La nueva puerta de los Balcanes hacia la UE
Bosnia ha pasado de recibir 700 personas en 2017 a 17.000 en lo que va de a?o. Casi todos los que se quedan varados malviven hacinados en la frontera


Mohamed ha preferido dar un rodeo de miles de kil¨®metros a trav¨¦s de los Balcanes para ir de Marruecos a Espa?a en vez de jugarse la vida en el Estrecho a bordo de una patera. ¡°En el mar es llegar o morir. Y yo prefiero sufrir a ahogarme¡±, asegura en una explanada a las afueras de la localidad bosnia de Velika Kladusa en la que cientos de migrantes y refugiados se concentran en tiendas de campa?a con la esperanza de cruzar a Croacia, situada a apenas dos kil¨®metros. Con entre 2.500 y 3.000 personas varadas a las puertas de un Estado miembro de la UE, Bosnia se ha convertido en el nuevo punto caliente de la ruta humana de los Balcanes, una alternativa al trayecto a trav¨¦s de Macedonia que qued¨® cerrado en la primavera de 2016.
Mohamed cuenta que residi¨® once a?os en Espa?a hasta que decidi¨® volver a su Casablanca natal para probar suerte montando un comercio. Mientras las cuentas del proyecto se te?¨ªan de rojo, su permiso de residencia en el que llama su ¡°segundo pa¨ªs¡± caducaba. Su objetivo ahora es regresar, ya sin papeles. ¡°Mira, este s¨ª que est¨¢ a¨²n en vigor¡±, dice sonriente mientras muestra su carn¨¦ de conducir espa?ol. "Cuando llegue, podr¨¦ usarlo directamente¡±.
Como el resto de magreb¨ªes en esa ruta, inici¨® su periplo con un vuelo a Turqu¨ªa, que no le requiere visado de entrada. All¨ª trabaj¨® tres meses en negro para financiar el resto del viaje. En Velika Kladusa paga 7 marcos bosnios (unos 3,5 euros) diarios por una cama en un alojamiento privado para evitar las tiendas de campa?a. Se lo puede permitir, a?ade, porque no suelta un billete a las mafias que gestionan los desplazamientos. ¡°Se aprovechan de la gente¡±, lamenta con una impecable vestimenta juvenil y cuidada perilla que contrastan con las mantas, basura y lonas grises que le rodean.
Si hubiese emigrado un a?o antes, no estar¨ªa en Bosnia. Tras el acuerdo de la UE con Turqu¨ªa y el cierre de fronteras en la zona hace dos a?os y medio, Serbia se convirti¨® en una suerte de Estado-tap¨®n migratorio, por la dificultad de cruzar directamente desde all¨ª a Croacia o a Hungr¨ªa. A finales del a?o pasado, un pu?ado de magreb¨ªes probaron a desviarse hacia el oeste, a trav¨¦s de Bosnia, con el objetivo de acceder luego por una frontera mucho m¨¢s amplia a Croacia -que pertenece a la UE, pero no al espacio Schengen de libre tr¨¢nsito- y subir hasta Eslovenia, que s¨ª es Schengen. Funcion¨® y parte del flujo humano vir¨®: en todo 2017 entraron en Bosnia 700 personas. En lo que va de a?o suman 17.000, seg¨²n datos de la Organizaci¨®n Internacional de Migraciones (OIM).
¡°Ahora mismo es, de largo, la ruta m¨¢s importante y el principal punto de entrada hacia el resto de la UE [en los Balcanes]¡±, explica el coordinador de la OIM en los Balcanes Occidentales, Peter Van der Auweraert. La estimaci¨®n de 2.500 a 3.000 personas bloqueadas se mantiene estable desde hace meses, lo que significa que el n¨²mero que llega al pa¨ªs es similar al que logra colarse en la UE sin ser devuelto. Dos grupos recurren a la ¡®opci¨®n bosnia¡¯: los que aprovechan el atajo abierto desde Grecia por Albania y Montenegro y los que llegan desde Serbia. Los iran¨ªes usaban este ¨²ltimo porque pod¨ªan volar directamente a Belgrado sin necesidad de visado. En pasado, porque Serbia public¨® este mi¨¦rcoles en el bolet¨ªn oficial un decreto que anula la exenci¨®n de visado, apenas un a?o despu¨¦s de su introducci¨®n con el objetivo de impulsar el turismo.
