Gideon Rachman: ¡°Son los j¨®venes los que m¨¢s fe han perdido en la democracia¡±
El prestigioso columnista del ¡®Financial Times¡¯, cuyos an¨¢lisis se leen en gobiernos de todo el mundo, dice que a m¨¢s polarizaci¨®n, m¨¢s peligro de autoritarismos

Gideon Rachman (Reino Unido, 1963) recibe a EL PA?S en su acogedora casa del barrio londinense de Ealing, donde los libros se acumulan por las esquinas y un gato persa gris remolonea por nuestras piernas durante la entrevista. La noche anterior Rachman lleg¨® a su casa a las dos de la madrugada de su en¨¦sima visita a Turqu¨ªa. Desde 2006, es el columnista jefe de Asuntos Internacionales del diario Financial Times, y tiene el privilegio de recorrer el mundo para observar las corrientes pol¨ªticas y econ¨®micas de cada momento. Trump, Xi Jinping, Orb¨¢n, Bolsonaro, Johnson, Modi¡ y, sobre todo, Putin. Vivimos la era del hombre fuerte, asegura Rachman, y lo ha expresado de un modo completo exhaustivo en su libro La era de los l¨ªderes autoritarios. C¨®mo el culto a la personalidad amenaza la democracia (editorial Cr¨ªtica). Rachman, que trabaj¨® antes en el semanario The Economist y ha estado al frente de corresponsal¨ªas como la de Bruselas, Washington o Bangkok, pertenece a esa estirpre de corresponsales diplom¨¢ticos, como Thomas Friedman, cuyos an¨¢lisis se leen en gobiernos de todo el mundo y pueden cambiar estrategias pol¨ªticas.
PREGUNTA.??En qu¨¦ consiste el liderazgo autoritario, la era de los hombres fuertes?
RESPUESTA.?Es una forma muy personalizada de liderazgo, en la que el culto a la personalidad es muy importante. Es la idea de que el Gobierno deber¨ªa consistir en el poder de un solo individuo, nada de instituciones o partidos pol¨ªticos. Y es un fen¨®meno que surge en democracias y en autocracias. Por eso, aunque sorprenda a algunos, incluyo en el libro a Putin y a Xi Jinping, junto a Trump o Bolsonaro.
P.?O Boris Johnson.
R.?S¨ª, tambi¨¦n. Todos ellos tienen un estilo mesi¨¢nico de liderazgo. Alimentan la idea de que hay una crisis nacional, que requiere de un hombre fuerte que d¨¦ una patada al sistema, que se salte las reglas.
P.?El sue?o de un pasado mejor.
R.?Todos echan mano de lo que yo llamo un nacionalismo est¨¢tico. Utilizan versiones distintas del Make America Great Again (logremos que Estados Unidos vuelva a ser grande) de Trump. Xi Jinping habla del rejuvenecimiento del pueblo chino. Modi quiere reparar todo el da?o que se ha causado a la India, no solo por parte del Imperio Brit¨¢nico. Incluso por el Imperio Mongol. Orb¨¢n habla en Hungr¨ªa de un resurgimiento nacional.
P.?Pero, sobre todo, la convicci¨®n de que existe una conexi¨®n especial entre ellos y el pueblo.
R.?S¨ª, porque el fen¨®meno de los hombres fuertes, de los l¨ªderes autoritarios, siempre ha estado muy asociado en nuestra era con el populismo. Todos afirman que tienen una conexi¨®n directa con el pueblo. Su argumento compartido es que el sistema ha sido secuestrado por unas ¨¦lites que velan por sus propios intereses. Son ¨¦lites, seg¨²n ellos, que no tienen el menor inter¨¦s por su pa¨ªs, y que comparten m¨¢s afinidades con los extranjeros.
¡°La UE debe prepararse para ser un sustituto de Estados Unidos. Me gusta la idea de autonom¨ªa estrat¨¦gica de Macron¡±
P. Asegura que cada era tiene su ciclo. Treinta a?os gloriosos de crecimiento, despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, otros 30 de neoliberalismo y ca¨ªda del comunismo. Y ahora, la era del hombre fuerte.
