Defund the Police, el movimiento que pide menos polic¨ªa y m¨¢s gasto social en EE UU
Los agentes no est¨¢n para solucionar problemas de salud mental o fracaso escolar. Organizaciones civiles antirracistas piden m¨¢s medidas sociales para evitar casos como el de George Floyd, escribe para ¡®Ideas¡¯ el soci¨®logo Alex S. Vitale
Despu¨¦s de los asesinatos de George Floyd y Breonna Taylor a manos de polic¨ªas el verano pasado, gran parte del mundo descubri¨® el concepto de ¡°desfinanciar la polic¨ªa¡±. Esta expresi¨®n concreta no era de uso habitual ni siquiera entre los activistas del movimiento, pero eran tres palabras f¨¢ciles de escribir en una pancarta o como etiqueta en las redes sociales y que capturaban un gran cambio de direcci¨®n en el debate sobre c¨®mo acabar con los abusos policiales. Se acabaron las demandas de m¨¢s dinero para la formaci¨®n de agentes, la modernizaci¨®n tecnol¨®gica o la supervisi¨®n de la polic¨ªa. Aquel instante represent¨® el rechazo a las reformas ¡°de procedimiento¡± incluidas por el grupo de trabajo sobre la labor policial en el siglo XX formado por el Gobierno de Obama, que muchos departamentos de polic¨ªa adoptaron con gran entusiasmo. Eran unas reformas pensadas para ¡°restablecer la confianza de la poblaci¨®n en la polic¨ªa¡±, sin abordar la cuesti¨®n de que se ha ampliado dr¨¢sticamente el uso de la polic¨ªa para gestionar una serie de problemas sociales que se han dejado enconar durante 40 a?os, como la gran cantidad de gente sin hogar, el fracaso escolar y la falta de tratamiento para los problemas de salud mental y drogadicci¨®n. La polic¨ªa de Mine¨¢polis ¡ªincluidos los agentes involucrados en el asesinato de George Floyd¡ª hab¨ªa implantado todas esas reformas, con medidas como cursillos de formaci¨®n sobre los prejuicios impl¨ªcitos y para aprender a reducir tensiones, as¨ª como la pr¨¢ctica de la meditaci¨®n y la concentraci¨®n; los agentes llevaban c¨¢maras corporales y deb¨ªan actuar con arreglo a una nueva pol¨ªtica de ¡°uso de la fuerza¡± que daba prioridad a la ¡°inviolabilidad de la vida¡±. Ninguna de esas cosas sirvi¨® para nada. La vida de George Floyd, sencillamente, no les import¨®.
Tambi¨¦n se ha abandonado la idea de que todo esto se puede resolver despidiendo o enviando a prisi¨®n a unos cuantos agentes de polic¨ªa. Aunque las familias y las comunidades que m¨¢s han sufrido la violencia policial desean alg¨²n tipo de justicia, cada vez est¨¢ m¨¢s extendida la idea de que meter en la c¨¢rcel a unas cuantas ¡°manzanas podridas¡± no va a cambiar verdaderamente la forma de actuar de la polic¨ªa. El sistema legal penal se cre¨® para permitir la violencia policial, no para contenerla, por lo que no debe extra?ar que ese mismo sistema disculpe los asesinatos cometidos por sus agentes. E, incluso en las raras ocasiones en las que se condena a un agente, existen pocos motivos para pensar que la labor policial va a cambiar esencialmente por ello. Hace dos a?os que condenaron a Jason Van Dyke por el asesinato de Laquan McDonald y en Chicago nadie ha visto la asombrosa transformaci¨®n de su departamento de polic¨ªa.
