El fantasma de la internacional nacionalista
La recuperaci¨®n econ¨®mica no desactiva el nacionalpopulismo, cuyo vigor y sinton¨ªa con Trump y Putin constituyen una seria amenaza al proyecto integrador europe¨ªsta
Un fantasma recorre Europa y, obviamente, ya no es el comunismo o la internacional socialista: es la internacional nacionalista. El sintagma puede parecer un ox¨ªmoron, una mera figura ret¨®rica, pero no lo es. En casi todo el continente, alimentadas por m¨²ltiples insatisfacciones y ansiedades propias del siglo XXI, prosperan formaciones de corte nacionalista que representan una amenaza existencial para el proyecto europeo, y que comparten estrategia y t¨¢ctica. La mayor¨ªa son de corte derechista, pero algunas tambi¨¦n izquierdista o de inspiraci¨®n ideol¨®gica at¨ªpica.
No debe llamar a enga?o que ¡ª tras los shocks del Brexit y de la victoria de Donald Trump en EE UU¡ª estas formaciones no hayan cosechado victorias rotundas en la Europa continental. Una simple mirada perisc¨®pica capta su vitalidad en un gran n¨²mero de pa¨ªses, incluido el liderazgo gubernamental en algunos del este. Las causas de malestar que les han dotado de vigor no resultan desactivadas por la mejora generalizada de la econom¨ªa, como demuestra la elecci¨®n de Trump tras un largo periodo de recuperaci¨®n bajo el mando del dem¨®crata Barack Obama.
Su potencial para desestabilizar el proyecto europeo, adem¨¢s, se ha redoblado por la natural sinton¨ªa de estos movimientos y partidos con las instancias nacionalistas representadas por Vlad¨ªmir Putin y por el propio Trump. Est¨¢ por ver hasta d¨®nde puede llegar esa sinton¨ªa, pero ya hay m¨²ltiples casos de sinergia, desde la financiaci¨®n rusa al Frente Nacional franc¨¦s hasta la elecci¨®n de Polonia como primer gran viaje europeo del presidente estadounidense; desde el pacto de cooperaci¨®n entre el partido de Putin y la Liga Norte italiana hasta el retuiteo por parte de Trump de v¨ªdeos islam¨®fobos de activistas ultraderechistas brit¨¢nicos.
El cuadril¨¢tero de Visegrad
Precisamente Polonia y los pa¨ªses del grupo de Visegrad (Hungr¨ªa, Rep¨²blica Checa y Eslovaquia) constituyen uno de los nudos de mayor importancia para el devenir del proyecto europeo. Juntos, los cuatro acumulan una poblaci¨®n parecida a la de Francia o Italia y el quinto PIB de la UE (cuarto cuando salga Reino Unido). Representan la espina dorsal de esa Europa centro-oriental que tanto anhel¨® la adhesi¨®n a la UE tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, cuando el papa Wojtyla clamaba para que Europa volviera a ¡°respirar con sus dos pulmones¡±. Su cambio de actitud es en cierto sentido asombroso. Despu¨¦s de haber recibido ingentes transferencias en forma de fondos estructurales y haber protagonizado una etapa de desarrollo sostenido, ahora forjan un combativo grupo de oposici¨®n a un abanico de pol¨ªticas europeas, especialmente las relacionadas con cuestiones migratorias y con una visi¨®n liberal de la sociedad. El cuarteto, encabezado por los Gobiernos polaco y h¨²ngaro, muestra que la resistencia al proyecto integrador no se debe solo al malestar econ¨®mico.
Con frecuencia se vincula el actual auge nacionalpopulista en Occidente con la Gran Recesi¨®n de 2008-2009. El caso de Visegrad evidencia que hay mucho m¨¢s. Todos los pa¨ªses de la zona euro entraron en recesi¨®n en 2009; de las 39 econom¨ªas consideradas como avanzadas por el FMI, solo Australia, Israel, Corea del Sur y Macao se salvaron.
