El trampantojo de la soberan¨ªa europea
La UE es una experiencia ¨²nica en el ejercio de compartir el poder, pero que tambi¨¦n ha pasado por momentos inquietantes, como ocurri¨® con el euro durante la crisis
Solo hay competencia por los bienes escasos, y la soberan¨ªa es uno de ellos. Todos la quieren. Quien no la tiene o no tiene suficiente, desea obtener lo imposible, que es tenerla toda entera. Y quien la tiene entera, o cree tenerla, se angustia por su p¨¦rdida progresiva e inexorable. La soberan¨ªa tiene titulares celosos, los Estados, condenados a cederla e incluso perderla a borbotones en la medida en que no est¨¢n dispuestos, ni preparados para compartirla.
En el siglo XXI es un trampantojo, un enga?o visual que nos hace creer en un poder que se nos escapa y que jam¨¢s recuperaremos. Se escapa por todos los lados. Hacia abajo, de los antiguos Estados nacionales hacia las regiones y ciudades. Hacia arriba, a las instituciones y entidades internacionales y supranacionales capaces de gobernar una globalidad que los viejos Estados ya no tienen a su alcance regulatorio. Y por los flancos, los nuevos poderes globales y no estatales, los mercados globalizados, las multinacionales tecnol¨®gicas, las mafias y poderes informales, que desbordan los l¨ªmites estatales y la capacidad incluso de las organizaciones multilaterales.
No hay propiamente soberan¨ªa que no sea compartida o no est¨¦ disputada y erosionada. Cuando los Estados la comparten, en vez de sumar multiplican; mientras que, cuando la conservan cada uno por separado, la dividen e incluso la destruyen. Si hay una instituci¨®n de larga trayectoria en el ejercicio de compartir, esta es la Uni¨®n Europea, que constituye en s¨ª misma una experiencia ¨²nica, pero tambi¨¦n un experimento a veces inquietante, como ha sucedido con el euro en cuanto ha entrado en crisis.
Juzgada como experiencia, a la vista de los 60 a?os de estabilidad, paz y prosperidad que nos ha proporcionado, merece la mayor consideraci¨®n del mundo, hasta el punto de que se la ha llegado a calificar como una maravilla de construcci¨®n jur¨ªdica y pol¨ªtica. Como experimento, necesariamente sometido al error y a la prueba, merece en cambio un juicio m¨¢s inmediatista en funci¨®n de sus resultados ¡ªnormalmente escasos o insuficientes¡ª, y por tanto m¨¢s desigual e incluso reactivo por los temores conservadores que suscita la incertidumbre y lo desconocido.
El Brexit es un ejemplo de reversi¨®n en las relaciones entre pol¨ªtica exterior e interior, separadas por una l¨ªnea cada vez m¨¢s borrosa
No es frecuente que coincidan tantas situaciones ins¨®litas en Europa, como es la de un socio que quiere irse, Reino Unido; otro del que quiere desgajarse una parte, como es Catalu?a, respecto a Espa?a; y un tercero, Alemania, hasta ahora garant¨ªa de estabilidad, desde donde se hab¨ªa ejercido el liderazgo de una UE desnortada por la crisis, que se ha visto sometida de pronto a la fragmentaci¨®n, y a populismos de los que parec¨ªa inmunizada.
El Brexit es un ejemplo de reversi¨®n en las relaciones entre pol¨ªtica exterior e interior, separadas por una l¨ªnea cada vez m¨¢s borrosa. Despu¨¦s de dificultades aparentemente insalvables, y ya en el l¨ªmite de los plazos de negociaci¨®n, la primera ministra, Theresa May, ha conseguido este pasado viernes cerrar un acuerdo inicial con la Comisi¨®n Europea sobre la factura del divorcio, los derechos de los europeos que trabajan en Reino Unido, e incluso la incre¨ªble f¨®rmula que permitir¨¢ salir de la UE y, a la vez, mantener abierta como hasta ahora la frontera de 500 kil¨®metros que separa a dos socios, y que en el futuro separar¨ªa a la UE de un pa¨ªs tercero. El acuerdo incluye un compromiso llamado de ¡°alineamiento reglamentario¡± entre el Ulster y la Rep¨²blica de Irlanda, que garantiza al conjunto de la isla su integraci¨®n en el espacio de libre circulaci¨®n del mercado ¨²nico europeo, y a la vez al Ulster que seguir¨¢ formando parte del Reino Unido a todos los efectos.
