Siria y los sirios empiezan a reconstruirse
Los supervivientes de siete a?os de guerra comienzan a regresar a sus hogares mientras el Gobierno trabaja en restaurar infraestructuras en las grandes ciudades
Enfrentarse a las ruinas del barrio Al Sukkari, el m¨¢s devastado de Alepo, encoge el coraz¨®n a cualquiera. Lo que un d¨ªa fueran edificios rebosantes de vida se han convertido en esqueletos de alambres enjambrados por colgajos de cemento. Alepo cumple un a?o desde que el Ej¨¦rcito regular sirio expulsara a unos 2.000 insurrectos y yihadistas atrincherados en un pu?ado de barrios. Entre una tremenda monta?a de escombros, sorprendentemente asoma la vida. Una colorida colada que asoma sobre el poyete de un balc¨®n, se?ala que, all¨ª, ha regresado una familia de desplazados.
¡°Hemos vivido cinco a?os acogidos en un colegio. Pero este mes nos dijeron que ten¨ªamos que irnos¡±. Quien habla es Nahla Jataba, de 38 a?os y madre de siete. Su familia es una de las dos que regresado a este edificio que, antes de la guerra, albergaba 15 hogares. ¡°No sabemos nada de nuestros vecinos. Algunos se fueron a Turqu¨ªa, otros a Damasco¡±, explica. Alepo, la ciudad m¨¢s poblada de Siria con casi cinco millones de habitantes en 2010, vio huir a una quinta parte de ellos a otras ciudades. Unos 332.000 han vuelto a lo que queda de sus casas.
Jataba ha pedido a su hermano un pr¨¦stamo de 1.600 euros ¡ªunos dos a?os de sueldo en Siria¡ª para poder rehabilitar su antiguo hogar. Blanquecinos ladrillos contrastan con los boquetes en las paredes de los pisos vecinos, que exponen imp¨²dicamente salones y ba?os como si de una casa de mu?ecas se tratara. Las vistas de su balc¨®n dan al antiguo colegio de sus hijos, hoy reducido a la horizontal como el 40% de las escuelas del pa¨ªs.
En este s¨¦ptimo a?o de contienda, las tropas regulares sirias han recuperado alrededor de un 70% del territorio, donde vive el 78% de los sirios. Controlan las mayores urbes ¡ªDamasco, Homs, Alepo¡ a excepci¨®n de Raqa¡ª. El balance humano de la guerra es demoledor con entre 320.000 y 470.000 muertos ¡ªseg¨²n las fuentes¡ª, un tercio de ellos civiles. El coste econ¨®mico asciende a 200.000 millones de euros, con el 27% de los hogares sirios destrozados por los combates, seg¨²n c¨¢lculos? del Banco Mundial. Acompa?ado por un funcionario del Gobierno, EL PA?S recorre las tres principales urbes sirias: Damasco, Alepo y Homs.
Las obras de reconstrucci¨®n son visibles en las carreteras que conectan las ciudades, en los espacios p¨²blicos y las zonas catalogadas como patrimonio cultural. Pero el 10% de los seis millones de desplazados internos que este a?o han decidido regresar a sus hogares ¡ªla mitad de ellos a Alepo¡ª han de costearse la rehabilitaci¨®n de sus viviendas. Otros cinco millones de refugiados siguen desperdigados en los pa¨ªses vecinos y en Europa. Hoy quedan en el pa¨ªs 18 millones de los 23 que hab¨ªa al inicio de la guerra.
