Acabemos por siempre con los herederos de la KGB. O acabar¨¢n con todos nosotros
La ¨²nica forma de evitar la amenaza de guerra nuclear, escriben Yuri Felshtinsky ¡ªexperto en el servicio secreto ruso ¡ª y el investigador Vladimir Popov, es que se ponga fin al aparato de Seguridad del estado ruso y se proh¨ªba su reconstrucci¨®n
El ¡°per¨ªodo democr¨¢tico¡± ruso, con Yeltsin, dur¨® menos de nueve a?os, desde el 22 de agosto de 1991 hasta el 31 de diciembre de 1999. Ese fue el trozo de democracia que le toc¨® al pueblo ruso gracias al fracasado golpe de Estado de la GKChP [el Comit¨¦ Estatal de Situaci¨®n de Emergencia, responsable del golpe de estado contra Gorbachov]. En esos nueve a?os, Rusia se convirti¨® en un pa¨ªs de mercado libre, fronteras abiertas y prensa libre. En ese tiempo, la URSS acab¨® completamente disuelta y a partir de las rep¨²blicas que la hab¨ªan integrado, en el mapamundi surgieron nuevos pa¨ªses soberanos. En el frente interior, uno de los mayores logros de Yeltsin fue la descentralizaci¨®n del Estado y la renuncia a un f¨¦rreo sistema centralizado en el que una capital, que ni siquiera estaba situada en el centro del territorio, gobern¨® el pa¨ªs a lo largo de siglos.
Con todo, el intento de crear un sistema electoral que permitiera elecciones limpias, tanto estatales como regionales, acab¨® estrell¨¢ndose contra la corrupci¨®n general en Rusia y saboteado por la Seguridad del Estado, que colaba a miles de sus colaboradores y agentes en las listas electorales. A fin de cuentas, Yeltsin no consigui¨® imponer en Rusia un sistema electoral democr¨¢tico y protegerlo de las garras de la Seguridad del Estado. Adem¨¢s, en 1999 tropez¨® otra vez con la misma piedra y se dej¨® arrastrar nuevamente por el FSB [el servicio de seguridad ruso, heredero del KGB] a una guerra en Chechenia, organizada con los mismos prop¨®sitos y herramientas que la anterior.
A lo largo de los a?os de Yeltsin, la econom¨ªa de la corrupta Rusia continu¨® dependiendo de los precios que los recursos minerales ten¨ªan en el mercado mundial. Ni el Bur¨® Pol¨ªtico sovi¨¦tico, ni el reformador Yeltsin, ni el capitalista corporativo Putin consiguieron escapar jam¨¢s a la fluctuaci¨®n de esa magnitud. Putin no quer¨ªa o no pod¨ªa hacerles la competencia en el campo econ¨®mico a las democracias occidentales. Sin embargo, demostr¨® que a la hora de desatar guerras y generar distorsiones en el orden de la comunicaci¨®n era un fuerte competidor. As¨ª, en particular, las acciones b¨¦licas que emprendi¨® contra Georgia en 2008 y Ucrania en 2014 fueron acompa?adas de guerras propagand¨ªsticas contra los georgianos y los ucranianos de una magnitud y una intensidad que no se hab¨ªan visto antes. Estas estrategias de comunicaci¨®n despertaban encendidos sentimientos nacionalistas en la poblaci¨®n rusa. Como consecuencia de estas campa?as, en las que la televisi¨®n, la prensa e internet controladas por la Seguridad del Estado tomaron parte activa, una gran parte de los rusos o, incluso, la mayor parte de los rusos dejaron de ser personas neutrales y apol¨ªticas, y se convirtieron en una masa guerrerista y fascistoide. Como en los tiempos sovi¨¦ticos, las democracias occidentales fueron declaradas enemigas mortales de Rusia. En cambio, las fuerzas nacionalistas de derechas, tanto en el interior del pa¨ªs como m¨¢s all¨¢ de sus fronteras, se convirtieron en aliadas y partidarias del Kremlin y la Lubianka [la sede de la polic¨ªa secreta sovi¨¦tica en Mosc¨²]. El apoyo p¨²blico, y en ocasiones secreto, que la direcci¨®n y la Seguridad del Estado rusas prestaron a esas fuerzas increment¨® la influencia de los movimientos neofascistas y de ultraderecha en Rusia, Europa y EE UU.
