Maura Gancitano, ensayista: ¡°La prisi¨®n de la belleza no ha mejorado para ellas y ha empeorado para ellos¡±
La autora italiana sostiene que liberarse de la prisi¨®n de la imagen no pasa por dejar de usar cremas, y que no solo no ha mejorado para ellas, ha empeorado para ellos
Cuando era ni?a, Maura Gancitano (Mazara del Vallo, Italia, 1985) so?aba con ser fea y convertirse en fil¨®sofa. Estaba segura de que si pretend¨ªa ser inteligente le iba a tocar renunciar a la belleza. Un cuento de una antolog¨ªa escolar ¡ªHermosina y Atractiva, de madame Leprince de Beaumont, autora de La Bella y la Bestia¡ª la convenci¨® de que las mujeres hermosas son est¨²pidas porque descuidan cultivar su intelecto, mientras que las feas llaman la atenci¨®n por su ingenio. Las convenciones sociales de la Italia en la que naci¨® iban por ese camino. Creci¨® con la sensaci¨®n de que sus andares de chico, su ropa deportiva, la ausencia de maquillaje, sus u?as mordidas o su pelo descuidado abofeteaban el orden y la moral comunitarios. La fil¨®sofa, experta en g¨¦nero, ha escrito varios ensayos junto a su pareja, el editor Andrea Colamedici, y colabora con diversos medios de su pa¨ªs. En su ¨²ltimo libro, reci¨¦n editado en espa?ol ¡ªEspejito, espejito. La tiran¨ªa de la belleza (?tico de los Libros)¡ª invita a repensar el concepto de belleza m¨¢s all¨¢ del adoctrinamiento.
Recibe a Ideas en Tlon, su escuela de filosof¨ªa, editorial y librer¨ªa teatral, que se encuentra en el barrio romano obrero de Ostiense, y que cuenta con cerca de 300.000 seguidores en redes sociales. Sentada en un sof¨¢ y rodeada de libros, Gancitano conversa sobre filosof¨ªa y actualidad.
Pregunta. ?Vivimos en una dictadura de la belleza?
Respuesta. Vivimos en un sistema social en el que la belleza es central, tanto para valorar a los dem¨¢s como para juzgarnos a nosotros mismos. La belleza es una interferencia y tambi¨¦n una tarjeta de visita que para alguien puede significar el acceso a algo que desea y que para la mayor¨ªa de las personas genera exclusi¨®n. Seg¨²n c¨®mo te ves, se decide qui¨¦n eres, qu¨¦ sabes o qu¨¦ puedes hacer.
P. ?Puede explicar c¨®mo la belleza interfiere en nuestras vidas?
R. Hay una tendencia a culpabilizarse por no poder alcanzar la perfecci¨®n a la que se supone que debemos aspirar. Ah¨ª se ve la interferencia de la belleza. Afecta al comportamiento, a la salud mental y lleva a la fragmentaci¨®n del cuerpo. No lo percibimos como un todo. Vemos ojeras, la nariz, la boca, los muslos¡ Como si fu¨¦ramos fragmentos que deben ser hermosos, no un cuerpo que nos pertenece y que nos sirve para hacer cosas. Esta fragmentaci¨®n hace que sea dif¨ªcil sentirse libre para hacer lo que se desea.
P. ?Siempre hemos vivido en lo que usted llama ¡°prisi¨®n de la belleza¡± o se trata de un escenario reciente?
R. Es un escenario reciente que nace junto con la sociedad de masas, con la comunicaci¨®n, con el sistema cultural del siglo XIX que comienza a hablar de cuerpos normales y anormales y construye la norma a la que debemos atenernos. Y esto sucede sobre todo cuando las mujeres entran en el espacio social reservado a los hombres y se les empieza a exigir una apariencia y actitud determinada. Ahora se ha agudizado con la publicidad, las revistas, la televisi¨®n. Y se ha acabado extendiendo tambi¨¦n a los hombres.
P. ?De qu¨¦ manera?
R. La situaci¨®n no solo no ha mejorado para las chicas, tambi¨¦n ha empeorado para ellos. En comparaci¨®n con sus abuelos, los chicos de hoy viven una relaci¨®n con su propio cuerpo muy similar a la de sus coet¨¢neas, con im¨¢genes ideales a alcanzar y la concepci¨®n de que el cuerpo masculino tambi¨¦n debe responder a un determinado canon.
P. ?Qu¨¦ la llev¨® a reflexionar sobre la tiran¨ªa de la belleza?
R. Hoy en d¨ªa hay un gran porcentaje de mujeres que sufren el llamado s¨ªndrome del impostor. Y no es natural, es solo algo cultural. Se nos educa para sentir que ocupar el lugar que ocupamos es una anomal¨ªa, y, por tanto, no nos sentimos seguras. Esto genera problemas en la autoestima y en la aceptaci¨®n de uno mismo que nunca se han visto con tanta intensidad y de forma tan masiva como en los ¨²ltimos 150 a?os.
