Todos los hombres de Taylor Swift
Feminista y empoderada, la cantautora ha sumado ¨¦xito tras ¨¦xito rode¨¢ndose de colaboradores masculinos. Tambi¨¦n para su nuevo disco, ¡®Evermore¡¯
Lo ha vuelto a hacer. Taylor Swift ha triunfado de nuevo rode¨¢ndose de hombres. Los mejores. La artista de Pensilvania es una magistral catalizadora de talento masculino. Recluta a la aut¨¦ntica crema, a los reyes del comp¨¢s. Los convierte en c¨®mplices y los pone al servicio de un proyecto art¨ªstico, el suyo, que es cada vez m¨¢s un vigoroso acto de empoderamiento femenino, cuando no una denuncia activa de la masculinidad t¨®xica. Su secreto es que todos quieren trabajar con ella. Por su talento, por su inmejorable olfato y por el ¨¦xito abrumador que suele acompa?ar a cualquier artefacto musical que lleve su nombre en la solapa.
La activista y acad¨¦mica Gerda Lerner escribi¨® que los libros de historia estar¨ªan llenos de mujeres reconocidas universalmente como ¡°grandes¡± si las f¨¦minas con talento hubiesen podido permitirse el lujo de tener detr¨¢s a ¡°grandes¡± hombres, c¨®mplices dispuestos a ofrecerles el apoyo material, sentimental y log¨ªstico que hubiesen necesitado para hacer realidad sus ambiciones. Por supuesto, desde que el mundo es mundo, viene ocurriendo justo al rev¨¦s. Han sido casi siempre las mujeres las que se han visto forzadas a asumir el papel de comparsas, subordinando la realizaci¨®n de su propio proyecto vital al de ¡°sus¡± hombres.
Tambi¨¦n la m¨²sica popular se ha regido durante d¨¦cadas por inercias patriarcales que silenciaban y arrebataban el foco a las mujeres. A Taylor Swift, por suerte para ella, le ha tocado formar parte de la generaci¨®n de las herederas de Madonna, las que han recogido el estandarte de la feminizaci¨®n gradual del pop. Ha podido liderar un aut¨¦ntico ej¨¦rcito de hombres brillantes. Liderarlos, no ser teledirigida, chuleada ni tutelada por ellos.
Como muestra, un par de botones. El par de discos que Swift ha editado en este a?o 2020 que la mayor¨ªa de los terr¨ªcolas recordaremos como el m¨¢s absurdo e improductivo de nuestras vidas. Ella no. A Taylor, este par¨¦ntesis atroz que ha paralizado medio planeta le ha sentado estupendamente. Se ha recluido en su mansi¨®n de Los ?ngeles con su actual novio al que, ya de paso, ha sacado por fin del armario de las relaciones clandestinas. Ha visto mucho cine, ha escuchado m¨²sica, ha le¨ªdo libros que ten¨ªa aparcados desde la adolescencia. Casi por primera vez, se ha decidido a escribir canciones narrativas, de las que cuentan historias en lugar de seguir nutri¨¦ndose de autobiograf¨ªa sentimental, cuernos, toxicidad y corazones rotos.
Un a?o, dos discos.
El balance de tanto est¨ªmulo y tanta placidez introspectiva, como ya sabr¨¢n ustedes a estas alturas, son Folklore y Evermore. Dos ¨¢lbumes gemelos, el primero lanzado sin previo aviso el pasado mes de julio y el segundo disponible desde el pasado viernes. Un par de esfuerzos herc¨²leos: es posible que acabe cosechando unos cuantos Grammy, pero lo que de verdad merece Taylor en este a?o infausto para todos menos para ella es la medalla al trabajo. Folklore resultaba tan brillante, con su atm¨®sfera de enso?aci¨®n g¨®tica y sus historias de multimillonarias exc¨¦ntricas y romances de instituto, que parec¨ªa imposible que Swift se guardase a¨²n otra (espl¨¦ndida) bala en la rec¨¢mara. Pero s¨ª, hab¨ªa 15 canciones m¨¢s, presentadas tambi¨¦n con nocturnidad y alevos¨ªa. Y no se trata de simples descartes ni restos de serie, sino de nuevas muestras del excepcional momento de incontinencia creativa en que entr¨® Swift la pasada primavera. Ella misma lo ha explicado con sencillez en un tuit reciente: ¡°Lleg¨® un momento en que todo empez¨® a cristalizar de manera perfecta y ya no pod¨ªamos dejar de hacer canciones¡±.