Rula emple¨® la primera v¨ªa -la m¨¢s habitual- y relata como una letan¨ªa los lugares que ha pisado desde que sali¨® de Damasco con sus dos hijas, de cuatro y tres a?os, para unirse a su marido en Turqu¨ªa y partir juntos rumbo a Alemania. ¡°Grecia, siete meses; luego Albania. En Montenegro la polic¨ªa nos dio agua y nos chiv¨® la ruta m¨¢s segura. En Sarajevo estuvimos cinco meses. Aqu¨ª llevamos solo diez d¨ªas... ?C¨®mo se llamaba este sitio? Son tantos que ya ni me acuerdo", pregunta dentro de su tienda de campa?a en Velika Kladusa.
Su caso es excepcional. Apenas hay sirios en Bosnia porque tienen m¨¢s facilidad de ser reubicados desde Grecia a otros pa¨ªses comunitarios. Se trata m¨¢s bien de una mezcla de migrantes econ¨®micos y de personas que huyen de zonas de conflicto o aseguran sufrir persecuci¨®n en su pa¨ªs por pertenecer a una minor¨ªa ¨¦tnica o religiosa. Paquistan¨ªes, principalmente, adem¨¢s de afganos, iraqu¨ªes e iran¨ªes. Un 20% se presentan como sirios (nadie lleva documentos que prueben su origen) para tratar de obtener el estatus de refugiado, pero son en su mayor¨ªa magreb¨ªes, precisa Van der Auweraert.

Hay adem¨¢s unos pocos palestinos y libios, como Abdul Karim. ¡°En Montenegro anduvimos durante d¨ªas por el bosque. Era m¨¢s f¨¢cil porque era verano, aunque ten¨ªamos hambre. Solo beb¨ªamos de manantiales y com¨ªamos alguna manzana y las bayas que encontr¨¢bamos, pero -hace una pausa en la que se le iluminan los ojos- ?vimos vacas y gacelas! ?Fue tan bonito! Aqu¨ª, en Bosnia, la gente nos trata muy bien. Al principio no entend¨ªa por qu¨¦, hasta que me enter¨¦ de que ellos tambi¨¦n fueron refugiados¡±. El conflicto que desangr¨® el pa¨ªs (250.000 muertos) entre 1992 y 1995 gener¨® 1,8 millones de refugiados y desplazados de una poblaci¨®n de 4,5 millones.
Nafi y Anife tambi¨¦n huyen de la guerra. Llegaron a Velika Kladusa desde la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, inmersa en el conflicto m¨¢s letal desde la Segunda Guerra Mundial, con seis millones de muertos. Se quejan del fr¨ªo y de que, incluso en el campamento, hay clases y ellas, como negras, son tratadas por los dem¨¢s como el escalaf¨®n m¨¢s bajo. ¡°Cuando estaba en Congo nunca pens¨¦ que al llegar a Europa estar¨ªa tiritando por la noche. La tienda transpira y las mantas se humedecen¡±, lamenta Anife, de 36 a?os.
