Rescatar Europa
La UE acaba de cumplir 60 a?os. Pese a sus ¨¦xitos, el pesimismo ha echado ra¨ªces y el impulso proeuropeo parece estancado
Hay al menos tres cosas que sorprenden del distrito europeo de Bruselas, el barrio en el que se instalaron las instituciones comunitarias a pesar de que el clima miserable justificar¨ªa migraciones en masa hacia otras latitudes. Una de ellas es la algarab¨ªa babil¨®nica, ese paisaje rico y diverso plagado de gentes con acentos y rasgos ¨¦tnicos que van desde Helsinki hasta C¨¢diz, desde San Petersburgo hasta Mesina. La segunda es la perpetua inflaci¨®n de gr¨²as y obras, y la tentaci¨®n de la met¨¢fora que conlleva: Europa est¨¢ en construcci¨®n, real y aleg¨®ricamente; ese traj¨ªn de excavadoras encaja con el estado de transici¨®n permanente del objeto pol¨ªtico no identificado que es la UE. La ¨²ltima es un detalle siniestro: fuerzas de seguridad armadas hasta los dientes protegen las 24 horas la sede de la Comisi¨®n Europea. Hay veh¨ªculos militares frente al Consejo, la polic¨ªa se pasea continuamente por las estaciones en un eterno recordatorio de los atentados terroristas que azotaron la capital europea hace ya 20 meses. Esa cicatriz sigue a flor de piel. Y no solo en Bruselas: un mundo militarizado con tanquetas policiales, uniformes militares, chalecos antibalas y ametralladoras nos acompa?a a diario. Porque el miedo es hoy una de las fuerzas motrices de Europa.
El miedo ha permitido generar un estado de excepci¨®n econ¨®mica desde la ca¨ªda de Lehman Brothers: la ret¨®rica de la excepcionalidad y de la urgencia ha permitido decretar austeridad y reformas sin apenas protestas ¡ªen un continente tan protest¨®n¡ª. Ese miedo se refleja tambi¨¦n en otros ¨¢mbitos. En el par¨¦ntesis policial impuesto sin que nadie rechiste, con Francia en estado de emergencia terrorista desde hace dos a?os. En el v¨ªnculo inmigraci¨®n-inseguridad colectiva arraigando ¡ªtristemente¡ª en toda Europa: quien busque un ejemplo de la debilidad de la Uni¨®n solo tiene que contemplar el muro que levanta Hungr¨ªa con Serbia, o los que hay en Ceuta, Melilla, Grecia, Chipre y Bulgaria. El miedo, en fin, ha aparecido tambi¨¦n en la pol¨ªtica como caballo de Troya que abre las puertas a los populismos, tal como cuentan Georg von Wallwitz en el ensayo Mr. Smith y el para¨ªso y Jos¨¦ Mar¨ªa Lasalle en su estupendo Contra el populismo.
La incertidumbre, la inseguridad, el temor y sus correlatos en forma de precariedad laboral, indignaci¨®n y el malestar anti¨¦lites explican fen¨®menos tan dispares como el Brexit, el despertar nacionalista y las amenazas ultras, que se han quedado a las puertas de gobernar en varios grandes pa¨ªses. El miedo como motor: dec¨ªa soci¨®logo alem¨¢n Ulrich Beck que Europa deb¨ªa su integraci¨®n m¨¢s a los miedos que a los proyectos comunes; la Uni¨®n es muchas cosas, pero tambi¨¦n ¡°un espacio de gobierno de los riesgos¡±, de todos esos miedos, apunta Daniel Innerarity, autor del monumental La democracia en Europa.
Y sin embargo, el pesimismo es demasiado f¨¢cil: el glamur intelectual del pesimismo envuelve todos los an¨¢lisis, pero quiz¨¢ la realidad no sea hoy tan tenebrosa. La UE acaba de cumplir 60 a?os. De los 6 pa¨ªses fundadores se ha ampliado a 28: Europa y su Estado de derecho han engullido a exdictaduras fascistas y a una decena de pa¨ªses excomunistas, que ahora dirimen sus disputas en aburridas y pac¨ªficas cumbres. El pesimismo ha enraizado y en sus cepas maduran las uvas de la ira de la Gran Recesi¨®n. Pero el club ha mostrado una formidable capacidad de adaptaci¨®n y puede presumir de una moneda ¨²nica que ha salvado varias pelotas de partido y de 35.000 euros de renta por habitante razonablemente bien repartidos gracias al contrato social del Estado del bienestar.