Por una vez, no se trata de un plural mayest¨¢tico. Existe un nosotros. Ambos discos son fruto de un trabajo en equipo liderado por una Swift en un momento de gracia, pero con aportaciones estelares de muchos de los implicados. Empezando por Aaron Dessner, hombre orquesta de la banda de indie rock The National, que ha ejercido de maestro de ceremonias, m¨²sico, productor y coautor de gran parte de los temas. En una entrevista reciente, Dessner hac¨ªa referencia al exhaustivo contrato de confidencialidad que tuvo que firmar el pasado mes de abril, cuando su colaboraci¨®n a distancia con Swift (¨¦l confinado en el norte del estado de Nueva York y ella recluida en Los ?ngeles) empez¨® a dar sus frutos: ¡°Me vi obligado a mentirle a mi hija de ocho a?os, que en una de aquellas ma?anas en que est¨¢bamos trabajando en el ¨¢lbum, conect¨¢ndonos por ZOOM o intercambiando mensajes de audio, me pregunt¨® a traici¨®n si conoc¨ªa a Taylor Swift. Debi¨® reconocer su voz al pasar junto a mi estudio. Tuve que mirarla a los ojos y contestarle que no¡±.
Swift contact¨® con Dessner el pasado mes de abril para ofrecerle una colaboraci¨®n informal, poco m¨¢s que un simple intercambio de ideas. Seg¨²n cuenta el m¨²sico de Ohio, la sinton¨ªa entre ambos fue inmediata. Muy pronto se hizo evidente que Swift estaba trabajando en nuevas canciones y buscaba c¨®mplices para dotarlas de la atm¨®sfera sonora adecuada. En paralelo, la artista se hab¨ªa embarcado tambi¨¦n en un fluido di¨¢logo con Jack Antonoff, cantante de Bleachers y productor en su d¨ªa de 1989, quinto ¨¢lbum de estudio de Swift y uno de los primeros en ganarse el respeto de la prensa especializada. Al principio, Antonoff y Dessner trabajaron por separado, hasta que Swift se convenci¨® de que estaban haciendo progresos muy firmes y decidi¨® ponerlos en contacto.
Ya en mayo, seg¨²n recuerda Dessner, con el proyecto bien encauzado, lleg¨® la hora de abrir el abanico e implicar a c¨®mplices nuevos. A Justin Vernon, l¨ªder de Bon Iver, se le propuso que cantase en uno de los temas, Exile, una balada que Swift pensaba inicialmente interpretar en solitario. En cuanto recibi¨® una versi¨®n muy embrionaria del tema, apenas la melod¨ªa de paz sobre una sencilla pista digital grabada por Dessner, Vernon se puso manos a la obra. Acabar¨ªa realizando el dueto propuesto, contribuyendo a la instrumentaci¨®n, acabados y arreglos del tema y tocando tambi¨¦n en otra de las canciones Peace. Su implicaci¨®n en Evermore ha resultado a¨²n m¨¢s intensa: canta o toca en cuatro de las canciones y figura como coautor de una de ellas, la que da t¨ªtulo al ¨¢lbum, en la que participa Bon Iver al completo.
Aaron Dessner, muy en su papel de segundo de a bordo y supervisor musical del proyecto, acab¨® implicando tambi¨¦n a sus compa?eros de grupo. Su hermano Bryce se ha hecho cargo de la orquestaci¨®n de dos de los temas de Evermore. En un tercero, Coney Island, participa The National al completo: la voz de Matt Berninger le inyecta una dosis extra de vulnerabilidad y elegancia a la que tal vez sea una de las mejores canciones editadas hasta ahora por Swift. Uno de los ¨²ltimos de unirse a la fiesta ha sido otro hombre de esa generaci¨®n puente que se asom¨® a la m¨²sica cuando el mainstream se estaba convirtiendo ya en el nuevo indie: Marcus Mumford, de Munford & Sons, que canta en Cowboy Like Me.
