¡®Tomates verdes fritos¡¯: ¡°una peque?a historia para ancianas¡± que arras¨® en taquilla y en las librer¨ªas
La reedici¨®n en Espa?a de la gran novela de Fannie Flagg, joya descatalogada durante a?os, devuelve la oportunidad de descubrir una historia que se atrevi¨® a hablar en los ochenta de racismo, canibalismo y algo a¨²n m¨¢s complicado para Hollywood: el amor entre dos mujeres
Universal apostaba tan poco por Tomates verdes fritos que la estren¨® en cinco salas. Dos meses despu¨¦s se proyectaba en 1229. Con un presupuesto de apenas 11 millones de d¨®lares acab¨® recaudando m¨¢s de 100, se convirti¨® la und¨¦cima pel¨ªcula m¨¢s taquillera de 1991 y consigui¨® dos nominaciones al Oscar, una para Jessica Tandy como mejor actriz secundaria y otra para la autora del guion, que tambi¨¦n lo era de la novela en la que se inspiraba, Fannie Flagg. Es uno de los mejores ejemplos de lo que se conoce como sleeper, una pel¨ªcula que gana popularidad gracias al boca a boca de espectadores entusiasmados. Un fen¨®meno at¨ªpico, porque la pel¨ªcula del debutante Jon Avnet se vertebra sobre el amor y la amistad, pero tambi¨¦n habla de menopausia, eutanasia, violencia de g¨¦nero, racismo, edadismo e incluso canibalismo.
La novela hom¨®nima en la que est¨¢ basada hab¨ªa sufrido un desd¨¦n similar antes de publicarse. ¡°Envi¨¦ una peque?a sinopsis a veinte editores diferentes y todos dijeron: es dulce, pero no creemos que la gente est¨¦ interesada en leer sobre una anciana en un asilo¡±. Cuando finalmente se edit¨®, pas¨® 36 semanas en la lista de libros m¨¢s vendidos de The New York Times, recibi¨® una nominaci¨®n al Pulitzer y los elogios de dos gigantes literarios del sur: Harper Lee y Eudora Welty. Su reedici¨®n en Espa?a de la mano de Capitan Swing es una de las mejores noticias literarias de la temporada y la saca por fin limbo de los libros descatalogados. ¡°Es una gran novela, con una calidad literaria incuestionable¡±, explica Blanca Cambronero, editora en Capit¨¢n Swing. ¡°Plantea tem¨¢ticas que a menudo abordamos en nuestro cat¨¢logo. Por eso, a pesar de que no solemos publicar mucha ficci¨®n, en este caso s¨ª tuvimos claro que deb¨ªamos recuperar esta obra¡±.
Un ¨¦xito de ventas as¨ª no pas¨® desapercibido a Hollywood. La primera idea de Universal fue realizar un musical, afortunadamente el proyecto se trunc¨®. Flagg, que escribi¨® el gui¨®n despu¨¦s de que Carol Sobieski, la primera guionista elegida enfermase, fue la primera sorprendida cuando se convirti¨® en un ¨¦xito porque ¡°se supon¨ªa que iba a ser solo una peque?a pel¨ªcula para ancianas¡±. ¡°Estas mujeres no encajan en el molde de lo que Hollywood piensa de las mujeres¡±, sentenciaba Sally Van Slyke, vicepresidenta senior de marketing de Universal, una de las principales impulsoras de la pel¨ªcula, en Los Angeles Times.¡±Estas mujeres no son v¨ªctimas, son supervivientes. Esa es la grandeza de esta historia¡±.
Tomates verdes fritos narra la amistad casual entre Evelyn, una ama de casa de mediana edad, y Ninny, una anciana que vive en un asilo y, como una Sherezade insomne y sin ves¨ªcula, la entretiene cada semana con historias de su juventud en Whistle Stop, Alabama, donde su cu?ada Idgie y su amiga Ruth regentaban el caf¨¦ local. Una trama aparentemente simple, en la que lo f¨¢cil es quedarse con que es una pel¨ªcula ¡°de hablar¡±, una patata caliente para los ejecutivos de Universal que no sab¨ªan c¨®mo pod¨ªan encapsular la esencia de la pel¨ªcula para venderla en un anuncio de 30 segundos.