Seis a?os de guerra siria en cifras
Cientos de miles de personas, un tercio civiles, han muerto en los seis a?os de contienda. Unas 320.000 personas, seg¨²n el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, y 470.000, seg¨²n el Banco Mundial
La mitad de los 23 millones de sirios que hab¨ªa en 2011 ha tenido que huir de su casa. Seis millones est¨¢n en Siria, cinco millones se han refugiado en los pa¨ªses vecinos
Los combates han vaciado el campo. La poblaci¨®n urbana ha pasado del 56% en 2011 al 72% en 2016
Unos 600.000 desplazados internos han retornado a sus hogares en 2017, la mitad de ellos a la provincia de Alepo
El Banco Mundial cifra en 200.000 millones de euros la factura econ¨®mica de m¨¢s de seis a?os de guerra
Las dos principales fuentes de ingresos se han desplomado: la producci¨®n de crudo y gas ha ca¨ªdo un 93% y la agr¨ªcola, un 40%
Est¨¢ total o parcialmente destruido el 27% de los hogares urbanos; el 50% de los centros m¨¦dicos y el 43% de las escuelas
Lo primero, limpiar las minas
¡°Lo primero ha sido limpiar de explosivos y minas los barrios. Despu¨¦s despejar las calles de escombros y ahora empezaremos a rehabilitar los servicios b¨¢sicos¡±, explica Lama Keyali, del departamento de prensa de la Gobernadur¨ªa de Alepo. En la pr¨¢ctica, las palabras de Keyali se traducen en seis a?os de continuado trabajo para limpiar los 14,9 millones de toneladas de escombros que la guerra ha dejado en la que fue la mayor ciudad y capital econ¨®mica de Siria. Y ello, con unas arcas estatales secas tanto por el esfuerzo b¨¦lico como por la ca¨ªda en picado de las dos principales fuentes nacionales de ingresos: la producci¨®n del crudo ha ca¨ªdo un 93% y la agr¨ªcola, un 40%.
En la alcald¨ªa de Alepo han elaborado un plan de reconstrucci¨®n que, sin embargo, ninguno de sus arquitectos logra traducir en cifras. En el terreno, el grado de destrucci¨®n var¨ªa de calle a calle, de barrio a barrio, siendo Alepo la segunda provincia m¨¢s afectada por el conflicto de las 14 con las que cuenta el pa¨ªs, despu¨¦s de Raqa.
La solidaridad de los conciudadanos
Varias calles m¨¢s all¨¢ de Al Sukkari un hombre se adentra en lo que se antoja un edificio al borde del derrumbe. Munido con una linterna sortea ¨¢gil la hilera de pelda?os que parecen sostenerse sobre el vac¨ªo hasta alcanzar el tercer piso. Ahmad Halar, de 58 a?os y antiguo portero, explica por qu¨¦ tuvo que abandonar su casa en el barrio kurdo de Sheij Masoud el 15 de junio de 2014: ¡°Porque las milicias kurdas me ped¨ªan a uno de mis hijos en sus filas para poder quedarnos¡±.
¡°Tengo siete hijos. Bueno, seis, porque uno muri¨® combatiendo en Al Bab¡±, cuenta en el sal¨®n de su nuevo hogar. Otros tres de sus varones combaten con el Ej¨¦rcito sirio. El menor, Ahmed, est¨¢ de baja envuelto entre mantas sobre un colch¨®n postrado frente al televisor tras haber sido herido en una pierna. Sobreviven con los 65 euros que logran juntar entre la pensi¨®n de viudedad de su nuera y el sueldo que el patriarca gana cargando bidones de aceite en una f¨¢brica. No pueden costearse los 50 euros de alquiler que les piden por un piso sin amueblar, as¨ª que han decidido ocupar este edificio en ruinas. A Halar le ha salvado la solidaridad de sus conciudadanos. Desde la del due?o del edificio que no le exige renta a un desconocido que un d¨ªa apareci¨® con una puerta con la que sellar la entrada de su vivienda.
Es en los espacios p¨²blicos donde se percibe el mayor ajetreo de obreros y camiones de cemento. El viejo zoco de Alepo, de m¨¢s de 3.000 a?os, ha sido destruido al 70% por los combates. Esta semana varios comerciantes han reabierto sus tiendas y la avenida est¨¢ a rebosar de clientes. Es el caso de Abderrahman Shisman, de 41 y tercera generaci¨®n de productores del famoso jab¨®n de Alepo. ¡°Con las f¨¢bricas destruidas en Alepo ahora producimos en Afr¨ªn [localidad kurda al norte]¡±, explica. Sin aviones ni morteros sobrevolando sus cabezas, los alepinos se acercan en masa para visitar el casco antiguo sorteando los boquetes del suelo. Las gr¨²as se balancean sobre la mezquita omeya y entre callejas se avistan improvisados tenderetes.
