Reivindicaci¨®n de la mujer deseante: c¨®mo las escritoras est¨¢n cambiando la mirada sobre el sexo
El bum de la literatura sobre el deseo da forma a una revoluci¨®n en marcha
No solo estamos redise?ando nuestro pacto social entre mujeres y hombres en lo p¨²blico y lo dom¨¦stico. Con la ficci¨®n, las autoras lo cuestionan, y espolean el cambio. Quiz¨¢ una de las tem¨¢ticas donde m¨¢s se evidencia esta subversi¨®n del orden es en la literatura sobre el deseo. Debuts como Lo que hay, de Sara Torres, o La seducci¨®n, su esperada segunda novela (lanzada el 4 de abril); ¨®peras primas como Tener la carne, de Carla Nyman, donde lo sexual roza lo escatol¨®gico; premios como el de Tusquets a Mira a esa chica (Cristina P¨¦rez Araujo) sobre el consentimiento; el I Premio Lumen de novela a Leticia Mart¨ªn por Vladimir, una Lolita al rev¨¦s; Tres maneras de decir adi¨®s, de Clara Obligado¡ Son decenas las autoras que reflexionan sobre el placer. En el sexo pesan siglos de roles y prejuicios, l¨®gico que sea tambi¨¦n en este terreno donde las mujeres luchen por redefinirse y desmontar el canon. El placer permite indagar en la identidad.
Novelas, relatos, poemas y ensayos contempor¨¢neos invitan a repensar el gozo a trav¨¦s de la forma y el fondo: un ritmo que imita el orgasmo femenino, verbos y sujetos que convierten a la mujer en agente, neologismos l¨ªricos que se esfuerzan por capturar el goce femenino, una subversi¨®n de los roles¡ ¡°En el momento en que es ella la que desea ¡ªy no solo la deseada¡ª y la que escribe ¡ªy no solo la descrita¡ª, es normal que las escenas de sexo se vean modificadas. La mujer sol¨ªa estar a expensas de lo que quisiera el var¨®n; su deseo hab¨ªa sido condenado. Transmitir deseo sexual expl¨ªcito a una mujer era una ofensa; ahora, es halagador. No hemos cambiado solo nosotras, ha cambiado todo¡±, opina Marta Jim¨¦nez Serrano (1990, Madrid), cuyo ¨²ltimo libro, No todo el mundo (Sexto Piso), ofrece un caleidoscopio en 14 relatos de voces que gozan y sufren en el amor.
La periodista Lisa Taddeo ya lo dej¨® claro en el libro de no ficci¨®n Tres mujeres (Principal de los Libros), donde consignaba los testimonios reales de tres estadounidenses en torno al deseo: que las mujeres conecten con su er¨®tica, que se pregunten qu¨¦ quieren en el sexo y lo materialicen es sin¨®nimo de autoestima. Marina Esborraz demuestra en el ensayo El deseo en femenino (Letras del Sur), donde analiza el goce de las mujeres a trav¨¦s de personajes de ficci¨®n, que a los movimientos feministas han correspondido protagonistas con actitudes m¨¢s liberadas en el sexo.
Para la soci¨®loga Fefa Vila N¨²?ez, de la UCM y editora de El libro de buen Vmor. Sexualidades raras y pol¨ªticas extra?as, formada con la te¨®rica feminista posestructuralista Teresa de Lauretis (Bolonia, 1938), hablar de deseo es hablar de identidad, aunque con matices. ¡°El deseo es un caballo desbocado, va por delante. Y hace que las mujeres nos escribamos y nos construyamos como un sujeto pol¨ªtico nuevo¡±, argumenta. Las nuevas ficciones refuerzan a la mujer como sujeto de acci¨®n sexual emancipado. ¡°Toda esta producci¨®n deseante en literatura vertebra, potencia y desarrolla la pol¨ªtica feminista y, a su vez, la retroalimenta¡±, asegura.