La promoci¨®n de la pel¨ªcula se apoy¨® en Kathy Bates y Jessica Tandy, que ven¨ªan de ganar sendos Oscars por Misery y Paseando a Miss Daisy, aunque estuvieron a punto de ser Joanne Woodward y Susan Sarandon. Sarandon, que aquel a?o recorr¨ªa el pa¨ªs en un Thunderbird del 66 al lado de Geena Davis, era la indicada en la mente de algunos ejecutivos para interpretar a una mujer amargada por sus kilos y el desinter¨¦s sexual de su marido (si creen que es inconcebible, recuerden que en alg¨²n momento de los noventa alguien mencion¨® el nombre de Julia Roberts para interpretar a la hero¨ªna negra Harriet Tubman).
Las cr¨ªticas fueron positivas, pero casi todas obviaban que dos de las protagonistas eran una pareja de lesbianas. Amy Dawes, cr¨ªtica de cine de Variety, describi¨® la relaci¨®n como una ¡°amistad incondicional entre las dos mujeres j¨®venes, aisladas en un mundo de hombres intolerantes¡±. Otros, como Roger Ebert, dedujeron que Idgie era lesbiana, pero dudaron respecto a Ruth, una observaci¨®n com¨²n en otras cr¨ªticas de la ¨¦poca. Parece que solo Idgie lo pon¨ªa f¨¢cil al vestirse con peto.
Rebobinemos. Unos meses antes los telespectadores estadounidenses hab¨ªan visto por primera vez un hiperpublicitado beso entre dos mujeres en La ley de los ?ngeles que result¨® ser un reclamo sin ning¨²n desarrollo posterior, ese era todo el bagaje l¨¦sbico para las masas en 1991. Faltaba m¨¢s de un lustro para que Ellen Degeneres saliera del armario y arruinase moment¨¢neamente su carrera. Hollywood no hab¨ªa hecho ninguna pel¨ªcula protagonizada por lesbianas y tampoco iba a serlo esta. Las cosas no hab¨ªan cambiado mucho desde que en los a?os treinta Samuel Goldwyn obligase a Lillian Hellman a reescribir el guion de La calumnia eliminado todos los elementos l¨¦sbicos.
¡°?Lesbianismo en la pantalla? ?Qui¨¦n ha o¨ªdo hablar de algo as¨ª? ?Y c¨®mo se podr¨ªa hacer con buen gusto?¡±, se preguntaba el magnate. Lo mismo se cuestionaba Universal, que no escuch¨® a Flagg, Mastersons y Parker cuando insistieron en reforzar la historia de amor, pero con un entusiasmo menguante: a medida que la pel¨ªcula se convert¨ªa en un ¨¦xito el tema se convirti¨® en una molestia para todos.
La mayor¨ªa s¨®lo fue consciente de que hab¨ªa una relaci¨®n l¨¦sbica cuando la Alianza Gay y Lesbiana contra la Difamaci¨®n (GLAAD) le otorg¨® el premio a la mejor pel¨ªcula con contenido l¨¦sbico. As¨ª de sutil era, aunque no para el p¨²blico gay, acostumbrado a detectar el subtexto porque era todo con lo que pod¨ªa conformarse. Que tantos millones de personas creyesen que cubrirse de abejas, embadurnarse mutuamente de comida ¡ªuna versi¨®n soft de las escenas gastron¨®micas de El cartero siempre llama dos veces o Nueve semanas y media, ¨²nica concesi¨®n de Avnet al romance tal como reconoce en los comentarios incluidos en el DVD¡ª o enviarse citas de la Biblia tan desgarradas como ¡°No me ruegues que te deje, y que me aparte de ti; porque a dondequiera que t¨² vayas, ir¨¦ yo; y dondequiera que vivas, vivir¨¦. Tu pueblo ser¨¢ mi pueblo, y tu Dios ser¨¢ mi Dios¡± son cosas que hacen las amigas es desconcertante. Aunque puede ser m¨¢s bien un buen ejemplo de ceguera selectiva. Es obvio que Idgie y Ruth se aman, pero en la pel¨ªcula el ¨²nico signo de afecto f¨ªsico es un beso casto en la mejilla.
