Radiograf¨ªa del descontento chino
Las protestas de los folios en blanco, la mayor muestra de descontento de la era de Xi Jinping, ha sido protagonizada por la generaci¨®n del ¡®boom¡¯ econ¨®mico nacida despu¨¦s de Tiananm¨¦n. Sus demandas han forzado un cambio de rumbo en la pol¨ªtica antipand¨¦mica
El cogollito de la Concesi¨®n francesa de Shangh¨¢i, un coqueto barrio que conserva cierto aroma europeo entre los rascacielos, se ha transformado en un hervidero de polic¨ªas. Es jueves y se pueden contar hasta nueve agentes solo en una de las cuatro esquinas del cruce que vio nacer de forma espont¨¢nea la revuelta de los folios en blanco hace cinco d¨ªas. Desde esta encrucijada se despliegan hacia los cuatro puntos cardinales barreras azules colocadas por las fuerzas de seguridad. Mientras los comerciantes tratan de recobrar la normalidad tras las vallas, y refunfu?an por una nueva traba al comercio en esta ciudad inclinada a los negocios, los veh¨ªculos policiales patrullan la zona con las luces encendidas. No queda ya rastro de las manifestaciones que empezaron el s¨¢bado pasado contra las f¨¦rreas medidas antipand¨¦micas que impone Pek¨ªn desde hace casi tres a?os, pero la agitaci¨®n social naci¨® m¨¢s o menos aqu¨ª, cuando cientos de j¨®venes gritaron consignas inauditas que han dado la vuelta al globo: ¡°?Abajo el Partido Comunista! ?Abajo Xi Jinping!¡±.
¡°Hab¨ªa un enfado acumulado¡±, explica calle abajo, en un moderno caf¨¦ de la zona, un cineasta al borde de la treintena. Se hace llamar Li para proteger su identidad. Lleva gafas, tiene la mirada viva, y ha venido acompa?ado de un amigo que, en cambio, no estuvo en las protestas. El amigo lleva colgada al hombro una vieja c¨¢mara r¨¦flex con pel¨ªcula. Son j¨®venes educados, reflexivos y abiertos al mundo. Hablan perfecto ingl¨¦s.
El s¨¢bado pasado, cuenta Li, hab¨ªa tenido un d¨ªa duro de preparativos para un rodaje, pero en cuanto comenz¨® a ver im¨¢genes de lo que se coc¨ªa en la ciudad, compartidas al instante a trav¨¦s de Wechat (el WhatsApp chino), tom¨® su c¨¢mara, se subi¨® a una bicicleta de alquiler y acudi¨® a la zona sin pensarlo. ¡°Sab¨ªa que ser¨ªa algo especial¡±, asegura. A ¨¦l no lo inspiraron ¡°fuerzas extranjeras¡±, como acusaron enseguida una mir¨ªada de analistas afiliados al Gobierno chino, para ahondar en el enfrentamiento con Occidente. Lo suyo fue una mezcla de rabia y furia martilleada desde 2020. ¡°Nadie organiz¨® a esta gente. A m¨ª nadie me dijo que fuera. Quer¨ªamos mostrar nuestra compasi¨®n, nuestra empat¨ªa con aquellos que perdieron la vida¡±.
En un origen, rememora, no fue una protesta, sino una vigilia convocada por la muerte dos d¨ªas antes de 10 personas en un incendio en Urumqi, capital de la provincia aut¨®noma de Xinjiang, en el lejano oeste del pa¨ªs. Muchos conectaron enseguida la tragedia con el exceso de celo y la f¨¦rrea implementaci¨®n de las pol¨ªticas contra la covid: el edificio en llamas segu¨ªa semiconfinado y los bomberos no pudieron llegar a tiempo por los obst¨¢culos levantados para imponer el cierre, seg¨²n denunciaron decenas de personas en las redes sociales (versi¨®n que niegan las autoridades).