El miedo es una de las fuerzas motrices de la Uni¨®n y un caballo de Troya que alienta a los populismos
Ese colch¨®n socioecon¨®mico ha permitido caer suavemente en medio de la crisis, aunque es un colch¨®n menguante, y cada vez peor distribuido. La desigualdad va al alza y tiene la forma de un vaso de c¨®ctel: el 20% de la poblaci¨®n acumula el 80% de la riqueza. Dickens, Heine, Zola, Sten?dhal, Balzac y Victor Hugo entendieron que las sociedades no pueden permitirse esos desdichados n¨²meros; John Stuart Mill, Alfred Marshall y John M. Keynes lo hicieron entre los economistas. Thomas Piketty y Branko Milanovic han desenterrado ese debate; quiz¨¢ falten hoy novelistas que den forma a ese relato. Al cabo, la econom¨ªa es espejo y al mismo tiempo expresi¨®n de una ¨¦poca: la crisis actual, fracaso post mortem del thatcherismo, ha permitido un repunte de las citadas desigualdades, y esa es la tierra f¨¦rtil en la que hunde sus ra¨ªces el populismo.
¡°Demasiado tarde, demasiado poco¡± ha sido la divisa de Europa durante la crisis para combatir ese y otros problemas. ¡°La gesti¨®n de la eurozona se estudiar¨¢ como uno de los grandes errores de pol¨ªtica econ¨®mica¡±, ha resumido el analista Jean Pisani-Ferry. Y sin embargo, al borde del abismo Europa ha sabido mostrar una resistencia a prueba de v¨¦rtigo. La canciller Angela Merkel pronunci¨® unas palabras m¨¢gicas en 2011 (¡°Si cae el euro, cae Europa¡±) y la crisis sorte¨® una de sus etapas m¨¢s agudas; el jefe del BCE, Mario Draghi, se invent¨® aquel conjuro del ¡°har¨¦ todo lo necesario¡± en 2012 y los especuladores huyeron como conejos. El apocalipsis casi siempre defrauda a sus profetas: el BCE lleg¨® tarde, pero desde que lleg¨® no ha levantado el pie del acelerador; la pol¨ªtica fiscal infligi¨® un castigo exagerado, pero se ha acabado la austeridad a rajatabla de los a?os m¨¢s negros. La confianza volvi¨® definitivamente una noche de mayo en la que la ultraderechista Marine Le Pen sali¨® a saludar a un balc¨®n de Par¨ªs y tuvo que reconocer su derrota: Europa es la sorpresa positiva del mundo en 2017.
Europa ven¨ªa de la m¨¢s absoluta e imprudente autocomplacencia. La Comisi¨®n de Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso public¨® en 2008 un libro, EMU@10, para celebrar el d¨¦cimo aniversario de la moneda ¨²nica: era la historia de un ¡°¨¦xito resonante¡±, con el euro convertido en ¡°un polo de estabilidad para Europa y la econom¨ªa mundial¡±. Como en las tragedias griegas, esa hybris desat¨® la ira de los dioses:?los dramas de Grecia, Irlanda, Portugal, Chipre y Espa?a sumieron a Europa en una crisis brutal. Su legado estar¨¢ con nosotros durante a?os y explica ese movimiento pendular que es la sobredosis de pesimismo actual.
Los euroesc¨¦pticos ganan votos a medida que cala la f¨¢bula de la cigarra sure?a y la hormiga norte?a
Ese legado es hoy un formidable ramillete de amenazas internas y externas: Europa necesita una ¡°refundaci¨®n¡± ¡ªen palabras de Emmanuel Macron¡ª para sobrevivir al menos 60 a?os m¨¢s a esos desaf¨ªos. La crisis se ha salvado con un ir tirando, ?pero est¨¢ Europa preparada para el pr¨®ximo hurac¨¢n? No. La presi¨®n migratoria remite; ?est¨¢ lista la Uni¨®n para un nuevo l¨ªo en el polvor¨ªn de Oriente Pr¨®ximo? No. ?Van a reducir su agresividad Vlad¨ªmir Putin o Donald Trump? Ni hablar. El PIB crece al mayor ritmo en una d¨¦cada: ?es suficiente para mantener la cohesi¨®n social? No. ?Ha permitido suavizar la fractura norte-sur? Tampoco. ?Ha desaparecido el peligro ultra tras las elecciones holandesas, francesas y alemanas? Ni mucho menos.
No, no, ni hablar, no, tampoco, ni mucho menos: esa cadencia denota que Europa es hoy una historia de supervivencia, m¨¢s que una historia de ¨¦xito.
La Uni¨®n, parafraseando al fil¨®sofo Karl Popper, es un proceso de ingenier¨ªa social por partes: los ingenieros que la dise?aron la dejaron incompleta a sabiendas de que las ineficiencias acabar¨ªan saliendo a la luz y obligar¨ªan a dar pasos adicionales. Ese momento ha llegado. ¡°Es bajo el sol, no bajo la lluvia, cuando hay que reparar el tejado de una casa¡±, dice la jefa del FMI, Christine Lagarde. Los vientos parecen propicios: Merkel y Macron se entienden; el Brexit y Trump han creado un sentimiento de unidad inu?sitado en Europa. Pero entre los expertos hay suspicacias: ¡°El Brexit se va a llevar muchas energ¨ªas. Y Merkel solo tiene inter¨¦s en mantener el statu quo; los alemanes acaban haciendo lo correcto, pero siempre despu¨¦s de agotar todas las alternativas¡±, apunta el profesor Charles Wyplosz. ¡°Lo peor ha pasado, pero los desequilibrios siguen ah¨ª. La necesidad de una mayor integraci¨®n es urgente, pero es dif¨ªcil porque la confianza entre los socios europeos se ha evaporado¡±, avisa Ken Rogoff, profesor de Harvard.