Al acostumbrado arsenal de armas, se a?adi¨® una nueva y poderosa: la intervenci¨®n en elecciones presidenciales o parlamentarias. Ese era un m¨¦todo mucho m¨¢s efectista y eficaz para golpear al enemigo. Como ya se hab¨ªa hecho en 2000 en Rusia, bastaba con poner al mando al hombre seleccionado. Las tareas estrat¨¦gicas del Kremlin fueron dise?adas con precisi¨®n. Consist¨ªan en desatar guerras en las exrep¨²blicas sovi¨¦ticas que a¨²n no hab¨ªan integrado la OTAN para evitar la expansi¨®n de la Alianza Atl¨¢ntica, que nunca admite a pa¨ªses con conflictos territoriales no resueltos; buscar el cisma, el debilitamiento o la disoluci¨®n de la OTAN; promover la disoluci¨®n de la Uni¨®n Europea mediante el fortalecimiento de los partidos de ultraderecha que declararan la intenci¨®n de abandonar la familia europea; expandir el territorio de la Federaci¨®n Rusa por medio de la adquisici¨®n de territorios vecinos. En la actualidad, gracias a la incorporaci¨®n de Transnistria, Abjasia, Osetia del Sur, Crimea y las ¡°rep¨²blicas populares¡± de Donetsk y Lugansk, la Federaci¨®n de Rusia ha crecido en 268.128 kil¨®metros cuadrados y 16,3 millones de habitantes. (¡)
Los hombres del FSB no creen en la democracia ni juegan a ella. Ellos creen en la fuerza y en el ¡°ordeno y mando¡±. Podr¨ªamos citar muchas cosas malas en las que el FSB cree. Y much¨ªsimas cosas buenas en las que no cree. No cree en el derecho de la gente a participar en elecciones libres e influir de esa manera en el curso del Estado. El FSB se considera a s¨ª mismo el Estado y a sus colaboradores los ve como a servidores que trabajan para que la voluntad del Estado prevalezca sobre la voluntad de los individuos. Pero resulta que la primac¨ªa del Estado sobre el individuo y la nulidad del individuo ante la fuerza del Estado es a lo que denominamos fascismo, en el sentido cl¨¢sico de la palabra. (¡) La Rusia ¡°de Putin¡± no promete a los pueblos paz, bondad y progreso. Lo que esa Rusia le trae a la humanidad es guerra, y la destrucci¨®n, la miseria y la muerte que la guerra provoca. No hay mejor ilustraci¨®n del mundo ruso de Putin que el arruinado y despoblado este de Ucrania, las regiones de Lugansk y Donetsk heridas de muerte. Por ahora, ese mundo ruso s¨®lo ha llevado la guerra a Ucrania. Fue con ese prop¨®sito que Putin se hizo con la presidencia de Rusia en nombre de la Seguridad del Estado. Fue con ese prop¨®sito que la Lubianka se apoder¨® del pa¨ªs y sus recursos: para ponerlo todo en funci¨®n de la restauraci¨®n de un Imperio ruso al que todos temieran, como temieron a la URSS. Ahora ni siquiera importa el nombre de ese pa¨ªs por llegar.
La historia nos ense?a que con el fascismo s¨®lo se puede hablar desde una posici¨®n de fuerza. Eso es as¨ª porque ni las personas que se han hecho con el poder en los pa¨ªses fascistas, ni el pueblo que han conseguido adormecer con la propaganda, son capaces de apartarse por su cuenta del camino de la guerra, ni cobrar conciencia de hasta qu¨¦ punto ese camino los conduce a ellos mismos al peligro y la muerte. No obstante, a este triste paisaje podemos a?adir unos pocos tonos esperanzadores. En el mundo contempor¨¢neo, las ideolog¨ªas basadas en el odio y el dominio est¨¢n condenadas a la derrota. Y cuanto antes se d¨¦ cuenta Rusia de que no es un gran Estado, sino un pa¨ªs como otro cualquiera, ni est¨¢ habitada por un gran pueblo, sino por personas normales, menor ser¨¢ el precio que pagar¨¢ para librarse de esta otra pesadilla en la que se ha metido liderada y dirigida por la Seguridad del Estado.
Cuando Rusia se aparte de esa pesadilla ver¨¢ que los dos grandes objetivos estrat¨¦gicos que el actual liderazgo del pa¨ªs traz¨®, es decir, la disoluci¨®n de la UE y el fin de la OTAN, quedaron en nada. Y que la ocupaci¨®n de los territorios vecinos no pas¨® de ser una alucinaci¨®n geoestrat¨¦gica. Para salvar a Rusia y a la humanidad de la amenaza de guerra termonuclear que Putin no ha dejado de agitar, se necesita el simple trazo de una pluma al pie del documento que disuelva la Seguridad del Estado rusa y proh¨ªba su reconstrucci¨®n en el futuro con cualquier nuevo nombre o siglas. Putin pretende permanecer en la presidencia hasta el a?o 2036, pero m¨¢s nos vale no esperar tanto. Podr¨ªa resultar que ya entonces no habr¨¢ qui¨¦n pueda firmar ese documento. Puede que ni siquiera habr¨¢ ya qui¨¦n pueda leerlo.
Ap¨²ntate aqu¨ª a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.