Donald Trump, dos a?os de pol¨¦micas y excesos
El presidente de EE UU llega al ecuador de su mandato m¨¢s envalentonado y heterodoxo que nunca
Golpeado por las urnas y asediado por hasta 17 investigaciones -desde las relacionadas con sus negocios a las de su posible vinculaci¨®n con el Kremlin-, Donald Trump llega al ecuador de su mandato m¨¢s envalentonado, heterodoxo y showman que nunca, embebido de trumpismo. En 2018, dio el golpe de mano al tablero internacional. Lo que le queda de presidencia ser¨¢ una guerra en casa, con medio Congreso en manos de los dem¨®cratas, que ya pueden maniatar su presidencia.
LA PRESIDENCIA EN GUERRA
El 7 de noviembre Donald Trump se revolvi¨® como un animal herido. Las elecciones legislativas de la noche anterior hab¨ªan ido mal. Su partido logr¨® amarrar el Senado ¡ªalgo fuera de duda pues estaban en juego los esca?os republicanos¡ª, pero perdi¨® el control de la C¨¢mara de Representantes en lo que ¡ªpocos d¨ªas despu¨¦s se sabr¨ªa¡ª hab¨ªa resultado la mayor victoria dem¨®crata desde el Watergate. El vuelco ¡ªesa era la peor se?al para el presidente¡ª vino impulsado por una marea de participaci¨®n: 116 millones de estadounidenses acudieron a las urnas, cuando en 2014 solo lo hicieron 83 millones. Los candidatos dem¨®cratas hab¨ªan logrado aquel martes casi tantos votos como ¨¦l mismo en las presidenciales de 2016. La llamada ola azul hab¨ªa llegado y el hombre que protagoniz¨® la campa?a lo sab¨ªa
A las 11.57 de la ma?ana siguiente Trump se present¨® en la habitaci¨®n Este de la Casa Blanca, la mayor de todas, que John Adams usaba para colgar la colada y que ese mi¨¦rcoles estaba repleta de periodistas. Con el semblante serio dio una de las ruedas de prensa m¨¢s largas y tensas de su presidencia. Una hora y 27 minutos televisados en los que neg¨® el fracaso electoral, culp¨® de la derrota en la C¨¢mara baja a los republicanos que se hab¨ªan alejado del trumpismo, volvi¨® a la carga contra la inmigraci¨®n y se enzarz¨® con los periodistas. Tach¨® de racista la pregunta de una reportera que le inquiri¨® si cre¨ªa que su apoyo al nacionalismo hab¨ªa dado alas al supremacismo blanco y atac¨® sin cuartel a Jim Acosta, de la CNN. Lo llam¨® ¡°persona terrible¡±, ¡°grosero¡±, y dijo que la cadena de televisi¨®n deber¨ªa ¡°avergonzarse¡± de darle trabajo. Al cabo de apenas dos horas, anunci¨® en Twitter la renuncia forzada del fiscal general, Jeff Sessions, al que culpaba de buena parte de sus quebraderos de cabeza por la investigaci¨®n la trama rusa. Por la noche, la Casa Blanca retir¨® la acreditaci¨®n de Acosta.
Era un anticipo de lo ocurrir¨ªa en las siguientes semanas y, probablemente, de lo que ser¨¢ el resto de la era Trump, que este domingo cumple sus dos primeros a?os.
Washington ha entrado en combusti¨®n. En diciembre, en un mensaje de Twitter, anunci¨®, para disgusto de las potencias aliadas y desoyendo al propio Pent¨¢gono, la retirada de las tropas de Siria. Argumentando una situaci¨®n de emergencia migratoria que no se justifica con los datos reales, llev¨® el pulso para construir un muro con M¨¦xico a bloquear los presupuestos y provocar un cierre parcial de Gobierno que ya es el m¨¢s largo de la historia de EE UU. A la ca¨ªda de Sessions le siguieron una cascada de bajas, entre ceses y dimisiones, incluyendo su jefe de gabinete y el secretario de Defensa. Las extravagancias se han extremado. En plena pol¨¦mica por Siria, para anunciar la firma de una reforma agr¨ªcola, public¨® un v¨ªdeo suyo de hace a?os, disfrazado de granjero, cantando en una gala de los Grammy. Con parte de la Administraci¨®n cerrada y 800.000 empleados sin sueldo, difundi¨® en Twitter un cartel con el tipo de letra de Juegos de Tronos, como si fuera un anuncio de la serie, asegurando: ¡°El muro va a llegar¡±.