La autopista entre Damasco y Alepo huele a asfalto reci¨¦n esparcido y los escombros que torpedeaban el camino 10 meses atr¨¢s han desaparecido. Aquellos poblados de tr¨¢nsito como Esfira recobran sus interminables atascos con autocares, camiones repletos de mercanc¨ªas, tanques rusos o furgonetas cargadas de familias estrujadas entre b¨¢rtulos.
En Homs se yergue de nuevo el indescriptible escenario producto de la destrucci¨®n humana. El barrio de Khald¨ªe es el m¨¢s afectado. All¨ª, hileras de edificios derrumbados se relevan hasta donde alcanza la vista. Un pu?ado de soldados saluda afable a los conductores de autobuses y taxistas que, de cuando en cuando, impregnan de movimiento la est¨¢tica imagen de posguerra. Varias l¨ªneas de autobuses han sido restablecidas para recoger a las 25 familias que han regresado a vivir en esta ratonera.
Regreso a lo que queda del hogar
De la nada aparecen tres mujeres escoltadas por un adolescente. Es la primera vez en seis a?os que los Badous se han atrevido a aventurarse para ver qu¨¦ ha sido de su hogar. Con la inmunidad psicol¨®gica que confieren largos a?os expuestos a la guerra y sus traumas, el tr¨¢gico momento no es uno de llantos y lamentos como cab¨ªa esperar. Las mujeres se llevan las manos a la boca o a la cabeza, y apenas avanzan un par de metros para evitar hundirse en un suelo inestable. ¡°Mira a d¨®nde han ido a parar las cortinas¡±, dice la matriarca, al tiempo que recoge un inservible mechero del suelo. ¡°Buff, no queda nada¡±, resopla su hermana, incapaz de asimilar lo que tiene enfrente. Cabizbajas emprenden el camino de vuelta al piso del alquiler que, ahora saben, habr¨¢n de pagar varios a?os m¨¢s.
Los muros que anta?o separaban edificios han sido perforados para permitir el tr¨¢nsito de los combatientes y resguardarse de la mirilla de los francotiradores. Una pintura de un caser¨ªo de campo ha resistido sobre la pared de lo que parece fuera un sal¨®n. A sus pies se esparcen ropas y enseres, testigos mudos de una vida pasada. En el patio interno, un jazm¨ªn de dos metros crece orgulloso entre restos de basura, ajeno tanto a la guerra como a la posguerra.
El parque camposanto y las bodas
A medio d¨ªa comienza el tronar de r¨¢fagas de Kalashnikov en el cementerio de Ferdus, en el centro de Homs. En realidad, este terreno fue proyectado como parque, pero la guerra lo ha condenado a convertirse en el camposanto de los m¨¢rtires. Centenares de tumbas siembran la tierra. La mayor¨ªa de soldados, como Shadi, en la veintena, al que entierra su familia entre el desconsolado sollozo de su esposa y el murmuro de los rezos. Muri¨® en el frente de Hama, recordando que mientras tres cuartos del pa¨ªs intentan reconstruir su vida, otro cuarto sigue sumido en los frentes de batalla. Todas las tumbas est¨¢n fechadas del 2012 en adelante. Los m¨¢s peque?os han ca¨ªdo en la mir¨ªada de atentados terroristas que han sacudido la ciudad.
Los combatientes (insurrectos, yihadistas o soldados) suman el 60% de las v¨ªctimas?de la guerra. Al tiempo que el Gobierno de Damasco celebra la inminente victoria, existen focos de guerra en varias regiones como Idlib, Deir Ezzor, la periferia de Damasco o Hama. El resto, se esfuerza en recomenzar de nuevo.
¡°Son 15 de los 30 barrios de Homs los afectados o destruidos por la guerra¡±, dice en el Ayuntamiento Reem Baalbaki, arquitecta del grupo de expertos encargados de la reconstrucci¨®n. En la Gobernadur¨ªa a¨²n no logran evaluar su coste. Entre tartas de hormig¨®n y lianas de metal se avista la luz de una farola. A pocos metros camina una familia cogida de la mano. En este barrio, varios comerciantes reabrieron sus puertas un a?o atr¨¢s. Fueron los primeros en solicitar a la alcald¨ªa el restablecimiento de un tendido el¨¦ctrico y del conducto de agua. Hace seis meses que la familia Kabani trabaja en la reconstrucci¨®n de su hogar. Los combates han dictado la suerte y el tiempo que los desplazados tardar¨¢n en regresar a sus casas. Cada ma?ana, esta familia camina varias calles hasta llegar a la avenida de Hamidie, donde resurge la vida entre un agitado tr¨¢fico y el bullicio de los comercios.
