Cinco supervivientes de violencia sexual rompen el silencio: ¡°Contar mi agresi¨®n me ha ayudado a sanar¡±
Los abusos sexuales son una epidemia silenciosa con un alto coste social. Quienes los han sufrido suelen callar por la culpa, el estigma y el miedo. Algunas comienzan a hablar
Alrededor de 120 millones de ni?as en todo el mundo ¡ªm¨¢s de una de cada diez¡ª ha sufrido violencia sexual a lo largo de su vida, seg¨²n datos recientes de Unicef. En Europa, una de cada diez mujeres ha sido v¨ªctima violencia sexual desde los 15 a?os; y una de cada 20 revel¨® que hab¨ªa sido violada en la ¨²ltima encuesta de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE (2014). A nivel mundial, una de cada 14 ha sufrido alg¨²n tipo de agresi¨®n sexual ¡ªabusos con y sin penetraci¨®n, por ejemplo¡ª por parte de alguien que no es su pareja, como apunta un estudio de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), el mayor informe global hecho hasta la fecha. Un marea abrumadora de cifras que, sin embargo, seg¨²n las expertas, no ofrece la radiograf¨ªa real de lo que consideran una epidemia silenciosa.
Epidemia porque tiene efectos devastadores en m¨¢s de la mitad de la sociedad. Silenciosa porque son mayor¨ªa las mujeres que ocultan estas agresiones ¨ªntimas. ¡°Tienen mucho miedo a que no las comprendan, padecen un gran sentimiento de culpa que no es algo cong¨¦nito, sino que de alguna forma les llega desde el entorno. Un entorno en el que todav¨ªa se trata este tema con una frivolidad extrema, en el que a¨²n se oye cotidianamente que ella se lo estaba buscando, que algo hizo; sobre todo cuando se trata de alguien conocido, un familiar, amigo, allegado, que es el 80% de las veces¡±, remarca Tina Alarc¨®n, presidenta del Centro de Asistencia a V¨ªctimas de Agresiones Sexuales de Madrid (CAVAS), que lleva casi cuatro d¨¦cadas trabajando con mujeres que han vivido situaciones de abusos sexuales. Y el fen¨®meno es global. En todo el mundo el patr¨®n de culpa y culpabilizaci¨®n, desamparo, incomprensi¨®n y desinformaci¨®n es com¨²n. Estas son algunas de las historias de supervivientes de la violencia sexual. Mujeres que rompen el silencio con sus historias para acabar con el tab¨² y frenar la epidemia.
Ana: ¡°Quien deb¨ªa cuidarme y protegerme me rob¨® la inocencia¡±
La primera vez que ¨¦l entr¨® en su habitaci¨®n estaba dormida. Hac¨ªa fr¨ªo y estaba tapada hasta arriba con el edred¨®n. Han pasado 21 a?os, pero Ana ha vuelto a esa noche otras muchas. Puede ver el color de las s¨¢banas, recordar que ¨¦l llevaba un pijama azul. Con el paso de los a?os, ese recuerdo difuso al principio es cada vez m¨¢s claro. La luz anaranjada que emit¨ªa la lamparita de la mesilla de noche, el gotel¨¦ de la pared. ¡°Ten¨ªa siete a?os, era una renacuaja a la que le encantaba jugar a las construcciones y salir al patio, me sent¨ªa bastante feliz¡±, cuenta encogi¨¦ndose de hombros y aferr¨¢ndose a la taza de t¨¦ que tiene entre las manos largas y huesudas.
Hoy tiene 28 a?os y es una joven espigada de pelo negro y mirada color avellana. Le ha costado un lustro hablar de los abusos sexuales que sufri¨® por parte de un familiar muy cercano. Abusos que duraron hasta los 17 y que, explica, nunca ha contado a su madre ni a su hermano. ¡°Es por eso que es mejor que me llames Ana¡±.