Golpeado por las urnas y asediado por hasta 17 investigaciones ¡ªdesde las relacionadas con sus negocios a las de su posible vinculaci¨®n con el Kremlin¡ª, Trump ha llegado al ecuador de su mandato m¨¢s envalentonado, heterodoxo y showman que nunca, borracho de trumpismo. ¡°No creo que sea una estrategia, Trump no tiene estrategia, creo que la gente que le frenaba algo ya no est¨¢ o la ha dejado de escuchar¡±, afirma el analista y estratega conservador Rick Tyler.
Se est¨¢ viviendo un tiempo estrafalario en Washington. El presidente tuvo que responder el lunes a la prensa, en los jardines nevados de la Casa Blanca, que no, que nunca hab¨ªa trabajado como agente secreto para Rusia. La noticia de que el FBI le hab¨ªa investigado por ello hab¨ªa corrido como la p¨®lvora durante el fin de semana, as¨ª como su af¨¢n por ocultar informaci¨®n sobre las charlas que hab¨ªa mantenido con Vlad¨ªmir Putin incluso con miembros de su propio Gobierno.
La investigaci¨®n sobre la posible connivencia de Trump o su c¨ªrculo en la injerencia rusa durante las elecciones presidenciales de 2016, en las que buscaban favorecer la victoria del republicano, da los ¨²ltimos compases en un escenario muy delicado. Porque cuando el fiscal especial Robert S. Mueller, que lleva m¨¢s de a?o y medio con el caso, complete sus pesquisas, la nueva mayor¨ªa dem¨®crata en la C¨¢mara de Representantes podr¨ªa impulsar su proceso de destituci¨®n (impeachment) si ven material delictivo.
Armados con el control de la C¨¢mara baja tambi¨¦n pueden reclamar sus declaraciones fiscales, que el neoyorquino se niega a hacer p¨²blicas y, como est¨¢ ocurriendo ya, frenar buena parte de su agenda pol¨ªtica, como la promesa del muro. Los dem¨®cratas buscan el equilibrio entre el pragmatismo de sus veteranos ¡ªcomo Nancy Pelosi, nueva l¨ªder de la C¨¢mara de representantes¡ª y el empuje de una hornada de legisladores en uniforme de combate que ha tra¨ªdo la elecci¨®n de noviembre. A la nueva congresista dem¨®crata Rashida Tlaib, una de las dos primeras musulmanas en entrar en el Capitolio, la grabaron en un acto progresista arengando al p¨²blico: ¡°Vamos a destituir a ese cabr¨®n¡±. La joven estrella Alexandria Ocasio-Cortez la apoy¨®. Los dem¨®cratas llamaron a la calma. De un modo u otro, las cosas se han complicado para el magnate y este responde a la ofensiva.
El republicano Chris Christie, exgobernador de New Jersey y aliado del presidente, compar¨® poco antes de Navidad a Trump con ¡°ese pariente de 72 a?os al que intentas cambiar de forma de ser¡±. ¡°Cuando la gente se hace mayor, est¨¢n cada vez m¨¢s convencidos de que lo que hacen est¨¢ bien y se hace m¨¢s dif¨ªcil convencerles de los contrario¡±, dijo en una entrevista en la cadena ABC.
Ese es Trump. Los analistas que predijeron un cambio de tono tras la toma de posesi¨®n erraron; los que lo previeron con el devenir de la presidencia y la realpolitik internacional, tambi¨¦n. Otros lo esperaban tras el castigo electoral de noviembre. De momento, tambi¨¦n, agua. Nacido hace 72 a?os en el seno de una familia rica de Nueva York, convertido en uno de los promotores m¨¢s famosos de EE UU, con una fortuna superior a los 3.500 millones de d¨®lares, tres matrimonios, cincos hijos y una brillante carrera de animador televisivo, Trump solo conf¨ªa en su instinto. ¡°A veces, parte de conseguir un acuerdo es denigrar a tu competidor¡±, dec¨ªa en los ochenta, cuando se hallaba inmerso en la conquista de Manhattan a golpe de rascacielos con su nombre.
