El conflicto de Casamance se resiste a morir en Senegal
La insurgencia independentista del sur senegal¨¦s cumple 40 a?os con un pu?ado de rebeldes atrincherado en el bosque y sin paz definitiva a la vista
El 26 de diciembre de 1982, una manifestaci¨®n que reclama la independencia de Casamance, regi¨®n del sur de Senegal, recorre las calles de la ciudad de Ziguinchor. Al llegar al palacio del gobernador, varios j¨®venes bajan la bandera nacional e izan una tela blanca. La violenta represi¨®n de aquel acto, con un pu?ado de muertos y decenas de detenidos, provoca que cientos de j¨®venes cojan las armas y se adentren en el bosque. Algunos siguen all¨ª. Este lunes se cumplieron 40 a?os de una de las rebeliones m¨¢s antiguas de ?frica, un conflicto de baja intensidad que ha provocado unos 5.000 muertos y decenas de miles de desplazados en una regi¨®n llena de ¨¢rboles gigantes, bosques sagrados, antiguas tradiciones animistas y un d¨¦dalo de islas rodeadas de misterio.
Cinco j¨®venes caminan por el centro de Ziguinchor rumbo a la universidad Assane Seck y pasan junto a las m¨¢quinas que trabajan en la reparaci¨®n de unas calles pr¨®ximas. A sus espaldas, el ferry Aline Sito¨¦ Diatta, que une a esta ciudad con Dakar, capital del pa¨ªs, toca la sirena para anunciar su llegada a puerto. Muchas cosas han cambiado en cuatro d¨¦cadas, pero la rebeli¨®n del Movimiento de Fuerzas Democr¨¢ticas de Casamance (MFDC) se resiste a morir. ¡°Hab¨ªa razones objetivas, ligadas a la identidad, a la sensaci¨®n de abandono y la gobernanza, que empujaron a muchos a unirse¡±, asegura Ndeye Marie Sagna, presidenta de la asociaci¨®n regional de mujeres por la b¨²squeda de la paz Kabonketoor, ¡°pero las cosas fueron muy lejos, se mataban hermanos entre s¨ª¡±.
Este colectivo naci¨® en 1999 para romper el tab¨² de hablar sobre el conflicto y recomponer el tejido social. ¡°Hab¨ªa muertos, desaparecidos, violaciones, pueblos arrasados, minas antipersonas. En nuestra cultura las mujeres desempe?an un papel mediador fundamental y decidimos dar un paso adelante¡±, a?ade Sagna sentada en una mesa del hotel Le Perroquet con vistas al r¨ªo Casamance. Todos los presidentes de Senegal desde entonces, Abdou Diouf, Abdoulaye Wade y ahora Macky Sall, prometieron acabar con el conflicto. Se firmaron diversos acuerdos de paz, pero la muerte en 2007 del padre Augustin Diamacoune Senghor, religioso fundador del MFDC, dividi¨® el movimiento en varias facciones y complic¨® a¨²n m¨¢s las cosas.
¡°El Gobierno ha estado usando la t¨¢ctica del palo y la zanahoria¡±, explica Paul Diedhou, profesor universitario y experto en el conflicto, ¡°trata de negociar con alguna de las facciones en su estrategia de dividirlos y juega la baza del desarrollo de la regi¨®n, pero a la vez deja que el tiempo pase para que la rebeli¨®n muera por agotamiento y ataca de vez en cuando las bases rebeldes con la excusa del cultivo de marihuana o la tala ilegal¡±. Pese a todos los intentos por apagar el fuego, las brasas del MFDC siguen vivas. En enero pasado se produjo la ¨²ltima escaramuza: murieron dos soldados senegaleses y un rebelde y siete militares fueron secuestrados y luego liberados. Dos meses m¨¢s tarde, el Gobierno bombarde¨® las bases rebeldes y unas 10.000 personas huyeron a Gambia.
El MFDC est¨¢ muy tocado, pero vivo. Cuenta en la actualidad con dos grupos activos, el de Salif Sadio al norte de la regi¨®n, con quien el Gobierno alcanz¨® varios acuerdos en la d¨¦cada pasada gracias a la mediaci¨®n de la comunidad de San Egidio, y, al sur, el de C¨¦sar Attoute Badiatta. Sin embargo, la ¨²ltima escaramuza con los hombres de Sadio ha hecho bascular los intentos negociadores hacia la otra facci¨®n. El pasado 4 de agosto una delegaci¨®n gubernamental y el propio Badiatta firmaron un nuevo acuerdo de paz en Guinea-Bis¨¢u tras la interlocuci¨®n del presidente de este pa¨ªs, Umaro Sissoco Embal¨®. A pesar de ello, desde entonces nadie ha movido ficha y la chispa puede volver a saltar en cualquier momento.
En Usui, un pueblo de la Baja Casamance, el rey tradicional Sibiloumbay Dhiedhou ha desempe?ado un papel clave para mantener la precaria paz. ¡°Convoqu¨¦ a los jefes de la rebeli¨®n y a los militares y les dije que hab¨ªa mucha gente que hab¨ªa huido y hab¨ªan dejado atr¨¢s sus tierras, que ten¨ªan que dejar la guerra. Tambi¨¦n rec¨¦ a los fetiches, esa es mi labor. Desde entonces aqu¨ª apenas ha habido incidentes, pero el peligro no ha pasado. No s¨¦ cu¨¢ndo va a terminar esto, espero que pronto¡±, asegura este l¨ªder comunitario, sentado a la sombra de una frondosa vegetaci¨®n. Las tierras f¨¦rtiles y el abundante agua de Casamance, as¨ª como sus espectaculares paisajes y su cultura ancestral, atraen al turismo, pese a que durante a?os fue declarada zona roja por el conflicto.
El enorme apoyo con que contaban los rebeldes en los primeros momentos de la insurrecci¨®n se ha ido diluyendo con el tiempo. Algunos de ellos se dedican al robo y al pillaje, lo que disgusta a los habitantes de una regi¨®n que quiere salir adelante. ¡°Aunque sigamos pensando que ten¨ªan raz¨®n en muchas cosas, casi nadie defiende ya la v¨ªa armada¡±, comenta Ndeye Marie Sagna, ¡°todo evoluciona y cambia. La cuesti¨®n ahora es hablar, buscar una salida. No puedes arrinconar a las personas, tenemos que darle la oportunidad de salir del bosque de manera honorable. Luego discutiremos sobre su reintegraci¨®n a la sociedad¡±.
Para el profesor Diedhou subyacen otros peligros. ¡°El riesgo es la instrumentalizaci¨®n pol¨ªtica del conflicto¡±, comenta en su despacho de la universidad Assane Seck. El actual alcalde de Ziguinchor es nada menos que Ousmane Sonko, el principal opositor al actual presidente Macky Sall y uno de los grandes candidatos en las elecciones presidenciales de 2024. Su padre es de Casamance y ¨¦l mismo pas¨® parte de su infancia en esta regi¨®n. ¡°Algunos pretenden asociar la imagen de Sonko al conflicto y encontrar un v¨ªnculo entre ambos. Esto no puede traer sino regionalismos y problemas ¨¦tnicos¡±, a?ade el experto. ¡°A¨²n hay gente que no ha podido volver a sus casas y muertos que buscan justicia. La paz est¨¢ al alcance de la mano, pero hay mucho que hablar. La herida sigue abierta¡±, concluye.
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