Sin mujeres no hay paz duradera
Ya no caben m¨¢s excusas para justificar la falta de compromiso efectivo con una agenda pol¨ªtica global en materia de Mujer, Paz y Seguridad
La resoluci¨®n 1325 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aprobada por unanimidad en el a?o 2000, destac¨® el importante papel que desempe?an las mujeres en la prevenci¨®n y soluci¨®n de los conflictos, as¨ª como en el mantenimiento, fomento y estabilizaci¨®n de la paz. Desde entonces, el Consejo ha adoptado otras ocho nuevas resoluciones [1820 (en 2008); 1888 (2009); 1889 (2009); 1960 (2010); 2106 (2013); 2122 (2013); 2242 (2015), y 2272 (2016)] para, de un lado, promover la participaci¨®n de las mujeres en los procesos de paz y, de otro, protegerlas frente a la violencia sexual que afecta fundamentalmente a mujeres y ni?as en escenarios b¨¦licos. Se trata, en definitiva, de un magn¨ªfico trabajo normativo realizado bajo el convencimiento de que ignorar el papel protagonista de las mujeres durante los conflictos y, particularmente, en el posconflicto debilita la acci¨®n para promover y garantizar la paz y la seguridad internacionales.
La configuraci¨®n de un marco jur¨ªdico suficientemente s¨®lido es, sin duda, un avance significativo que debemos reconocer. Resulta, de hecho, una conquista que el Consejo de Seguridad tenga tan presente a las mujeres desde la perspectiva de actores estrat¨¦gicos en la gesti¨®n y consolidaci¨®n de los procesos de paz. M¨¢s claro a¨²n, el Consejo de Seguridad reconoce, y as¨ª lo traslada a los Estados, la importancia de incorporar el enfoque mujeres como actores de paz. Todas debemos ser conscientes, sin embargo, de que la existencia del derecho no es, por s¨ª misma, una garant¨ªa plena de su cumplimiento. La implementaci¨®n efectiva de las resoluciones citadas y el desarrollo de todo su potencial transformador requiere del compromiso y la voluntad firme de los Estados.
Desde este planteamiento, resultan poco tranquilizadoras las conclusiones negativas que arroj¨®, en 2015, el ejercicio de evaluaci¨®n encargado por el secretario general de la ONU sobre los efectos reales de la agenda Mujeres, Paz y Seguridad. En dicho informe qued¨® acreditado que la participaci¨®n de las mujeres en la acci¨®n para prevenir, gestionar y resolver los conflictos segu¨ªa siendo muy baja, adem¨¢s de estar revestida de un car¨¢cter muy excepcional. Tampoco era mucho mejor el balance en relaci¨®n con la protecci¨®n de las mujeres y la prevenci¨®n.
En estos ¨¢mbitos basta con referirse a la lacra que representa la utilizaci¨®n de la violencia sexual contra las mujeres y ni?as como t¨¢ctica de guerra. Una pr¨¢ctica que sigue siendo un reducto de impunidad, a pesar de algunos avances significativos como el que represent¨®, en 2016, la primera condena impuesta por la Corte Penal Internacional en el caso Bemba. Por ¨²ltimo, resulta particularmente inaceptable que las mujeres sigan quedando al margen de los dividendos que arroja la paz en el marco de los procesos de reconstrucci¨®n y consolidaci¨®n. Se trata de incumplimientos de los compromisos de la agenda que han sido reiteradamente denunciados por la directora general de ONU-Mujeres.
Por todo ello, ya no caben m¨¢s excusas para justificar la falta de compromiso efectivo con una agenda pol¨ªtica global en materia de Mujer, Paz y Seguridad. En el caso de Espa?a, los sucesivos planes nacionales deben permitirnos liderar un posicionamiento ambicioso ante la paz y la seguridad desde un enfoque de mujeres. De hecho, como precisa uno de los objetivos de desarrollo sostenible, la igualdad entre los g¨¦neros debe percibirse como un derecho humano, y tambi¨¦n como el sustento fundamental de un mundo pac¨ªfico, pr¨®spero y sostenible. Debe concebirse como un pilar intr¨ªnseco de la seguridad y contribuir a transformar profundamente los modos en los que se construye y reconstruye la paz.
La mujer y su acci¨®n tienen ese poder transformador del que, a menudo, carecen las palabras contenidas en resoluciones y convenios internacionales. Ellas son hacedoras de paz porque son capaces de poner en marcha din¨¢micas nuevas que sirven para atacar las causas profundas de los conflictos. Son las mujeres las que mejor comprenden la prioridad que se debe dar a la satisfacci¨®n de necesidades b¨¢sicas para el pleno desarrollo humano. Las que entienden la importancia de la educaci¨®n, las que proveen de agua y alimento a sus familias, las que asumen los cuidados, las que transmiten el conocimiento tradicional, las que cuidan de la tierra. Son las que mejor pueden apoyar las acciones de prevenci¨®n y consolidaci¨®n de la paz a largo plazo. Con todo, la realidad nos advierte de que, 18 a?os despu¨¦s de adoptar la resoluci¨®n 1235, sigue siendo un reto para la comunidad internacional integrar de forma consistente una perspectiva de g¨¦nero en la prevenci¨®n, gesti¨®n y resoluci¨®n de conflictos.
Como ministra de Defensa asumo el desaf¨ªo y me comprometo a impulsar la Agenda Mujeres, Paz y Seguridad de una manera particularmente intensa con nuestras Fuerzas Armadas, en cada una de las misiones en el exterior en las que participamos. S¨¦ que nuestra sociedad es consciente de la entrega, dedicaci¨®n y confianza que inspiran nuestras Fuerzas Armadas como agentes de paz. Estoy firmemente convencida de que incorporar e interiorizar de manera efectiva el mandato de la ONU en el Programa Mujeres no solo es un imperativo jur¨ªdico que aceptamos con convencimiento, como corresponde a un Estado fiable. Nuestro compromiso va m¨¢s all¨¢ y lo percibimos como un verdadero imperativo moral. Apartarse de ¨¦l, no asumirlo como uno de los ejes estrat¨¦gicos de nuestra acci¨®n adem¨¢s de inadmisible pol¨ªticamente, restar¨ªa eficiencia a una gesti¨®n acertada y sostenible de la paz. Conviene no olvidarlo: no habr¨¢ paz duradera, sin mujeres.
Margarita Robles es ministra de Defensa de Espa?a
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