R.?A partir de la crisis financiera de 2008, comenz¨® a extenderse la percepci¨®n de que las democracias no hab¨ªan sabido hacerlo bien. En los 10 o 15 a?os posteriores, hemos ido siendo conscientes de las patolog¨ªas de nuestro sistema: inestabilidad financiera, desigualdad creciente, sistemas de salud y de pensiones cada vez menos sostenibles. Y la sensaci¨®n general de que el sistema est¨¢ en manos de unas ¨¦lites. En el libro hablo de Steve Bannon [estratega pol¨ªtico estadounidense asociado con Trump y con gran parte de la derecha populista europea]. Bannon es un mal tipo, pero fue bastante agudo a la hora de se?alar que la crisis financiera provocar¨ªa populismo de derechas y de izquierdas. Los dos comparten su desprecio por el sistema, y se dirigen a todos aquellos que no est¨¢n contentos con ese sistema, precisamente con el argumento de que ha sido capturado por unas ¨¦lites. En Espa?a tienes a Vox y a Podemos, dos modos diferentes de decir que la receta liberal centrista ha fracasado y hay que ensayar algo distinto.
P.?En el ¨¢mbito de la izquierda, son muchos los que rechazan esa equiparaci¨®n.
R.?Bueno, imagino que los lectores espa?oles sabr¨¢n m¨¢s de Podemos que yo, pero no creo que el populismo de izquierdas sea siempre autoritario. No lo era Bernie Sanders, por ejemplo, en contraposici¨®n a Donald Trump. No s¨¦ c¨®mo habr¨ªa sido, de haber gobernado, pero no mostraba trazas autoritarias. Pero piense en AMLO [Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, presidente de M¨¦xico]. Cada vez est¨¢ m¨¢s claro que presenta rasgos autoritarios. Propicia un culto a la personalidad. Ataca a las instituciones independientes que pueden frenar su proyecto. Tambi¨¦n la izquierda puede acusar al poder judicial de estar sesgado en su contra, y afirmar que el sistema le impide hacer lo que considera necesario para el pueblo.
P.?Los l¨ªderes autoritarios erosionan la democracia, pero es la poblaci¨®n, a veces, la que no lo percibe. O no lo detiene.
R.?Porque todo esto tiene algo de abstracto. Los l¨ªderes autoritarios prosperan siempre en sociedades con polarizaci¨®n extrema. Siempre tendr¨¢n un grupo de partidarios que los animar¨¢n en sus ataques a las instituciones. Tome el caso del Reino Unido, cuando Johnson decidi¨® suspender el Parlamento para sacar adelante el Brexit. Sus seguidores eran los primeros en afirmar que el Parlamento era una instituci¨®n in¨²til, y que deb¨ªa hacerse algo para impedir que siguiera bloqueando el Brexit. En sociedades como la estadounidense o la brit¨¢nica, la gente suele ser muy complaciente. No se le ocurre sospechar, hasta que ya es muy tarde, que la democracia puede desviarse. Nos gusta pensar que gozamos de instituciones muy s¨®lidas.
¡°No creo que sea una casualidad que la era de las redes haya coincidido con la de los l¨ªderes autoritarios¡±
P.?Y no vemos el autoritarismo, aunque lo tengamos delante.
R.?Ya s¨¦ que el cap¨ªtulo que le dedico a Johnson fue muy pol¨¦mico. Mucha gente lo tach¨® de rid¨ªculo, y asegur¨® que el Reino Unido no se parec¨ªa en nada a esos otros pa¨ªses. Puedo ver que, en comparaci¨®n con Trump, Xi Jinping, Orb¨¢n o Modi, su caso tiene un punto marginal, pero sigo pensando que existen argumentos para incluirlo en el libro.
P.?Resulta llamativo, se?ala en su libro, que los l¨ªderes autoritarios han abrazado a Carl Schmitt, el jurista y te¨®rico alem¨¢n que contribuy¨® a levantar la arquitectura nazi.
R.?Cuando yo estudiaba Filosof¨ªa Pol¨ªtica, no entraba dentro de la agenda curricular, estaba condenado por sus ideas. Pero hoy, en la actualidad, las universidades occidentales han vuelto a estudiar su pensamiento. En China es especialmente apreciado, y muchos de los intelectuales que intentan justificar la centralizaci¨®n del poder en el Partido Comunista Chino, o la supresi¨®n de las libertades pol¨ªticas en Hong Kong, acuden a Schmitt. Cre¨ªa que la pol¨ªtica consiste en dividir el mundo en amigos y enemigos, cre¨ªa en la pol¨ªtica de la autoridad, y despreciaba profundamente la democracia liberal, que consideraba una hipocres¨ªa y un mont¨®n de mentiras.
P.??Hemos perdido la fe en la democracia liberal?
