¨®n era Xanad¨², en la realidad es el Castillo Hearst, o como la llamaba ¨¦l, ¡°la colina encantada¡±.
El padre de Hearst hab¨ªa comprado la colina del pueblecito californiano de San Sime¨®n en 1865 tras el fallecimiento de su madre por la epidemia de gripe espa?ola de 1918. El millonario, que consideraba el lugar ¡°el m¨¢s bello de la tierra¡±, se propuso hacer de ¨¦l tambi¨¦n uno de los m¨¢s opulentos. Julia Morgan, que ya hab¨ªa trabajado para su madre, acab¨® vinculada a este proyecto durante 27 a?os. En lo que hab¨ªa sido un rancho salvaje al que solo se pod¨ªa acceder a caballo, se construyeron ocho grandes estructuras: el edificio principal se llam¨® la Casa grande (con sus 38 habitaciones, 30 chimeneas y 42 cuartos de ba?o), pero tambi¨¦n estaban las dependencias para invitados, conocidas como la Casa del mar, la Casa del sol y la Casa del monte.
A la Casa grande se le a?adieron un ala norte y un ala sur, y completaban el paisaje dos piscinas. La interior, la romana, estaba inspirada en las antiguas termas y en los mosaicos del siglo IV de R¨¢vena; la exterior, la de Neptuno, recib¨ªa su nombre de la estatua de este dios, y estaba presidida por un templo cl¨¢sico. Las 50 hect¨¢reas de terreno con vistas al oc¨¦ano Pac¨ªfico albergaban jardines, patios, terrazas y una joya: un zool¨®gico privado con cebras, canguros o jirafas que hac¨ªan las delicias de los ilustres visitantes del lugar (la pel¨ªcula de 2020 Mank recre¨® estos escenarios al no obtener permiso para grabar en la localizaci¨®n original).
Tanto las fachadas como la decoraci¨®n de las 165 habitaciones del complejo luc¨ªan una ensalada de estilos que van del g¨®tico al colonial, pero uno prima sobre los dem¨¢s: el renacentista espa?ol, sobre todo de Andaluc¨ªa, que Hearst prefer¨ªa al del norte de Espa?a, que consideraba demasiado sobrio. As¨ª, abundaban los detalles espa?oles, a veces recreados, a veces fruto de un expolio sin miramientos. Las torres de la Casa grande est¨¢n inspiradas en las de la iglesia de Santa Mar¨ªa la Mayor, de Ronda. La fachada se basaba en la del palacio de los duques de Arcos, de Marchena, pero el techo de la suite de Hearst es de verdad medieval: est¨¢ compuesto por paneles del siglo XIV que proced¨ªan de la casa del jud¨ªo de Teruel.
Hearst vivi¨® a medias entre esta fastuosa residencia y una suite en el hotel Ambassador de Los ?ngeles hasta su muerte, en 1951. El lugar fue donado por sus herederos y pertenece a los parques estatales de California.
?Puedo visitarlo? Por supuesto. Desde 1958, el Hearst Castle y sus maravillas est¨¢n abiertos a visitantes a partir de 30 d¨®lares la entrada.
El ch?teau des Milandes de Josephine Baker
En una vida extraordinaria como la de la bailarina, esp¨ªa de la Resistencia francesa y activista contra el racismo Josephine Baker (1906-1975) no pod¨ªa faltar un hogar tan fuera de lo com¨²n como ella misma. Josephine compr¨® un castillo en la Dordo?a en 1947, cuando era una estrella absoluta en Francia y tambi¨¦n en el resto del mundo, y vivi¨® all¨ª hasta que tuvieron que sacarla contra su voluntad.
Al tratarse de un castillo europeo, el ch?teau des Milandes ya ten¨ªa una rica historia antes de que ella recalase en ¨¦l. Construido en 1489 por la aristocr¨¢tica familia Caumont, un peque?o vuelco de la historia conocido como Revoluci¨®n francesa provoc¨® que el lugar fuera abandonado y descuidado. En el a?o 1900 el industrial de lencer¨ªa Auguste Claverie compr¨® la propiedad y se encarg¨® de restaurarla, manteniendo sus elementos renacentistas pero a?adiendo otros contempor¨¢neos, como las galer¨ªas de madera. Los jardines fueron redise?ados por el paisajista Jules Vacherot.
Josephine descubri¨® el castillo en 1930, se enamor¨® del lugar y lo alquil¨® desde 1938. Lo adquiri¨® en el 47, se cas¨® all¨ª mismo con Jo Bouillon, y all¨ª se propuso criar a su familia. Milandes no iba a ser solo un capricho de estrella, sino un mensaje al mundo: una ¡°aldea global, la capital universal de la fraternidad¡±.
