Desahuciados en Dinamarca por vivir en un barrio de ¡°no occidentales¡±
Miles de ciudadanos, en su mayor¨ªa musulmanes, ser¨¢n expulsados de sus hogares antes de 2030 en virtud de una ley que no se debate en la campa?a para las elecciones del martes
Majken Felle no est¨¢ dispuesta a abandonar su vivienda. Como muchos de sus vecinos en el barrio de Mjolnerparken, en Copenhague, esta profesora de 48 a?os ha recibido decenas de cartas en las que se le avisa de que tendr¨¢ que mudarse pr¨®ximamente; el bloque de apartamentos en el que reside ha sido seleccionado para su venta a un inversor privado. Las ¨®rdenes de desahucio se enmarcan dentro de una pol¨¦mica legislaci¨®n que obliga a reducir en ciertas zonas del pa¨ªs la proporci¨®n de poblaci¨®n ¡°no occidental¡± a menos del 30%. ¡°Est¨¢ claro que soy un da?o colateral¡±, comenta Felle. ¡°Su objetivo no es expulsar a una ciudadana ¨¦tnicamente danesa como yo, pero hasta una ley tan sumamente racista tiene sus l¨ªmites¡±, sentencia.
En 2018, el Gobierno de coalici¨®n de conservadores y liberales sac¨® adelante una ley para poner fin a ¡°las sociedades paralelas en Dinamarca¡±. Cada diciembre, el Ministerio del Interior y Vivienda publica una lista con las denominadas ¡°zonas de transformaci¨®n¡± ¡ªhasta el a?o pasado, ¡°guetos duros¡±¡ª. Mjolnerparken es una de ellas. Para que un barrio sea clasificado as¨ª, debe superar los 1.000 habitantes y se tienen que dar un c¨²mulo de condiciones relativas a indicadores socioecon¨®micos, educativos o de criminalidad, pero hay un criterio diferencial: m¨¢s de la mitad de los residentes tienen que ser ¡°no occidentales¡±, incluso si han nacido en Dinamarca. ¡°No occidental funciona como un eufemismo de musulm¨¢n¡±, sostiene Lamies Nassri, directora del Centro Dan¨¦s para los Derechos de los Musulmanes, en su oficina de Copenhague. En torno al 6% de los 5,8 millones de habitantes de Dinamarca profesan el islam.
Desde la llegada al poder en 2019 de la socialdem¨®crata Mette Frederiksen, las medidas antinmigraci¨®n se han endurecido a¨²n m¨¢s. ¡°En los ¨²ltimos a?os las cosas solo han empeorado¡±, resume Felle. A pesar de haber recibido innumerables cr¨ªticas de organismos internacionales como Naciones Unidas o el Consejo de Europa, Dinamarca no pretende recular. Ninguno de los principales partidos pol¨ªticos del pa¨ªs escandinavo est¨¢ defendiendo durante la campa?a electoral para las parlamentarias del pr¨®ximo martes la eliminaci¨®n de la conocida como ley antigueto, y durante los m¨¢s de tres a?os de Gobierno socialdem¨®crata se han aprobado unos requisitos tremendamente exigentes para solicitar asilo, un permiso de residencia o la nacionalidad danesa.
En Mjolnerparken, donde m¨¢s del 80% de los 1.700 habitantes son considerados ¡°no occidentales¡±, Felle se detiene para hablar un rato con pr¨¢cticamente cada persona que se cruza. Casi todos tienen alguna novedad que comentarle sobre su situaci¨®n particular. La profesora de educaci¨®n infantil se ha convertido en un referente para los que viven en el barrio; su lucha incesante para evitar que nadie sea expulsado de su vivienda le ha granjeado la admiraci¨®n de sus vecinos. La profesora es una de las residentes de Mjolnerparken que ha emprendido una batalla legal contra el Ministerio del Interior y Vivienda, que tendr¨¢ que resolver uno de los dos tribunales superiores de Dinamarca.
