Internados en nombre de la ONU
Los procesados por la Corte Penal Internacional permanecen en un centro en La Haya hasta que su sentencia sea firme
Camino de la playa de Scheveningen, en el distrito costero de la ciudad holandesa de La Haya, la ONU dirige un edificio de ladrillo rojo integrado en la c¨¢rcel local, dividido en dos alas: el Centro de Detenci¨®n, para los procesados de la Corte Penal Internacional (CPI), y la Unidad de Detenci¨®n, utilizada por el Mecanismo Residual Internacional encargado de las apelaciones de los juicios del Tribunal para la antigua Yugoslavia (TPIY). Por el Centro han pasado se?ores de la guerra, como el congole?o Thomas Lubanga, el expresidente liberiano Charles Taylor, o el m¨¢s reciente, Bosco Ntaganda, alias Terminator, antiguo jefe de milicias rebeldes en Ruanda y de fuerzas del Gobierno de la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo. La Unidad es para los enjuiciados de las guerras de los Balcanes, y ah¨ª est¨¢n hoy Radovan Karadzic y Ratko Mladic, l¨ªderes pol¨ªtico-militares serbobosnios, que han apelado sus sentencias de cadena perpetua por la masacre de Srebrenica, en 1995. Si lo desean, pueden coincidir en el gimnasio.
Paddy Craig, antiguo comando brit¨¢nico y luego polic¨ªa brit¨¢nico durante 27 a?os, es el director del Centro de Detenci¨®n de la CPI. Durante una visita de la prensa internacional, subraya que si bien no hay distingos entre procesados y condenados, y los controles de seguridad, a cargo de la polic¨ªa holandesa, son exhaustivos, ¡°estamos en un centro de detenci¨®n, no en una c¨¢rcel tradicional¡±. ¡°No se separa por razas, religiones o afiliaciones pol¨ªticas, y llevamos un r¨¦gimen estricto y efectivo. Nadie ha intentado escapar, aunque tampoco creo que pudieran hacerlo¡±, dice, en una sala de reuniones, protegida por las mismas puertas de seguridad y la abundancia de cerraduras que el resto del complejo. ¡°Los controles son para todos. Yo mismo soy revisado al entrar y salir, como los dem¨¢s¡±, asegura.
Rodeado de periodistas en su mayor¨ªa de Mal¨ª, llegados a Holanda para conocer el lugar donde permanecen durante el juicio algunos de los presuntos criminales m¨¢s notorios de ?frica, Craig explica que ¡°ninguno sigue aqu¨ª una vez dictada sentencia y cumplidas las apelaciones¡±. Thomas Lubanga, por ejemplo, cumple en la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo su condena de 14 a?os de c¨¢rcel por reclutar ni?os soldado. Lleg¨® a La Haya en 2006 y fue trasladado en 2015. Charles Taylor estuvo cinco a?os internado mientras era juzgado en una sala de vistas cedida por la Corte Penal, porque en Liberia no se cumpl¨ªan las normas m¨ªnimas de seguridad y ¨¦l mismo segu¨ªa teniendo seguidores. Entr¨® en 2006 y permanece desde 2013 en una penitenciaria brit¨¢nica cumpliendo 50 a?os de c¨¢rcel por instigar y participar en las guerras en Liberia y Sierra Leona entre 1991 y 2002.
Todos los internos de la CPI han ocupado el mismo tipo de celda que cumple los est¨¢ndares internacionales en cuanto a espacio y servicios. De unos 12 metros cuadrados, cuenta con una cama individual, una estanter¨ªa, escritorio y silla, un inodoro y un lavabo. Tienen tambi¨¦n una televisi¨®n por sat¨¦lite, radio, una cafetera y un ordenador sin conexi¨®n a Internet. S¨ª disponen de una red interna para comunicarse con sus abogados y preparar la defensa. No ha habido que separarlos por culpa de una pelea, ¡°aunque alguna vez ha sido necesario evitar que se relacionaran porque pod¨ªan comprometer el testimonio de los testigos por sus comentarios entre ellos¡±, se?ala Craig. De todos modos, las autoridades penitenciarias no graban las conversaciones de los internos con sus abogados. Las que mantienen con sus familias y amigos ¡°se recogen, pero solo se escuchan si lo pide la Corte. A veces, controlamos alguna, al azar, y ellos lo saben¡±. Los primeros 200 minutos al tel¨¦fono los paga la CPI.
La celda es est¨¢ndar, y hay adem¨¢s un gimnasio interior y una pista de tenis exterior, con algunos huertos cuidados por los internos. Pueden estudiar idiomas, inform¨¢tica o pintar, y por eso, el Centro de Detenci¨®n ha sido apodado ¡°el Hilton de la prisiones¡±. Nada m¨¢s lejos, subraya su director. Lo que llama la atenci¨®n es la zona com¨²n. Junto a un acuario y varias neveras, congeladores y un futbol¨ªn, hay una cocina perfectamente equipada. Tiene horno, microondas y freidora, y relucen las botellas de aceite y los paquetes de legumbres, arroz y ma¨ªz. En una caja hay ?ame, un tub¨¦rculo africano. Y, claro, cuchillos y tijeras adecuados. ¡°Siempre hay vigilancia, incluso en partidos de f¨²tbol entre internos y guardias, y preferimos mantener un ambiente firme y relajado. Pueden tomar el men¨² de la c¨¢rcel holandesa incluida en el mismo recinto, pero si prefieren alimentos m¨¢s acordes a su dieta, piden productos de una lista que llamamos 'la tienda africana'. Al final, ocurre como siempre, los mejores cocineros guisan para el resto¡±, admite Craig.
En estos momentos, cinco internos comparten aqu¨ª sus comidas. Se trata de Al Hassan, sospechoso de cr¨ªmenes de guerra y contra la humanidad en Tombuct¨² (Mal¨ª); Bosco Ntaganda; el ugand¨¦s Dominic Ongwen, presunto comandante de del grupo rebelde Ej¨¦rcito de Resistencia del Se?or (LRA, por sus siglas en ingl¨¦s) acusado de cr¨ªmenes de guerra y contra la humanidad; Alfred Yekatom, l¨ªder miliciano de la Rep¨²blica Centroafricana?apodado Rambo, que responde de los mismos cargos, igual que su compatriota, Patrice-Edouard Nga?ssona, un l¨ªder antibalaka,?grupos cristianos de autodefensa nacidos en los noventa.
Los muros y las vallas son altos. Hay que pasar de nuevo los controles de seguridad y por el detector de metales. Se muestra y recoge el pasaporte otra vez, el nombre debe confirmarse en la garita policial y esperar a que se abran muchas puertas. A un paso est¨¢ la playa de Scheveningen , un espacio, este s¨ª, abierto.
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