SIN ADULTOS EN LA HABITACI?N
Los generales ya han dejado de tratar de cambiar a ese tozudo pariente de 72 a?os con el que le comparaba el republicano Chris Christie. Durante los primeros meses de la Administraci¨®n de Trump se fue conformando una especie de guardia pretoriana que proteg¨ªa al presidente de s¨ª mismo. Unos eran halcones conservadores y otros, perfiles m¨¢s moderados, pero compart¨ªan una imagen de seriedad, ortodoxia y conocimiento de su ¨¢rea que parec¨ªa salvaguardar, dentro de todo el ruido diario, la pol¨ªtica tradicional en Washington.
Todos se han marchado a lo largo de 2018, la mayor¨ªa por discrepancias p¨²blicas con el mandatario: el general John Kelly ha dejado su puesto como jefe de Gabinete; el general Jim Mattis ha dimitido como secretario de Defensa; el general H. R. McMaster fue relevado por John Bolton como consejero de Seguridad y el exejecutivo petrolero Rex Tillerson, un moderado que llevaba el Departamento de Estado, fue objeto de un despido humillante v¨ªa Twitter. A estas bajas se a?ade la del consejero econ¨®mico Gary Cohn, un viejo peso pesado de Goldman Sachs, asqueado entre otros aspectos por la titubeante condena de Trump del atentado nazi de Charlottesville en verano de 2017.
Entre dimisiones, renuncias forzadas y despidos, la Administraci¨®n ha sufrido una cuarentena de bajas relevantes. En tan solo dos a?os, Trump ha tenido cinco directores de comunicaci¨®n, tres jefes de gabinete, cuatro consejeros de seguridad nacionales, tres secretarios de Interior, dos secretarios de Estado, tres fiscales generales¡ No existe un precedente de algo as¨ª en las presidencias del siglo XX, no solo por la desbandada sino por el momento, en la primera mitad del primer mandato. Mientras, Trump se refugia en su asesora e hija, Ivanka ¡ªa la que por ejemplo acaba de encargar que ayude a escoger al nuevo presidente del Banco Mundial¡ª, y su yerno, Jared Kushner, al quien conf¨ªa buena parte de las relaciones con Israel.
El c¨²mulo de ceses y lo ruidoso de algunos de ellos, especialmente al final de 2018, refuerzan la imagen de caos que domina esta Casa Blanca. Es relativamente com¨²n que sus aseveraciones se vean corregidas o matizadas por su gabinete. Solo esta semana, el secretario de Estado, Mike Pompeo, se qued¨® descolocado por la amenaza vertida por su jefe de ¡°devastar econ¨®micamente¡± a Turqu¨ªa si atacaba a los kurdos. Preguntado por la prensa, dijo que ¡°intu¨ªa¡± que el presidente se refer¨ªa a sanciones econ¨®micas, pero que era mejor que le preguntasen a ¨¦l directamente. Y su nominado a fiscal general, William Barr, le ha contradicho en el Senado sobre la investigaci¨®n de la trama rusa, asegurando que ¡°no es una caza de brujas¡±.
Como dijo Newt Gingrich, exl¨ªder republicano en la C¨¢mara de Representantes, ¡°Trump es como un quarterback que no advierte de la jugada, simplemente golpea la bola y espera que los dem¨¢s miembros del equipo reaccionen¡±.
Circula una poderosa narrativa en Washington en torno a la idea de un equipo tratando de cortar la jugada de ese quarterback impredecible. En septiembre, el periodista Bob Woodward public¨® Miedo: Trump en la Casa Blanca, un retrato del d¨ªa a d¨ªa de este Gobierno que desat¨® r¨ªos de tinta, horas de tertulia y ¡ªc¨®mo no¡ª los ataques del protagonista. En ¨¦l, describe el ambiente como el de ¡°un manicomio¡± y al presidente, como una especie de Cal¨ªgula caprichoso e ignorante capaz de mil barrabasadas. Mientras, sus subordinados tratan de asestar lo que el reportero califica de ¡°golpe de Estado administrativo¡±. Bas¨¢ndose en centenares de horas de entrevistas off the record, de testigos de las situaciones, cuenta, por ejemplo, c¨®mo un d¨ªa Trump habla con ligereza de matar al presidente sirio Bachar el Asad. El jefe del Pent¨¢gono, Jim Mattis, le responde que se pone con ello, pero acto seguido el militar le dice a su equipo que lo olvide todo. O c¨®mo en otra ocasi¨®n, Gary Cohn, el exasesor econ¨®mico, le roba del despacho un documento con el que el presidente pretend¨ªa firmar la retirada del tratado comercial con Corea del Sur. A Trump, sencillamente, se le olvid¨®.