Josephine no pod¨ªa tener hijos biol¨®gicos, pero lo deseaba profundamente, as¨ª que junto a Bouillon, empez¨® a adoptar ni?os de distintas partes del mundo. Ella pensaba en sus hijos tanto como un proyecto familiar como una proclama antirracista: demostrar que personas de distintas razas pod¨ªan crecer juntas en armon¨ªa. La idea inicial era adoptar un ni?o de cada continente, pero la pareja acab¨® teniendo doce hijos, diez ni?os y dos ni?as de distintos pa¨ªses. Fueron ¡°la tribu del arco¨ªris¡±. Pese a que Josephine estaba guiada por lo que ella pensaba que eran buenas y sinceras intenciones, algunos procesos de adopci¨®n fueron, incluso para la ¨¦poca, bastante irregulares: alg¨²n ni?o se lo compr¨® directamente a sus padres, personas necesitadas que no pod¨ªan hacerse cargo de todos sus hijos. Quer¨ªa tener tambi¨¦n un ni?o jud¨ªo para completar esa idea de completo abanico ¨¦tnico, pero como Israel no permit¨ªa adopciones internacionales, se hizo con un ni?o franc¨¦s que no era jud¨ªo, le cambi¨® el nombre a Mo?se y lo present¨® como israel¨ª.
El castillo des Milandes fue acondicionado como una mezcla de parque de atracciones y castillo de la Cenicienta de la vida real, personaje con el que ella se identificaba. La pareja construy¨® un ¡°pueblo africano¡±, una granja experimental y un hotel de 3 estrellas para alojar a los visitantes. Los ni?os recuerdan navidades en las que los regalos al pie del ¨¢rbol llegaban hasta el techo de la habitaci¨®n, pero al mismo tiempo, Josephine siempre iba corta de presupuesto, y se ausentaba durante largos per¨ªodos de tiempo para trabajar. Era Jo Bouillon el que ejerc¨ªa de padre a tiempo completo, y los problemas econ¨®micos y de gesti¨®n iban minando a la pareja. Adem¨¢s, con el objetivo tanto de recaudar dinero como de lanzar ese mensaje de fraternidad de la tribu del arco¨ªris, los visitantes de Milandes, tras pagar la entrada, pod¨ªan asistir a escenas de la vida familiar, contemplando a los ni?os en acci¨®n, jugando e interaccionando entre s¨ª.
Con los a?os, Josephine empez¨® a dar muestras de agotamiento e inestabilidad mental. Los ni?os crecieron, se convirtieron en adolescentes rebeldes que beb¨ªan, vest¨ªan ropas hippies y algunos se dieron a la delincuencia menor. Cuando Bouillon y Josephine se divorciaron y ¨¦l se traslad¨® a Buenos Aires, ella se vio incapaz de hacer frente a los enormes gastos y problemas. Estuvo a punto de perder des Milandes en 1964, pero un llamamiento de Brigitte Bardot a la sociedad francesa salv¨® in extremis a la artista. Cinco a?os despu¨¦s, ya no hubo remedio. El castillo fue vendido en subasta p¨²blica, pero cuando asumi¨® lo que acababa de ocurrir, Josephine regres¨®, se atrincher¨® en el lugar y tuvo que ser desalojada por la fuerza. Las fotos de la estrella, con la mirada perdida, sentada en las escaleras del que todav¨ªa consideraba su hogar, resultan sobrecogedoras.
La vida de Josephine tras des Milandes no fue f¨¢cil. Fue su amiga Grace Kelly, ya princesa Gracia de M¨®naco, qui¨¦n sali¨® en su ayuda, ofreci¨¦ndole villa Maryvonne, una residencia en el pueblecito franc¨¦s de Roquebrune. La estrella sigui¨® actuando hasta que falleci¨®, en 1975. Y el castillo des Milandes, tras Josephin,e nunca logr¨® librarse de su influjo. Fue cambiando de manos hasta que a mediados de los noventa comenz¨® a abrir con regularidad como lugar de peregrinaci¨®n, homenaje y museo a su visitante m¨¢s ilustre.
?Puedo visitarlo? S¨ª. La actual propietaria del ch?teau des Milandes, Ang¨¦lique de Saint-Exup¨¦ry (s¨ª, relacionada lejanamente con el autor de El Principito por haberse casado con uno de sus descendientes), lo mantiene abierto al p¨²blico. Se ofrecen todo tipo de facilidades a los turistas, incluidas exhibiciones de cetrer¨ªa y una brasseire especializada en platos del P¨¦rigord.