¡°Crec¨ª como si fuera dos personas, una peque?a y asustada que recib¨ªa la visita de ese hombre y otra, risue?a y habladora, temerosa de que alguien descubriese lo que estaba pasando¡±, cuenta. Y as¨ª pasaron los a?os hasta que, despu¨¦s de un intento de suicidio las ¡°visitas¡± se hicieron menos frecuentes. Despu¨¦s, ella se march¨® de su casa, en una ciudad espa?ola, a Madrid. Y apenas ha vuelto. Hoy, Ana se est¨¢ recuperando. Lleva unos a?os en tratamiento por ansiedad y por el trastorno de la alimentaci¨®n que sufre desde la adolescencia, algo muy com¨²n en personas que han experimentado abusos, seg¨²n las expertas. ¡°Cada d¨ªa me digo que soy una superviviente, que he pasado por mucho y que puedo con todo, que ese hombre que ten¨ªa toda mi confianza, que deb¨ªa cuidarme y protegerme, mi abusador ¡ªcomo me fuerzo a decir¡ª arruin¨® mi infancia y me rob¨® la inocencia pero no me va a destrozar la vida¡±, dice. ¡°Somos muchas [1,4 millones, seg¨²n una macroencuesta del Ministerio de Igualdad espa?ol, de 2015], no estamos solas¡±, afirma. Ana, sin embargo, sigue lidiando con la culpa. La misma que la acompa?¨® durante a?os, cuando ¨¦l le hac¨ªa regalitos que ella no pod¨ªa rechazar y luego la llamaba puta por aceptarlos. Tambi¨¦n la culpa por callar durante tanto tiempo le impide hablar ahora dice. ¡°S¨¦ que si lo cuento todo va a cambiar y que aquellos a los que m¨¢s quiero van a sufrir mucho¡±, dice.
Juanita D¨ªaz: ¡°Contar mi caso me ha ayudado a sanar¡±
A Juanita D¨ªaz le cost¨® muchos meses asumir lo que le hab¨ªa ocurrido. A sus 19 a?os todav¨ªa no hab¨ªa iniciado su vida sexual cuando fue agredida por un compa?ero de clase en uno de los laboratorios de fotograf¨ªa de la Universidad Javeriana de Bogot¨¢, donde estudiaba Artes. ¡°Yo estaba esperando a que se secaran las fotos de uno de mis proyectos finales. Estaba sola porque era la hora de comer. ?l entr¨® y me salud¨®, yo le conoc¨ªa as¨ª que no sospech¨¦ nada¡±, cuenta la joven. Juanita es menuda, con unos enormes ojos casta?os y la piel clara. Relata con voz tranquila c¨®mo ¨¦l bloque¨® la puerta de uno de los cuartos, la agarr¨® y le arranc¨® la blusa. ¡°Yo me paralic¨¦, estaba como en shock. Solo pod¨ªa decirle que ya no m¨¢s, que me dejara. ?l, a gritos, me repet¨ªa que era una 'perra malparida¡±, dice.
Finalmente pudo escapar de la sala sin que ¨¦l terminase lo que hab¨ªa empezado. ¡°De los nervios no sab¨ªa ni d¨®nde ir. Ese d¨ªa no fui capaz de contarle a nadie. M¨¢s tarde dej¨¦ a mi novio porque no pod¨ªa soportar tener cerca a otro hombre, me encerr¨¦ en casa, ten¨ªa tanto miedo que llegu¨¦ a ir con un destornillador en el bolso¡¡±, cuenta. Cuando las clases se reanudaron tras las vacaciones volvi¨® a ver a su agresor. ¡°Me fui corriendo a ba?o a vomitar y me met¨ª en casa. Sent¨ªa que estaba enloqueciendo hasta que una madrugada me romp¨ª y se lo cont¨¦ a mi hermano. Despu¨¦s a mi padre y a mi madre¡±, explica. Juanita empez¨® a tratarse del estr¨¦s post-traum¨¢tico que padec¨ªa y denunci¨® a su agresor. Primero a la Universidad y despu¨¦s a la polic¨ªa. Tard¨® un a?o y medio en poder reportar el caso. M¨¢s tarde descubrir¨ªa que ella no hab¨ªa sido la ¨²nica, que el tipo hab¨ªa agredido a otra decena de chicas. La instituci¨®n educativa termin¨® por expulsar al estudiante. Sin embargo, todav¨ªa hoy, cinco a?os despu¨¦s del suceso, no ha salido el juicio por agresi¨®n sexual.