P. ?Qu¨¦ podemos hacer para escapar de la ¡°prisi¨®n de la belleza¡±?
R. Plantearnos una pregunta que no es f¨¢cil: si algo que queremos hacer lo deseamos realmente o lo hacemos por sentido de culpa o del deber, para satisfacer lo que los dem¨¢s esperan de nosotros. Liberarse de la tiran¨ªa de la belleza no significa dejar de usar cremas o maquillaje, sino dejar de percibirnos como un envoltorio que debe ser hermoso y agradable a ojos de los dem¨¢s, que desafortunadamente es algo que estamos invitados a pensar constantemente. Deber¨ªamos aprender a alejarnos de ciertas im¨¢genes de perfecci¨®n y desarrollar una imagen corporal positiva. Es importante que haya una conciencia colectiva y se hable de ello.
¡°Entre los m¨¢s j¨®venes, denominarse fascista se est¨¢ convirtiendo casi en una identidad leg¨ªtima y que significa ser fuerte¡±
P. ?Cree que su vida habr¨ªa sido m¨¢s f¨¢cil si su cuerpo no hubiera sido sometido a escrutinio p¨²blico?
R. S¨ª. Vengo del sur, donde existe la idea de que deber¨ªas actuar pensando en la mirada de los dem¨¢s. Esto es algo que requiere demasiada energ¨ªa, tiempo, dinero, y un esfuerzo que no siempre quieres hacer voluntariamente. Hay mujeres que realmente disfrutan arregl¨¢ndose todos los d¨ªas, maquill¨¢ndose, pero para la inmensa mayor¨ªa es solo un deber social. Es decir, tienes que hacerlo porque de lo contrario pagas las consecuencias, empiezan a verte mal o a criticarte. No obstante, hay que encontrar un equilibrio, hay convenciones sociales que son ¨²tiles para convivir pac¨ªficamente.
P. ?La llegada de la ultraderecha al poder est¨¢ generando un retroceso?
R. Este Gobierno se ha centrado en empujar a las mujeres a tener hijos y evitar a cualquier coste que aborten. La idea de libertad sobre el propio cuerpo est¨¢ en peligro. Dicen que trabajan por las mujeres, pero en realidad no han hecho nada. Si quieren superar el invierno demogr¨¢fico que vivimos, hay que garantizar estabilidad econ¨®mica y laboral para ellas, un equilibrio en los cuidados o la baja parental para los hombres.
P. ?Por qu¨¦ no vemos en Italia una movilizaci¨®n social mayor en respuesta a ciertas pol¨ªticas restrictivas?
R. Somos poco propensos a manifestarnos, miramos con envidia lo que sucede en otros pa¨ªses, aqu¨ª tendemos a resignarnos. Hay una gran fragmentaci¨®n. Incluso los partidos progresistas tienen ¨¢reas fuertemente cat¨®licas que no se oponen tan duramente a determinadas pol¨ªticas, como las relacionadas con el aborto.
P. Hasta hace poco, el partido de Meloni era una opci¨®n pr¨¢cticamente marginal y parec¨ªa lejana. ?C¨®mo cambi¨® la situaci¨®n?
R. Ahora, declararse antifascista se est¨¢ transformando en divisivo; no es algo que una a todo el espectro pol¨ªtico, sino que parece algo exagerado, una paranoia. Lo apreciamos en las generaciones m¨¢s j¨®venes, donde denominarse fascista se est¨¢ convirtiendo casi en una identidad leg¨ªtima y que significa ser fuerte. Se est¨¢n viendo casos de acoso escolar con connotaciones fascistas, chicos que hacen el saludo romano en clase¡
P. ?C¨®mo contribuye la pol¨ªtica a normalizar esas situaciones que en otro momento har¨ªan saltar las alarmas?
R. Tenemos ministros de la Rep¨²blica que se resisten a declararse antifascistas.
P. Giorgia Meloni est¨¢ denunciando a intelectuales que han criticado sus or¨ªgenes o sus pol¨ªticas. ?Son tiempos duros en Italia para la reflexi¨®n y la cr¨ªtica?
R. Son las llamadas querellas temerarias. Sirven para bloquear a periodistas e intelectuales. Significa tambi¨¦n bloquear la libertad de prensa y de expresi¨®n. Lo usan para advertir que es mejor no hacer nada, no ir en contra. Es algo que ya hac¨ªa el dictador Benito Mussolini. Deber¨ªa asustarnos realmente.
Ap¨²ntate aqu¨ª a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.