Ir a un Death caf¨¦ para hablar de la muerte ocurre m¨¢s a menudo de lo que piensas
El n¨²mero de los eventos organizados bajo el sello Death cafe supera los 13.500 en el mundo. Conversar sobre el final de la vida es algo muy sano y se convierte en tendencia
Dec¨ªa Joan Didion que la vida cambia r¨¢pido, la vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conoces se acaba. La escritora norteamericana mostraba continuamente en sus escritos lo complejo que resulta asimilar la finitud de la existencia: ¡°El tiempo pasa. /?Es posible que yo jam¨¢s me lo hubiera cre¨ªdo?¡±. La mayor¨ªa de las personas prefieren ocuparse de la muerte cuando se adentran en la vejez y empiezan a notar un notorio declive f¨ªsico y mental, o bien cuando ¨¦sta resulta ya inminente.
Pero si algo ha recrudecido y avivado en los ¨²ltimos a?os nuestro memento mori, ha sido tener presente la fatalidad. No se muere solo de vejez, los n¨²meros relacionados con la enfermedad y los accidentes son contundentes. Una muestra de ello ha sido la llegada furiosa de la covid-19. La pandemia nos ha hecho mucho mal, pero como contraparte nos ha dejado algo valioso: la conciencia de que nuestra vida y la de nuestros seres queridos puede acabar en cualquier momento, independientemente de los a?os que tengamos y de nuestro estado de salud. Esto invita a la expansi¨®n de un nuevo paradigma de pensamiento que consiste en no dar nada por sentado. Y a una tendencia muy sana, que es la de hablar abiertamente sobre la muerte.
¡°He aprendido a encontrar placer al hablar del dolor¡±, dice uno de los versos de El padre, el libro de poemas donde la escritora estadounidense Sharon Olds habla sobre el proceso de muerte de su progenitor. Y es que compartir el sufrimiento alivia, especialmente cuando se trata de algo que nos concierne a todos. Conversar con alguien acerca de la muerte contribuye a que nos enfrentemos al miedo en lugar de continuar rehuyendo de ¨¦l. Es liberador porque romper con los tab¨²s opresivos siempre nos arranca un peso y hablar con alguien del vac¨ªo y la soledad inmensa que supone la p¨¦rdida de un ser querido o la propia aproximaci¨®n a la muerte prueba que no estamos tan solos. Que el dolor y el miedo que sentimos es el dolor y el miedo de la humanidad entera. Como dice el proverbio latino, ¡°nada humano me es ajeno¡±. Compartir esta vulnerabilidad extrema es unificadora. Nos recuerda que todos, sin excepci¨®n, vamos a morir.
Hemos tardado siglos en comprender que hablar de la muerte es necesario, pero es algo que entendi¨® muy bien Bernard Crettaz, un antrop¨®logo y soci¨®logo suizo que en 2004 cre¨® el Caf¨¦ Mortel, un espacio de comunicaci¨®n abierta que reun¨ªa a personas de todo tipo con un inter¨¦s com¨²n: hablar sobre la muerte. Un budista brit¨¢nico, Jon Underwood, le sigui¨® los pasos e inaugur¨® en 2011 los Death Cafes, eventos puntuales que pueden organizarse en cualquier lugar y en los que, mientras se bebe caf¨¦, se invita a la gente a interactuar con desconocidos para intercambiar ideas y sensaciones sobre la muerte. Se trata de una franquicia social; cualquiera que cumpla con sus principios puede crear o participar en uno de estos eventos. Adem¨¢s, al ser gratuitos, los Death Cafes rompen con el sistema capitalista, ya que no persiguen el lucro, sino una comunicaci¨®n ¨ªntima, directa y honesta. El movimiento se ha expandido a 81 pa¨ªses, en los cuales se han celebrado m¨¢s de 13.675 death cafes hasta el momento. En Espa?a se han celebrado m¨¢s de 330 de estas reuniones. Lo mejor del surgimiento de este tipo de citas es que no solo trabaja la evoluci¨®n espiritual de cada individuo, sino que propicia el avance y la transformaci¨®n de la sociedad entera.
Pero para expandir esta conciencia, lo ideal es empezar a instaurarla desde el principio. Dado que todo ser vivo, por joven que sea, es susceptible de morir, es importante que se vaya construyendo una educaci¨®n tanatol¨®gica que empiece en la infancia y que pueda cambiar la forma en la que la sociedad afronta la finitud. Si en la escuela se aprende sobre la muerte al igual que sobre literatura, matem¨¢ticas y otros idiomas, las generaciones futuras tendr¨¢n m¨¢s recursos para superar la p¨¦rdida, sin que suponga un suceso tan devastador.
En los ¨²ltimos a?os EE UU ha liderado las iniciativas m¨¢s transgresoras para romper con el tab¨². Se han creado aplicaciones, como WeCroak, para recordar al usuario que va a morir, programas de realidad virtual y kits que ayudan a tener conversaciones sobre la muerte. Son pioneros en formar a doulas del final de la vida, death doulas, un t¨¦rmino que se acu?¨® en los pa¨ªses anglosajones para referirse a las personas que acompa?an a alguien a morir. Se trata de un servicio que est¨¢ emergiendo como profesi¨®n, pero que ha existido desde siempre. Es algo de lo que se han ocupado los l¨ªderes religiosos de cada cultura, cuyo conocimiento nos beneficia a todos. Sirve para ayudar a otro, pero tambi¨¦n para asimilar nuestra propia muerte.
Parad¨®jicamente, tener muy presente nuestra mortalidad mejora nuestra calidad de vida. Todo se reduce a lo esencial, se le da a cada cosa la importancia que tiene, se deja de perder el tiempo en trivialidades y se disfruta de cada momento agradeci¨¦ndolo, porque sabemos que podr¨ªa no haber sucedido o podr¨ªa no repetirse. Las relaciones con otros mejoran tambi¨¦n, ?qui¨¦n sabe cu¨¢nto tiempo nos queda junto a cada persona? Y se hace un esfuerzo continuo por estar bien.
Una buena vida conduce a una buena muerte, aquella que cuando llega podemos aceptar porque hemos disfrutado de la vida con conciencia del valor de cada momento, logrando cierta paz mental. Es exactamente lo contrario que reivindicaba Dylan Thomas en su poema Do not go gentle into that good night, en el que instaba a su padre ya moribundo a luchar para mantenerse vivo. ?De qu¨¦ sirve rebelarse contra la naturaleza?
Cada vez son m¨¢s las personas que muestran abiertamente su inter¨¦s y necesidad de hablar con otros sobre sus ideas, p¨¦rdidas y experiencias acerca de lo que significa la muerte. Si durante d¨¦cadas ha proliferado la cultura del entretenimiento, la distracci¨®n y las tertulias m¨¢s banales, con ¨¦nfasis en todo aquello que no hiciera pensar, ahora hay un acercamiento gradual hacia lo contrario: el enfrentamiento con madurez hacia el fin de la existencia.
Hablemos de la muerte.
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