¡°No ten¨ªa ning¨²n inter¨¦s en entrar en el dormitorio¡±, argument¨® Avnet. Flagg tambi¨¦n quit¨® hierro al asunto. Cuando Entertainment Weekly se pregunt¨® en un art¨ªculo si la pel¨ªcula esquivaba su contenido l¨¦sbico, fue rotunda: ¡°No es una pel¨ªcula pol¨ªtica en absoluto. Se trata de que la gente sea dulce y se ame¡±. A ambos les aterraba que la pel¨ªcula fuese catalogada de gay y eso mermara su carrera comercial. ¡°Las lesbianas son invisibles en Hollywood¡±, declar¨® la directora ejecutiva de GLAAD, Ellen Carlton. ¡°Los responsables de la pel¨ªcula pueden haber querido bajar el tono del contenido l¨¦sbico. L¨¢stima. Pero reconocemos a estas mujeres como lesbianas. Y dar el premio es una forma de visibilizar que son lesbianas¡±.
Fue un galard¨®n pol¨¦mico. Despu¨¦s de todo, se premiaba a una pel¨ªcula que parec¨ªa avergonzarse de su contenido gay. Adem¨¢s, llov¨ªa sobre mojado: seis a?os antes Spielberg ya hab¨ªa reducido el contenido l¨¦sbico de El color p¨²rpura a su m¨ªnima expresi¨®n. Como suele pasar, se abri¨® uno de esos debates sobre si es necesario saber si los personajes son o no gays. Ya saben: esa pregunta de ¡°?qu¨¦ importa con qui¨¦n se acuestan?¡±, muletilla tan habitual cuando alguien revela su homosexualidad. Hab¨ªa muchas lesbianas que ansiaban verse representadas en el cine por primera vez. Siguiendo esa l¨®gica tampoco ser¨ªa necesario que supi¨¦semos si son amantes Rhett y Escarlata o Ilsa y Sam. Sin ese detalle probablemente Lo que el viento se llev¨® y Casablanca seguir¨ªan siendo un par de excelentes pel¨ªculas sobre la Guerra de Secesi¨®n y los refugiados europeos en el norte de ?frica, ?Qu¨¦ necesidad hab¨ªa de saber lo que hac¨ªan en la cama? Si suena rid¨ªculo es porque lo es. Curiosamente, o no, nadie tuvo demasiado problema con el m¨¦todo del que se sirven para librarse del marido maltratador de Ruth. De hecho, en las salas de cine se sent¨ªa un ligero murmullo de aprobaci¨®n cuando se descubr¨ªa que la frase promocional, ¡°el secreto est¨¢ en la salsa¡± era literal.
¡°Si no nos crees, lee el libro¡±, fue el argumento que dio la actriz Sheila Kuehl cuando present¨® el premio de Glaad. Si la maravillosa pel¨ªcula de Avnet es pacata con la relaci¨®n, no sucede lo mismo con la novela de Flagg, tal vez porque la autora no pensaba que se iba a convertir en el ¨¦xito tremendo que fue. Flagg, que no gestionaba demasiado bien su propio lesbianismo (su expareja, la tambi¨¦n escritora Rita Mae Brown, lleg¨® a tacharla de ¡°homof¨®bica¡± en una entrevista y mencion¨® su problema de aceptaci¨®n como el principal detonante de su ruptura). En la novela, Ruth e Idgie se aman casi desde la primera vez que se ven y todos a su alrededor lo aceptan sin darle ninguna importancia. La novela soluciona otro de los problemas de la pel¨ªcula, un suave racismo apenas perceptible en los noventa, pero que hoy es imposible obviar: todos los negros se ajustan al arquetipo del ¡°negro m¨¢gico¡±, esa figura sabia que vive ¨²nicamente para apoyar a los blancos. Una de las consecuencias de haber esquematizado una obra dif¨ªcilmente abarcable para el cine. En la novela hay m¨¢s de cien personajes y todos son importantes: Sipsey, la cocinera interpretada por la gran Cicely Tyson, es uno de los personajes m¨¢s relevantes y la pel¨ªcula la reduce a un par de an¨¦cdotas. Tambi¨¦n perdieron relevancia figuras tan importantes como la prostituta Eva Bates, amante en distintas ¨¦pocas de Buddy, Idgie y el peque?o Buddy Jr. o Smokey, el temporero tembloroso eternamente enamorado de Ruth Jamison. El diario de Dot Weems, la cronista local, el elemento m¨¢s divertido de la novela, desapareci¨® por completo. En la novela de Flagg ning¨²n personaje es accesorio, ni siquiera la elefanta Fancy y la gata Boots o la repelente Vesta Adcock. Su marido Earl es el responsable de la mejor frase post ruptura jam¨¢s escrita: ¡°Cuando oigas que el tel¨¦fono no suena, ser¨¦ yo, que no te estar¨¦ llamando¡±.