¡°Es lo de siempre¡±, dice Li, ¡°no hubo una clarificaci¨®n oficial¡±. ?l explica que ya no se cree mucho de lo que cuenta el Gobierno. Habla de una brecha entre la gente joven y los mayores en las aldeas, que se nutren de la propaganda. Ellos tienen formas de observar el mundo ah¨ª fuera, mediante redes virtuales privadas (VPN, por sus siglas en ingl¨¦s). Y se queja de que las autoridades los tratan a menudo como ¡°a ni?os peque?os¡±. Un ejemplo: la televisi¨®n china ha estado retransmitiendo partidos del mundial evitando los planos que muestran los rostros sin mascarilla del p¨²blico.
¡°Al principio de la pandemia¡±, dice Li, ¡°ten¨ªamos algo de confianza en el Gobierno. El pa¨ªs lo estaba haciendo bien¡±. Pero esa relaci¨®n sufri¨® un retroceso a finales del a?o pasado. Para entonces, el resto del mundo hab¨ªa decidido convivir con el virus mientras China segu¨ªa inmersa en una especie de 2020 perpetuo, cerrada al mundo y combatiendo cada caso positivo en un plano paralelo de testeos masivos, cierres totales o parciales de ciudades y el rastreo milim¨¦trico e hipertecnol¨®gico a trav¨¦s de ubicuas aplicaciones sanitarias que funcionan con el escaneo de c¨®digos QR a trav¨¦s de Alipay o Wechat (que en Occidente equivaldr¨ªan a portales desarrollados por Amazon y Facebook). Muchos ciudadanos son conscientes de que la invasi¨®n de la esfera privada en este Gran Hermano sanitario ha rebasado l¨ªmites que dif¨ªcilmente volver¨¢n a su cauce cuando la pandemia quede atr¨¢s.
Uno de los gritos genuinos coreados en Shangh¨¢i fue: ¡°?Que los follen a los QR!¡±.
El fuego en Urumqi incendi¨® los ¨¢nimos en el resto del pa¨ªs. La vigilia de la capital financiera fue convocada con intenci¨®n en la calle de Wulumuqi (Urumqi pronunciado en mandar¨ªn), que casi todo el mundo conoce por ser una de las arterias de moda, repleta de caf¨¦s y tiendas. La cita desbord¨® las expectativas, acudieron cientos de personas, comenzaron los c¨¢nticos y las consignas, se expandieron como un se¨ªsmo hasta Pek¨ªn y reverberaron en otras 20 ciudades del pa¨ªs ¨Dseg¨²n el recuento del Australian Strategic Policy Institute¨D hasta convertirse en una de las mayores muestras de descontento en China durante la era de gobierno de Xi Jinping.
La tragedia en Urumqi se sumaba a otras previas. En septiembre, fallecieron 27 personas en un accidente de autob¨²s cuyos ocupantes estaban siendo trasladados a un centro de cuarentenas y muchos chinos se vieron con terror en el espejo de ese siniestro. Aquello despert¨® vigilias en l¨ªnea, pero nadie os¨® salir a la calle en un pa¨ªs donde el activismo y los movimientos sociales han sido en gran medida descabezados en la ¨²ltima d¨¦cada bajo la batuta de Xi.
El primer chispazo de una protesta f¨ªsica sucedi¨® dos d¨ªas antes de que arrancara en octubre el XX Congreso del Partido Comunista, en el que Xi consolid¨® su poder con un tercer mandato sin precedentes. Un hombre solitario colg¨® un par de pancartas en un puente de Pek¨ªn: ¡°No queremos PCR, sino comida¡± y ¡°No queremos confinamientos, sino libertad¡±, dec¨ªan los carteles, que tambi¨¦n reclamaban la ca¨ªda del presidente. Duraron un suspiro. El autor fue detenido y poco se sabe de ¨¦l desde entonces. Pero el paso de la as¨¦ptica queja virtual a la protesta en el mundo real fue clave para avivar los ¨¢nimos. Sus mensajes inspiraron las palabras m¨¢s coreadas en las manifestaciones: ¡°?No queremos PCR, queremos libertad!¡±.