En los mismos d¨ªas en los que sali¨® el libro, un miembro de la Administraci¨®n publicaba sin nombre una tribuna de opini¨®n en The New York Times que tambi¨¦n apuntaba a la idea de un grupo de miembros de la Administraci¨®n escandalizados con el modo de gobernar de Trump. Esta guerrilla supuestamente se empleaba en ¡°boicotear¡± los impulsos m¨¢s peligrosos del mandatario por el bien del pa¨ªs. Bajo el t¨ªtulo Yo soy parte de la resistencia interna de la Administraci¨®n Trump, describ¨ªa al neoyorquino como un ser ¡°superficial, inefectivo, conflictivo e impulsivo¡± pero tranquilizaba a los votantes asegurando que hab¨ªa ¡°adultos en la habitaci¨®n¡±.
El art¨ªculo constitu¨ªa un ataque demoledor contra Trump, pero en ning¨²n caso a sus pol¨ªticas. Y destilaba aroma a preocupaci¨®n entre los republicanos, trat¨¢ndose de distanciar de su actual l¨ªder. El autor dejaba claro que, aunque hab¨ªa sido electo como republicano, ten¨ªa poco de ello, pero alababa la gran rebaja de impuestos aprobada y curiosamente se cuidaba de no mencionar uno de los aspectos m¨¢s pol¨¦micos de la agenda trumpista: la inmigraci¨®n.
LA BATALLA POR MARCAR LA AGENDA
¡°Una cosa que he aprendido de la prensa es que siempre est¨¢n hambrientos de una buena historia, cuanto m¨¢s sensacionalista, mejor. Es la naturaleza de su trabajo y lo entiendo. El asunto es que si eres un poco diferente, un poco atrevido, si haces cosas osadas y controvertidas, la prensa escribir¨¢ de ti¡±. Cuando Trump hac¨ªa esta reflexi¨®n en su famoso libro The art of the deal, hace tres d¨¦cadas, describi¨® la que iba a ser una parte fundamental de su estrategia para conquistar la Casa Blanca. Un anuncio a toda p¨¢gina en The New York Times, dec¨ªa, le costaba por entonces 40.000 d¨®lares. Pero si el peri¨®dico escrib¨ªa algo m¨ªnimamente positivo sobre un proyecto inmobiliario, el valor era muy superior al de un anuncio y le sal¨ªa gratis. ¡°Lo divertido es que incluso una historia cr¨ªtica, que puede ser dolorosa en lo personal, resulta muy valiosa¡±.
Pese a lo que parece por sus frecuentes insultos, a Trump le fascina aparecer en los medios. Es capaz de dar ruedas de prensa de m¨¢s de una hora, improvisar entrevistas y entrar a todos los trapos que le lancen en posados ante las c¨¢maras que solo estaban pensados para medios gr¨¢ficos. En Twitter, su gran medio de comunicaci¨®n, es voraz. Los periodistas de la Casa Blanca viven pendientes de sus mensajes, donde desde la seis de la ma?ana y hasta la medianoche puede amenazar con un holocausto nuclear a Corea del Norte, llamar ¡°perro¡± a una exasesora suya (Omarosa Manigault) o anunciar al nuevo jefe del Pent¨¢gono.
El s¨¢bado 12 de enero, antes del mediod¨ªa, ya hab¨ªa publicado una docena de mensajes: tachaba de mentiroso al exdirector del FBI James Comey; llamaba corrupta a Hillary Clinton, aseguraba ser m¨¢s duro contra Rusia que sus predecesores; urg¨ªa a los dem¨®cratas a que se sentaran a negociar para reabrir el Gobierno, vinculaba la inmigraci¨®n irregular y el crimen, criticaba a un ¡°periodista mentiroso del Amazon Washington Post¡± y sosten¨ªa, en may¨²sculas, que no hab¨ªa ¡°NING?N caos¡±.