En junio, un marroqu¨ª fue matado de una pu?alada por otros migrantes. El hacinamiento, la desesperaci¨®n y las tensiones inter¨¦tnicas provocan peleas y roces. El n¨²mero de inmigrantes y refugiados que usa la ruta de los Balcanes es ¨ªnfimo comparado con 2015, cuando la emplearon m¨¢s de un mill¨®n de personas, pero ha pillado a contrapi¨¦ a Bosnia, un pa¨ªs pobre cuya estructura administrativa dificulta la toma ¨¢gil de decisiones, para desesperaci¨®n del personal de organizaciones internacionales y ONG. Tiene una Presidencia colegiada de las tres etnias reconocidas (bosniocroatas, bosniacos y serbobosnios) y est¨¢ dividida en un distrito aut¨®nomo y dos entidades, una de las cuales -donde se concentran los refugiados- se subdivide en diez cantones. Es la estructura nacida de los acuerdos de Dayton que pusieron fin al conflicto bosnio en 1995.

El alcalde de Velika Kladusa, Fikret Abdic, que pas¨® diez a?os en prisi¨®n por cr¨ªmenes de guerra, no ha ofrecido ninguna propuesta humanitaria para estas personas, seg¨²n Van der Auweraert. Los migrantes en Bosnia est¨¢n sobre todo en lugares donde se han juntado o sido reubicados, y los trabajadores humanitarios y voluntarios se han apresurado a cubrir las necesidades m¨¢s b¨¢sicas.
Los m¨¢s afortunados son los m¨¢s de 400 acogidos en un hotel en Cazin, al sur de Velika Kladusa. Est¨¢ reservado a colectivos vulnerables, pero no cabe nadie m¨¢s, por lo que otras familias con hijos se ven obligadas a dormir en tiendas de campa?a en localidades distintas hasta que se libere all¨ª alguna plaza. Es decir, hasta que alguien atraviese la frontera y no regrese. ¡°En 2015 era mucha m¨¢s gente, pero cruzaban constantemente. Aqu¨ª se quedan varados sin un refugio adecuado, a excepci¨®n de las familias alojadas en [el hotel] Sedra¡±, compara la coordinadora del programa de emergencias en los Balcanes noroccidentales de la ONG Save the Children, Alma Pezerovic.
El juego
¡°Ir al juego¡± es, en la jerga de los migrantes, intentar cruzar la frontera. No hay una valla entre Bosnia y Croacia. ¡°Es un espacio abierto. Simplemente avanzas. Cuando te pillan ya es dentro de Croacia. A veces en el bosque, a veces en una calle. La polic¨ªa se da cuenta por la ropa y el color de la piel, se te acerca y te pregunta directamente de d¨®nde eres¡±, se?ala Izza, de la Cabilia argelina.
Algunos lo logran a la primera, el mismo d¨ªa que llegan. Otros acumulan una decena de intentos fallidos. Game over, lo llaman, como si fuese un videojuego. El argelino Mohamed ha tratado sin ¨¦xito cinco veces de reunirse con su madre y su hermana en Francia. Ali Shbaz, paquistan¨ª, ya ha perdido la cuenta. ¡°Seis, siete, ocho, algo as¨ª¡±, enumera entre risas. ¡°En la ¨²ltima llegu¨¦ a Eslovenia. Los polic¨ªas nos dijeron que nos llevaban a un campamento y, cuando nos confiamos, nos devolvieron a Bosnia¡±. Wilfred se queja de que, por ser nigeriano, los agentes le tratan como a un migrante econ¨®mico, sin darle la oportunidad de contar que escapa de la represi¨®n al movimiento separatista en Biafra.