Seg¨²n Li ¨Dy otros entrevistados para este reportaje¨D, no se hab¨ªa vivido un estallido similar ¡°en 30 a?os¡±; es decir: desde las protestas estudiantiles de Tiananm¨¦n, uno de esos enormes tab¨²es para Pek¨ªn. Las revueltas de 1989 acabaron en una masacre que los chinos solo pueden conocer a trav¨¦s de la memoria oral de la familia, viajando al extranjero o sorteando la censura de la Gran Muralla china de internet.
Li y su amigo confiesan que la primera vez que ambos tuvieron contacto con una protesta fue en Estados Unidos, como estudiantes universitarios. Llegaron al pa¨ªs norteamericano al tiempo que Donald Trump se hac¨ªa con la Casa Blanca; las calles herv¨ªan con manifestaciones, tambi¨¦n atravesadas por el movimiento Black Lives Matter.
¡°En los ¨²ltimos 30 a?os hemos visto una China que se convierte en una potencia econ¨®mica. Hemos estado consumiendo y comprando¡±, argumentan los cineastas. ¡°Pero no ten¨ªamos esta conciencia hasta que fuimos a Estados Unidos¡±, a?aden. ¡°Somos gente nacida en los noventa, que no hemos visto una convulsi¨®n social de ning¨²n tipo. Hemos visto el boom de la econom¨ªa, hemos sido capaces de viajar globalmente y de estudiar en el extranjero. Hasta ahora¡±, lamentan ambos.
Por motivos sanitarios, la entrevista con ellos transcurre casi a la intemperie, en una moderna cafeter¨ªa sin ventanas que amablemente ha permitido a un reportero venido de Pek¨ªn sentarse dentro, pero casi fuera del local. Hace un fr¨ªo terrible. Esa tarde caer¨¢n las primeras nieves en la ciudad, pero la pol¨ªtica de covid cero no permite que ning¨²n reci¨¦n llegado a Shangh¨¢i desde la capital entre en ning¨²n establecimiento hasta que pasen cinco d¨ªas y supere una ristra de pruebas PCR, lo que lo convierte a uno casi en un paria al borde de la congelaci¨®n.
Las protestas han tenido mucho de hito generacional. Han sido una especie de bautismo de fuego en la arena de la manifestaci¨®n pol¨ªtica para los nacidos en los noventa. Tambi¨¦n ha sido una salida del cascar¨®n en eso de probar en carne propia la represi¨®n. Ha habido numerosos detenidos ¡ªincluido un reportero de la BBC¨D, aunque no existe cifra oficial y han circulado en las redes v¨ªdeos de choques con la polic¨ªa.
Yang, una mujer de 27 a?os, relata traumatizada los golpes que le dieron entre varios miembros de las fuerzas de seguridad a uno de sus compa?eros de fatigas la madrugada de las protestas en Shangh¨¢i. Le cuesta ense?ar el v¨ªdeo que grab¨® y le pas¨® otro de los manifestantes porque la imagen, que vio en directo, le vuelve de golpe a la memoria. Lo env¨ªa finalmente por Telegram, una aplicaci¨®n de mensajer¨ªa que muchos j¨®venes usan para esquivar la censura china. Dura apenas unos segundos. El muchacho est¨¢ en el suelo, parece esposado, y cuatro hombres vestidos de oscuro tratan de reducirlo. Le propinan una patada que duele verla.
Yang cuenta que el chico fue retenido en un furg¨®n durante un tiempo que a ella se le hizo eterno y finalmente lo soltaron esa misma noche. Asegura conocer de forma directa a otras cinco personas que han sido detenidas en Pek¨ªn y Shangh¨¢i (todos ellos han sido ya puestos en libertad). Tambi¨¦n habla ingl¨¦s a la perfecci¨®n, se gana la vida como ¡°freelancer¡± en una industria que prefiere no citar para no ser reconocida y tambi¨¦n pas¨® un tiempo como universitaria en Estados Unidos durante la era de Trump. ¡°Creo que mucha de la gente que ha ido a protestar ha tenido la experiencia de vivir o estudiar en el extranjero¡±, dice. ¡°Cuando Trump fue elegido, en mi facultad, que era muy liberal e incluso socialista, salimos todos a la calle y fuimos a muchas manifestaciones¡±.