Racismo e islamofobia
Sentada en uno de los pocos bancos que hay en Mjolnerparken, una refugiada balc¨¢nica, que prefiere mantener el anonimato, describe que cuando lleg¨® en los a?os noventa sent¨ªa que ¡°Dinamarca era el sitio ideal para vivir. Tolerante, respetuoso y con oportunidades para prosperar¡±. La ciudadana, a la que Felle traduce del dan¨¦s al ingl¨¦s, opina que ahora el racismo y la islamofobia ¡°se han extendido much¨ªsimo, incluso entre personas que jam¨¢s se considerar¨ªan racistas¡±. Se niega en rotundo a tener que abandonar su vivienda. ¡°All¨ª es donde mi esposo pas¨® sus ¨²ltimos d¨ªas antes de morir prematuramente. Esa casa tiene un enorme valor sentimental¡±, relata. La mujer rememora que hace unos a?os, en una entrevista de trabajo, al comentar que ten¨ªa dos hijos le respondieron: ¡°Con ese apellido me imaginaba que tendr¨ªas al menos una decena¡±.
¡°Yo no me siento discriminada¡±, se?ala Aya Chabbary, una adolescente de origen marroqu¨ª que se ha unido a la conversaci¨®n tras acercarse a saludar a Felle. ¡°Quiz¨¢s sea porque todav¨ªa soy muy joven¡±, a?ade. Sin embargo, hace unos meses, Chabbary particip¨® en una manifestaci¨®n despu¨¦s de que el Comit¨¦ para la Lucha de las Mujeres Olvidadas¡ª creado recientemente por el Gobierno socialdem¨®crata¡ª recomendara la prohibici¨®n de usar el velo isl¨¢mico en las escuelas.
La legislaci¨®n regula que en las ¡°zonas de transformaci¨®n¡± ¡ªuna decena, seg¨²n la ¨²ltima lista¡ª se deben eliminar el 40% de las viviendas p¨²blicas, una forma de propiedad muy com¨²n en el pa¨ªs escandinavo y que hasta ahora hab¨ªa garantizado la accesibilidad a los pisos de alquiler. Las organizaciones sin ¨¢nimo de lucro que gestionan los pisos en estas barriadas deben trazar su plan para cumplir con los requisitos establecidos antes de 2030. En Mjolnerparken han decidido que dos de los principales bloques de viviendas ser¨¢n vendidos a un inversor privado. En total, los residentes de 260 apartamentos han recibido avisos de que deben abandonar sus hogares y ser¨¢n reubicados en una vivienda social de otro barrio de la capital danesa. La causa judicial abierta permite a los vecinos, al menos de momento, incumplir las ¨®rdenes de desahucio. En la barriada de Vollsmose, en la ciudad de Odense, cientos de viviendas ya han sido demolidas.
Mjolnerparken es una especie de urbanizaci¨®n en la que los bloques de pisos de ladrillo rojo se encadenan a trav¨¦s de patios y, hasta hace poco, jardines y parques. Desde verano, unas vallas impiden el acceso a gran parte de las zonas comunes, en las que se han excavado profundos hoyos. Supuestamente, la empresa de vivienda p¨²blica que gestiona el barrio ha comenzado unas obras de remodelaci¨®n. ¡°Trabajan a un ritmo lent¨ªsimo. Est¨¢ claro que pretenden hacernos la vida lo m¨¢s complicada posible¡±, opina Felle. De algunas ventanas cuelgan carteles que rezan ¡°Igualdad ante la ley¡± o ¡°No a la limpieza ¨¦tnica¡±.
Susheela Math, la abogada que defiende a los residentes de Mjolnerparken frente al Ministerio del Interior y Vivienda, explica por tel¨¦fono desde Londres que la clase pol¨ªtica danesa sostiene que estas medidas no son discriminatorias, sino que ¡°el objetivo es una mejora del nivel de vida en esas zonas¡±. La letrada considera que ¡°es evidente que se est¨¢ tratando a estas personas como ciudadanos de segunda y que esta legislaci¨®n solo los estigmatiza y marginaliza¡±. Math, empleada de la fundaci¨®n Open Society, asegura que su pretensi¨®n es que el caso llegue al Tribunal de Justicia de la UE y que los magistrados radicados en Luxemburgo determinen que la ley danesa incumple la directiva europea sobre igualdad racial. ¡°Esta sentencia ser¨ªa muy importante para el conjunto de Europa, ya que estamos viendo que en otros pa¨ªses como Suecia se est¨¢n planteando medidas muy similares¡±, argumenta Math. Dos relatores de la ONU, la de Discriminaci¨®n Racial y el de Vivienda Adecuada, intervienen en el proceso en favor de los vecinos de Mjolnerparken.