Graceland, el templo de Elvis
Resulta de lo m¨¢s coherente que una figura como Elvis Presley (1935-1977), tan comparada con Jesucristo en la cultura norteamericana, residiese en un lugar llamado Graceland, o sea, la tierra de la gracia. Sin embargo, la mansi¨®n ya se llamaba as¨ª cuando el cantante la adquiri¨® el 25 de marzo de 1957 por 102.500 d¨®lares. El nombre ven¨ªa de Grace, la hija del empresario S.E. Toof, que construy¨® una granja en los terrenos de su familia. La casa que conocemos actualmente la construyeron en 1939 Ruth Brown Moore y su marido, Thomas Moore (ella era sobrina de la Grace original). Su famoso p¨®rtico de cuatro columnas corintias aporta el toque neocl¨¢sico a una construcci¨®n de estilo colonial.
Elvis ten¨ªa apenas 22 a?os cuando la adquiri¨®, pero ya era una gran superestrella. La mansi¨®n fue tanto un regalo para sus padres como un hogar para residir ¨¦l mismo, junto a ellos y su cada vez m¨¢s extensa familia y ac¨®litos. Desde entonces, Graceland es sin¨®nimo de Elvis Presley, indisociable de su leyenda.
?l mismo, con una reforma que cost¨® 500.000 d¨®lares, se encarg¨® de que fuera as¨ª. El car¨¢cter m¨ªtico del cantante est¨¢ presente desde la ic¨®nica verja con decoraci¨®n musical y la silueta del artista, que se instal¨® apenas un mes despu¨¦s de haber comprado la casa. La finca alberga una piscina en forma de ri?¨®n, un establo para caballos, un campo de tiro y un jard¨ªn para meditar que acabar¨ªa albergando la tumba de Elvis despu¨¦s de que se intentasen profanar sus restos en su ubicaci¨®n original en el cementerio de Forest Hill. Hay una coda triste: aqu¨ª fue enterrado tambi¨¦n su nieto Benjamin, que se suicid¨® en 2020, y su ¨²nica hija, Lisa Marie, que falleci¨® en enero de 2023.
Las 23 habitaciones del interior conservan pr¨¢cticamente todo el mobiliario y objetos originales de cuando Elvis viv¨ªa. Y esto quiere decir dos cosas: exceso y kitsch. Del mismo modo que la figura de la estrella iba volvi¨¦ndose m¨¢s extravagante y desmesurada, Graceland fue redecor¨¢ndose con el estilo flamboyante de los a?os sesenta y setenta. Hay multitud de electrodom¨¦sticos de la (en su d¨ªa) ¨²ltima tecnolog¨ªa, un s¨®tano con tres televisores para que el m¨²sico pudiera ver tres canales de forma simult¨¢nea, un sal¨®n con grandes sof¨¢s blancos y vidrieras con decoraci¨®n de pavo real, una sala de billar con las paredes y el techo forradas de tela fruncida¡ pero quiz¨¢ la habitaci¨®n m¨¢s famosa sea the jungle room (habitaci¨®n jungla), un cuarto con decoraci¨®n selv¨¢tica y hawaiana escogida por Elvis con el prop¨®sito de fastidiar a su padre (que ya consideraba excesiva la decoraci¨®n del resto de la casa). Cuenta con una cascada en la pared, motivos hawaianos, plantas y una moqueta color verde hierba hasta en el techo. Tanta pasi¨®n por el enmoquetado generaba una ac¨²stica ¨®ptima, por lo que aqu¨ª grab¨® Elvis sus dos ¨²ltimos discos.
Elvis falleci¨® de un ataque al coraz¨®n en su cuarto de ba?o de Graceland, en agosto de 1977. Fue su ex esposa, Priscilla, la que decidi¨® en 1982 convertirla en una casa-museo, con ¨¦xito rotundo. Graceland pas¨® a ser a la vez un monumento tur¨ªstico y un hogar familiar. Lisa Marie sigui¨® teniendo su dormitorio privado en la planta superior de la mansi¨®n la cocina no se abri¨® al p¨²blico hasta que falleci¨® Delta, la t¨ªa de Elvis, que sigui¨® viviendo en Graceland hasta su muerte en 1993.
?Puedo visitarla? Por supuesto, m¨¢s de 600.000 personas lo hacen cada a?o. Basta con acercarse al 3764 de Elvis Presley Boulevard (antes Highway 51 South), en Memphis. Hay entradas a partir de 50 d¨®lares.
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