La revoluci¨®n tiene voz femenina en L¨ªbano
La generaci¨®n del 99 lidera unas protestas en las que las mujeres ocupan la vanguardia en las barricadas
D¨ªa 20? de protestas y las libanesas siguen a la cabeza de las sentadas, manifestaciones y barricadas. Hace siete d¨ªas que decenas de miles de manifestantes en todo el pa¨ªs tumbaron al Gobierno junto con su primer ministro, Saad Hariri, hoy ambos en funciones. Y, sin embargo, las cadenas de mujeres enlazadas por los brazos prosiguen a la vanguardia para interponerse entre manifestantes y antidisturbios varones y as¨ª evitar batallas campales que den al traste con el car¨¢cter pac¨ªfico de las protestas. Como al resto de ciudadanos, a las mujeres les sobran motivos para sumarse a la revoluci¨®n en marcha en contra de un sistema que consideran sectario y corrupto y que ha llevado a L¨ªbano al borde del colapso financiero. Son m¨¢s de la mitad de los 4,5 millones de habitantes del pa¨ªs y se dicen doblemente oprimidas por el r¨¦gimen pol¨ªtico-confesional que desde el fin de la guerra civil (1975-1990) las ha relegado a ciudadanas de segunda bajo la tutela legal de sus progenitores o esposos.
¡°En esta sociedad machista est¨¢ mal visto que los hombres peguen a las mujeres en p¨²blico, as¨ª que lo usamos a nuestro favor para crear barreras y evitar que la violencia deslegitime nuestras demandas¡±, cuenta Leya Awadat, estudiante de ingenier¨ªa mec¨¢nica. Habla a las puertas de la Universidad Americana de Beirut (AUB), la m¨¢s prestigiosa de la regi¨®n y donde acude la cada d¨ªa m¨¢s reducida ¨¦lite que puede costearse los 27.000 euros anuales de tasas de matr¨ªcula. Acaba de cumplir los 18 y cada tarde enarbola un altavoz a trav¨¦s del cual, a pleno pulm¨®n, canturrea las consignas que habr¨¢n de repetir otros universitarios.
¡°Es impresionante ver a todas esas j¨®venes con el micr¨®fono en mano y que un chico les siga para sujetar los altavoces. Esta revoluci¨®n es la de los de la generaci¨®n del 99¡±, comenta en una barricada de la circunvalaci¨®n de Beirut Zeina Halabi, profesora de literatura ¨¢rabe en la AUB. ¡°Cuando estas chicas cumplieron los 10 las tropas sirias sal¨ªan del pa¨ªs [tras 29 a?os en L¨ªbano], y de adolescentes ya hab¨ªan participado en protestas contra el racismo, la violencia dom¨¦stica, la mala gesti¨®n de las basuras o a favor de la inclusi¨®n de mujeres en el Gobierno¡±. Las de mi generaci¨®n, las de 40, nacimos con la guerra civil y crecimos bajo la ocupaci¨®n siria e israel¨ª.
En las plazas de Beirut se han levantado tiendas y dentro de ellas se construyen peque?as ¨¢goras donde profesoras universitarias comparten su conocimiento con los manifestantes. Las docentes se han unido en un reci¨¦n creado sindicato de mujeres para luchar en los campus universitarios contra la desigualdad salarial y de g¨¦nero. Los cantos de ¡°revoluci¨®n¡± y ¡°abajo el r¨¦gimen¡± se repiten de norte a sur y de este a oeste del pa¨ªs en una demostraci¨®n sin precedentes de unidad transectaria a pesar de que en L¨ªbano las cuotas de poder se reparten seg¨²n el peso demogr¨¢fico de las 18 confesiones oficiales reconocidas. Esta misma unidad se ha reproducido este domingo con una manifestaci¨®n feminista dentro de la protesta nacional.
All¨ª convergieron las heterog¨¦neas beirut¨ªes, a las que las mujeres de pa¨ªses de la regi¨®n se refieren como ¡°las m¨¢s presumidas de entre las ¨¢rabes¡±. ¡°Los l¨ªderes pol¨ªticos les han dado la llave de la sociedad a los religiosos, todos hombres tambi¨¦n, y a las mujeres no nos queda m¨¢s que emigrar para escapar de un sistema social en el que ya hace tiempo que no nos sentimos reflejadas¡±, dice Rana Habis, profesora de baile exiliada a Par¨ªs y temporalmente de visita en L¨ªbano. Camina franqueada por velos, rastas, permanentes reci¨¦n salidas de la peluquer¨ªa, minifaldas, bolsos de Gucci o narices con piercings mientras manos con rojas manicuras se levantan hacia el cielo. Tampoco faltaron este domingo las incongruencias internas cuando un pu?ado de se?oras de retocadas narices se presentaron en la manifestaci¨®n con una criada que les sujetaba la bandera libanesa.