En medio de ese vendaval, Polonia nunca entr¨® en recesi¨®n y, sin embargo, su ciudadan¨ªa opt¨® por un giro radical con la elecci¨®n de un Gobierno ultraconservador en 2015. Los otros tres pa¨ªses del grupo s¨ª entraron en recisi¨®n, pero lograron salir r¨¢pidamente de ella. En estos casos se ve que el apoyo a l¨ªderes y pol¨ªticas nacionalpopulistas no es fruto solo del rechazo a los aspectos econ¨®micos de la globalizaci¨®n, sino tambi¨¦n, y en buena medida, al apego a tradiciones, valores culturales y morales que perciben en peligro. Europa debe dar una respuesta a esto si quiere proseguir con su proyecto integrador.
Europa occidental
En el otro pulm¨®n de Europa, como dir¨ªa Juan Pablo II, la situaci¨®n es diferente. Los representantes de la internacional nacionalista no han alcanzado el poder. Sin embargo, sus propuestas pol¨ªticas han ejercido enorme influencia en los partidos mainstream.
Obs¨¦rvense dos desarrollos en el coraz¨®n del proyecto europeo, en el eje franco-alem¨¢n. En Alemania, los democristianos b¨¢varos aliados de Merkel (CSU) acaban de elegir como l¨ªder a un pol¨ªtico partidario de duras pol¨ªticas migratorias. La CSU, por cierto, ha mostrado en el pasado gran sinton¨ªa con las tesis del primer ministro h¨²ngaro, Viktor Orb¨¢n. Por otra parte, en Francia, Los Republicanos, el partido heredero de la tradici¨®n gaullista, celebra este fin de semana unas primarias en las que se espera la victoria de un candidato que representa al ala dura. Despu¨¦s del viraje a la derecha liderado por Nicolas Sarkozy, el partido parece expulsado de posiciones centristas, copadas por Emmanuel Macron, y prosigue su deriva hacia la derecha. El fen¨®meno se repite, con distintas caracter¨ªsticas, en muchos pa¨ªses. El propio Brexit parece ser el resultado de un dram¨¢tico intento de los tories de cerrar el paso a la expansi¨®n del eur¨®fobo UKIP.
La cuesti¨®n migratoria es la prueba por excelencia de esta ¨®smosis pol¨ªtica, y lo es no solo en las correas de transmisi¨®n interna de las ¨¢goras nacionales entre radicales y moderados, sino tambi¨¦n a escala continental. En el amanecer de la crisis, las propuestas migratorias del h¨²ngaro Viktor Orb¨¢n eran consideradas por lo general como extremistas. Pero varias de sus tesis est¨¢n hoy en el coraz¨®n de la pol¨ªtica migratoria europea, que ha hecho del cierre de los puentes levadizos su estrategia principal, como demuestra el acuerdo colectivo con Turqu¨ªa o la acci¨®n italiana en Libia.
Queda por ver si la orbanizaci¨®n de la pol¨ªtica migratoria europea podr¨¢ repetirse, por ejemplo, en cuestiones de corte social, moral, educativo. Pero lo que es evidente es que desde el puente de mando ¡ªen los pa¨ªses de Visegrad¡ª o en las retaguardias parlamentarias ¡ªen el pulm¨®n occidental¡ª, la internacional nacionalista representa un formidable desaf¨ªo para el desarrollo del proyecto europeo en su eje hist¨®rico liberal. Bien parece haberlo entendido Emmanuel Macron, que todo lo apuesta a la b¨²squeda de un huidizo equilibrio que conjugue esos instintos liberales con la consigna de forjar una ¡°Europa que protege¡±, uno de sus lemas favoritos. Una Europa liberal que protege puede, tambi¨¦n, parecer un ox¨ªmoron. No m¨¢s que la internacional nacionalista, esperan muchos europe¨ªstas.
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