Yang hace un relato detallado y casi al minuto de las dos jornadas de protestas en Shangh¨¢i, como si quisiera evitar que se perdieran en la memoria una vez se dinamite la pol¨ªtica de covid cero, en ese giro de guion que ya parece haber iniciado el Gobierno esta semana. Hablando con ella no parece casual que muchos de los que tomaron las calles nacieran poco despu¨¦s de Tiananm¨¦n. En China, relata, esta generaci¨®n es conocida por ser la gran beneficiada del periodo de reforma y apertura que inici¨® el presidente Deng Xiaoping y continu¨® y profundiz¨® ¨Dtras la represi¨®n de las protestas de 1989¨D Jiang Zemin, muerto esta misma semana a los 96 a?os en Shangh¨¢i, en una de esas sorprendentes sincronicidades: el jueves, al despliegue policial por las protestas en la ciudad se le uni¨® el blindaje por el cortejo f¨²nebre del exmandatario, cuyo cuerpo iba de camino a Pek¨ªn. Soplaban vientos huracanados.
Yang habla sentada en el sof¨¢ de su peque?o apartamento decorado con peluches y muebles de Ikea por el que pulula un gato curioso: ¡°Somos la generaci¨®n que se benefici¨® [de este periodo de reforma y apertura] porque nuestros padres fueron los primeros en hacer negocios y en tener riqueza suficiente para darnos una mejor educaci¨®n. A esto ayuda que somos sobre todo hijos ¨²nicos [fruto de la pol¨ªtica de control de natalidad del pa¨ªs]¡±. Tambi¨¦n, a?ade, son la generaci¨®n que naci¨® con acceso a internet. H¨¢biles con el tel¨¦fono, que en China es casi tan necesario como el aire, lo habitual es estar al tanto de lo que sucede dentro, pero tambi¨¦n fuera del gran cortafuegos.
La revuelta de estos d¨ªas quiz¨¢ no refleje un malestar generalizado. Pero s¨ª ha dejado ver el enfado de una generaci¨®n urbanita, instruida, abierta al mundo, y a la que los tres a?os de pandemia le han cercenado posibilidades de movimientos, de socializaci¨®n, de ocio, de trabajo, de vida. Son j¨®venes que ven pocas perspectivas de futuro con el pa¨ªs replegado en s¨ª mismo y una econom¨ªa envuelta en nubarrones.
No han sido los ¨²nicos en salir a la calle. En las ¨²ltimas semanas, ha habido revueltas entre los trabajadores de la mayor f¨¢brica de iPhone de China, en Zhengzhou, que estallaron con un violento rugido de furia en un conflicto laboral relacionado con las medidas sanitarias; y tambi¨¦n entre los trabajadores de la migraci¨®n interior a los talleres textiles del centro manufacturero de Guangzhou, afectados por los continuos cierres.
¡°Son una l¨¢grima en un oc¨¦ano¡±, define a los manifestantes una persona que estuvo presente en las protestas de Tiananm¨¦n y vivi¨® tambi¨¦n de cerca la sacudida de Shangh¨¢i. Entre aquellas protestas ¨Dorganizadas, masivas y dilatas en el tiempo¨D y las de la pasada semana ¨Dimprovisadas y sofocadas en un par de d¨ªas¨D hay un abismo, seg¨²n cuenta. Pero las dos han compartido algo: el marcado car¨¢cter pol¨ªtico.
