La esperanza m¨¢s ¨ªntima nace de la desesperaci¨®n
El fil¨®sofo surcoreano Byung-Chul Han afirma que la esperanza posee una tierna y bella audacia en su nuevo libro, ¡®El esp¨ªritu de la esperanza¡¯, del que ¡®Ideas¡¯ adelanta un extracto
Merodea el fantasma del miedo. Permanentemente nos vemos abocados a escenarios apocal¨ªpticos como la pandemia, la guerra mundial o las cat¨¢strofes clim¨¢ticas: desastres que continuamente nos hacen pensar en el fin del mundo o en el final de la civilizaci¨®n humana. En 2023, el Doomsday Clock o Reloj del Apocalipsis indicaba que faltaban 90 segundos para la medianoche. Dicen que su minutero jam¨¢s hab¨ªa estado tan cerca de las doce.
Parece que los apocalipsis est¨¢n de moda. Se venden ya como si fueran mercanc¨ªa: Apocalypses sell, ¡°los apocalipsis venden¡±. Y no solo en la vida real, sino que tambi¨¦n en la literatura y en el cine se respira un ambiente de fin del mundo. Por ejemplo, en su narraci¨®n El silencio, Don DeLillo cuenta la historia de un apag¨®n total. Numerosas obras literarias nos hablan tambi¨¦n de ascensos de temperatura y de subidas del nivel del mar. La ficci¨®n clim¨¢tica se ha implantado ya como un nuevo g¨¦nero literario. Otro ejemplo: la novela de T. C. Boyle Un amigo de la tierra nos narra un cambio clim¨¢tico de dimensiones apocal¨ªpticas.
Estamos padeciendo una crisis m¨²ltiple. Miramos angustiados a un futuro t¨¦trico. Hemos perdido la esperanza. Pasamos de una crisis a la siguiente, de una cat¨¢strofe a la siguiente, de un problema al siguiente. De tantos problemas por resolver y de tantas crisis por gestionar, la vida se ha reducido a una supervivencia. La jadeante sociedad de la supervivencia se parece a un enfermo que trata por todos los medios de escapar de una muerte que se avecina. En una situaci¨®n as¨ª, solo la esperanza nos permitir¨ªa recuperar una vida en la que vivir sea m¨¢s que sobrevivir. Ella despliega todo un horizonte de sentido, capaz de reanimar y alentar a la vida. Ella nos regala el futuro.
Se ha difundido un clima de miedo que mata todo germen de esperanza. El miedo crea un ambiente depresivo. Los sentimientos de angustia y resentimiento empujan a la gente a adherirse a los populismos de derechas. Atizan el odio. Acarrean p¨¦rdida de solidaridad, de cordialidad y de empat¨ªa. El aumento del miedo y del resentimiento provoca el embrutecimiento de toda la sociedad y, en definitiva, acaba siendo una amenaza para la democracia. Con raz¨®n dec¨ªa el presidente estadounidense saliente Barack Obama en su discurso de despedida: Democracy can buckle when we give in to fear (la democracia puede derrumbarse si cedemos ante el miedo). La democracia es incompatible con el miedo. Solo prospera en una atm¨®sfera de reconciliaci¨®n y di¨¢logo. Quien absolutiza su opini¨®n y no escucha a los dem¨¢s ha dejado de ser un ciudadano.
El miedo ha sido desde siempre un excelente instrumento de dominio. Vuelve a las personas d¨®ciles y f¨¢ciles de extorsionar. En un clima de angustia las personas no se atreven a expresar libremente su opini¨®n, por miedo a la represi¨®n. Los discursos de odio y los linchamientos digitales, que claramente atizan el odio, impiden que las opiniones puedan expresarse libremente. Hoy ya nos da miedo hasta pensar. Se dir¨ªa que hemos perdido el valor de pensar. Y, sin embargo, es el pensamiento, cuando se hace emp¨¢tico, el que nos abre las puertas de lo totalmente distinto. Cuando impera el miedo las diferencias no se atreven a mostrarse, de modo que solo se produce una prosecuci¨®n de lo igual. Se impone el conformismo. El miedo nos cierra las puertas a lo distinto. (¡)
Donde hay miedo es imposible la libertad. Miedo y libertad son incompatibles. El miedo puede transformar una sociedad entera en una c¨¢rcel, puede ponerla en cuarentena. El miedo solo instala se?ales de advertencia. La esperanza, en cambio, va dejando indicadores y se?alizadores de caminos. La esperanza es la ¨²nica que nos hace ponernos en camino. Nos brinda sentido y orientaci¨®n, mientras que el miedo imposibilita la marcha.
