Eduardo Souto de Moura, el arquitecto de las estrellas que tiene los pies en la tierra
Medalla de Oro del C¨ªrculo de Bellas Artes 2023, el portugu¨¦s busca el sentido profundo de su oficio
Asus 71 a?os, Souto de Moura est¨¢ siempre trabajando. No respeta ni los fines de semana. Antes de hablar con este peri¨®dico por videoconferencia, mientras su secretaria prepara el set, dibuja en una libretita, ensimismado. Est¨¢ en su estudio, en Oporto, ante una gran mesa, con un panel de cientos de bocetos como pared. Algo despistado, bonach¨®n, respira haciendo ruido, con los pulmones menguados tras a?os de tabaquismo. Es uno de los arquitectos estrella de Portugal, premio Pritzker de arquitecto y Wolf por las Artes, ¨²ltimo galardonado con la Medalla de Oro del C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid (junto a Theodor Kallifatides), disc¨ªpulo y amigo de ?lvaro Siza, que es adem¨¢s t¨ªo pol¨ªtico de su esposa. Pura endogamia en un pa¨ªs peque?o de ¨¦lites peque?as. Souto de Moura, gafas a medio caer sobre la nariz, pelo recio bien peinado hacia atr¨¢s y cuerpo generoso, habla un portugu¨¦s fant¨¢stico, el de las clases educadas, que pasa por la palabra justa y bien elegida, enhebrada por giros de respeto y volutas artificiosas de los c¨®digos de antes. Rompe el silencio con cierta ternura y pregunta por las vigas de casta?o sobre su interlocutor al otro lado de la pantalla. Todo lo que le mueve es la cosa constructiva y a trav¨¦s de ella parece ver la vida.
Hijo de un oftalm¨®logo de Braga y educado en la escuela italiana de Oporto, estudi¨® en la Academia de Bellas Artes Esbap despu¨¦s de leer a los existencialistas imitando a su hermano, que fue procurador geral da Rep¨²blica, el equivalente a fiscal general del Estado. Cuando acab¨® la carrera, cre¨ªa que arquitectura era pensar la arquitectura. Y ah¨ª estaba, enredado en lo te¨®rico, hasta que empez¨® a trabajar con ?lvaro Siza, que le asign¨® la construcci¨®n de Saal, las villas operarias (casas para obreros) que proliferaron en los a?os de la Revoluci¨®n de los Claveles. De Siza aprendi¨® c¨®mo construir la forma sin gustarle su lenguaje. Mientras que el viejo Pritzker es capaz de tirarse una semana o un mes para dise?ar el marco de una puerta, a Souto de Moura le es imposible regodearse en los detalles. Para ¨¦l, la arquitectura tiene mucho de servicio. Dice que, a diferencia de Siza, nunca piensa que est¨¢ haciendo una obra de arte mientras dise?a.
Le dieron el Pritzker en 2011. A pesar del premio, no le fue todo lo bien que deber¨ªa. Fue un arquitecto en paro y tuvo que buscarse la vida fuera, saliendo de su refugio portugu¨¦s en la ciudad de Oporto. Fueron los a?os del crematorio del cementerio Hoog-Kortrijk en B¨¦lgica o la Capilla Vaticana para La Biennale di Venezia. ¡°La arquitectura es naturaleza y la naturaleza est¨¢ hecha por Dios¡±, dice de su obra tras matizar que no es un hombre religioso. Pero a Souto de Moura le excita mover tierras, crear espacios nuevos, ordenar el mundo. Su gran proyecto fue el estadio de Braga, donde se entusiasm¨® con un edificio y con una geograf¨ªa, tirando piedras, reventando una colina, algo que, aunque advierte que hay que respetar la naturaleza, volver¨ªa a hacer, de la misma manera, a pesar de las cr¨ªticas. ¡°Dicen que el estadio es fr¨ªo y ventoso. Y as¨ª es. Yo nunca quise un espacio calefactado¡±, bromea con sorna. Fuera de esta dimensi¨®n casi de land art, De Moura disfruta construyendo casas peque?as. En esta escala se percibe un entendimiento del paisaje semejante. Las construye para ¨¦l, sin pensar en el cliente, ya sea el cineasta Manoel de Oliveira o el mism¨ªsimo Cristiano Ronaldo. Si no le gusta la deriva de un proyecto o entra en conflicto, lo abandona. Al fin y al cabo, a ¨¦l le gusta la arquitectura, no hacerse rico. ¡°Si hubiera querido ganar dinero me hubiera dedicado a la especulaci¨®n inmobiliaria, no a la arquitectura. A m¨ª no me interesa hacer una casa para una estrella, sino encontrar otra manera de hacer las cosas¡±.
Souto de Moura trabajar¨ªa m¨¢s si la salud lo acompa?ase. Por las ma?anas debe quedarse en casa con la m¨¢quina de ox¨ªgeno. Su sempiterno cigarrillo dio paso a un enfisema y hace 16 a?os estuvo en estado cr¨ªtico. Eso s¨ª, por las tardes va al estudio y echa el resto del d¨ªa esbozando proyectos. Tiene tres hijas, dos de ellas arquitectas, con quienes no trabaja para mantener la independencia.
Admira a Espa?a, sobre todo Madrid, donde se siente en casa y frecuenta restaurantes y librer¨ªas. Muchos de sus amigos son arquitectos espa?oles, como Juan Miguel Hern¨¢ndez Le¨®n, que lo ha reconocido con la Medalla de Oro del C¨ªrculo de Bellas Artes y subraya su concepto abierto a otras artes: ¡°Siempre he admirado en Eduardo su inteligencia para integrar en su obra las sugerencias que encuentra en el arte contempor¨¢neo sin abandonar la propia arquitectura¡±. O el navarro Patxi Mangado, que cree que es un arquitecto que no aburre y su manera de ejercer la amistad es similar a su manera de hacer arquitectura: ¡°No juzga nunca y se molesta cuando a un amigo suyo, sin raz¨®n, alguien le es desleal¡±. Ajeno a esas loas, el portugu¨¦s sigue entreg¨¢ndose a lo suyo. Probablemente haya ido hoy a la casa que est¨¢ construyendo para s¨ª mismo cerca de Braga. La obra le ocupa sus domingos. Dice que, como no va a misa, a eso dedica el d¨ªa santo.
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