Se reconoce a simple vista a quienes van ¡°al juego¡±: en grupo y con una mochila a reventar de ropa, v¨ªveres y agua. Una familia se despide con abrazos de los dem¨¢s como si partiese de vacaciones. La madre lleva al beb¨¦ pegado al pecho con un fular para hacer m¨¢s f¨¢cil la traves¨ªa, que en ocasiones implica varios d¨ªas de marcha campo a trav¨¦s escondi¨¦ndose de la polic¨ªa. Cansado, pero factible, para los grupos de veintea?eros. Agotador para los ni?os que siguen a sus padres. ¡°Cada vez que nos echamos a andar, aunque sea unos pasos, mis hijas dicen: ¡®mam¨¢, no quiero subir otra monta?a, quiero irme a casa¡±, recuerda Rula. Pezerovic subraya el impacto mental que tiene en los peque?os cada cruce frustrado de frontera. ¡°A veces se ve muy claramente el n¨²mero de veces que lo han intentado. Se vuelven agresivos o, al rev¨¦s, retra¨ªdos, porque han sido testigos de violencia, padecido cansancio extremo o visto animales que les dan miedo¡±, explica en Bihac, unos 60 kil¨®metros al sur de Velika Kladusa.

All¨ª se encuentra el panorama m¨¢s impactante. Unas mil personas viven hacinadas en un antiguo albergue abandonado de hormig¨®n que carece de agua corriente y, hasta hace poco, de electricidad. Los agujeros en el techo, por los que se colaba la lluvia, acaban de ser sellados y el inmueble ha sido limpiado, pero a¨²n hay charcos de agua estancada. La mayor¨ªa de migrantes duermen en sacos y esterillas. En torno al edificio, decenas de tiendas de campa?a ocupan una ladera con pinos.
En el acceso principal, una m¨¢quina mueve unos grandes contenedores sanitarios que permitir¨¢n cubrir el m¨ªnimo exigido en situaciones humanitarias: un ba?o por cada 20 migrantes y una ducha por cada 50. ¡°En abril no hab¨ªa nada de esto. Nada¡±, subraya Vladimir Mitkovski, coordinador de emergencias de la OIM en el cant¨®n. El c¨¢lculo se hace en funci¨®n de los desayunos, comidas y cenas entregadas, por lo que no es del todo fiable. ¡°Algunos vienen solo a comer y otros al rev¨¦s: cocinan o prefieren comprar algo¡±, reconoce la coordinadora en funciones del lugar, Adisa Bekaj, de la OIM.
La prioridad ahora es acondicionar el edificio para el invierno -en el que las temperaturas alcanzan hasta 20 grados bajo cero- porque no hay calefacci¨®n ni ventanas, solo una hilera de vanos que los migrantes usan para colgar la ropa mojada o cubren con pl¨¢sticos. ¡°En el mejor de los casos se tardar¨¢ 45 d¨ªas¡±, reconoce Mitkovski. Es decir, para finales de noviembre. ¡°Ya hemos tenido los primeros casos de hipotermia. Cuando las temperaturas desciendan hasta los cinco grados bajo cero o m¨¢s, esperamos casos graves de hipotermia y de congelamiento, lo que pondr¨¢ vidas en riesgo si no se les provee de un refugio seguro¡±, advierte Julian Koeberer, trabajador humanitario de M¨¦dicos Sin Fronteras, ONG que despliega una cl¨ªnica m¨®vil en Velika Kladusa tres veces por semana.
A escasos metros del inmueble, Simin Mogaddas rompe a llorar. Lleva tres noches durmiendo en el fr¨ªo con sus dos hijos en una traves¨ªa desde Ir¨¢n que nunca pens¨® tan dif¨ªcil. ¡°Yo solo busco dar la mejor educaci¨®n para mi hijo, que quiere ser piloto en Londres¡±. Este, Dariush Aryana, relata que obtuvo un car¨ªsimo t¨ªtulo de aviaci¨®n en Mashad, en el este del pa¨ªs, pero no lo reconocieron las autoridades, por lo que decidi¨® arriesgarse a la ruta de los Balcanes. ¡°Y, como somos una familia, hacemos esto juntos. Cuando llegue a Reino Unido, todo ir¨¢ bien. Ser¨¦ un hombre afortunado y podr¨¦ prometerme a mi novia, que me espera en Turqu¨ªa¡±.