The Washington Post, que hace un recuento en el blog Fact Checker de todas las falsedades y inexactitudes del presidente desde que lleg¨® al cargo, cifra en 7.600 las aseveraciones inciertas durante su presidencia, con una media de 15 al d¨ªa en 2018, el triple que en 2017. Su r¨¦cord fue el 7 de septiembre, cuando en 120 minutos hizo hasta 125 afirmaciones falsas o enga?osas. La mentira en la Casa Blanca ya no es noticia.
Trump gan¨® las elecciones a lomos de un mensaje incendiario contra el establishment y la inmigraci¨®n irregular en una sociedad malherida por la desigualdad. A golpe de tuit y de astracanada logr¨® marcar la agenda de los llamados medios tradicionales, aunque fuera para desmentirle. Un conglomerado de medios de derecha contribuyeron al mismo fen¨®meno. En una entrevista dada a este peri¨®dico hace unos meses, Ethan Zuckerman, experto del Media Lab del Massachusetts Institute of Technology (MIT), pon¨ªa como ejemplo el bulo de que Obama naci¨® fuera de EE UU. ¡°Incluso aunque est¨¦s escribiendo que no hay pruebas de algo as¨ª, y que que naci¨® en Haw¨¢i, est¨¢s participando en la conversaci¨®n¡±, se?alaba. ¡°Hay gente en la extrema derecha que tiene capacidad de crear grandes audiencias con sus contenidos y, como generan esas grandes audiencias, los medios tradicionales creen que deben escribir algo al respecto¡±, a?ad¨ªa.
Un estudio elaborado por Zuckerman y otros estudiosos analiz¨® 1,25 millones de piezas publicadas por 25.000 fuentes entre el 1 de abril de 2015 y el d¨ªa de las elecciones, 8 de noviembre de 2016. Detectaron que la cobertura sobre Clinton estaba abrumadoramente centrada en el caso de los correos electr¨®nicos, su fundaci¨®n y Bengasi, mientras que la de Trump, aunque recog¨ªa alg¨²n esc¨¢ndalo, se basaba sobre todo en su ideario.
Ahora el neoyorquino es el presidente m¨¢s poderoso del mundo y tratar de desmarcarse de su agenda supone un reto mucho m¨¢s dif¨ªcil. En un mensaje de Twitter Trump es capaz de anunciar el despido de un miembro relevante de su Gobierno o anunciar la retirada de tropas de Siria. Su estrategia no ha cambiado, sigue apostando sus fichas a la barrabasada y, sobre todo, azuzando las bajas pasiones que despierta la inmigraci¨®n. Aunque el n¨²mero de familias que llegan de forma irregular se encuentra en r¨¦cords, el n¨²mero de arrestos se encuentra en niveles m¨ªnimos en los ¨²ltimos 50 a?os. El muro que quiere construir en la frontera con M¨¦xico, idea que naci¨® como un latiguillo o eslogan de campa?a, se ha convertido en el gran fetiche, hasta el punto de que su exigencia de que el Congreso apruebe una primera partida de 5.700 millones para el proyecto, que no llega ni al 1% del presupuesto federal estadounidense, ha llevado a un bloqueo presupuestario y a este largo cierre gubernamental.
Esta batalla es una buena muestra del bloqueo legislativo y la batalla pol¨ªtica sin cuartel que se avecina estos dos a?os, con las elecciones presidenciales de 2020 en el punto de mira de todos y el poder del Congreso dividido: los republicanos controlando el Senado y los dem¨®cratas la C¨¢mara de Representantes.
Para Nate Silver, uno de los estad¨ªsticos sobre pol¨ªticas m¨¢s reputados en EE UU, editor del portal Fiverthirtyeight, la cita de oto?o demostr¨® que la base de votos trumpistas no es suficiente para ganar otras elecciones. A los dem¨®cratas, seg¨²n sus n¨²meros, les votaron casi 59 millones de personas, casi tantas como a Trump en 2016. Adem¨¢s, como explicaba en un art¨ªculo reciente, se impusieron por 12 puntos en los electores que suelen fluctuar de voto y por 13 puntos en aquellos que dos a?os antes hab¨ªan optado por un tercer partido.