Tomates verdes fritos es una buena, pel¨ªcula, pero sobre todo es una novela excepcional que naci¨® de un viaje en coche a trav¨¦s de Irondale, Alabama, el modelo de Whistle Stop, donde la t¨ªa abuela de la autora, la modelo de Idgie, que tambi¨¦n viv¨ªa con una mujer, dirig¨ªa un peque?o caf¨¦. Flagg ha descrito ese caf¨¦ como su ¡°visi¨®n idealizada de lo que yo desear¨ªa que fuera el mundo¡±.
Hay amor y amistad, pero en ning¨²n caso se pierde de vista que a¨²n estaban vigentes las leyes segregacionistas que establec¨ªan distinciones racistas que despojaban de derechos a las personas negras, COMO puntualiza Blanca Cambronero. ¡°No se obvian las desigualdades crueles y violentas presentes en aquellos tiempos: la pobreza, el machismo y la violencia de g¨¦nero, el racismo y la violencia de los supremacistas blancos representados por el KKK, las imposiciones de g¨¦nero¡ a la vez que reivindica la uni¨®n de la comunidad frente a la injusticia y la violencia, el amor, la amistad, la empat¨ªa, la comprensi¨®n y la sororidad como refugio y como forma de resistencia, la diversidad afectiva y el amor rom¨¢ntico entre mujeres y la idea de que cuando tocan a una nos tocan a todas¡±.
Tan importantes como Idgie y Ruth son Ninny y Evelyn, que nunca alzan la voz ni dicen ¡°no¡±. La clase de mujer que nunca deja traslucir su personalidad por miedo al rechazo y prefiere confundirse con el papel pintado porque no se siente merecedora de una opini¨®n propia. Aunque cuando se escribe hoy sobre la menopausia y el edadismo parece que nadie lo hab¨ªa mencionado jam¨¢s, fue en Tomates verdes fritos donde el envejecimiento de las mujeres se verbaliz¨® mejor de lo que jam¨¢s se ha hecho. ¡°Soy demasiado vieja para ser joven y demasiado joven para ser vieja¡±, se lamenta Evelyn, incapaz de encajar en el mundo que la rodea.
El edadismo no es un mal novedoso. Para Ninny, una hija de la gran depresi¨®n que ha visto morir a toda su gente amada, Evelyn no tiene ning¨²n motivo para quejarse y eso sucede porque todas las generaciones parecen de cristal a ojos de las anteriores. Sin embargo no es condescendiente con ella, se limita a abrirle los ojos al mundo con las historias de sus pintorescos vecinos.
El ¨¦xito de la pel¨ªcula ha opacado ligeramente al libro, una novela que merece un puesto entre las mejores ficciones estadounidenses, ¡°una maravilla literaria que hila un discurso pol¨ªtico bien armado, necesario y plural construyendo personajes eternos que han acabado formando parte de la cultura popular¡±, en palabras de Cambronero. Ese ¨¦xito tambi¨¦n provoc¨® que los productores intentasen perge?ar una secuela que contase la historia del caf¨¦ contada por Sipsey y Big George, pareja en la pel¨ªcula y madre e hijo en la novela. Un proyecto que no sali¨® adelante. Tampoco la secuela que antes de la pandemia preparaba la cantante de country Reba McEntire para la NBC, con unos productores que buscaban ¡°modernizar¡± la obra. Alguien deber¨ªa explicarles que la novela original es m¨¢s moderna que casi cualquier libro escrito hoy.
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