La suerte del euro depende de la prosperidad de los pa¨ªses meridionales, de que sean capaces de crecer
El inmovilismo est¨¢ en marcha y no hay quien lo pare: los d¨ªas en los que el impulso proeuropeo eran casi una obligaci¨®n en Berl¨ªn se acaban. Los partidos euroesc¨¦pticos ganan votos a medida que cala la f¨¢bula de la cigarra sure?a y la hormiga norte?a. Merkel dif¨ªcilmente puede sustraerse a la obsesi¨®n de los alemanes por evitar que Europa se convierta en una uni¨®n de transferencias. Nada de eurobonos, nada de presupuestos anticrisis, nada que suene a solidaridad. Algo se ha torcido en la actitud alemana hacia Europa. Y algo se puede torcer en la actitud europea hacia Alemania si la convergencia econ¨®mica sigue desaparecida en combate. Berl¨ªn insiste en las sagradas escrituras (reglas fiscales, reducir riesgos y dem¨¢s), pero se niega a ser un l¨ªder generoso: el actual choque de percepciones entre norte y sur transporta las semillas de graves conflictos pol¨ªticos. ¡°Merkel se define como proeuropea, pero su pol¨ªtica econ¨®mica para la UE ha sido b¨¢sicamente la patada hacia delante. No est¨¢ interesada en reformar el euro, est¨¢ contra las transferencias, el federalismo fiscal, los eurobonos: ?puede esa posici¨®n ser tildada de proeuropea?¡±, ataca Wolfgang M¨¹nchau, del think-tank Eurointelligence.
Pronto se ver¨¢ qu¨¦ hace Berl¨ªn: la cumbre de esta semana se adivina decisiva, aunque el euro no empezar¨¢ a reformarse hasta mediados de 2018, como pronto. Andr¨¦ Sapir, del think-tank europeo Bruegel, se atreve a profetizar: ¡°Ante la perspectiva de un Gobierno d¨¦bil en Alemania, es probable que Merkel le ofrezca a Macron pactar la agenda de migraci¨®n y seguridad, donde hay consenso, y permita apenas retoques simb¨®licos para la eurozona¡±. La clave, entonces, ser¨¢ la reacci¨®n de Par¨ªs. ¡°Macron podr¨ªa rechazar esa oferta y tratar de lograr cesiones de m¨¢s calado en lo econ¨®mico, como un Fondo Monetario Europeo m¨¢s poderoso. Es posible que Merkel ceda¡±, cierra Sapir, ¡°pero a cambio pedir¨¢ contrapartidas: probablemente, la presidencia del Banco Central Europeo¡±.
Y el BCE es fundamental: el nombre del sucesor de Draghi, el equilibrista que ha mantenido intacto el euro, ser¨¢ capital para el futuro. La eurozona sigue necesitando mecanismos de ajuste y una ventanilla de ¨²ltimo recurso en Fr¨¢ncfort. Pero la suerte del euro, en el fondo, depende de la prosperidad de la Europa meridional: de que el sur sea capaz de crecer, de que el norte est¨¦ dispuesto a invertir para que vuelva la convergencia. ¡°Las crisis son constelaciones de gran inseguridad en las que pueden cometerse graves errores¡±, avisa Innerarity. Sobrevivir fue f¨¢cil: ahora se trata de acabar con el eurodesencanto y buscar una salida para la guerra de baja intensidad entre acreedores y deudores. Palabras mayores.
Sobrevivir fue f¨¢cil: ahora se trata de acabar con el eurodesencanto y buscar una salida a las disputas
Franz Reichelt, el sastre volador, salt¨® fat¨ªdicamente desde la torre Eiffel en 1912, con un traje paraca¨ªdas holgado, convencido de que su invento salvar¨ªa a miles de aviadores. Antes del salto hizo una pausa de 40 segundos. Cuando por fin se lanz¨® al vac¨ªo, la corriente del aire le enroll¨® la tela al cuerpo: cay¨® a plomo. Los 40 segundos de vacilaci¨®n de Reichelt son una enmienda a la totalidad de la acci¨®n impetuosa, cuenta Ian McEwan en C¨¢scara de nuez; el hecho de que finalmente saltara, sin embargo, abri¨® el camino hacia los paraca¨ªdas modernos. Europa est¨¢ ante sus particulares 40 segundos. Deber¨ªa aprovecharlos para remendar su paraca¨ªdas y hacer las reformas imprescindibles que nunca termina de hacer. Y, con el paraca¨ªdas a punto, esperar a la pr¨®xima crisis. Que llegar¨¢. Cuando haya que saltar otra vez, pueden suceder dos cosas: que se abra el paraca¨ªdas o que el euro termine como Reichelt, rompi¨¦ndose la crisma contra el fr¨ªo pavimento de Par¨ªs.
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