?Nos estamos portando bien ahora que no hay estado de alarma?
El levantamiento de restricciones por la pandemia reaviva la tensi¨®n entre inter¨¦s individual y bien com¨²n
Una de las tragedias del mundo es que las personas somos muchas, formamos sociedades; pero tomadas de una en una somos eso, una, con nuestros propios anhelos, miedos e intereses. Surgen as¨ª conflictos entre lo p¨²blico y lo privado, entre el libre albedr¨ªo y las normas comunes, entre la responsabilidad individual y la responsabilidad colectiva. Lo hemos visto de forma notable durante la pandemia ¡ªsus confinamientos y sus mascarillas¡ª, pero tambi¨¦n en otras cuestiones como el medio ambiente, el consumo responsable, el veto parental o la justicia social. El debate est¨¢ en el aire: hasta qu¨¦ punto debemos ser aut¨®nomos y cu¨¢ndo debemos coordinarnos para afrontar los retos compartidos.
En realidad, no se trata de una cuesti¨®n de blanco y negro. ¡°Desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, en d¨¦cadas de neoliberalismo, se ha hecho mucho hincapi¨¦ en lo individual¡±, explica Javier Mart¨ªnez Contreras, director del Centro de ?tica de Deusto. Est¨¢ de moda la cultura del esfuerzo, el pensamiento positivo, olvidando los contextos sociales, econ¨®micos y la responsabilidad colectiva. Pero la pandemia ha demostrado que se trata de una dicotom¨ªa falsa, opina el fil¨®sofo. Toda acci¨®n colectiva influye en el ¨¢mbito individual y todo acto individual redunda en lo colectivo. Las fronteras son borrosas, todo est¨¢ entrelazado y hay quien aboga por una responsabilidad que funcione como una capa que permea a toda la sociedad. La profesora de Pol¨ªtica de Derechos Humanos en Harvard Kathryn Sikkink, autora del libro The Hidden Face of Rights: Toward a Politics of Responsibilities (La cara oculta de los derechos: hacia una pol¨ªtica de las responsabilidades), apunta que ¡°las responsabilidades no se limitan a los gobiernos nacionales; tambi¨¦n existen para los gobiernos estatales y municipales, los medios de comunicaci¨®n, las organizaciones sin fines de lucro¡ Y llegan hasta el individuo¡±.
En cuesti¨®n de salud p¨²blica, una vez m¨¢s, la dimensi¨®n colectiva es indisoluble de la individual. Un ejemplo claro es la vacunaci¨®n: m¨¢s all¨¢ de movimientos negacionistas y antivacunas, que la OMS reconoce como amenaza, para que sea efectiva es preciso elevarse de la voluntad de cada ciudadano: una mayor¨ªa suficiente debe vacunarse. Un 60,5% de los encuestados desconfiaban en enero de que la ciudadan¨ªa, y no las instituciones, facilitara la salida de la crisis sanitaria, seg¨²n un estudio del Instituto de Estudios Sociales Avanzados del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC). ¡°Muchas de las medidas que hemos tomado para paliar la pandemia han sido colectivas y han dependido de decisiones pol¨ªticas¡±, se?ala el epidemi¨®logo Manuel Franco, profesor de la Universidad de Alcal¨¢ y de la Johns Hopkins. ¡°Con el fin del estado de alarma, depender¨¢ cada vez m¨¢s de la responsabilidad individual¡±.
Cuesti¨®n de l¨ªmites
Lo importante es saber c¨®mo compaginar la acci¨®n en ambos ¨¢mbitos, d¨®nde acaba uno y empieza el otro. Ese punto tambi¨¦n lleva a la pol¨¦mica. De hecho, buena parte del debate entre diferentes culturas pol¨ªticas (por ejemplo, entre la derecha liberal y la socialdemocracia) radica en esta cuesti¨®n. ?Cu¨¢ntos impuestos debe pagar cada individuo para contribuir a la sociedad? ?Hasta d¨®nde debe inmiscuirse el Estado en mis asuntos? ?Son los pobres responsables de su situaci¨®n? Un ejemplo de este contraste se da tambi¨¦n entre EE UU y Europa. ¡°Los estadounidenses no han realizado toda la transferencia de soberan¨ªa desde el individuo hacia el Estado, que es una normalidad para los europeos y tambi¨¦n para los conservadores europeos de viejo cu?o¡±, ejemplifica Daniel Innerarity, profesor de Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco. Por eso tantos estadounidenses son contrarios a una sanidad p¨²blica universal, defienden el derecho a portar armas para la autodefensa y reniegan de los impuestos. ¡°Desde ese punto de vista, el individuo debe poder cuidar de s¨ª mismo; los instrumentos de protecci¨®n resultan sospechosos de ejercer un paternalismo injustificado¡±, se?ala Innerarity. Muchas de estas ideas van calando en Europa: en la reciente campa?a electoral de Madrid, al pol¨¦mico grito de ¡°Libertad¡± de Isabel D¨ªaz Ayuso, las posiciones del electorado se han escorado hacia el individualismo.