May ha tenido que convencer a sus socios unionistas de extrema derecha del Ulster, porque son imprescindibles para su mayor¨ªa parlamentaria; y al Gobierno de Dubl¨ªn porque tiene derecho a veto sobre el acuerdo del Brexit. M¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ que convenza a los ciudadanos de los territorios brit¨¢nicos donde el Brexit fue derrotado en el refer¨¦ndum, y que tambi¨¦n quieren permanecer ¡ªal igual que el Ulster¡ª en el espacio del mercado ¨²nico europeo. Este es el caso de la ciudad de Londres, de Gibraltar y, sobre todo, de Gales y Escocia, donde este compromiso puede alentar un nuevo refer¨¦ndum de independencia.
El embrollo irland¨¦s no ha terminado y hasta que no culmine la negociaci¨®n su amenaza pender¨¢ sobre la primera ministra, sobre el Gobierno de los tories, e incluso sobre el desenlace final del Brexit. De entrada, demuestra que incluso los compromisos para separar soberan¨ªas incluyen un sistema para compartirlas. Y, luego, que en la UE son todos y cada uno de los Estados socios, los titulares legales de la soberan¨ªa, los que mandan y reciben toda suerte de deferencias por parte de los otros socios.
La Uni¨®n ha sido siempre el territorio de la interdependencia, nunca el de la independencia, ni la del Reino Unido, ni la de Catalu?a
El error m¨¢s serio de los brexiters ha sido creer que Reino Unido pod¨ªa negociar como si estuviera dentro todav¨ªa y fuera uno de los socios, sin darse cuenta de que desde que vot¨® el Brexit ya no es merecedor de las deferencias que corresponden a quienes pertenecen al club. Ir¨®nicamente, el socio que merece todas las deferencias, en cambio, es la Rep¨²blica de Irlanda, su antiguo territorio colonial que se levant¨® en armas, y se escindi¨® hace un siglo.
Este es un error similar al que ha cometido el presidente catal¨¢n destituido, Carles Puigdemont, que fi¨® sus planes secesionistas a una simpat¨ªa europea, ya fuera de la Comisi¨®n, ya fuera de los Estados socios, que nunca pod¨ªa llegarle. Romper con la legalidad de uno de los pa¨ªses socios para escindir una de sus partes incurre en una doble falta europea. Rompe el Estado de derecho en un territorio que se define ante todo por la vigencia del derecho. Y rompe la solidaridad entre socios, que son los Estados y no una parte de ellos. Para los que quieren unirse y compartir soberan¨ªa todo es solidaridad, pero cuando alguien quiere irse y acaparar soberan¨ªa para s¨ª mismo se encuentra con una oposici¨®n a cara de perro de los otros socios.
Europa es el territorio de la interdependencia, no de la independencia, ni la de Reino Unido, ni la de Catalu?a. Sucede incluso a la hora de formar Gobierno, como es el caso de Alemania, donde Angela Merkel necesita una coalici¨®n capaz de acordar con la Francia de Manuel Macron el camino de la refundaci¨®n europea, y coronar as¨ª la uni¨®n de los pa¨ªses del euro mediante la creaci¨®n de un superministro de Econom¨ªa y Finanzas, un fondo monetario, y un presupuesto por si ocurre una nueva crisis de la moneda ¨²nica europea.
Cuando Francia y Alemania suman, el efecto multiplicador es entonces exponencial; pero cuando restan, la par¨¢lisis est¨¢ asegurada. Sin estabilidad en Alemania, no habr¨¢ estabilidad europea. Ya no hay pol¨ªtica interior de cada uno de los estados socios que no sea a la vez pol¨ªtica europea. Titulares cada uno de ellos de la soberan¨ªa, pero obligados todos a cuidarla y compartirla.
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