Los saud¨ªes abrazan el cambio sin cuestionar el orden establecido
Las reformas sociales promovidas por el heredero de Arabia Saud¨ª suponen una bocanada de aire fresco aunque no satisfacen a todos
El pen¨²ltimo garito de moda en Yedda, la segunda ciudad de Arabia Saud¨ª, es Overdose (Sobredosis). As¨ª, en ingl¨¦s. El nombre es tan provocativo (y ambiguo) como las reformas que est¨¢ emprendiendo el pa¨ªs. Dentro, la m¨²sica a todo volumen (algunas noches con dj en directo) y el p¨²blico mixto (hombres y mujeres) reflejan el cambio puesto en marcha por las autoridades. Superado el tumulto, una frase escrita en la pared del fondo pone las cosas en su sitio: ¡°la cafe¨ªna es mi droga preferida¡± (el alcohol sigue prohibido). Guay, pero sin romper el orden establecido.
Al visitante primerizo tal vez no le impresione, pero quien haya conocido la Arabia Saud¨ª de antes de que el rey Salm¨¢n llegara al trono y diera las riendas del poder a su hijo y heredero, Mohamed bin Salm¨¢n, notar¨¢ la diferencia. El Reino del Desierto est¨¢ en ebullici¨®n. Mientras el mundo se fija en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, las activistas de los derechos de la mujer encarceladas o las j¨®venes que escapan del pa¨ªs, dentro se est¨¢ llevando a cabo un experimento social sin precedentes.
Durante d¨¦cadas la sociedad saud¨ª ha estado alimentada de una interpretaci¨®n puritana e intransigente del islam, con cuyo pretexto la polic¨ªa de la moral impon¨ªa la segregaci¨®n de sexos y tachaba de pecaminosa la m¨¢s inocente de las actividades de ocio. Hoy, los saud¨ªes tienen acceso a conciertos y espect¨¢culos de artistas internacionales como Mariah Carey, David Guetta, Andrea Bocelli o el Circo del Sol, y eventos deportivos como la reciente carrera de F¨®rmula E. Hasta hay un ¡°ministerio de la diversi¨®n¡±, como los locales se refieren a la Direcci¨®n General del Entretenimiento.
Algunos han criticado que se trata de diversiones para las ¨¦lites. Es cierto que algunas de esas actividades no est¨¢n al alcance de todos, pero otras muchas son gratuitas. En la Corniche de Yedda, un paseo mar¨ªtimo de 15 kil¨®metros de largo, se han instalado numerosos parques infantiles y quioscos de refrescos, que facilitan los populares picnics familiares; adem¨¢s, se ha cerrado todo el carril central para patinetes, bicicletas y paseantes. A la ca¨ªda de la tarde se llena de adolescentes que hacen cabriolas sobre sus dos ruedas y, sorpresa, entre ellos bastantes chicas. Quien haya visto la pel¨ªcula La bicicleta verde de Haifaa al Mansour entender¨¢ que una chica sobre una bici en Arabia Saud¨ª es un gesto tan reivindicativo como la huelga del 8-M en Espa?a.
¡°Por fin, s¨ª, las cosas est¨¢n cambiando. Ya era hora¡±, comenta Alaa bin Mohamed entre llamadas de m¨®vil para quedar con sus amigos el jueves por la noche, el inicio del fin de semana saud¨ª. A este veintea?ero que acaba de empezar un trabajo en pr¨¢cticas en una tienda de telefon¨ªa, todos los cambios le parecen poco. ?Qu¨¦ las mujeres conduzcan? ?Los conciertos? ?El apoyo a los j¨®venes? ¡°Genial, pero vamos tarde. Queremos m¨¢s¡±, asegura en un ingl¨¦s balbuceante aprendido en la escuela p¨²blica. ¡°Nos quedan por lo menos diez a?os de reformas para ponernos al d¨ªa¡±, asegura convencido de que a¨²n falta lo m¨¢s importante: ¡°el cambio de mentalidad¡±.