El objetivo de este nuevo movimiento es m¨¢s radical. Cada vez m¨¢s activistas en comunidades muy vigiladas por la polic¨ªa son conscientes de que la violencia es inherente a la labor policial y de que, por tanto, una de las maneras de reducirla es disminuir de todas las formas posibles nuestra necesidad de fuerzas de polic¨ªa. Eso no quiere decir que alguien vaya a darle ma?ana a un interruptor para que la polic¨ªa desaparezca por arte de magia. Eso es lo que aseguran los partidarios de ¡°apoyar a la polic¨ªa¡± para atemorizar a la gente que cree, porque as¨ª se lo han dicho, que la polic¨ªa es el ¨²nico instrumento capaz de garantizar la seguridad p¨²blica. Pero ese interruptor no existe, como tampoco hay ninguna administraci¨®n local que vaya a eliminar la partida policial en el presupuesto para el pr¨®ximo a?o. Lo que la gente est¨¢ pidiendo es un proceso en el que se desarrollen alternativas concretas a la polic¨ªa que garanticen mejor la seguridad de las comunidades y en el que se quiten recursos a los departamentos de polic¨ªa para financiarlas.
En el fondo se trata de un movimiento en defensa de la seguridad p¨²blica, encabezado sobre todo por mujeres negras que han sufrido una profunda inseguridad en su vida y para quienes la polic¨ªa ha sido de escasa ayuda o incluso ha contribuido a agravar el problema. Muchas mujeres han renunciado ya a llamar a la polic¨ªa en busca de protecci¨®n. Para ellas, la seguridad no la representa una persona con una placa oficial y una pistola que quiz¨¢ va a aterrorizarlas, criminalizarlas o ignorarlas todav¨ªa m¨¢s. La seguridad est¨¢ en ayudar a las familias y a ofrecer alternativas a las mujeres y los ni?os. Y eso significa invertir en centros de apoyo a las familias, viviendas estables y ayudas econ¨®micas, as¨ª como formas de hacerse independientes para quienes las deseen. Tambi¨¦n significa crear equipos de crisis locales, formados por miembros de la comunidad local entrenados para afrontar posibles situaciones vol¨¢tiles sin recurrir a la violencia.
En los ¨²ltimos 40 a?os, Estados Unidos ha seguido una pol¨ªtica de liberalizaci¨®n econ¨®mica que ha ejercido una enorme presi¨®n sobre las comunidades locales para que subvencionaran a los sectores econ¨®micos capaces de competir en el mundo, con la esperanza de que el ¨¦xito de esas industrias permitiera que parte de su riqueza se repartiera en cascada y generara prosperidad para todos. Este sistema neoliberal exige que esas comunidades impongan medidas de austeridad para compensar las exenciones tributarias y los dem¨¢s incentivos que se ofrecen a esos sectores, lo cual deja escasos recursos disponibles para el bienestar p¨²blico. El resultado no ha sido el beneficio econ¨®mico para todos. Al contrario, ha sido una inmensa desigualdad: por un lado, una nueva clase de milmillonarios y, por otro, una poblaci¨®n cada vez mayor de pobres y unas instituciones fallidas. Esta desigualdad ha provocado el aumento de los grupos vulnerables, de cuyas estrategias de supervivencia se dice que son problemas delictivos, de orden p¨²blico y de fracaso moral que es necesario abordar con una labor policial intensa y agresiva.
Lo que hace falta no es una respuesta policial m¨¢s profesional a estos problemas, sino empezar a destinar recursos a ayudar a las comunidades y las personas que han quedado al margen de la econom¨ªa globalizada y a las que se criminaliza cuando intentan sobrevivir. Esto se traduce en la despenalizaci¨®n de las drogas y el trabajo sexual, la inversi¨®n en planes de empleo para j¨®venes, la creaci¨®n de m¨¢s servicios comunitarios de salud mental y drogadicci¨®n, la reincorporaci¨®n de orientadores, profesores de apoyo y programas de calidad a nuestros colegios y la inversi¨®n en programas comunitarios para acabar con la violencia. Las comunidades saben lo que hace falta para tener seguridad sin depender de la polic¨ªa. Ya es hora de que les demos los recursos necesarios para hacerlo.
Este es un texto escrito para ¡®Ideas¡¯ por el soci¨®logo Alex S. Vitale (Houston, 1965) al hilo de la publicaci¨®n de su ¨²ltimo libro, ¡®El final del control policial¡¯, de Capit¨¢n Swing.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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