Ecos de los a?os treinta
Historiadores y pol¨ªticos debaten sobre los paralelismos entre la actualidad y el periodo de entreguerras
El retorno a los a?os treinta se ha convertido en un mantra que repiten historiadores y pol¨ªticos, entre ellos el presidente franc¨¦s Emmanuel Macron, como una clara advertencia del peligro al que se enfrentan las democracias occidentales, asaltadas por gobiernos y partidos ultras, que quieren retorcer las instituciones hasta vaciarlas de su sentido democr¨¢tico. Cuando se hace referencia a los a?os treinta se habla de las consecuencias de la demoledora crisis econ¨®mica de 1929, pero sobre todo de la destrucci¨®n de las democracias que hab¨ªan surgido en Europa tras la I Guerra Mundial. Y, por encima de todo, la referencia inevitable se encuentra el 30 de enero de 1933, cuando el presidente Paul Hindenburg nombr¨® canciller de Alemania a Adolf Hitler, una decisi¨®n que acabar¨ªa con la mayor cat¨¢strofe de la historia.
En art¨ªculos, ensayos, discursos pol¨ªticos y acad¨¦micos, exposiciones y hasta en series como Babylon Berl¨ªn, la mayor superproducci¨®n de la televisi¨®n alemana, se reflexiona abiertamente sobre ese momento terrible de suicido democr¨¢tico, sin que se produjese un asalto exterior. Democracias asentadas como Hungr¨ªa, Polonia, Brasil o Estados Unidos se encuentran en manos de gobernantes que no creen en las reglas del Estado de derecho, ni en sus instituciones, y tampoco lo disimulan. Mientras tanto, problemas pol¨ªticos se dirimen en las calles, con arrebatos de violencia, como ha ocurrido con los chalecos amarillos en Francia.
¡°Estoy chocado por la similitud entre el momento que vivimos y el periodo de entreguerras¡±, afirm¨® a principios de noviembre Macron, cuando preparaba las conmemoraciones del final de la I Guerra Mundial. El exl¨ªder liberal dem¨®crata brit¨¢nico, Paddy Ashdown, que fue alto representante para Bosnia, hizo unas declaraciones todav¨ªa m¨¢s duras en las que se mostr¨® ¡°horrorizado¡± por los paralelismos con los a?os treinta. ¡°Todo se est¨¢ derrumbando¡±, afirm¨®.
El debate ha prendido tambi¨¦n entre los investigadores. Algunos como Serge Bernstein, autor de La France des ann¨¦es treinte, se muestran totalmente en contra. ¡°?Ha entrado la Europa actual en un engranaje mortal como el de los a?os treinta? La tesis es insostenible. La historia no es una ciencia exacta donde las mismas causas podr¨ªan provocar los mismos efectos¡±, escribi¨® en Le Monde. Sin embargo, se encuentra en franca minor¨ªa porque muchos expertos, sobre todo los estudiosos de la llegada a la Canciller¨ªa de Hitler, aupado por un sistema de poder que pens¨® que lo podr¨ªa controlar, hallan inquietantes ecos, aunque los plantean siempre con prudencia y muchas salvedades. La principal es que gran parte de lo ocurrido entonces se debi¨® a los efectos de la I Guerra Mundial y ahora no hay nada remotamente parecido a aquel cataclismo.
Provoc¨® mucho oleaje un art¨ªculo del historiador Christopher R. Browning en The New York Review of Books, en el que ahondaba en los paralelismos, refiri¨¦ndose en este caso a Estados Unidos. Browning no es un historiador cualquiera: es uno de los mayores expertos en el Holocausto, que en los a?os noventa public¨® un libro, Aquellos hombres grises (Edhasa), que caus¨® un profundo impacto al relatar la participaci¨®n de alemanes corrientes en las matanzas de jud¨ªos. Como especialista en la Alemania nazi, Browning asegura que se trata de un tema sobre el que le han preguntado numerosas veces y argumentaba que ve¨ªa similitudes ¨Cel aislacionismo de EE UU, el declive del parlamentarismo en el que detectaba ecos de Weimar, el nuevo autoritarismo escondido detr¨¢s de la expresi¨®n ¡°democracia iliberal¡±, acu?ada por el h¨²ngaro Viktor Orb¨¢n¡ªy una diferencia clara: no existe nada parecido a la barbarie asesina de los nazis.
Tanto Browning como otros historiadores ven un paralelismo especialmente claro y preocupante: la colaboraci¨®n de algunos partidos de la derecha tradicional con fuerzas antidemocr¨¢ticas, que al final acaban por engullirla. ¡°Mussolini y Hitler llegaron al poder por la alianza entre fascistas y conservadores frente a la divisi¨®n y la desorientaci¨®n de la izquierda¡±, escribe Browning. Timothy Snyder, un importante historiador de Yale que acaba de publicar el ensayo El camino hacia la no libertad (Galaxia Gutenberg), se pronunci¨® en el mismo sentido en otro art¨ªculo de The New York Times: ¡°La conclusi¨®n que pueden sacar los conservadores actuales emerge con claridad: no rompan las reglas que mantienen a la rep¨²blica unida, porque un d¨ªa necesitar¨¢n el orden. Y no destruyan a los oponentes que respetan esas reglas, porque un d¨ªa les echar¨¢n de menos¡±.
Snyder, que en su ensayo Sobre la tiran¨ªa (Galaxia Gutenberg) tambi¨¦n da muchas vueltas a los a?os treinta, escribi¨® esta frase en la cr¨ªtica a un libro titulado The death of democracy, en el que el historiador de la Universidad de Nueva York Benjamin Carter Hett analiza la llegada de los nazis al poder. ¡°Para que una democracia funcione, todos los partidos tienen que compartir un m¨ªnimo y creer que los compromisos son posibles y necesarios. En los a?os treinta, sin embargo, quedaba muy poco de ese esp¨ªritu en una sociedad alemana cada vez m¨¢s amargamente dividida¡±, escribe. Su conclusi¨®n es a la vez esperanzadora e inquietante. ¡°Pocos alemanes pod¨ªan imaginar en 1933 Treblinka o Auschwitz. Es dif¨ªcil culparles de no haber previsto lo impensable. Sin embargo, su inocencia les fall¨® y se equivocaron catastr¨®ficamente sobre el futuro. Nosotros gozamos de una gran ventaja sobre ellos: tenemos su ejemplo ante nosotros¡±.
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