Todas exigen que los padres no puedan casar a sus hijas de nueve a?os como permite la ley; transmitir la nacionalidad a sus hijos si se casan con hombres extranjeros y un matrimonio civil con igualdad en derechos de herencia, divorcio o custodia de los hijos. Tambi¨¦n exigen una cuota femenina en el Gobierno, conscientes de que es la ¨²nica forma de romper el techo de acero impuesto por el patriarcado pol¨ªtico-religioso. En esta lucha cuentan con una nueva aliada, Raya el Hassan, ministra del Interior y pionera en el mundo ¨¢rabe en este cargo. ¡°Vamos por el buen camino y hemos pasado de ser una a dos y luego de dos a cuatro ministras¡±, contaba a EL PA?S El Hassan en enero, tras tomar posesi¨®n. ¡°Pero el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad en sociedades patriarcales lleva tiempo por lo que hay que hacerlo con inteligencia, sin forzar los discursos, pero sin decaer en los avances¡±, acota.
La cadena de mujeres en la vanguardia de las barricadas surti¨® efecto hasta cuando el Ej¨¦rcito opt¨® por traer a uniformadas para desalojar a las manifestantes de carreteas y autopistas. El experimento acab¨® con la retirada de las militares, que fueron despedidas por sus conciudadanas con flores, aplausos y la ya sempiterna banda sonora revolucionaria, el himno nacional. En el verano de 2015, la respuesta policial a una movilizaci¨®n semejante dej¨® centenares de heridos s¨®lo en Beirut.
Para muchas veintea?eras las multitudinarias protestas de 2015 supusieron un experimento de la sociedad civil. Entonces, la corruptela y la mala gesti¨®n de las basuras del pa¨ªs acabaron sepultando las calles libanesas entre toneladas de detritus y desat¨® la indignaci¨®n popular por encima de la clase y la confesi¨®n. Por primera vez en d¨¦cadas los libaneses tomaron las calles bajo una ¨²nica bandera, la nacional, acabando con la tradicional marea de banderines y gorras partidistas de manifestantes llegados a la capital en autobuses pagados por los zaim (l¨ªder feudal). De entre las basuras naci¨® Beirut Medinati, una plataforma pol¨ªtica secular y nacional que si bien obtuvo el 40% de los votos en las municipales de 2016 tan solo logr¨® un esca?o ¡ªuna mujer¡ª?en las legislativas de 2018, las primeras en casi una d¨¦cada. Hoy es parte integrante de unas protestas que aseguran no tener un liderazgo definido.
Sara Raed, estudiante de relaciones p¨²blicas de 21 a?os que asegura que la mayor¨ªa de sus amigas han emigrado para estudiar fuera, fue la primera en colocar junto con su pareja una tienda de campa?a en la ic¨®nica Plaza de los M¨¢rtires de Beirut el 17 de octubre. Fue el d¨ªa en que el anuncio de una tasa de 18 c¨¦ntimos de euros a las llamadas de WhatsApp abri¨® la espita del descontento popular. Hoy son m¨¢s de un centenar las personas que acampan en el lugar. ¡°2015 fue un empuj¨®n muy importante para llegar aqu¨ª y ya no hay vuelta atr¨¢s para mi generaci¨®n¡±, cuenta Raed.
La ¡®reina¡¯ que pate¨® al patriarcado
Se llama Malak Alaywe, pero se la conoce como the kick queen (la reina de la patada) y se ha convertido en el icono femenino de la lucha contra el patriarcado pol¨ªtico-confesional. Lo hizo el primer d¨ªa de protestas, cuando se difundi¨® un v¨ªdeo en el que aparece propinando una patada en los test¨ªculos a un hombre armado con un Kal¨¢shnikov.
La v¨ªctima result¨® ser el guardaespaldas de un ministro que supuestamente se dispon¨ªa a disparar al aire para dispersar a los manifestantes congregados en un barrio de Beirut. La patada ha quedado inmortalizada en p¨®steres colgados en los muros de las redes sociales como un contrataque directo al patriarcado ¨¢rabe. Tanto ¨¦xito ha tenido que varias ONG ofrecen estos d¨ªas clases de defensa personal para las manifestantes. Alaywe reh¨²sa revelar su edad, pero fue durante las protestas de 2015 ¡ªla denominada crisis de las basuras¡ª cuando, entre gases lacrim¨®genos, conoci¨® al que hace una semana se convirti¨® en su marido.
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