Microcirug¨ªa para combatir a Boris Johnson
El nuevo l¨ªder de la oposici¨®n, el laborista Keir Starmer, utiliza la pandemia para acorralar al primer ministro brit¨¢nico
Keir Starmer (Londres, 57 a?os) sabe que, por muy inflado que est¨¦ un globo, no se logra reventarlo a manotazos sino calculando el mejor momento para pincharlo. Y que a veces lo inteligente es aplicar presi¨®n poco a poco para liberar el aire. El nuevo l¨ªder de la oposici¨®n brit¨¢nica lleg¨® al puesto en un momento complicado. La crisis nacional provocada por la pandemia de coronavirus reforz¨® en un primer momento la autoridad de Boris Johnson y dej¨® pocos huecos para cualquier voz discordante. Con los nervios de la poblaci¨®n a flor de piel, la l¨ªnea que separa la cr¨ªtica constructiva de la irresponsable se vuelve muy fina. El laborista ha sabido, hasta ahora, explotar las debilidades del primer ministro y desenmascarar sus carencias.
¡°La incompetencia, o incluso la indolencia de Johnson, han ofrecido a Starmer una plataforma para demostrar la clase de pol¨ªtico que es. Serio, met¨®dico, casi aburrido. El l¨ªder correcto para una crisis como la actual. En una situaci¨®n de vida o muerte, a la gente le gusta tener al frente a alguien que sabe lo que est¨¢ haciendo¡±, explica Steven Fielding, profesor de Historia Pol¨ªtica en la Universidad de Nottingham y autor de libros fundamentales para entender el Partido Laborista brit¨¢nico. ¡°Una de las razones de la derrota electoral de 2019 fue la absoluta falta de credibilidad que ten¨ªa el candidato, Jeremy Corbyn. No se percib¨ªa que fuera h¨¢bil ni competente para manejar asuntos como la pol¨ªtica econ¨®mica. Starmer ha acabado con esta percepci¨®n simplemente por ser quien parece ser: alguien muy competente y muy centrado en los detalles¡±, concluye.
Johnson no es Winston Churchill, y Starmer no es Tony Blair. La ventaja puede residir en que el reci¨¦n estrenado l¨ªder laborista es consciente de sus carencias. Como abogado especializado en derechos humanos, estuvo implicado en todos los grandes litigios de la izquierda contra la revoluci¨®n liberal de Margaret Thatcher. Como director del Servicio de Fiscal¨ªa de la Corona (cargo equivalente al de Fiscal General del Estado), gran parte de su mandato bajo un Gobierno conservador, cay¨® en la tentaci¨®n de alimentar a la prensa sensacionalista y darse publicidad a s¨ª mismo con titulares de pretendida dureza contra los delincuentes. Como l¨ªder del Partido Laborista, ha elegido tratar con guante de seda a los corbynistas para preservar la unidad interna y abrazar, de momento, el programa electoral de 2019 (el m¨¢s radical de las ¨²ltimas d¨¦cadas, seg¨²n el propio Corbyn).
¡°[Starmer] Ha decidido situar en primer orden de prioridad la recuperaci¨®n de la unidad del partido, como hizo Harold Wilson, a quien admira profundamente y con raz¨®n. Pero le quedan por delante cuatro a?os de dura lucha hasta las pr¨®ximas elecciones¡±, declara David Owen, quien protagoniz¨® en su momento una dura escisi¨®n del laborismo y ayud¨® a fundar el Partido Socialdem¨®crata del Reino Unido. Wilson, junto con Blair, fue uno de los primeros ministros laboristas que m¨¢s tiempo aguant¨® en el cargo (ocho a?os) y condujo con inteligencia su partido durante los turbulentos principios de los a?os setenta. La historia, sin embargo, le ha juzgado con la misma dureza que al art¨ªfice del Nuevo Laborismo. Ambos han pasado a ella como los traidores de la causa de la izquierda.
Starmer se ha encontrado con una doble oportunidad y se ha aferrado a ella en sus primeros pasos. Europe¨ªsta convencido, ha llegado a la direcci¨®n del partido cuando el Brexit ha sido ya asumido como una realidad inevitable por la mayor¨ªa de los brit¨¢nicos. Ni siquiera ha dado batalla contra la decisi¨®n del Gobierno de Johnson de no prorrogar el actual periodo de transici¨®n, que finaliza el pr¨®ximo 31 de diciembre. Pero sobre todo, la crisis del coronavirus ha revelado las lagunas y la ineficacia de un Partido Conservador que hab¨ªa abandonado su tradicional sentido com¨²n y pragmatismo para sumirse en la radicalidad ideol¨®gica y en el populismo.
Las primeras sesiones de control que enfrentaron al primer ministro con el nuevo l¨ªder de la oposici¨®n en la C¨¢mara de los Comunes tuvieron el efecto de mostrar con toda su crudeza que el emperador no llevaba ropa. Las reglas de distanciamiento social vaciaron de diputados el palacio de Westminster, y Johnson no dejaba de mirar atr¨¢s, en desesperada b¨²squeda de la bancada de hinchas que jaleaban habitualmente sus ocurrencias, cada vez que Starmer le interrogaba sin perder las formas, en una microcirug¨ªa de demolici¨®n. Le puso contra las cuerdas con las cifras de fallecidos, con la falta de material de protecci¨®n para el personal sanitario, con la abultada cantidad de muertes en las residencias de ancianos y con los contradictorios datos entre el n¨²mero de test de la enfermedad prometidos y los realizados. Llev¨® a cabo una labor de oposici¨®n gradual que comenz¨® con un tono constructivo y responsable hasta culminar con la pregunta m¨¢s dolorosa: ?c¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª? ¡°Starmer ha sido consciente desde un principio del fracaso de Corbyn a la hora de apelar a todo ese electorado que era tan centrista como patriota. Necesitaba recuperar todo ese voto laborista perdido y lograr una cobertura de los medios mejor de la que obtuvo su predecesor¡±, asegura Aeron Davis, profesor de Comunicaci¨®n Pol¨ªtica de la Universidad de Londres.
El l¨ªder de la oposici¨®n ofreci¨® a Johnson un patriotismo constructivo cuando el primer ministro cre¨ªa tener la situaci¨®n controlada y le arroja ahora un patriotismo cr¨ªtico cuando la popularidad del Gobierno se ha hundido. Su siguiente reto vendr¨¢ los pr¨®ximos meses, cuando deba ofrecer una alternativa de izquierdas ante un panorama econ¨®mico complicado, en el que Johnson no podr¨¢ regar el pa¨ªs con la lluvia de millones que prometi¨® para vencer al laborismo en su propio terreno.
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