¡°Todo pasa por cruzar. Si lo consigo, todo ir¨¢ bien¡±, calca la coletilla Muhammad, un paquistan¨ª convertido a sus 18 a?os en la ¨²nica baza de su familia para escapar de la necesidad. ¡°Mis padres tambi¨¦n son pobres y tengo hermanos peque?os. Toda su esperanza es que yo lo logre¡±.
Los migrantes reciben muchos consejos gracias a la tecnolog¨ªa. En los grupos multitudinarios de WhatsApp que comparten hay rutas, trucos e informaci¨®n sobre los pa¨ªses de destino. Pero en ocasiones deciden sus pasos en funci¨®n de mitos y rumores. Como Muhammad, que quiere ir a Espa?a porque ha o¨ªdo que ¡°ofrecen un contrato de trabajo en cada cafeter¨ªa¡± o Dariush, que sue?a con entrar en el espacio Schengen para establecerse en Londres, sin saber que Reino Unido no forma parte del mismo y, adem¨¢s, abandonar¨¢ la UE en 2019.
Miedo a la polic¨ªa croata

No hay relato del paso a Croacia que no incluya las palabras golpe, paliza, porrazo o, en el mejor de los casos, dinero robado o m¨®vil roto. Los migrantes coinciden en que la polic¨ªa del pa¨ªs vecino les trata con m¨¢s agresividad gratuita que otras y algunos ense?an signos de violencia en sus cuerpos.
Dejaz Ali, que camina con una muleta en Bihac, asegura que un agente croata le rompi¨® la pierna de un porrazo. ¡°Cuando se dio cuenta, apoy¨® la bota sobre la pierna y se levant¨® del suelo. Grit¨¦ y llor¨¦ hasta que par¨®¡±, relata.
¡°La violencia que vemos aqu¨ª es m¨¢s extrema. Cuando tiene repercusi¨®n en los medios se reduce y, un tiempo despu¨¦s, vuelve, como ha pasado en las dos ¨²ltimas semanas¡±, indica Marc Pratllus¨¤, voluntario de No Name Kitchen, una ONG financiada por donaciones de particulares que aporta tres cabinas de ducha, reparte ropa y documenta las deportaciones en Velika Kladusa. Koeberer explica que los pacientes que acuden a la cl¨ªnica m¨®vil de MSF y relatan haber sido golpeados por la polic¨ªa croata al otro lado de la frontera ¡°presentan heridas como lesiones en tejidos blandos [m¨²sculos, ligamentos, tendones] y a veces fracturas¡±.
A principios de mes, el Comisionado de Derechos Humanos del Consejo de Europa pidi¨® por carta al primer ministro de Croacia, Andrej Plenkovic, que investigue las presuntas agresiones, denunciadas por diversas ONG. El ministro croata del Interior, Davor Bozinovic, respondi¨® que ¡°no se ha verificado¡± un solo caso de ¡°coacci¨®n policial¡± o robo, informa la agencia AFP.
Los migrantes tambi¨¦n afirman que algunos agentes les roban el efectivo que llevan al cruzar la frontera (han bautizado ¡°Al¨ª Bab¨¢¡± a la polic¨ªa croata) y les quitan la bater¨ªa del tel¨¦fono o destrozan la pantalla o la clavija de carga, fundamental para proseguir su ruta y comunicarse con sus familias.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma

Archivado En
- Problemas demogr¨¢ficos
- MSF
- Balcanes
- Pol¨ªtica migratoria
- V¨ªctimas guerra
- Cat¨¢strofes
- Fronteras
- ONG
- Europa sur
- Pol¨ªtica exterior
- Crisis refugiados Europa
- Migraci¨®n
- Uni¨®n Europea
- Europa
- Demograf¨ªa
- Organizaciones internacionales
- Conflictos
- Save The Children
- Croacia
- Eslovenia
- Crisis migratoria
- Bosnia Herzegovina
- Emigraci¨®n
- Crisis humanitaria
- Refugiados