La identidad de las mujeres ha sido moldeada por el sistema heteropatriarcal: en el amor, para ser deseable a la mujer se le ha exigido ser buena, guapa, silenciosa, cuidadora y sacrificar el deseo en beneficio de la mirada masculina. Ser adicta al amor y olvidarse del deseo. Ense?anzas inculcadas no solo en la familia, sino tambi¨¦n en la literatura, donde ha primado el romanticismo y la fantas¨ªa de la salvaci¨®n: la princesa Disney rescatada por el hombre. ¡°Lo que es norma o imperativo externo se incorpora a la subjetividad, convirti¨¦ndose en ideal que moldear¨¢ el deseo¡±, escribe la psicoanalista Nora Levinton en su tesis doctoral, publicada como libro de ensayo por la Editorial Biblioteca Nueva en el a?o 2000. Con tanta tradici¨®n libresca firmada por hombres condicionados por una cultura represiva con el placer femenino, no solemos ser libres en lo que somos y deseamos ser. Como demostr¨® la argentina Luciana Peker en el ensayo Sexteame, amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), da igual lo que queramos: las mujeres deseantes dan miedo y muchos hombres se niegan a ceder su hegemon¨ªa. Porque el placer es poder. Pensarlo y escribirlo permite reapropiarse del cuerpo y alcanzar una identidad emancipada. El yo sexual no es innato ni adquirido, sino que se construye din¨¢micamente. ¡°Se reestructura en cada contexto espec¨ªfico por formas de la fantas¨ªa, conscientes e inconscientes, p¨²blicas y privadas. Por ejemplo, la lesbiana o queer est¨¢n definidos por una producci¨®n deseante que no solo ser¨ªa aut¨®noma respecto del var¨®n, sino que implicar¨ªa una producci¨®n diferente de referentes y de significados, de un mundo (otro)¡±, insiste la soci¨®loga Fefa Vila.
¡°Si la escritura es dif¨ªcil, una escritura digna de lo er¨®tico es muy dif¨ªcil¡±Clara Obligado, escritora
Como en su vida, en sus textos, Sara Torres (Gij¨®n, 1991) aparea narraci¨®n y pensamiento. ¡°Mi investigaci¨®n doctoral est¨¢ orientada al deseo, a la fantas¨ªa y al fetiche en la escritura. La manera en la que se organizan literariamente est¨¢ relacionada no solo con la sexualidad, sino con la identidad¡±, sentencia. Para pensar el eros, a Torres le interesa lo ambiguo, ya que abre un espacio de reflexi¨®n sobre la subjetividad. ¡°Las escenas sexuales de mis libros no son solo espacios de excitaci¨®n, sino de reflexi¨®n sobre lo humano¡±, corrobora.
Lo que hay (Reservoir Books) arranca con un encuentro sexual entre dos mujeres. ¡°Amo esa imagen desde abajo. Quien ha mirado a una mujer desde abajo sabe a qu¨¦ me refiero¡±, escribe la asturiana rompiendo paradigmas. Porque la orientaci¨®n espacial, donde se sit¨²a una mujer en la cama, disputa el sistema que ha conformado nuestra identidad. La mujer activa cuyo valor no reside en lo deseable que pueda ser, sino en lo deseante. ¡°Que un sujeto femenino hable del privilegio de ver desde abajo a una mujer es revolucionario, porque ?cu¨¢ntas escenas tenemos donde una chica habla del privilegio de estar con una mujer mientras la admira moverse desde abajo? Desde el campo de la representaci¨®n, aunque parezca peque?o, es revolucionario¡±, afirma. A pesar de que constructos como arriba-abajo o activo-pasivo y sus connotaciones de poder sigan influy¨¦ndonos, hay espacio para la disidencia. ¡°Contamos con unas din¨¢micas muy asentadas, con un repertorio de la imaginaci¨®n sexual aprendida por sobreexposici¨®n a im¨¢genes normativas¡±, afirma Torres.
En esta genealog¨ªa de mujeres que conforman su deseo y, por lo tanto, su identidad, Fefa Vila recuerda, entre otras, a precursoras como Virginia Woolf y Gertrude Stein. ¡°Son sujetos pol¨ªticos de su narraci¨®n, y se apropian y reformulan el contexto pol¨ªtico que habitan¡±, opina. Y subraya que todas ellas fueron ¡°sujetos exc¨¦ntricos¡±, lesbianas, bisexuales, capaces de problematizar la mirada masculina, la heterosexual y heteropatriarcal. Como ocurre en la cultura queer. ¡°La producci¨®n de la lesbiana representa la posibilidad de acceso a una sexualidad y a una nueva econom¨ªa libidinal que no es faloce?ntrica, lo que nombra un mundo diferente y genera posibilidades de redefinir lo pol¨ªtico¡±, asegura la tambi¨¦n ensayista.
La tendencia viene de lejos ¡ªya en Safo, la poeta griega, existe una mujer deseante¡ª, pero la tradici¨®n ¡ªmujer pasiva, hombre activo; la violencia sobre la mujer, los tab¨²es en torno a su sexualidad¡ª pesa desde la Biblia. Como nos recuerda Clara Obligado (Buenos Aires, 1950), exiliada en Madrid desde 1976 y una de las primeras, si no la primera, en impartir talleres de escritura er¨®tica en Espa?a (en el C¨ªrculo de Bellas Artes en los ochenta), faltan modelos para una genealog¨ªa femenina del deseo en literatura. ¡°Cuando empec¨¦ a escribir en 1989 La hija de Marx exist¨ªa muy poca er¨®tica escrita por mujeres. Tal vez, como muchos textos de Safo, se haya perdido. Hoy es m¨¢s sencillo exponer nuestro deseo¡±, asegura. En este terreno, la mujer ha estado ciega, ya que no ha tenido acceso a textos donde se hable del deseo desde la igualdad. En 1996, cuando se public¨® La hija de Marx, la novela de Obligado galardonada con el Premio Lumen, la b¨²squeda era activa, hab¨ªa que hacer una ex¨¦gesis de textos, construir un linaje de referentes ocultos y desperdigados. Hoy obras escritas por mujeres se exponen en las librer¨ªas como reclamo y las editoriales prestan m¨¢s atenci¨®n a sus manuscritos.