La de Pensilvania ha aprovechado estos d¨ªas para aclarar tambi¨¦n uno de los secretos mejor guardados de Folklore: la identidad de Wiliam Bowery, misterioso coautor de Exile y Betty del que era imposible encontrar el menor rastro en las redes. Bowery ha resultado ser el actor brit¨¢nico Joe Aldwyn, novio de Swift desde hace cuatro a?os. Juntos sobrellevaron los primeros d¨ªas del confinamiento aferr¨¢ndose a peque?as rutinas de pareja como ver juntos un par de pel¨ªculas diarias. Taylor se asom¨® as¨ª por primera vez a pel¨ªculas como El laberinto del fauno, La ventana indiscreta, Jane Eyre o LA Confidential. Seg¨²n contaba hace unos d¨ªas a la revista Elle, eso estimul¨® su imaginaci¨®n y le hizo a atreverse a trabajar en canciones tan cinematogr¨¢ficas como Betty o Exile. Aldwyn le ech¨® una mano con ese par de temas y con tres m¨¢s que aparecen en Evermore. De ah¨ª que se haya colado, aunque sea bajo pseud¨®nimo, en los t¨ªtulos de cr¨¦dito de los dos ¨¢lbumes.
Muchos hombres y apenas un par de mujeres. Entre los principales implicados en el esfuerzo coral que son este par de discos aparecen solo un par de voces femeninas. Son las hermanas Este y Danielle, de HAIM, las ¨²nicas que cantan con Taylor en uno de los temas. Llueve sobre mojado. Swift ha tendido siempre a rodearse de testosterona. Los hombres han jugado, para bien o para mal, un papel muy destacado en su vida y en su carrera. Ya en sus primeros ¨¢lbumes se dej¨® guiar por compositores y productores de la escena country de Nashville, el primer nicho en el que consigui¨® abrirse paso, siendo a¨²n una adolescente reci¨¦n llegada de Pensilvania y que a¨²n no hab¨ªa decidido si quer¨ªa ser cantante o modelo. En a?os posteriores, se asoci¨® con frecuencia a hombres de una cierta edad, como el productor sueco Max Martin, coautor de ¨¦xitos como We Are Never Getting Back Togheter, 22 o I Knew You Were Trouble. Martin fue decisivo en la transici¨®n de Swift a un sonido adulto m¨¢s cercano a la electr¨®nica y al pop de sensibilidad contempor¨¢nea sin por ello renunciar del todo al rock con ra¨ªces.
Sus novios dejaron tambi¨¦n una profunda huella en su m¨²sica. Empezando por Joe Jonas, el hombre que solo necesit¨® una llamada telef¨®nica de 27 segundos para romper con ella y al que Taylor dedic¨® un par de exabruptos incendiarios: Last Kiss y Forever and Always, las primeras de una larga lista de ajustes de cuentas musicales. Entre 2008 y 2012, un periodo de gran volatilidad sentimental, Swift se despidi¨® sin apenas acritud de Lucas Till, Taylor Lautner y Corey Monteith, pero volc¨® quintales m¨¦tricos de resentimiento justiciero contra John Mayer, Jake Gyllenhaal, Eddie Redmayne o Conor Kennedy. M¨¢s adelante, aunque ya de manera bastante m¨¢s discreta, tambi¨¦n Zac Efron, Harry Styles, Calvin Harris o Tom Hiddleston ser¨ªan v¨ªctimas de la tendencia de la cantante a exhibir sus trapos sucios en p¨²blico. Swift encontr¨® un fil¨®n en su autobiograf¨ªa sentimental y lo explot¨® sin reparos, incurriendo en ocasiones en un exceso de visceralidad y de franqueza. Pero no hizo nada que no hayan hecho tambi¨¦n artistas masculinos como Ed Sheeran, Justin Bieber, Nick Jonas o Ryan Adams, artesanos todos ellos de la canci¨®n vengativa, del desencuentro sentimental y el despecho convertidos en armas arrojadizas. De poco le sirvi¨® a Swift describirse, con toda sensatez, como una mujer heterosexual que hab¨ªa tenido una decena de relaciones sentimentales entre los 17 y los 27 a?os. Los medios hicieron de ella una caricatura cruel y de una misoginia apenas encubierta, al retratarla como una mon¨®gama en serie, una novia presuntuosa y soci¨®pata que coleccionaba parejas ilustres para romper con ellas y convertirlas en combustible para sus canciones.
