Gafas y nazis
Hitler no quer¨ªa que lo vieran con ellas, pero Himmler las llevaba puestas siempre con su uniforme SS ¡®premium¡¯
Ha aumentado mi perplejidad sobre la imagen que doy a la gente por el hecho de que me regalaran por mi cumplea?os unas gafas aut¨¦nticas del Ej¨¦rcito alem¨¢n de la Segunda Guerra Mundial. Que fueran a juego con una pala militar de trinchera similar a las que usaban los soldados del III Reich en la pel¨ªcula La Cruz de hierro o en las novelas del ¨ªnclito Sven Hassel, ha contribuido a desconcertarme: a ver c¨®mo empleas una pala as¨ª para replantar los rosales. Las gafas, he de reconocer, son sorprendentes: unos anteojos para la nieve de Gebirgsj?ger (cazadores de monta?a), las correosas tropas alpinas de las que los alemanes equiparon 15 divisiones (6 de las Waffen-SS). Concebidas para reducir el resplandor y prevenir la ceguera por la nieve, las gafas no tienen cristales sino que las lentes son de aluminio con unas ranuras para la visi¨®n. Te dan un aspecto similar al de Nanuk el esquimal. De hecho, est¨¢n basadas en el mismo principio que las de los pueblos cazadores ¨¢rticos, que en su caso son de hueso, marfil o madera y se las considera las primeras gafas de sol de la humanidad.
Mis gafas nuevas, que he de ver c¨®mo combino con mi vestuario, se parecen much¨ªsimo a las que emplearon dos conspicuos personajes aventureros que fueron miembros de las SS. Uno es el alpinista Heinrich Harrer (1912-2006), autor de Siete a?os en el T¨ªbet y al que encarn¨® Brad Pitt en la peli de 1997 del mismo t¨ªtulo, antes de que se destapara la negra membres¨ªa del monta?ero, al que el mism¨ªsimo Himmler hab¨ªa reclutado a fin de escalar para las SS el Nanga Parbat, que ya es plan. El otro aventurero es el a¨²n m¨¢s deleznable Ernst Sch?fer (1910-1992), que alcanz¨® el rango de Sturmbanf¨¹hrer de las SS y era explorador, cazador y zo¨®logo (y autor de Monta?as, Budas y osos). Sch?fer encabez¨® la racista expedici¨®n de la Ahnenenrbe nazi al T¨ªbet de 1938 que de haber encontrado al Yeti lo hubiera enviado a Mauthausen.
Yo, la verdad, si hay que reflejarse (y valga la palabra) en un militar alem¨¢n con anteojos prefiero al teniente Christian Diestl (Marlon Brando) de El baile de los malditos, que se pone y se quita con estilazo las Ray-Ban en el desierto (de d¨®nde habr¨¢ sacado un oficial del Afrika Korps unas Ray-Ban en Libia es un misterio). Rommel, ese gran mariscal trendy que puso los shorts de moda, era un artista coloc¨¢ndose elegantemente las gafas antiarena de las unidades motorizadas sobre la gorra. Pero si hablamos de nazis y gafas, el personaje de referencia es Himmler, que pese a toda la monserga del superhombre ario era miope como un topo (y adem¨¢s carec¨ªa de sentido del humor, as¨ª que de haber le¨ªdo esta columna me habr¨ªa enviado a Mauthausen con el Yeti). Himmler, que no confund¨ªa ocultista y oculista, llevaba siempre gafas, generalmente unos quevedos que junto a la indumentaria de SS premium pod¨ªan hacer que te rieras por contraste, lo que no era muy recomendable si no quer¨ªas acabar en Mauthausen conmigo y con el Yeti. Se atribuye a un Gauleiter, gobernador nazi, haber musitado una vez: ¡°Si yo tuviera ese aspecto no ir¨ªa por ah¨ª hablando de la raza superior¡±.
A Hitler en cambio no le gustaba llevar gafas y mira que le hubieran ido bien para ver los mapas y lo grande que es Rusia. No las usaba porque era coqueto (no lo digo yo, lo apunta Richard J. Evans en su revelador perfil del F¨¹hrer en su libro Gente de Hitler). Ten¨ªa un exacerbado y torcido sentido del rid¨ªculo y la dignidad (y no hab¨ªa visto lo bien que le sentaban las Ray-Ban a Marlon Brando). A Rommel no le dejaba montar en camello por eso mismo. Es cierto que el mariscal hubiera quedado raro en dromedario con las antiparras contra el polvo en la gorra y el pantal¨®n corto: eso s¨®lo lo lleva bien un ingl¨¦s. Hitler se pon¨ªa gafas en la intimidad ¨Ccon Keitel y sus amigos¨C o cuando quer¨ªa parecer un arquitecto. Lo que hac¨ªa habitualmente era usar una enorme lupa (juro que no me lo invento, ver foto) o que le mecanografiaran los discursos en letra m¨¢s grande de lo normal, para lo que ten¨ªa una m¨¢quina de escribir especial, F¨¹hrerschreibmaschine mit Gro?druck. A¨²n as¨ª, podr¨ªamos concluir que Hitler no vio la que se le ven¨ªa encima.
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