Israel convierte en un calvario cruzar a Jerusal¨¦n para rezar en el Ramad¨¢n m¨¢s triste
En el puesto de control militar de Qalandia, los agentes hacen dar la vuelta cada poco a ancianos mientras cientos de mujeres esperan durante horas. Israel solo ha concedido 10.000 permisos especiales para los tres millones de cisjordanos
Viernes, 04.11 de la ma?ana. Los sanitarios palestinos frente al puesto de control militar israel¨ª de Qalandia, entre Ramala y Jerusal¨¦n, apuran los ¨²ltimos cigarrillos, caf¨¦s y bocadillos de falafel porque en pocos minutos comenzar¨¢n el ayuno de Ramad¨¢n y saben, por experiencia, que necesitar¨¢n mucha energ¨ªa. Como es el rezo m¨¢s importante de la semana, las multitudes se apelotonan durante horas en el paso ¨Den ayunas¨D a la espera de que los polic¨ªas de fronteras israel¨ªes les permitan cruzar a Jerusal¨¦n para rezar en la Explanada de las Mezquitas, el lugar m¨¢s sagrado en el islam despu¨¦s de La Meca y Medina. Por ello, se pasan el d¨ªa atendiendo lipotimias, ca¨ªdas o peticiones de sillas de ruedas o andadores. Siete horas m¨¢s tarde, los mismos sanitarios conversan ociosos: son muchos para tan poca labor.
Para prevenir ataques en un momento tan caliente, Israel ha endurecido los requisitos para obtener el permiso especial de acceso por Ramad¨¢n. Solo ha concedido 10.000, para tres millones de cisjordanos. Dos nuevas medidas dejan desde primera hora a muchos en la puerta. Los ¨²nicos hombres y mujeres que pueden pasar (mayores de 55 y 50 a?os, respectivamente) necesitan esta vez un permiso que se obtiene a trav¨¦s de una aplicaci¨®n en el m¨®vil. Y las mujeres ya no pueden acceder sin restricci¨®n de edad. El resultado: cada pocos minutos alg¨²n adulto cruza de vuelta el umbral de hormig¨®n y cientos de mujeres esperan durante horas a que cambie su suerte, algunas porque desconoc¨ªan la nueva norma; otras, como forma de protesta. Para los polic¨ªas de fronteras israel¨ªes que vigilan el proceso, todo es un aburrido y molesto tr¨¢mite administrativo.
Haline Salam, de 68 a?os, y su esposo 10 a?os mayor pasaron sin problema los primeros portales de hormig¨®n, donde les preguntan la edad. En el segundo control deb¨ªan mostrar una tarjeta electr¨®nica y el permiso especial que se solicita a trav¨¦s del m¨®vil. Los emite el COGAT, el organismo del Ministerio de Defensa israel¨ª que gestiona los asuntos civiles de los palestinos en Gaza y Cisjordania. ¡°Yo soy una persona mayor y no s¨¦ qu¨¦ es una aplicaci¨®n ni a qu¨¦ se refiere con la tarjeta electr¨®nica¡±, dice m¨¢s resignado que contrariado. ¡°Solo quer¨ªamos rezar y volver, nada m¨¢s. Y nos han parado. No entiendo qu¨¦ permiso quieren si tengo el documento de identidad. Pens¨¦ que nos dejar¨ªan pasar, como el a?o pasado¡±, a?ade sin alzar la voz.
La falta de informaci¨®n ¨Dsobre todo en edades en las que pocos manejan internet o tienen tel¨¦fonos inteligentes¨D sale cada poco a la luz. ¡°Ni siquiera me han dado una raz¨®n para cerrarme el paso. De lo que ten¨ªa entendido, como tengo m¨¢s de 55 a?os (63), bastaba con venir y ya¡±, cuenta Said Shimnawi, que se ha desplazado desde la ciudad m¨¢s al norte de Cisjordania, Yen¨ªn. ¡°Soy musulm¨¢n y quer¨ªa ir a rezar. No he estado nunca en la c¨¢rcel. ?De qu¨¦ soy culpable? Se nos acusa de querer ir a rezar¡±, a?ade con la alfombra de oraci¨®n en la mano.
Cada caso es un mundo. Salah Yabarin, de 67 a?os, no tiene el permiso porque borr¨® la aplicaci¨®n del COGAT (necesaria para gestionar los permisos para trabajar, ir a un hospital o visitar un familiar) al comenzar la guerra en Gaza, convencido de que Israel la usar¨ªa para espiar su tel¨¦fono. Suna Mustafa, de 51, es muy consciente de que no cumple los requisitos, pero conf¨ªa (¡°Si Dios quiere¡±, repite sin cesar) en cruzar a Jerusal¨¦n porque ¡°Al¨¢ es misericordioso¡± y porque la Explanada alberga bajo una famosa c¨²pula dorada la roca donde Mahoma concluy¨® un importante episodio del Cor¨¢n: su viaje nocturno a lomos de una m¨¢gica criatura alada llamada Buraq. ¡°Este Ramad¨¢n no tiene alma¡±, lamenta.