El desenlace de las elecciones del Congreso no tiene por qu¨¦ anticipar lo que ocurre en las siguientes presidenciales ¡ªObama renov¨® mandato despu¨¦s de la debacle en las legislativas de 2014¡ª, pero los presidentes suelen tomar medidas a partir de ellas, tratando de impulsar m¨¢s pol¨ªticas de consenso y de apoyo bipartito, y varios de ellos, como Obama, Ronald Reagan o Bill Clinton, se beneficiaron de una econom¨ªa que se empezaba a recuperar de otras crisis.
A Trump a¨²n le sonr¨ªe la econom¨ªa, con la tasa de paro m¨¢s baja desde la guerra de Vietnam, si bien el enfoque moderado no figura en sus planes. Ha roto la solemnidad de la Casa Blanca y ha convertido las negociaciones en piezas de telerrealidad, tanto en la pol¨ªtica dom¨¦stica como en la internacional. Mantiene un agrio debate con los dem¨®cratas por la financiaci¨®n del muro ante las c¨¢maras de televisi¨®n ¡ªdurante lo que no iba a ser m¨¢s que la grabaci¨®n de un saludo protocolario¡ª, como el pasado 12 de diciembre, y tacha al primer ministro canadiense de ¡°d¨¦bil¡± y ¡°deshonesto¡± en Twitter tras una cumbre del G-7.
La era Trump sin Trump, es decir, eliminando de la escena las extravagancias presidenciales, se caracterizar¨ªa por una pol¨ªtica conservadora en lo econ¨®mico ¡ªalgo heterodoxa¡ª y en lo social. El republicano ha impulsado la mayor rebaja de impuestos desde la era Reagan y medidas de desregulaci¨®n para la banca, lo que suena a m¨²sica celestial para el votante tradicional. El tijeretazo a los impuestos, valorado en 1,5 billones en una d¨¦cada, ya entr¨® en vigor en 2018 y ha supuesto una bajada de ingresos del 2,7%, lo que ha llevado al Gobierno a otro recorte para contener el d¨¦ficit: la congelaci¨®n del aumento salarial que los empleados federales ten¨ªan aprobada en 2019. El impulso liberalizador se combina con el giro proteccionista que prometi¨® al trabajador de Medio Oeste al que sedujo en las elecciones presidenciales: ha renegociado el tratado comercial con Canad¨¢ y M¨¦xico con m¨¢s ventajas para EE UU e iniciado una guerra comercial inquietante con la segunda mayor econom¨ªa del mundo, China.
Tambi¨¦n ha dado marcha atr¨¢s en la pol¨ªtica medioambiental de Barack Obama, abandonando el Acuerdo de Par¨ªs y reduciendo restricciones al carb¨®n y a la emisi¨®n de gases de efecto invernadero. Incapaz de liquidar la reforma sanitaria, Obamacare, en el Congreso, por la falta de consenso entre los propios republicanos, ha aprobado medidas para debilitarla al m¨¢ximo (desde la eliminaci¨®n de algunos subsidios hasta el fin de la penalizaci¨®n fiscal a quienes no contraten un seguro). A la derecha religiosa la ha mimado con medidas regresivas en materia del aborto o el veto a los transg¨¦nero en el Ej¨¦rcito (ambos bloqueados en los tribunales). Y ha logrado nombrar a dos jueces conservadores en el Supremo.
El ejercicio de imaginar la presidencia de Trump deflactando la naturaleza de Trump, sin embargo, es in¨²til. Ha habido presidentes m¨¢s conservadores que otros, m¨¢s o menos halcones, m¨¢s o menos proteccionistas, pero la ruptura de todas las convenciones y la agresividad como modus operandi, constituyen el legado m¨¢s distintivo de este Gobierno.