Al anochecer repiquetean de nuevo los tiros al aire. Esta vez para festejar las bodas. Sara, de 22 a?os, y Mohamed, de 30, se casan. El soldado ha obtenido cuatro d¨ªas de permiso del frente de Abu Kamal, al sureste, el que fuera el ¨²ltimo reducto del ISIS en Siria. En el sal¨®n de belleza de Alestora, el traj¨ªn es agotador. Las novias pululan nerviosas en busca de una pesta?a postiza perdida, un retoque de u?as, o algo m¨¢s de laca en el peinado.
Al igual que en Alepo, la reconstrucci¨®n del zoco de Homs avanza a buen ritmo. ¡°Desde 2014, hemos rehabilitado 165 de los 380 comercios¡±, cuenta Bahaa Khuzan, responsable del proyecto de rehabilitaci¨®n financiado por el PNUD (el Programa de la ONU para el Desarrollo).
24 horas de luz, por fin
De regreso a Damasco, coraz¨®n del pa¨ªs con 4,5 millones de habitantes en tiempos de preguerra. ¡°?Hace m¨¢s de un mes que tenemos casi 24 horas de electricidad!¡±, cuenta euf¨®rico El¨ªas, en el barrio cristiano de Bab Tuma. Damasco ciudad ha sobrevivido casi intacta, si no fuera por las cicatrices invisibles que arrastran consigo sus habitantes, entre ellos un mill¨®n de desplazados. En los ¨²ltimos diez d¨ªas 76 morteros lanzados desde zonas insurrectas han matado a 33 personas y herido a 154. Decenas de civiles han muerto tambi¨¦n en esa periferia insurrecta damascena bajo las bombas de los aviones rusos y sirios que sobrevuelan la capital constantemente.
Conforme la vida parece retornar a las principales ciudades y los desplazados regresan con cuentagotas a sus hogares, en las escasas bolsas insurrectas prosiguen la guerra, los bombardeos y la escasez de v¨ªveres. La periferia de Damasco ha sido inaccesible a la prensa, debido a los combates. En barrios como Jubar, Meliha, Daraya o Yarmouk, que EL PA?S ha cubierto en los ¨²ltimos a?os, apenas queda el 25% de la poblaci¨®n. Nadie se ha aventurado all¨ª para valorar los da?os de la guerra.
Destellos de la 'libanizaci¨®n' de Damasco
El infernal tr¨¢fico regresa a las calles de la capital donde sus gentes parecen adoptar la filosof¨ªa del carpe diem que en ¨¦pocas de posguerra civil caracteriz¨® a los libaneses. "La gente quiere volver a vivir, as¨ª que nadie piensa ya en ahorrar", dice Muna, estudiante de filolog¨ªa francesa en Damasco. Los bares, caf¨¦s y restaurantes se multiplican en la ciudad desbordando los l¨ªmites establecidos por la ley. La libanizaci¨®n?de Damasco se extiende incluso en el surgir del culto a la imagen. La capital siria se convierte en el nuevo destino para someterse a operaciones quir¨²rgicas est¨¦ticas, en las que sus pacientes agotan sus exiguos ahorros para implantarse silicona o hacerse un retoque nasal.
Casarse se ha convertido en uno de los principales desaf¨ªos para los j¨®venes sirios, generaci¨®n que arrastra una tasa de desempleo del 78%. ¡°La boda ha costado unos 350 euros, sin contar la casa claro¡±, dice un embriagado Mohamed, de 30. Las novias alquilan los trajes de boda por entre 15 y 30 euros, y los banquetes se reducen a un escueto tapeo y refrescos. Pero a pesar del duelo que cada familia carga con al menos un muerto durante la contienda, estas parejas han decidido iniciar una nueva vida y endeudarse para hacerlo.
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