Algunos conductores hacen su agosto con las restricciones. Ofrecen plazas en los asientos de su coche o su minib¨²s para llegar a Jerusal¨¦n a trav¨¦s de Hizme, un puesto de control m¨¢s lejano que suelen emplear los colonos jud¨ªos de la zona. Qalandia est¨¢ dentro del t¨¦rmino municipal de la ciudad porque Israel lo ampli¨® de seis a 76 kil¨®metros cuadrados al conquistar Cisjordania en la Guerra de los Seis D¨ªas de 1967. Por ello, sus residentes y los de otros vecindarios a este lado del muro de separaci¨®n tienen matr¨ªcula amarilla (la misma que los israel¨ªes) que les permite utilizarlo. Y, a veces, algunos soldados ¨Dcompinchados o sobornados¨D hacen la vista gorda sobre los acompa?antes.
A las 03.30 ya se ve¨ªa a algunos afortunados con matr¨ªcula amarilla camino al cruce de Hizme para llegar a la primera oraci¨®n, casi una hora m¨¢s tarde. Los escasos cisjordanos con permiso (4.500 hombres, el mismo n¨²mero de mujeres y 1.000 ni?os) no pueden. Solo es v¨¢lido de 04.00 a 17.00. Tambi¨¦n se pierden el ¨²ltimo rezo del d¨ªa y la posibilidad de quedarse a dormir, que s¨ª ten¨ªan el a?o pasado y es costumbre en los ¨²ltimos d¨ªas.
Todos coinciden en que es el Ramad¨¢n m¨¢s triste, por la situaci¨®n en Gaza, donde la invasi¨®n israel¨ª ha dejado ya m¨¢s de 31.000 muertos (algunos, familiares o conocidos), una crisis humanitaria y destrucci¨®n generalizada.
Por eso, como muchos otros, Dalal Etsharaf no ha puesto la decoraci¨®n de costumbre. Sali¨® con su marido a las 03.00 de su ciudad, Tubas, y llegan al paso cuando a¨²n no ha despuntado el alba. ¡°A esta hora ya hab¨ªa aqu¨ª una multitud el a?o pasado; este est¨¢ vac¨ªo¡±, lamenta. Como han hecho los deberes y superan la edad m¨ªnima, cruzan. Pero este a?o, solos. Los tres anteriores iban acompa?ados de sus hijas de 17 y 20, que esta vez tienen vetado el paso, explica.
Sus caras no muestran el ambiente festivo de estas fechas. ¡°Lo de Gaza nos ha influido a todos en nuestros corazones¡±, admite Dalal. ¡°El a?o pasado ten¨ªamos pasi¨®n, lo celebr¨¢bamos. Este es un Ramad¨¢n doloroso, el que m¨¢s, viendo toda la gente que muere y pasa hambre en Gaza. Nos sentamos en la mesa para el iftar [la comida de ruptura del ayuno] y estamos hasta tristes, pensando en tantos que no pueden ni beber en Gaza¡±.
Una multitud de agentes acompa?a con rostro grave al responsable del operativo policial, el comandante del distrito de Jerusal¨¦n, Doron Turgeman. Hay 3.000 efectivos desplegados con motivo del Ramad¨¢n, en el que Ham¨¢s hab¨ªa llamado al resto de palestinos a movilizarse, pero est¨¢ transcurriendo en paz. El ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, quer¨ªa cero permisos para cisjordanos y hasta impedir el paso a ciudadanos israel¨ªes de religi¨®n musulmana, pero el primer ministro, Benjam¨ªn Netanyahu, no dio ese paso.
Las fuerzas israel¨ªes est¨¢n tensas. Uno de los sanitarios, Ahmad Abu Taher, responsable de ambulancias en la Sociedad de la Vida Palestina, explica que el a?o pasado cualquiera de su equipo pod¨ªa entrar al cruce para ayudar a ancianos y discapacitados con la silla de ruedas. ¡°Hoy solo est¨¢n dejando a uno y le amenazan con no salir en menos de tres minutos¡±, se?ala. ¡°De todos modos, hay menos gente a la que ayudar¡±.
Una de las entradas (junto a las antiguas y famosas pintadas con los rostros de Yasir Arafat y el preso m¨¢s popular, Marw¨¢n Barguti) est¨¢ destinada solo a personas con dificultad de movimientos, pero decenas de mujeres se apelotonan igual a la entrada. Un polic¨ªa de fronteras coloca una valla entre las barreras de hormig¨®n, por si acaso. En un segundo acceso, con los portones cerrados y ni rastro de alguien para abrirlos, otras decenas leen el Cor¨¢n o rezan con un anillo que usan como versi¨®n digital del tradicional rosario musulm¨¢n.
Fatma Abu Daer es una de ellas. Tiene 24 a?os, sabe que no cumple los requisitos y confiesa ¨Dmedio orgullosa, medio preocupada¨D que su familia ignora d¨®nde est¨¢ ahora mismo. Cuenta que el a?o pasado se oper¨® de las dos caderas y este a?o es triplemente importante para ella rezar en Jerusal¨¦n: agradecer a Dios que sali¨® bien la operaci¨®n, pedirle ayuda con su enfermedad y ¡°rogar por la gente de Gaza¡±. Mazan Dawabshe tiene la misma edad, lidera un grupo que ha viajado desde cerca de la ciudad de Nablus y apela a la paciencia: ¡°Sacrificamos horas aqu¨ª, lo que no es nada comparado con los gazat¨ªes, que se sacrifican con su sangre. Es lo m¨ªnimo que podemos hacer¡±.
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