Con dos tercios de la poblaci¨®n por debajo de los 30 a?os, los planes del pr¨ªncipe Mohamed han encontrado una audiencia entusiasta, sobre todo entre las mujeres. ¡°Ahora necesitamos que haya m¨¢s trabajo¡±, responde Ghada, de 37 a?os, tras presionarle para que encuentre alg¨²n defecto o carencia a los proyectos de modernizaci¨®n de MBS, como todos se refieren al heredero. Raya lo imposible encontrar un saud¨ª que le critique. Ella, divorciada y con dos ni?os, busca por primera vez trabajo con la confianza reforzada por sus promesas.
No es f¨¢cil. A pesar del empe?o de MBS, las cifras se resisten. De acuerdo con datos oficiales, el paro ha subido del 11,5% a principios de 2016 al 12,9% a mediados del a?o pasado; entre los j¨®venes ronda el 40%, m¨¢s entre las mujeres. La mayor¨ªa de los saud¨ªes que han encontrado trabajo han sustituido a extranjeros (que son un tercio de los 33 millones de habitantes y cubren el 90% de los puestos del sector privado). Pero se estima que cada a?o llegan al mercado laboral 400.000 j¨®venes (la mitad de ellos titulados universitarios) y, adem¨¢s, el fin de la prohibici¨®n de conducir, ha alentado a muchas saud¨ªes, como Ghada, a trabajar.
¡°MBS es sangre nueva y est¨¢ consiguiendo que nos sintamos orgullosos de ser saud¨ªes¡±, asegura una empresaria durante una conversaci¨®n privada. No ignora la controversia por el encarcelamiento de las activistas o el asesinato de Khashoggi. ¡°Es triste, no me gusta¡±, declara, ¡°pero todos los pa¨ªses tienen sus cloacas y siento que se nos est¨¢ atacando con excesiva sa?a; en conjunto lo que est¨¢ sucediendo es muy positivo¡±, subraya, aunque no esconde que le preocupa una posible reacci¨®n ante la rapidez de los cambios.
Los cl¨¦rigos conservadores que sol¨ªan levantar la voz ante el menor gesto de apertura han estado inusitadamente callados en los dos ¨²ltimos a?os gracias una mezcla de coerci¨®n y cooptaci¨®n. ¡°Sin acallarles, el cambio no hubiera sido posible¡±, admite la empresaria. ¡°Esta es una sociedad tribal, no una democracia; aqu¨ª una democracia no funcionar¨ªa, desatar¨ªa una guerra¡±, defiende.
Ali J. discrepa. ¡°No son los cines y los espect¨¢culos lo que nos convierte en una sociedad moderna. Los cambios solo ser¨¢n reales cuando tengamos libertad de expresi¨®n, se nos respete como ciudadanos al margen de cu¨¢l sea nuestra religi¨®n y las autoridades rindan cuentas de sus decisiones¡±, resume este profesor universitario que pide que no se le identifique con su verdadero nombre.
Muchos saud¨ªes no tienen en mente una democracia, sino modelos m¨¢s cercanos como el de Dub¨¢i. Al menos es lo que le gustar¨ªa a Alaa bin Mohamed, el joven citado m¨¢s arriba. ¡°Ellos tambi¨¦n son musulmanes, est¨¢n abiertos al mundo y no se quedan pasmados por tener delante a una mujer, como aqu¨ª¡±, afirma despu¨¦s de haberse quejado de que las saud¨ªes a¨²n se muestren renuentes a hablar con un hombre de fuera de su familia. Aunque cada vez son m¨¢s las que toman las riendas de su vida, sobre todo entre las ¨¦lites urbanas, los viejos h¨¢bitos tardan en superarse.
MBS ha dicho que la abaya, el say¨®n negro con el que se cubren las saud¨ªes, no es obligatorio, pero la mayor¨ªa de las mujeres que pasean por la Corniche de Yedda y los centros comerciales de Riad no solo la llevan, sino que siguen cubri¨¦ndose la cara con el niqab. Las bonitas abayas de dise?o y colores se ven en locales pijos como el Overdose. ¡°A m¨ª no me gusta esto¡±, dice Ghada se?alando el pa?uelo que le cubre la cabeza, ¡°pero no quiero ser la primera en quit¨¢rmelo¡±.
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