?Cu¨¢l ¡®Estado de opini¨®n¡¯?
La idea ya hab¨ªa sido agitada por el ahora expresidente ?lvaro Uribe cuando buscaba la reelecci¨®n
Se ha advertido hasta la saciedad sobre los riesgos de acudir al llamado Estado de opini¨®n, que no es m¨¢s que un gobierno de opini¨®n para abusar de la democracia plebiscitaria y saltarse las reglas que nos hacen civilizados y no arbitrarios.
La idea del Estado de opini¨®n, que ya hab¨ªa sido agitada por el ahora expresidente ?lvaro Uribe en 2005, cuando buscaba la reelecci¨®n, est¨¢ sobre la mesa porque ¨¦l mismo la plantea nuevamente. Esta vez para justificar la necesidad de hacer ajustes a los acuerdos de paz, cuando las cortes y la comunidad internacional exigen a Colombia desde el Estado de derecho respetar lo pactado con las FARC acorde con la Constituci¨®n y se mantienen en sus fallos sobre la prohibici¨®n del uso, por lo menos hasta ahora, del glifosato para la erradicaci¨®n de los cultivos il¨ªcitos.
Escudarse en la subjetividad de la expresi¨®n ciudadana, plantearla como un estado superior al Estado de derecho, carece de cualquier respeto por los pesos y contrapesos que evitan los desbordes y frenan los caudillismos, cuando no las dictaduras. Y no es que las alternativas de referendos no sean el mecanismo de la democracia por excelencia, as¨ª lo demostr¨® el plebiscito que logr¨® convocar la constituci¨®n de 1991, la Carta de las garant¨ªas; as¨ª lo demostr¨® el referendo anticorrupci¨®n del pasado mes de agosto, cuando Claudia L¨®pez y su Partido Verde lograron m¨¢s de 11 millones de votos. La diferencia est¨¢ en cuando se buscan por la v¨ªa de la indignaci¨®n moral de sus electores otros fines.
?De qu¨¦ Estados de opini¨®n estamos hablando? ?del que hace carrera entre los familiares de los l¨ªderes asesinados? ?del que crece en las aulas estudiantiles? ?Cu¨¢l? Pareciera que hay un problema de ceguera o de sordera pol¨ªtica, pues si estamos hablando del Estado de opini¨®n que miden las encuestas, entonces estamos muy lejos de pensar en una ciudadan¨ªa un¨¢nime frente a las propuestas, por ejemplo de una sola corte, para resolver los problemas de la justicia. La ¨²ltima medici¨®n de Yanhass plantea un desfavorable para el gobierno de m¨¢s del 60 por ciento.
Si el Estado de opini¨®n son los votos del uribismo, las cifras le ayudan, pero son insuficientes. Lograron ganar la mayor bancada en Senado, pero no son mayor¨ªa ni siquiera con sus aliados. La dificultad de construir una nueva forma de relacionamiento con el Congreso, sin prebendas, es precisamente por esa soberbia de creer que los dem¨¢s piensan y sienten como el l¨ªder cuando es precisamente lo contrario, esperan del l¨ªder el respeto por la diferencia en la opini¨®n.
Si el Estado de opini¨®n fuera, y valga la redundancia, la opini¨®n de los columnistas, la mayor¨ªa de quienes orientan y analizan no son cercanos a Uribe ni al gobierno. Y en los medios de comunicaci¨®n, incluso internacionales, el Estado de opini¨®n puede leerse en la ¨²ltima edici¨®n de la revista The Economist, que plantea a un Iv¨¢n Duque comprometido con las industrias creativas, la legalidad, la empresa, el medioambiente y la equidad. Le reconoce el respeto por las decisiones de los tribunales, pero le dice que parece atrapado en las batallas pol¨ªticas del pasado.
Si el Estado de opini¨®n es lo que el expresidente lee en las redes sociales, entonces estamos ante un problema a¨²n m¨¢s grave. No son medibles. Quienes all¨ª se expresan son, en un importante porcentaje, ciudadanos sin rostro, algunos a sueldo, otros de carne y hueso que alimentan hoy como ayer la confrontaci¨®n ideol¨®gica sin mayor peso argumentativo.
Lo que s¨ª puede ser una aproximaci¨®n a ese estado real de opini¨®n son las elecciones regionales de octubre. ?Eso explicar¨ªa -me pregunto- las propuestas de acabar las cortes o sacar proyectos de ley como la prima salarial para los de bajos ingresos y tantas otras?
No tengo la respuesta a¨²n, pero s¨ª creo, como The Economist, que una apuesta por las energ¨ªas renovables, el emprendimiento, la implementaci¨®n responsable de los acuerdos de paz y tantas otras decisiones de gobierno est¨¢n siendo opacadas por una l¨®gica que no se compadece con las necesidades ciudadanas.
Para columnistas como Gustavo G¨®mez, ¡°un peligroso espejismo vende el expresidente Uribe: un sofisticado populismo que exacerba pasiones sobre razones¡±. Ya en 2009, el constitucionalista Rodrigo Uprimny dec¨ªa que la ¡°f¨®rmula suena bonita, pero en realidad es ambigua y peligrosa¡±. Y el exministro Luis Felipe Henao asegura en su columna que el Estado de opini¨®n no es la evoluci¨®n del Estado de derecho, es su ant¨ªtesis.
Claramente el Estado de opini¨®n no puede ni debe ser usado para redefinir el futuro del pa¨ªs. Es necesario que el presidente diga claramente si comparte semejante propuesta para entonces saber si el expresidente habla a nombre del gobierno o desde una posici¨®n desesperada que solo nos puede llevar al autoritarismo.
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