El hurac¨¢n Mar¨ªa no ha terminado
Puerto Rico a¨²n se tambalea de los efectos de un cicl¨®n que puso al descubierto las tramoyas del colonialismo estadounidense
A seis meses plazo del azote del hurac¨¢n Mar¨ªa, Puerto Rico todav¨ªa se tambalea de los efectos de un fen¨®meno atmosf¨¦rico que puso al descubierto las tramoyas que el colonialismo estadounidense y sus adl¨¢teres desplegaron para su explotaci¨®n militar y econ¨®mica. El hurac¨¢n habr¨¢ sido un fen¨®meno natural, pero la crisis es de factura enteramente humana, y comporta importantes lecciones para aquellos que todav¨ªa valoren la vida sustentada por un horizonte de equidad y justicia.
Puerto Rico, aquejado por la bancarrota de sus finanzas p¨²blicas, atenazado por ardides de fondos buitres y agredido por un gobierno republicano que suspendi¨® la democracia con una Junta de control fiscal, es hoy un laboratorio del neoliberalismo m¨¢s puro que persigue, mediante la austeridad y la privatizaci¨®n, escribir un nuevo cap¨ªtulo en el manual sobre el capitalismo del desastre. El costo humano que tal situaci¨®n infringe trasciende fronteras y requiere la denuncia y la acci¨®n de quien se diga creyente en los m¨¢s elementales derechos humanos. Ignorarlo se hace a riesgo propio, porque las lecciones abundan para los que trajinen con el sistema financiero internacional.
Las im¨¢genes del desastre sobre el paisaje puertorrique?o han dado la vuelta al mundo, aunque compitan por atenci¨®n con la de otros desastres similares que confirman el cambio clim¨¢tico y que asuelan a otros rincones del mundo. La novedad del primero es que ocurre a una isla que es propiedad de Estados Unidos (territorio no incorporado, en la jerga jur¨ªdica) pero poblada por personas que poseen en teor¨ªa la ciudadan¨ªa estadounidense. Digo en teor¨ªa porque de acuerdo con las decisiones del Tribunal Supremo federal, a los puertorrique?os que residan en la isla se les puede discriminar selectivamente seg¨²n convenga ya que la isla "pertenece a pero no forma parte de Estados Unidos". Esta doctrina esencialmente racista emana del postulado de que Puerto Rico, aunque invadido en 1898, nunca ser¨¢ incorporado a la federaci¨®n de estados, y por ende cumple un fin contingente, de acuerdo con los tiempos. Vivir en la isla es aceptar el discrimen y la opresi¨®n a quien exija el fin del colonialismo y denuncie este yugo particular.
Al d¨ªa de hoy un 10% de los usuarios del sistema el¨¦ctrico carecen de energ¨ªa, debido a la negligencia de las autoridades. Sin el restablecimiento pleno del sistema ser¨¢ imposible hacer balance del da?o econ¨®mico. Se sospecha que m¨¢s de 1.000 personas perdieron la vida directa o indirectamente, pero el Gobierno insiste en un c¨¢lculo menor para no agraviar a la Casa Blanca, ni afear su campa?a publicitaria de que la isla "se levanta". La red vial carece de sem¨¢foros en sus puntos m¨¢s importantes, y persiste la carest¨ªa en las comunidades m¨¢s apartadas. S¨²mese a esto el ¨¦xodo que desde 2010 se observa y que sigue contrayendo la poblaci¨®n para comprender que la isla se vac¨ªa lentamente, dejando atr¨¢s a los m¨¢s vulnerables. La evidencia de lo anterior es corroborable, y deber¨ªa bastar para reconsiderar la idea de que la isla puede repagar lo que debe a sus deudores. Muy por el contrario, se oprime el acelerador para desplegar toda suerte de expolios y desposesiones.
Al tiempo que buena parte de la isla permanec¨ªa a oscuras, se anunci¨® la privatizaci¨®n de la compa?¨ªa el¨¦ctrica, como si se pudiese ignorar que estaba en ruinas. Seg¨²n el p¨²blico descubr¨ªa las bondades de la energ¨ªa solar para resolver sus necesidades b¨¢sicas y contemplaba la independencia energ¨¦tica, el Gobierno anunciaba penalidades para los abandonaran la red el¨¦ctrica. Nadie escapar¨ªa de los buitres del sistema financiero global que exigen el pago de una cuota sustantiva en sangre. Prisioneros, y sin mayor opci¨®n pol¨ªtica que no sea la sublevaci¨®n, los puertorrique?os acuden at¨®nitos a su propia destrucci¨®n.
Mientras escribo estas l¨ªneas, la Universidad de Puerto Rico, que es la ¨²nica instituci¨®n de educaci¨®n superior p¨²blica, no conoce qu¨¦ derrotero le impondr¨¢ la Junta para reducirla a su "justa medida" antes del pr¨®ximo a?o fiscal que comienza en julio. S¨®lo sabe que la reducci¨®n ser¨¢ de m¨¢s del 50% de su presupuesto en cinco a?os. La minucia de esta barbarie se discute a puerta cerrada. Ninguna sociedad que se precie de la educaci¨®n que ofrece a sus ciudadanos soportar¨ªa tal incertidumbre. Pero quedan pocas dudas: esta reducci¨®n es presupuestaria pero tambi¨¦n es pol¨ªtica. Sin oportunidades, sin infraestructura y sin poblaci¨®n la isla se tornar¨¢ en un para¨ªso fiscal para quienes compren los restos a precios de quemarropa. Ya se habla de crear una "criptopia" en la isla donde las monedas emergentes erijan nuevas exclusividades para los que puedan aprovecharlas, que llegar¨¢n del extranjero ¡ªqu¨¦ duda cabe¡ª. Los dem¨¢s quedar¨¢n condenados a la servidumbre. Y mientras, se advierte un grito, pero nadie escucha.
Pedro Reina P¨¦rez es escritor y periodista puertorrique?o. Twitter: @pedroreinaperez.
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