R.?Si uno observa las encuestas por todo el mundo, son los j¨®venes los que m¨¢s fe han perdido en la democracia liberal. El mes pasado, publicaron una en el Reino Unido en la que solo un 19% de los menores de 24 a?os cre¨ªa que la democracia funcionaba. Los j¨®venes, no solo de Occidente, sino de todo el mundo, est¨¢n frustrados con el sistema. No pueden permitirse la compra de una vivienda. Salen de la Universidad con t¨ªtulos y grados relevantes y no pueden lograr el trabajo que desean. El sistema no les da el sentido de oportunidad y de progreso que debiera darles. Y luego resulta, por supuesto, que vivimos en la era de las redes sociales. A usted y a m¨ª nos encantar¨ªa que la gente solo leyera EL PA?S y el Financial Times, y que se enteraran de un modo correcto de la realidad [risas], pero lo cierto es que no es as¨ª. Y las redes refuerzan los prejuicios, encierran en burbujas, no se comprueban los datos. No creo que sea una casualidad que la era de las redes haya coincidido con la de los l¨ªderes autoritarios.
¡°El Reino Unido no entendi¨® que hay que renunciar a parte de tu marca nacional para contribuir a un proyecto com¨²n¡±
P.??Hay modo de reaccionar?
R.?Parad¨®jicamente, creo que el mejor modo de lograr que la gente desee de nuevo la vuelta de la democracia liberal es pasar por un periodo de gobiernos autoritarios. No bromeo. No hay m¨¢s que ver lo que est¨¢ pasando en Ir¨¢n. Es muy f¨¢cil idealizar las opciones alternativas o renunciar a la democracia, hasta que de verdad compruebas en qu¨¦ consiste lo contrario.
P.??C¨®mo recuperar la confianza de los ciudadanos en el Estado de derecho, la democracia representativa?
R.?No tengo una respuesta concreta para eso. Por eso quiz¨¢ no me dedico a la pol¨ªtica. Pero s¨ª creo que a veces recibes una llamada de atenci¨®n que te hace despertar. En ese sentido, creo que Putin ha sido esa llamada de atenci¨®n. Hemos visto mucha unidad frente a ¨¦l en Occidente. Retiene algo de simpat¨ªa entre la extrema izquierda o entre la derecha de Trump, y quiz¨¢ veamos m¨¢s de eso a medida que se agudice la crisis energ¨¦tica, pero creo que la respuesta ha sido, en general, de bastante unidad.
P.??Le ha sorprendido la reacci¨®n de Occidente ante su ofensiva?
R.?Creo que ha sido sorprendente de un modo positivo, mientras no acabe en una guerra nuclear. Ahora estoy revisando las nuevas ediciones del libro, y entiendo que un aspecto en el que deber¨ªa haber incidido m¨¢s es el del recurso habitual de los l¨ªderes autoritarios a la violencia. Hablamos del ataque a la democracia, a sus instituciones, a la verdad¡, y todo eso est¨¢ ah¨ª. Pero la ret¨®rica de la violencia es parte fundamental. Y en ocasiones se convierte en violencia de verdad, y eso s¨ª que es fascismo real, ?no? Esa creencia de que la guerra es algo glorioso, y la prueba definitiva de un liderazgo. La versi¨®n de la pol¨ªtica del hombre fuerte, del nacionalismo nost¨¢lgico, que aparece en Putin se concentra en lo que ha supuesto la guerra de Ucrania.
P.??Prev¨¦ cu¨¢l ser¨¢ el final de esta crisis?
R.?Estamos en mitad de la historia. No sabemos c¨®mo concluir¨¢. Pero, de manera potencial, ya nos dice mucho sobre el modo en que el p¨¦ndulo se ha movido desde el ¨¦xito y los valores de la democracia liberal al sistema de los l¨ªderes autoritarios. Putin ha tenido en Occidente un amplio club de fans: Trump, Salvini, Duterte, Mohamed Bin Salm¨¢n¡ Para ellos, simbolizaba el rechazo del hombre fuerte a la democracia liberal. Si hubiera ganado la guerra con la facilidad con la que se esper¨® en un principio que la ganara, toda esa narrativa que acusa de corruptas y d¨¦biles a las democracias liberales habr¨ªa ganado fuerza. Xi Jinping se habr¨ªa visto m¨¢s tentado de invadir Taiw¨¢n, la era del hombre fuerte, del l¨ªder autoritario, habr¨ªa subido a otro nivel.