La llegada a Dinamarca este a?o de decenas de miles de ucranios que hu¨ªan de la guerra ¡ªconsiderados ¡°no occidentales¡±¡ª llev¨® al Ejecutivo socialdem¨®crata a emprender unas reformas expr¨¦s para que pudieran alojarse en cualquier parte del pa¨ªs, incluidas las zonas como Mjolnerparken. ¡°Si cientos de ucranios se establec¨ªan en un mismo barrio, este podr¨ªa pasar repentinamente a estar incluido en la lista negra¡±, explica Math. Adem¨¢s de las ¡°zonas de transformaci¨®n¡±, existen otras categor¨ªas previas como las ¡°¨¢reas de prevenci¨®n¡± o las ¡°comunidades paralelas¡±, que incluyen casi un centenar de barrios del pa¨ªs.
El Gobierno de Frederiksen no solo ha hecho o¨ªdos sordos a los organismos internacionales que instan a suprimir todas las referencias a ¡°ciudadanos no occidentales¡± en la legislaci¨®n danesa, sino que ha dado una vuelta de tuerca al concepto. El Ministerio de Integraci¨®n ha creado una nueva categor¨ªa, que se incluye en estad¨ªsticas oficiales, en la que se agrupan los ciudadanos originarios de Oriente Pr¨®ximo, el norte de ?frica, Turqu¨ªa y Pakist¨¢n. Las solicitudes para obtener la nacionalidad danesa de ciudadanos que se encuadren en esta clasificaci¨®n ¡ªde la que se excluyen Israel, Etiop¨ªa y Eritrea, pa¨ªses en los que la poblaci¨®n musulmana es minoritaria¡ª deber¨¢n ser examinadas m¨¢s meticulosamente que el resto.
El Ejecutivo socialdem¨®crata tambi¨¦n ha llegado a un acuerdo con Kosovo para enviar all¨ª a cumplir condena a presos extranjeros condenados en Dinamarca, y a otro con Ruanda para trasladar al pa¨ªs africano a solicitantes de asilo mientras esperan a que se resuelva su caso, aunque estos planes todav¨ªa no han comenzado a ejecutarse. Y Dinamarca ha sido el primer pa¨ªs de la UE que ha empezado a revocar permisos de residencia a ciudadanos sirios alegando que Damasco y las provincias vecinas ya son zonas seguras. Adem¨¢s, siguen vigentes algunas de las leyes m¨¢s pol¨¦micas que aprob¨® el anterior Gobierno, como la que castiga la mendicidad con penas de prisi¨®n, la que permite confiscar joyas y objetos de valor a los refugiados para cubrir el coste de su acogida o la que veta el uso del burka y el niqab en la v¨ªa p¨²blica.
En los ¨²ltimos a?os, las pol¨ªticas antinmigraci¨®n han sido asumidas por casi todos los partidos pol¨ªticos del pa¨ªs escandinavo. Ni siquiera son un asunto prioritario en la campa?a para las elecciones del martes. Con una de las legislaciones m¨¢s restrictivas de toda Europa, los partidos de ultraderecha proponen medidas como que los ancianos puedan rechazar a las cuidadoras sociales que lleven velo. ¡°Los pol¨ªticos en Dinamarca son muy conscientes de que pueden obtener r¨¦dito pol¨ªtico con un discurso islam¨®fobo¡±, opina Nassri, del Centro Dan¨¦s para los Derechos de los Musulmanes.
Los habitantes de Mjolnerparken conf¨ªan en la justicia para poder seguir decidiendo d¨®nde vivir; ya no esperan nada de los pol¨ªticos. ¡°La mayor¨ªa de los que describen estos barrios como sociedades paralelas no los han pisado jam¨¢s¡±, sostiene Felle. ¡°En los ocho a?os que llevo aqu¨ª, nunca me he sentido insegura, ni siquiera al regresar a casa de madrugada¡±, a?ade. La maestra tiene claro que pretende seguir dedicada en cuerpo y alma a la defensa de Mjolnerparken. ¡°Consume todo mi tiempo libre, pero la raz¨®n est¨¢ de mi parte y eso me permite encontrar las fuerzas para seguir¡±.
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