No cabe duda, a Swift le ha tocado padecer su cuota de sexismo y toxicidad masculina. Tuvo que tolerar que Kanye West la ningunease y la humillase en p¨²blico en aquella infausta ceremonia de los Grammy de septiembre de 2009 y luego se permitiese el lujo de editar una canci¨®n en que la llamaba ¡°zorra¡±. Por entonces, muchos simpatizaron sin apenas disimulo con la arrogancia agresiva de Kanye, como si boicotear el momento de felicidad de aquella chica blanca de 19 a?os de imagen neutra e impoluta fuese un acto de justicia. Pocos se plantearon que Swift no merec¨ªa ser humillada. Ella opt¨® por una respuesta cauta y de perfil bajo. Incluso acept¨®, a?os despu¨¦s, en los Grammy de 2015, un acto de reconciliaci¨®n simb¨®lica con Kanye, un abrazo hip¨®crita que solo supuso una tregua, porque el rey Midas del pop volvi¨® a cargar contra ella en cuanto le convino.
A medida que se consolidaba su carrera, Swift opt¨® por un perfil p¨²blico conciliador, poco o nada beligerante, sin m¨¢s concesiones a la controversia que las letras de sus carreras. Esa deliberada falta de aristas la convirti¨® en blanco f¨¢cil: resulta muy tentador atacarla, por la antipat¨ªa que despierta su ¨¦xito y porque muy rara vez se defiende. Por fin, en diciembre de 2019, tras ser nombrada Mujer de la D¨¦cada por la revista Billboard, Taylor se decidi¨® a aparcar su imagen de princesa de hielo, as¨¦ptica y sin discurso, hablando alto y claro sobre el papel de la mujer en la industria musical, sobre barreras invisibles y privilegios masculinos. La mujer que se siente c¨®moda rode¨¢ndose de hombres reivindic¨®, por una vez, su derecho a ser juzgada con la misma complicidad y la misma indulgencia con que se juzga a los artistas masculinos. ¡°Se nos somete a una presi¨®n injusta¡±, coment¨® en aquella ocasi¨®n, ¡°se nos exige que seamos perfectas, sin ninguna debilidad, sin ning¨²n defecto, y cuando perseguimos la perfecci¨®n se nos acusa de ser fr¨ªas y calculadoras, de no tener alma¡±. Desde que empec¨¦ a triunfar de verdad, tuve que sufrir comentarios crueles, condescendientes y despectivos, como si mi ¨¦xito, al llegar a un cierto nivel, hubiese ido m¨¢s all¨¢ de la zona de confort de los hombres que rigen esta industria¡±. Conclu¨ªa con una nota optimista: ¡°Por suerte, ese exceso de presi¨®n, cuando no consigue destruirnos, nos convierte en diamantes¡±.
La Swift empoderada y rotunda que emergi¨® esa noche se insinuaba ya en el v¨ªdeo de The Man, de agosto de 2019, un manifiesto audiovisual en el que se permit¨ªa el perverso capricho de parodiar, con humor feroz, a un pu?ado de hombres a los que desprecia o que encuentra rid¨ªculos. Esa nueva Swift, menos cauta, m¨¢s beligerante, m¨¢s pol¨ªtica se ha consolidado durante la cuarentena y est¨¢ empezando a dar frutos magn¨ªficos. Lo parad¨®jico (o tal vez no) es que sigue buscando alianzas con hombres incluso cuando de lo que se trata es de reivindicarse como mujer y feminizar la m¨²sica.
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