P.?Oigo a analistas decir que el siguiente cisne negro [el acontecimiento que nadie espera] puede ser la invasi¨®n de Taiw¨¢n por parte de China.
R.?Yo tambi¨¦n creo que es posible. Hablo con personas en Washington que siguen mucho m¨¢s de cerca que yo esta situaci¨®n, y creen que la conclusi¨®n que Xi Jinping ha sacado de la crisis de Ucrania no es que ser¨ªa un error invadir Taiw¨¢n. La lecci¨®n que ha extra¨ªdo es que la estrategia de Rusia ha sido una chapuza. Y que, a partir de ah¨ª, debes aprender a invadir un pa¨ªs. Y que lo que debes hacer es entrar con toda tu potencia militar de modo inmediato y capturar o asesinar a los l¨ªderes desde el primer d¨ªa. Esa idea no la han abandonando en absoluto.
P.?Todos los l¨ªderes autoritarios han jugado con la nostalgia. Tambi¨¦n en el Reino Unido.
R.?Tambi¨¦n tengo muchos amigos que han defendido el Brexit, y que descartan esa nostalgia imperial y pretenden convencerme de que todo el proyecto est¨¢ relacionado con una reconquista de la libertad. Pero a m¨ª me resulta bastante obvia esa nostalgia. Piensan: fuimos un imperio magn¨ªfico, y ahora solo somos parte de un club de 28 pa¨ªses. Incluso Luxemburgo puede vetar nuestras decisiones. Lo que no entienden es que la UE est¨¢ llena de antiguos imperios decepcionados, pero la mayor¨ªa ha sido capaz de reconciliarse con su pasado. Espa?a perdi¨® un imperio. Y Portugal. Y Holanda. Y Austria. El problema del Reino Unido es que nunca fue humillado, con lo que no lleg¨® a entender que debes renunciar a cierta parte de tu marca nacional para contribuir a ese proyecto com¨²n.
P.??Est¨¢ preparada la UE para jugar un papel m¨¢s relevante?
R. Creo que debe comenzar a prepararse para ser un sustituto. Me resulta atractiva, por ejemplo, la idea de la autonom¨ªa estrat¨¦gica que propone el presidente Macron. Porque est¨¢ claro que, si Trump regresa, tenemos un problema. Una de las cosas m¨¢s llamativas de esta crisis es el modo tan tradicional en que se ha desarrollado. De nuevo, EE UU ha asumido el liderazgo. No ha habido una respuesta europea coherente. Los rusos ven a los estado?unidenses como sus verdaderos interlocutores. Y son los estadounidenses quienes est¨¢n proporcionando la mayor parte del material militar. Si ya en los noventa, con la crisis serbo-bosnia, Europa se plante¨® mayor autonom¨ªa, 30 a?os despu¨¦s seguimos igual. Quiz¨¢ necesitemos una gran crisis internacional para que finalmente respondamos de modo coordinado.
P.?La era de los l¨ªderes autoritarios tiene mucho que ver con la superaci¨®n del conflicto izquierda-derecha por el de nacionalismo-globalizaci¨®n.
R.?Durante mucho tiempo, seguir¨¢ siendo nacionalismo frente a globalizaci¨®n. Las divisiones entre izquierda y derecha reflejan estructuras econ¨®micas de otra era, cuando hab¨ªa una gran clase proletaria y otra empresarial. Incluso era algo que se reflejaba internacionalmente, con esa fractura entre el mundo comunista y el capitalista. Hoy nos movemos cada vez m¨¢s hacia la pol¨ªtica de identidad, porque vivimos en sociedades m¨¢s diversas, donde la clase ya no es lo que m¨¢s polariza. Es m¨¢s bien la raza, la inmigraci¨®n, las actitudes hacia cuestiones sociales como el aborto o los derechos de los gais. Putin no ha dejado de repetir que el problema de Occidente no es que lo dirijan capitalistas, sino que est¨¦ dirigido por gais. La sociedad china es lo menos diverso que existe. Echa un vistazo al Congreso del Partido Comunista Chino, lleno de hombres mayores. O a su represi¨®n en el T¨ªbet, o contra la minor¨ªa uigur. Xi Jinping ha ordenado que eliminen de la televisi¨®n a los presentadores que consideraba afeminados. Tucker Carlson, uno de los periodistas de la cadena estado?unidense Fox que m¨¢s ha defendido a Trump, admira a Putin, lo ve como un conservador con valores cristianos tradicionales. La pol¨ªtica identitaria es el gran motor de estos contrastes.
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