Como en el caso de Juanita y de Ana, m¨¢s del 80% de los abusadores son conocidos: familiares, amigos, allegados, incluso la propia pareja. Y ese es uno de los factores que contribuye a perpetuar el silencio. ¡°Yo finalmente pude hablar. Contar que fui agredida me ha ayudado a sanar. Ahora soy una mujer empoderada¡±, dice. La joven ha escrito una canci¨®n, Despegas, fundado una organizaci¨®n para luchar contra los abusos en las instituciones (I de insistencia), hace acompa?amiento a otras supervivientes y ha colaborado en la creaci¨®n de protocolos universitarios para prevenir que otras pasen por lo mismo.
Macarena Garc¨ªa. ¡°Me avergonzaba decir que mi marido me hab¨ªa violado¡±
¡°Sufr¨ª malos tratos durante a?os y si te da corte decir que te han pegado o insultado imag¨ªnate decir que te han violado. A m¨ª me avergonzaba much¨ªsimo. Hablar de sexo todav¨ªa no est¨¢ normalizado, se ve como algo inadecuado¡±, dice Macarena Garc¨ªa, de 48 a?os. Estuvo casada 23 con un hombre que la maltrataba f¨ªsica y psicol¨®gicamente. Y dentro de esa violencia f¨ªsica tambi¨¦n hab¨ªa violencia sexual, como en la mayor¨ªa de los casos. ¡°Al principio piensas ¡®es mi marido y estas cosas hay que hacerlas as¨ª¡¯, hasta que te das cuenta de que no eres un objeto sino una persona y que no tienes que hacer nada que no quieras¡±, reclamar Macarena, que vive en un pueblo de Sevilla y que desde que ha salido de la relaci¨®n abusiva colabora con la Fundaci¨®n Ana Bella de mujeres supervivientes.
Habla y lo hace porque sostiene que es importante romper el silencio para que aquellas que sufren sepan que no est¨¢n solas. ¡°Yo recuerdo noches de terror en las que terminaba cediendo a mantener sexo para que mis hijos no se despertaran. O cuando me dec¨ªa que si quer¨ªa dormir en la cama ten¨ªa que hacer lo que ¨¦l quisiera¡±, cuenta. Macarena, que tiene dos hijos (18 y 19 a?os), explica que adem¨¢s, cuando termin¨® por pedir ayuda nunca nadie le pregunt¨® por la violencia sexual. Que hablar de ella tambi¨¦n fue algo que surgi¨® con el tiempo y la recuperaci¨®n: ¡°No es una cuesti¨®n de sexo, sino de dominaci¨®n, de poder¡±.
Sunitha Krishnan: ¡°Ocho hombres abusaron de m¨ª, pero para mi entorno la culpable fui yo¡±
Lo cuenta todo con una tranquilidad que abruma: ¡°Cuando ten¨ªa 15 a?os fui violada por ocho hombres. Mi entorno, mi comunidad, me juzg¨® entonces como la culpable y no como la v¨ªctima de un crimen, decidieron que mi car¨¢cter no era bueno, que hab¨ªa hecho algo para merecerlo. Me aislaron, mi familia dej¨® de ser invitada a actos sociales. Me consideraban una prostituta¡±. La india Sunitha Krishnan tiene hoy 44 a?os, es una mujer bajita de la que emana un discurso poderoso y fuerte. ¡°Despu¨¦s de aquello, promet¨ª que no dejar¨ªa que eso me destruyese, que me recuperar¨ªa y dedicar¨ªa mi vida a combatir la violencia sexual, a visibilizar el tema y a ayudar a otras mujeres¡±, cuenta. Lo hizo. Sunitha ha fundado Prajwala, una organizaci¨®n que asiste a mujeres que han sido esclavas sexuales. ¡°Mujeres que no han sido violadas una vez, como me ocurri¨® a m¨ª, sino cientos de veces¡¡±. Y desde su activismo exige a las instituciones mejores pol¨ªticas de asistencia y de prevenci¨®n. Y habla contra la culpa. La propia y la de la sociedad.