Hoy no solo tenemos miedo de los virus y las guerras. Tambi¨¦n el miedo clim¨¢tico inquieta a la gente. Los activistas clim¨¢ticos confiesan tener ¡°miedo al futuro¡±. El miedo les roba el futuro. No hay duda de que hay motivos para tener ¡°miedo clim¨¢tico¡±. Eso es innegable. Pero lo verdaderamente preocupante es la propagaci¨®n del clima de miedo. El problema no es el miedo a la pandemia, sino la pandemia de miedo. Las cosas que se hacen por miedo no son acciones abiertas al futuro. Las acciones necesitan un horizonte de sentido. Deben ser narrables. La esperanza es elocuente. Narra. Por el contrario, el miedo es negado para el lenguaje, es incapaz de narrar.
Angustia (en medio alto alem¨¢n angest, en antiguo alto alem¨¢n angust) significa originalmente, igual que en lat¨ªn, ¡°angostura¡±. Al constre?ir y bloquear la visi¨®n, la angustia sofoca toda amplitud, toda perspectiva. Quien se angustia se siente acorralado. La angustia conlleva la sensaci¨®n de aprisionamiento y encerramiento. Cuando estamos angustiados el mundo se nos antoja una c¨¢rcel. Tenemos cerradas todas las puertas que nos sacar¨ªan al aire libre. La angustia impide el futuro cerr¨¢ndonos las puertas a lo posible, a lo nuevo.
Ya por la etimolog¨ªa del t¨¦rmino, la esperanza es opuesta al miedo. El diccionario etimol¨®gico de Friedrich Kluge explica as¨ª la voz hoffen, ¡°esperar¡±: ¡°Cuando uno quiere ver m¨¢s lejos o trata de ver mejor, se estira hacia delante¡±. Por tanto, esperanza significa ¡°mirar a lo lejos, mirar al futuro¡±. La esperanza nos abre los ojos a lo venidero. El verbo verhoffen, ¡°tomar el viento¡±, tiene a¨²n el sentido original de esperar, hoffen. En la jerga de caza significa ¡°indagar o rastrear por el viento la caza¡±, es decir, detenerse para escuchar, para acechar, para olfatear. Por eso, se dice ¡°el perro toma el viento¡±. Quien espera ¡°toma el viento¡±, es decir, mira d¨®nde ponerse y qu¨¦ direcci¨®n tomar.
La esperanza m¨¢s ¨ªntima nace de la desesperaci¨®n m¨¢s profunda. Cuanto m¨¢s profunda sea la desesperaci¨®n, m¨¢s fuerte ser¨¢ la esperanza. (¡)
Desesperaci¨®n y esperanza son como valle y monta?a. La negatividad de la desesperaci¨®n es inherente a la esperanza. As¨ª explica Nietzsche la relaci¨®n dial¨¦ctica entre esperanza y desesperaci¨®n: ¡°La esperanza es un arco iris despleg¨¢ndose sobre el manantial de la vida que se precipita en vertiginosa cascada; un arco iris cien veces engullido por el espumaje y otras tantas veces rehecho de nuevo, y que con tierna y bella audacia despunta sobre el torrente, ah¨ª donde su rugido es m¨¢s salvaje y peligroso¡±.
No hay descripci¨®n m¨¢s certera de la esperanza. Posee una tierna y bella audacia. Quien tiene esperanza obra con audacia y no se deja confundir por los rigores y las crudezas de la vida. Al mismo tiempo, la esperanza tiene algo de contemplativo. Se estira hacia delante y aguza el o¨ªdo. Tiene la ternura de la receptividad, que le da belleza y encanto. No es lo mismo pensar con esperanza que ser optimista. A diferencia de la esperanza, el optimismo carece de toda negatividad. Desconoce la duda y la desesperaci¨®n. (¡) A diferencia del optimismo, la esperanza supone un movimiento de b¨²squeda. Es un intento de encontrar asidero y rumbo. Quiz¨¢ sea precisamente por eso que nos lanza hacia lo desconocido, hacia lo intransitado, hacia lo abierto, hacia lo que todav¨ªa no es, porque no se queda en lo sido ni en lo que ya es. Pone rumbo a lo que a¨²n est¨¢ por nacer. Sale en busca de lo nuevo, de lo totalmente distinto, de lo que jam¨¢s ha existido.
Byung-Chul Han (Seúl, 1959) es filósofo y ensayista, y da clases en la Universidad de las Artes de Berlín. Este extracto es un adelanto de El espíritu de la esperanza, de Herder, que se publica el 3 de septiembre.
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