Fefa Vila insiste en que se trata de un fen¨®meno colectivo. ¡°Escribimos estos libros porque los procesos de fantas¨ªa y los referentes han cambiado y est¨¢n en marcha. La escritura es siempre pol¨ªtica, siempre colectiva; no olvidemos los textos feministas en Espa?a de los setenta y ochenta, y la poes¨ªa galega de los noventa, con Lupe G¨®mez, Xela Arias u Olga Novo¡±, afirma. Poetas que retorcieron el lenguaje para plasmar su deseo.
¡°Si la escritura es dif¨ªcil, una escritura con dignidad de lo er¨®tico es muy dif¨ªcil. Pide mucha investigaci¨®n y pensamiento. Con su escritura aprend¨ª que hablar del deseo es hablar de identidad¡±, afirma Obligado.
Sobre el placer femenino pesa la culpa: por ejemplo, de la masturbaci¨®n femenina no se hablaba ni en p¨²blico ni en privado, y muy poco en literatura. Escribir de pr¨¢cticas como la autosatisfacci¨®n contribuye a que la mujer se reapropie del cuerpo y, por lo tanto, la convierte en propietaria de su psique. A trav¨¦s de nuevas im¨¢genes, reflexiones y met¨¢foras, la mujer va conformando el yo.
En La hija de Marx, las mujeres se masturban y controlan su caudal er¨®tico. Abundan las escenas rupturistas: el resultado, con sus campos sem¨¢nticos del mar, sus escenas l¨¦sbicas, sus met¨¢foras y su ritmo m¨¢s cercano al orgasmo femenino que al masculino, est¨¢ a a?os luz de la monoton¨ªa. Todo es ¨¢gil. Todo huye del falocentrismo: ellas son due?as de sus cuerpos y lo que importa es su mirada, no la de los hombres. ¡°A la er¨®tica escrita por hombres la caracteriza la repetici¨®n y la eyaculaci¨®n. El ritmo es ascendente. Mi idea fue buscar alternativas y contestar a Las edades de Lul¨² [1989], donde la mujer vuelve a ser liberada por el hombre¡±, afirma Obligado. A pesar de que supusiera un revulsivo que un cuerpo no legitimado escribiera sobre sexo, casi 35 a?os despu¨¦s, salta a la vista que, en Las edades de Lul¨², Almudena Grandes mantiene una visi¨®n heteropatriarcal y faloc¨¦ntrica. ¡°La emancipaci¨®n de la imaginaci¨®n es muy lenta. Ser¨ªa una trampa esperar que pudiese surgir un sujeto emancipado de un d¨ªa para otro¡±, avisa Sara Torres.
La hija de Marx, relanzada por Lumen el a?o pasado, no es la ¨²nica novela bisagra de los noventa reeditada recientemente. Los caminos que abri¨® Amo a Dick (1997), de Chris Kraus, siguen recorri¨¦ndose. En Amo a Dick, como en Los favores, de Lillian Fishman (2022), o La seducci¨®n (2024), de Sara Torres, reflexi¨®n y deseo van unidos, de ah¨ª que la acci¨®n, la trama de la historia, est¨¦ abonada de comentarios ensay¨ªsticos. ¡°Como sucede con muchas novelas actuales, la lectora se plantea si lo que lee es verdad, cu¨¢nto tiene de memorias y cu¨¢nto de invenci¨®n. Kraus convierte la narraci¨®n en una obra de arte transformadora. Algo parecido hizo Lydia Davis con El final de la historia tambi¨¦n en los noventa¡±, afirma Julia Echevarr¨ªa, directora editorial de Alpha Decay, sello que desde sus inicios (hace 20 a?os) ha prestado atenci¨®n a la mirada de la mujer sobre el sexo, ya sea en ensayos (El buen sexo ma?ana, Katherine Angel, 2021), relatos (Las chicas no lloran, Olivia Gallo, 2021) o novelas (Soy fan, Sheena Patel, 2023). ¡°El sexo est¨¢ cada vez m¨¢s presente en la literatura escrita por mujeres. Se aborda de una forma natural y expl¨ªcita. Cada vez se tiene menos en cuenta la mirada masculina¡±, opina.
