Ochenta a?os del ¡®Informe Beveridge¡¯
Con los modernos Estados del bienestar los europeos nos hemos sentido m¨¢s seguros
Estos d¨ªas se cumplen 80 a?os de la presentaci¨®n del llamado Informe Beveridge, que puso las bases de los modernos Estados del bienestar en Europa. Encargado durante la Segunda Guerra Mundial por Winston Churchill, se activ¨® en la posguerra por la iniciativa del Gobierno laborista de Clement Attlee en medio de lo que se denomin¨® ¡°revoluci¨®n callada¡±. Resulta parad¨®jico que dos de sus principales ejes, la creaci¨®n de un sistema p¨²blico de salud y otro de pensiones universales, est¨¦n pasando por enormes dificultades, tantas d¨¦cadas despu¨¦s, por la pr¨¢ctica pol¨ªtica de algunos gobiernos brit¨¢nicos (no solo conservadores) y por las estrecheces financieras de unas sociedades envejecidas, con m¨¢s necesidades, y que buena prueba de aquellas est¨¦ en los planes fiscales del reciente primer ministro, Rishi Sunak, y de su antecesora, la evitable Liz Truss.
William Beveridge fue director de la London School of Economics y sigui¨® la senda de una de las creadoras de esa instituci¨®n, Beatrice Webb, posiblemente la persona que con m¨¢s derecho puede atribuirse la idea de una red p¨²blica de protecci¨®n (el moderno welfare). Beveridge escribi¨® dos informes casi consecutivos antes de finalizar la guerra; en el primero, que es el que ahora cumple a?os, incorpora a la vez una voz cr¨ªtica a las injusticias y un guion pol¨ªtico para llevar a cabo una reforma integral de los diferentes seguros sociales preexistentes. Como escribi¨® Robert Skidelsky, el bi¨®grafo can¨®nico de Keynes, Beveridge propuso un sistema de seguros nacionales de pensiones, desempleo y discapacidad para todos los ciudadanos, administrado de forma centralizada y financiado por contribuciones iguales de los trabajadores, empresarios y el Estado, con iguales beneficios establecidos en el nivel de subsistencia f¨ªsica. Esto desplazar¨ªa al edred¨®n hecho de retales de los seguros voluntarios y obligatorios y de la caridad que, mal cosidos y llenos de agujeros, constitu¨ªa hasta entonces la protecci¨®n social brit¨¢nica. Fue tal la expectaci¨®n que cre¨® en la ciudadan¨ªa que de un ¨¢rido informe al Parlamento se vendieron centenares de miles de ejemplares.
Dos a?os m¨¢s tarde, en 1944, Beveridge hizo p¨²blico un segundo informe (Trabajo para todos en una sociedad libre) sobre el pleno empleo. El utilizado nombre de Keynes no es casual. Aquel env¨ªa copias de sus dos informes al economista de Cambridge, arrolladoramente de moda en ese momento, pidi¨¦ndole ayuda para abordar las implicaciones financieras de dichos informes. La respuesta es representativa: ¡°Entusiasmo salvaje por tu esquema general. Creo que es una vasta reforma constructiva de gran importancia y me siento aliviado de descubrir que es financieramente financiable¡±.
Al igual que Keynes, Beveridge considera que el Estado ha de asumir un papel muy importante como instancia de ordenaci¨®n y control de la econom¨ªa. Parad¨®jicamente tanto uno como otro eran liberales, no laboristas, pero en aquella coyuntura de la posguerra ni siquiera el Partido Conservador se opuso a sus recomendaciones esenciales. Esa oposici¨®n frontal tan solo lleg¨® con la se?ora Thatcher, 40 a?os despu¨¦s. Ello no significa que el welfare nacido de las reflexiones de Beatrice Webb, Beveridge, Keynes y otros no haya sufrido problemas. Por ejemplo, aquel Servicio Nacional de Salud, piedra angular del sistema de bienestar nacido en 1948 y objeto de admiraci¨®n en tantos pa¨ªses durante mucho tiempo, ha encallado en varias coyunturas (como la actual). El gran historiador Tony Judt ya advirti¨® a principios de siglo, cuando escribi¨® su monumental Postguerra (Taurus), que con el paso de los a?os muchas de las provisiones universales del Sistema Nacional de Salud demostraron ser econ¨®micamente insostenibles, que la calidad de los servicios prestados no se ha mantenido a lo largo de los a?os, y que con el tiempo ha quedado claro que algunos de los supuestos fundamentales de partida, incluida la optimista previsi¨®n sobre el pleno empleo fueron, como m¨ªnimo, imprudentes.
Pero a trav¨¦s del sistema de welfare los europeos pudieron comer m¨¢s y (en general) mejor, vivir una vida m¨¢s larga y m¨¢s saludable, y estar mejor alojados y vestidos que nunca hasta entonces. Y, sobre todo, m¨¢s seguros. Beveridge es uno de nuestros h¨¦roes m¨¢s desconocidos.
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