?No hay que educar a nuestras hijas para que se ¡®cuiden¡¯, sino a nuestros hijos para que? respeten"
¡°Si se puede, es importante hablar, romper el silencio", cuenta por Skype desde Hyderabad, donde tiene la sede principal de su organizaci¨®n. Ella no pudo denunciar a sus violadores ante la polic¨ªa, no pudo acudir a los tribunales, pero s¨ª cuenta lo que le ocurri¨® para ayudar a otras mujeres. "Es la ¨²nica manera de cambiar las cosas. Tambi¨¦n educar, pero no a nuestras hijas para que se ¡®cuiden¡¯, sino a nuestros hijos para que no sean unos agresores, para que respeten. A que entiendan que si no es ¡®s¨ª¡¯ es ¡®no¡¯.
Sindy Hern¨¢ndez: ¡°No se me identifica como v¨ªctima porque no ando llorando y arrastr¨¢ndome por el piso"
Cuando Sindy Hern¨¢ndez ten¨ªa cuatro a?os fue raptada en plena calle y violada. Sus padres, una pareja humilde de campesinos emigrados a Bogot¨¢, ten¨ªan una cigarrer¨ªa y ella se hab¨ªa escapado a jugar a la calle mientras los mayores trabajaban. Se dirig¨ªa a casa de una amiga cuando se la llevaron. ¡°Recuerdo poco, pero me viene claramente una frase que me dijo mi agresor, que yo era ¡®muy buena perra¡¯. Esto rigi¨® mi vida sexual desde esa fecha en adelante¡±, recuerda. Su familia nunca habl¨® del tema. ¡°Son muy conservadores y su manera de afrontarlo fue ocultarlo, como si nunca hubiese pasado¡±, dice la mujer, que ahora tiene 38 a?os.
A los diez a?os, un amigo de la familia engatus¨® a la peque?a Sindy, una ni?a rubia de grandes ojos verdes, y la encerr¨® en el ba?o. All¨ª la masturb¨® mientras ¨¦l tambi¨¦n se tocaba. ¡°Fue listo, no me amenaz¨®, me manipulo, me dijo que no le contara a los pap¨¢s, que eso era lo que hac¨ªan los novios. No le volv¨ª a ver pero todo eso me forj¨® la personalidad. Termin¨¦ por asumir esa frase que mi primer agresor me hab¨ªa dicho y me volv¨ª alguien complaciente con mis parejas sexuales. Eso me convirti¨® en tremendamente susceptible de ser agredida¡±, remarca.
Especial | D¨ªa contra la violencia machista
Despu¨¦s conoci¨® al que fue su marido, que tras el t¨ªpico periodo de luna de miel tambi¨¦n la maltrat¨®. ¡°Cuando ya estaba separada, hace tres a?os, fue cuando me di cuenta de que tambi¨¦n ¨¦l hab¨ªa abusado sexualmente de m¨ª. No me cab¨ªa en la cabeza que pudieras ser violada si estabas casada, pero si no es sexo consentido es violaci¨®n. As¨ª que fui violada muchas veces dentro de mi matrimonio¡±, apunta.
A¨²n tiene miedo a su exmarido. No se ha recuperado del todo: ¡°No se me identifica como v¨ªctima porque no ando llorando y arrastr¨¢ndome por el piso, pero hay que sobrevivir y yo lo he hecho. Y sobrevivo porque lo cuento. Hablo para que este secreto que la sociedad normaliza por estar oculto salga a la luz y se vea como intolerable. Cada d¨ªa me repito y repito a mi hijo, para que lo aprenda: 't¨² vales, tu cuerpo es sagrado, t¨² decides qui¨¦n te toca¡±.
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