Manicuras de estraperlo en tiempos de pandemia
Los comerciantes libaneses empiezan a abrir ilegalmente sus puertas empujados por la necesidad econ¨®mica y confiados por el bajo n¨²mero de contagios
Hay permanentes que delatan, y la que luce Munia es una de ellas. Con el reverso de la mano derecha golpea el cierre met¨¢lico para no da?ar el esmalte rojo a¨²n fresco sobre las u?as. ¡°Yala, yala¡± (Voy, voy, en ¨¢rabe), responde una voz masculina al otro lado. El metal chirr¨ªa y una mano abre una rendija por la que sale Munia. Hace m¨¢s de un mes que el Gobierno liban¨¦s orden¨® el cierre de peluquer¨ªas y barber¨ªas, al igual que restaurantes o colegios, para frenar la propagaci¨®n de la covid-19. El pasado domingo advirti¨® de que el confinamiento se alargar¨¢ como m¨ªnimo hasta el 10 de mayo.
La desesperaci¨®n se ha apoderado de un pu?ado de vecinas de Sodeco, c¨¦ntrico barrio de Beirut y capital de un pa¨ªs donde el culto al cuerpo es deporte nacional. No en vano sus mujeres son consideradas las m¨¢s presumidas de la regi¨®n. La presi¨®n de las empleadas ha acabado por convencer a la due?a para reabrir el sal¨®n de belleza. ¡°Llevamos un mes sin cobrar y necesitamos el dinero¡±, argumenta una de las cuatro trabajadoras que pululan por el sal¨®n. Sin que se hayan disparado los casos de muertos y contagiados, con 688 infectados y 22 fallecidos, los libaneses empiezan a relajarse en el respeto de las medidas de prevenci¨®n y empujados por la acuciante crisis econ¨®mica.
¡°No pod¨ªa pasar un d¨ªa m¨¢s encerrada, demacrada y con el pelo aplastado¡±, farfulla Munia al tiempo que sonr¨ªe aprobatoriamente al mirarse al espejo. A pesar de haber traspasado la sesentena, a esta mujer no parece importarle el riesgo de contagio del virus. Antes corona que sencilla parece ser la m¨¢xima en un pa¨ªs convertido en la meca de la cirug¨ªa est¨¦tica.
Ama de casa y madre de cuatro hijos, a Munia el confinamiento le ha devuelto a la ansiedad que sufri¨® durante los 15 a?os de guerra civil, a¨²n reciente transcurridas tres d¨¦cadas desde que terminara. ¡°No dejaba a mis hijos salir a la calle por miedo a los tiroteos y los adultos apenas lo hac¨ªamos una vez al d¨ªa para comprar lo que pudi¨¦ramos encontrar de comida¡±. ¡°Ni siquiera entonces cerraron los bares o las peluquer¨ªas¡±, interviene una de las empleadas del sal¨®n. Ajena a la ilegalidad de la situaci¨®n, Munia deja caer con fuerza el cierre tras de s¨ª sobresaltando a las presentes con el estruendo.
¡°Si la polic¨ªa nos pilla, es una multa de 10 millones de libras (6.100 euros)¡±, dice haciendo un chasquido con la lengua Dala, nombre ficticio de la due?a de la peluquer¨ªa. ¡°Pero solo dejamos entrar a dos clientas al mismo tiempo para evitar el contacto¡±, defiende.
Tres de las cuatro j¨®venes que all¨ª trabajan provienen de los empobrecidos suburbios de la capital libanesa. La cuarta es filipina y cuenta que ha decidido volver a pintar u?as a pesar del pavor que le tiene al virus porque necesita enviar cada mes 200 d¨®lares a su madre, quien ha quedado en su pa¨ªs natal a cargo de su hija de dos a?os de edad.
Pero la libra libanesa atraviesa sus momentos m¨¢s bajos y esta mujer tiene que comprar d¨®lares en las casas de cambio por 4.000 libras libanesas (LBP, por sus siglas en ingl¨¦s) cada billete verde, m¨¢s del doble de la paridad fijada por el Banco Central de L¨ªbano. El Banco Mundial ha advertido de que la mitad de los 4,5 millones de libaneses van a caer bajo el umbral de la pobreza.
M¨¢s de 220.000 personas han perdido sus puestos de trabajo desde que el pasado 17 de octubre estallara una ola de manifestaciones en todo el pa¨ªs exigiendo la ca¨ªda en bloque de la clase pol¨ªticoecon¨®mica. La mayor¨ªa de los desempleados pertenecen al sector de la hosteler¨ªa que, seg¨²n Maya Bakhazy, secretaria general del sindicato de Propietarios de Restaurantes, Bares y Clubs ¡°daba de comer a m¨¢s de 150.000 familias¡±. La pandemia ha sorprendido al L¨ªbano en la peor crisis econ¨®mica de su historia, agravada por el descontento social.
A la espera de una nueva clienta, las mujeres matan el tiempo conversando sobre la subida de los precios y aquellos productos de importaci¨®n que han desaparecido de las estanter¨ªas. ¡°Ya no quedan ni p¨ªldoras anticonceptivas en las farmacias¡±, suelta una de ellas desatando las carcajadas del resto. ¡°No pueden pedir que nos quedemos en nuestras casas si no nos dan ayudas¡±, prosigue Nur, la m¨¢s joven, de 21 a?os. El Gobierno ha anunciado esta semana unas ayudas de 400.000 LBP (245 euros) para las familias m¨¢s necesitadas, pero no ha dado a conocer los criterios de selecci¨®n o el n¨²mero de beneficiarios. ¡°En algunas listas hechas p¨²blicas han aparecido nombres de personas que llevan muertas dos d¨¦cadas¡±, agrega jocosa.
Ha sido precisamente la corruptela cr¨®nica de los pol¨ªticos la que ha desatado la indignaci¨®n popular, y es el dr¨¢stico deterioro econ¨®mico el que promete ganarle el pulso al virus en las calles con nuevas manifestaciones convocadas para esta semana. Conscientes del riesgo sanitario, han optado por formar un convoy de coches y saturar las v¨ªas centrales del pa¨ªs para acabar en encontronazos con las fuerzas del orden.
Al igual que sus compa?eras libanesas, el sueldo que Nur lleva a casa ha dejado de ser un ingreso complementario al de los varones del hogar que han perdido progresivamente sus empleos. Ahora se trata de una entrada vital para el subsistir de la familia. Suma nueve personas entre hermanos, padres y ancianos en casa. Al aproximarse el toque de queda, que comienza a las ocho de la tarde, las j¨®venes se cubren el cabello con sus velos y, tras cerciorarse de que no hay ninguna patrulla de polic¨ªa a la vista, salen disparadas por debajo del cierre para perderse entre las callejas.
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