UNA SACUDIDA GLOBAL E IRREVERSIBLE
Lo llaman la estrategia del loco (Madman theory): asustar al resto de Gobiernos pareciendo irresponsable, capaz de cualquier barrabasada, y forzar as¨ª concesiones en las negociaciones. Richard Nixon lo utiliz¨® en las conversaciones con los norvietnamitas y Donald Trump con pr¨¢cticamente cualquier pa¨ªs ¡ªaliado o rival¡ª con el que ha tenido que discutir algo. Antes de tratar de abrir una negociaci¨®n con el dictador norcoreano Kim Jong-un, lo amenaz¨® con ¡°fuego y furia¡±. A la reforma del tratado comercial Nafta se present¨® con la advertencia de que quer¨ªa romperlo de inmediato. Y en los ¨²ltimos tiempos no ha dejado de advertir de que puede cerrar la frontera con M¨¦xico sine die, lo que ser¨ªa una barbaridad econ¨®mica para los propios estadounidenses.
¡°Mi estilo de negociar es bastante simple y directo. Apunto muy alto y entonces empujo y empujo hasta conseguir lo que busco¡±, escrib¨ªa en su famoso manual de negocios de los ochenta. As¨ª, aunque tiene que recular, siempre avanza desde su punto de partida: no ha roto el tratado comercial con M¨¦xico y Canad¨¢, pero lo ha renegociado de forma ventajosa para EE UU. Tambi¨¦n ha ido cumpliendo, pese a las peligrosas derivadas, buena parte de sus promesas electorales en pol¨ªtica exterior: ha roto el acuerdo nuclear con Ir¨¢n, ha trasladado la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusal¨¦n y ha comenzado a llevar a cabo el repliegue militar en Siria contra el consejo de sus militares.
Con Trump, Estados Unidos abandona al papel de l¨ªder global. En su concepci¨®n, las relaciones pol¨ªticas o comerciales suponen una transacci¨®n de suma cero en la que toda mejora de un pa¨ªs se logra a costa de otro y el suyo debe mejorar el beneficio de cada operaci¨®n. As¨ª, su pol¨ªtica exterior no se organiza en base a un plan, una estrategia con prioridades, sino en torno a una idea: America first, Am¨¦rica primero. Y eso, en el universo Trump, se manifiesta de m¨²ltiples maneras. Trata a viejos aliados como si fueran enemigos, ya sea la OTAN o la Uni¨®n Europea ¡ª¡±Es tan mala como China, pero m¨¢s peque?a¡±, dijo este verano¡ª y expresa simpat¨ªas por l¨ªderes autoritarios como Xi Jinping o Vlad¨ªmir Putin, mientras su Administraci¨®n los sanciona.
En su ofensiva, sin embargo, la realidad le ha mostrado que no es lo mismo librar un pulso con sus vecinos norteamericanos que con la UE o con el gigante asi¨¢tico, cuyas represalias comerciales pueden acabar pasando factura a sus propios votantes. Ha tenido que frenar, por ejemplo, su idea de imponer nuevos aranceles a la exportaci¨®n de coches europeos. Y con China las conversaciones se hallan estancadas.
El presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron, dio a entender el pasado verano, en medio de aquella crispada cumbre del G-7 en Canad¨¢, que al final, la soluci¨®n con la dif¨ªcil presidencia de Trump no era sino esperar a que acabara. ¡°Usted dice que al presidente Trump no le importa [el aislamiento]¡±, dijo a un periodista. ¡°Quiz¨¢¡±, a?adi¨®, ¡°pero nadie es eterno¡±.
Hay quien dice, sin embargo, que el mundo no volver¨¢ al lugar donde estaba cuando Trump se marche. A la victoria del magnate neoyorquino le han seguido la de otros l¨ªderes de corte trumpiano, nacionalistas, populistas, que tambi¨¦n se suben al rechazo al multilateralismo que caracteriza la presidencia estadounidense, despreciando de la ONU a la OTAN, pasando por la Organizaci¨®n Mundial del Comercio o el Tribunal Penal Internacional. El pasado septiembre ante la Asamblea General de Naciones Unidas, proclam¨®: ¡°Rechazamos la ideolog¨ªa de la globalizaci¨®n y abrazamos la doctrina del patriotismo¡±.
Cr¨¦ditos fotogr¨¢ficos: Carlos Barria (REUTERS) | Evan Vucci (AP Photo) | Jim Watson (AFP) | Andrew Harrer (POOL) | Brendan Smialowski (AFP) | Joshua Roberts (REUTERS) | Carolyn Kaster (AP Photo) | Mandel Ngan (AFP)
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