La difusi¨®n de la responsabilidad
En muchas ocasiones, una responsabilidad colectiva se reparte entre los individuos. Y los individuos, conscientes de nuestra insignificancia, eludimos nuestra responsabilidad individual. ?Qu¨¦ importa que yo malgaste agua si soy solo una persona entre millones? ?Qu¨¦ cambia en la realidad si no me compro una camiseta de una marca que explota a los trabajadores? ?Qu¨¦ importa que incumpla las normas sanitarias si solo soy una excepci¨®n? Cuando todo el mundo piensa de esta manera al mismo tiempo, sucede aquello que las normas colectivas tratan de evitar. El problema tiene nombre: la difusi¨®n de la responsabilidad.
Las sociedades son sistemas muy complejos y no siempre llegamos a ver las consecuencias de nuestros actos individuales, sentimos cierta impunidad, por eso las llamadas a la responsabilidad son ineficaces ante ciertos problemas. La llamada tragedia de los bienes comunes (o problema del ejido) consiste en la degradaci¨®n de lo compartido cuando cada uno act¨²a movido por su inter¨¦s individual, aunque a nadie le convenga esa degradaci¨®n. Un ejemplo es el del medio ambiente: si cada uno derrocha recursos o emite gases de efecto invernadero sin pensar en la comunidad ni en el futuro del planeta, probablemente se acabe el planeta para todos. Solo un 54% de los espa?oles son conscientes de su propia responsabilidad en el cambio clim¨¢tico, seg¨²n una encuesta del Real Instituto Elcano realizada en 2019.
Cuando mis deseos particulares chocan con las normas sociales (por ejemplo, cuando me apetece ir a una fiesta prohibida), surge una disonancia cognitiva que nos produce malestar. ¡°Para reducir esa tensi¨®n, buscamos razones que refuercen lo que vamos a hacer y que minimicen lo negativo¡±, explica Florentino Moreno, profesor del departamento de Psicolog¨ªa Social, del Trabajo y Diferencial de la Universidad Complutense de Madrid. Se llaman t¨¦cnicas de neutralizaci¨®n a estas racionalizaciones que deforman la base real de nuestras acciones contra el bien com¨²n y que nos descargan de culpa. Nuestra mente busca argumentos para justificar nuestros actos.
?C¨®mo superar los problemas de la acci¨®n colectiva? ¡°Es preciso destacar los valores y la satisfacci¨®n que obtenemos al adquirir responsabilidades alineadas con nuestras creencias¡±, dice la profesora de Harvard Kathryn Sikkink. Para ello es preciso movilizar una amplia gama de motivaciones humanas, incluido el altruismo, m¨¢s all¨¢ del inter¨¦s propio. ¡°Los seres humanos somos muy propensos a emular el comportamiento de los dem¨¢s. Si desarrollamos nuevas normas y aplicamos sanciones sociales para quien no se ajuste, se puede marcar la diferencia¡±, explica Sikkink. Dependiendo del contexto, la interiorizaci¨®n de estas normas sociales es muy diferente. El psic¨®logo Florentino Moreno a?ade que ¡°en sociedades m¨¢s colectivistas, por ejemplo, en el centro y norte de Europa, las personas tienden a responsabilizarse y se penaliza la l¨®gica individualista¡±. En pa¨ªses como Espa?a, de vieja tradici¨®n picaresca, hacer trampas es casi un motivo de orgullo.
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