Xi Jinping no se ha pronunciado en p¨²blico sobre ellas. Pero s¨ª ha confesado en privado que el origen de las manifestaciones se encuentra en ¡°estudiantes frustrados¡± tras a?os de pandemia, seg¨²n le dijo al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, durante su fugaz encuentro en Pek¨ªn esta semana, y han desvelado altos funcionarios sin identificar de la Uni¨®n Europea. Tambi¨¦n le asegur¨® que la variante ¨®micron era mucho menos contagiosa, en un signo m¨¢s de lo que parece un viraje hacia la reapertura de China y el final de la pol¨ªtica de covid cero. Algunos de los manifestantes ven este giro como un triunfo de las protestas. ¡°Creo que funcionan¡±, dice el cineasta Li. ¡°Parece que las cosas han mejorado¡±, a?ade en referencia a la relajaci¨®n de las restricciones decretada en Xinjiang y Guangzhou esta semana tras las protestas.
No todos lo ven tan claro. Entre los manifestantes que acudieron el domingo a las protestas de Pek¨ªn junto al r¨ªo Liangma, se encontraba un artista de 31 a?os, con el que d¨ªas despu¨¦s EL PA?S sigue en contacto a trav¨¦s de un sistema de mensajer¨ªa que permite esquivar la censura china. Al d¨ªa siguiente de las manifestaciones, asegura, fue contactado por la polic¨ªa con amenazas de ser detenido, igual que varios de sus amigos. El jueves escribi¨® e hizo llegar a este diario un texto sobre el origen del descontento que lo guio a las protestas: ¡°He vivido en una mentira desde el primer d¨ªa de mi vida. Hemos sido esclavizados y hemos tenido que hacer lo que nos dec¨ªan. Nunca hemos tenido derechos humanos b¨¢sicos, democracia, libertad de expresi¨®n ni derecho constitucional en el que apoyarnos¡±.
La pol¨ªtica de covid cero, en su opini¨®n, es parte de una maquinaria regida por esa falacia, que somete a las personas a continuas PCR y confinamientos de forma obligatoria. Pero ir en contra de lo estipulado implica jugarse el tipo frente al Estado. ¡°Tenemos que mentir sin dignidad para poder sobrevivir¡±, escribe. En su opini¨®n, ¡°la mayor¨ªa de los manifestantes solo est¨¢n descontentos con la pol¨ªtica de covid, no han despertado y no se han dado cuenta de que se trata de un problema sistem¨¢tico¡±. No cree que las protestas logren cambiar las pol¨ªticas y tampoco al Gobierno. ¡°M¨¢s que descontento, estoy desesperado¡±.
La sacudida no ha sido un movimiento organizado ni homog¨¦neo. Muchos de quienes asistieron solo quer¨ªan volver a vivir en 2019. Nadie cree a estas alturas que las protestas vayan a tener mucho m¨¢s recorrido por ahora. Pero s¨ª han sido un aviso.
¡°Queremos volver a tener una vida normal¡±, dec¨ªa en el fragor de las protestas de Pek¨ªn un estudiante de 22 a?os que se hac¨ªa llamar Peach. Llevaba un taco de folios blancos bajo el brazo entre la muchedumbre convocada junto al r¨ªo Liangma. Las hojas vac¨ªas, explic¨®, eran el s¨ªmbolo de las voces acalladas, y quer¨ªan convertirlas en algo tan reconocible como el arco¨ªris del colectivo LGTBI. Otras voces sonaban m¨¢s radicales. ¡°Estoy en contra de todo el r¨¦gimen de Xi¡±, a?ad¨ªa una mujer de 32 a?os, m¨²sica en una banda, que hab¨ªa acudido para sumarse a ¡°una voz mutua¡± que ¡°despierte al pueblo¡±. A su alrededor se gritaban consignas contra las PCR y los confinamientos, se escuchaba en un altavoz el tema Heroes, de David Bowie, y el c¨®ctel inclu¨ªa La internacional y el himno nacional chino, de poderosa letra antiesclavista: ¡°?Levantaos! ?Levantaos! ?Levantaos!¡±.
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