Kraus parti¨® de sus diarios, como ya hizo Ana?s Nin, y us¨® al personaje masculino para reflexionar sobre la identidad; en el pr¨®logo de la edici¨®n de 2022, Gabriela Wiener escribe: ¡°Ella usa a Dick para el discurso. Ella usa a Dick para la liberaci¨®n. Ella usa a Dick para la revancha. Ella usa a Dick para construir teor¨ªa. Y belleza¡±. Echevarr¨ªa lo tiene claro: los sentimientos de la protagonista hacia Dick importan poco. ¡°?l es un mero objeto de deseo que ella usa como desencadenante de su transformaci¨®n. Lo que importa es el cambio irreversible que se opera en ella, y la obra de arte a la que da lugar, no se trata de ¨¦l¡±, opina Echevarr¨ªa. Lo fundamental es la manera en la que la protagonista redefine su identidad a trav¨¦s del deseo.
El placer es subversivo en las mujeres: el gozo es motor de cambio en la sociedad. Las mujeres no solo se quieren vivas, quieren placer, reivindica Mar¨ªa del Mar Ram¨®n (Bogot¨¢, 1992) en el ensayo Coger y comer sin culpa. El placer es feminista (Paid¨®s, 2020). El erotismo es un asunto pol¨ªtico, un derecho fundamental que se les ha negado, de ah¨ª el ¡°feminismo del goce¡± que defienden pensadoras como Luciana Peker.
¡°Las escenas sexuales de mis libros son espacios de reflexi¨®n sobre lo humano¡±Sara Torres, novelista
En los noventa, la educaci¨®n sexual literaria de muchas adolescentes pasaba por autores como Henry Miller o Bukowski. Por mucha revoluci¨®n sexual antipuritana que desencadenasen, sus textos reprodujeron mandatos represivos de la sexualidad femenina. Por no hablar de los estereotipados roles repetidos hasta la saciedad en la literatura: la mujer-madre, la puta, la hija¡ Como recuerda la fil¨®sofa Celia Amor¨®s, la mujer es v¨ªctima de la dicotom¨ªa puta-santa.
¡°En mi generaci¨®n era un drama. No se le¨ªan casi mujeres¡±, asegura Clara Obligado. La mayor¨ªa de las entrevistadas coincide en que en esta explosi¨®n de literatura sobre el deseo escrita por mujeres influye que nos leamos entre nosotras, aunque con matices. A Jim¨¦nez Serrano no solo le ayud¨® la irlandesa Sally Rooney (Castlebar, 1991) a escribir escenas de sexo desde otro lugar, sino tambi¨¦n Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975). ¡°Su libro Mis documentos tiene no pocos hombres a la espera y no pocas mujeres tomando la iniciativa, y eso se ve en el sexo: el hombre no se tira a la mujer, sino que sencillamente hay dos personas acost¨¢ndose. Me interesa m¨¢s la mirada del que escribe que lo que tenga en la entrepierna: hay escritoras reproduciendo la mirada masculina, y viceversa¡±, sentencia Jim¨¦nez Serrano.
Hay joyas que tienden a permanecer veladas, por mucho valor que tengan. Amo a Dick tard¨® 10 a?os en agotar la primera edici¨®n. En EE UU fue a partir de 2017, con el #MeToo, cuando despeg¨®. ¡°El p¨²blico de los noventa y los primeros dos mil no estaba preparado. Con el hispanohablante ocurri¨® lo mismo, aunque m¨¢s tarde: la primera edici¨®n en castellano, en 2013, no se agot¨®, pese a aterrizar en Espa?a como de culto¡±, explica Echevarr¨ªa. En 2022, cuando la reimprimieron con un pr¨®logo de Gabriela Wiener, funcion¨® mucho mejor.
Sorprende que La hija de Marx, de Clara Obligado, no haya calado m¨¢s hondo. Tal vez por prejuicio, por las veleidades del mercado y las redes sociales ¡ªen el caso de Amo a Dick, el post sobre el libro de Rosal¨ªa en Instagram ayud¨®¨C, o por el azar, muchas de las escritoras de entre 20 y 45 a?os no han le¨ªdo ese texto fundacional. ?Tendemos a matar a la madre, pero no a la abuela? ¡°Bueno, yo soy una abuela que vive el poliamor en los 60. No creo que suceda por malignidad, sino por la persistencia de patrones que cuesta desmontar. Creo que las j¨®venes no nos leen a nosotras: leen y citan a muertas, o se leen y se citan entre ellas. Nosotras hicimos un movimiento para apoyarlas. Esta falta de reconocimiento es cruel y poco feminista¡±, plantea Obligado, que opina que el problema se perpetua al obliterarse parte de nuestra genealog¨ªa.
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