Los saharauis que piden escalar el conflicto con Marruecos: ¡°No tenemos nada que perder¡±
Las hostilidades por el S¨¢hara Occidental, que la ONU define ¡°de baja intensidad¡±, han quedado a¨²n m¨¢s opacadas por las guerras de Ucrania y Gaza
El mundo est¨¢ pendiente de la guerra en Gaza. A m¨¢s de 4.000 kil¨®metros de distancia de la Franja, en el desierto que habitan los refugiados saharauis en los campamentos de Tinduf, en el suroeste de Argelia, tambi¨¦n se siguen con inter¨¦s las noticias sobre los ataques a ¡°los hermanos del pueblo palestino¡±. Dicen que con ellos comparten, adem¨¢s de una bandera casi id¨¦ntica, historia y destino. Defienden que ambos pueblos han vivido maltratados y abandonados durante d¨¦cadas, y que sus dirigentes han apostado, sin ¨¦xito, por la diplomacia para resolver sus problemas territoriales con Israel y Marruecos, respectivamente. Sin embargo, el temor a que el conflicto palestino, adem¨¢s de la guerra en Ucrania, y en menor medida la de Sud¨¢n, vuelvan a condenar su propia lucha al olvido, lleva a una parte de los saharauis a pedir mantener e incluso intensificar la v¨ªa b¨¦lica reiniciada en noviembre de 2020.
Como S¨ªsifo, condenado a subir la misma piedra cada d¨ªa por la ladera de una monta?a, 173.600 saharauis (seg¨²n datos de la ONU), repartidos en cinco campamentos, barren el polvo que inunda sus casas para volver a hacerlo a la ma?ana siguiente, como si nunca hubieran limpiado. Buscan mensualmente las raciones menguantes de alimentos que reparte la ONU, observan c¨®mo el siroco se lleva por delante las hortalizas que han tratado de cultivar en invernaderos en el desierto, los j¨®venes se forman para emigrar o bien quedarse y continuar siendo refugiados sin muchas oportunidades laborales.
As¨ª llevan m¨¢s de 17.700 d¨ªas en los que su piedra siempre vuelve a caer colina abajo. Casi medio siglo de ostracismo, desde que huyeron del S¨¢hara Occidental en noviembre de 1975, cuando Marruecos se anexion¨® la que hasta entonces hab¨ªa sido la provincia espa?ola n¨²mero 53. Las familias quedaron entonces divididas entre los que permanecieron bajo control marroqu¨ª y los que marcharon al otro lado de la frontera, donde Argelia les prest¨® un pedazo de hamada ¡ªun desierto pedregoso, inh¨®spito e inf¨¦rtil¡ª, en la que autoproclamaron la Rep¨²blica ?rabe Saharaui Democr¨¢tica (RASD), y donde todav¨ªa hoy contin¨²an una existencia cada vez m¨¢s dif¨ªcil.
El 14 de noviembre de 2020, el Frente Polisario ¨Dque gobierna en el exilio argelino la RASD desde 1976¨D dio por roto el alto el fuego con Marruecos, que entr¨® en vigor en 1991 bajo los auspicios de la ONU. Los saharauis aceptaron entonces el cese de las hostilidades a cambio del compromiso de Rabat de permitir un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n que nunca ha llegado a celebrarse. La ruptura de esa tregua de d¨¦cadas fue ¡°un grito de esperanza para la juventud, que ansiaba la vuelta a las armas¡±, sostiene Zarga Abdalahe Abdi, fil¨®loga y fundadora de la organizaci¨®n Revolucionarias en Lucha. Abdalahe creci¨® en Espa?a, pero regres¨® a los campamentos convencida de que solo conseguir¨ªa cambiar la situaci¨®n desde all¨ª.
¡°Estamos en guerra¡±, repite el presidente de la RASD, Brahim Gali, casi en cada intervenci¨®n p¨²blica, en un intento de recordar al mundo lo que su frase indica. As¨ª lo hizo, ataviado de uniforme, en su intervenci¨®n frente a los asistentes al festival internacional de cine FiSahara, celebrado en mayo en el campamento de refugiados de Auserd. Es en este tipo de citas, que atraen cierta atenci¨®n global, cuando los refugiados tratan de reflejar su fervor b¨¦lico.
Disparidad militar
Han pasado casi cuatro a?os desde la ruptura del alto el fuego y los tambores de guerra empiezan a enmudecer. Naciones Unidas considera que las hostilidades con Marruecos son ¡°de baja intensidad¡± y las escaramuzas militares en el muro que separa el S¨¢hara Occidental bajo dominio marroqu¨ª ¡ªdos tercios del territorio¡ª, de la parte restante controlada por el Frente Polisario han quedado opacadas por las grandes guerras en Ucrania, Gaza o Sud¨¢n. Marruecos ni siquiera reconoce que ese enfrentamiento armado exista.
Al reanudarse las hostilidades, varios analistas advirtieron de la inferioridad militar del Frente Polisario. El grueso del armamento del que dispone el movimiento fue proporcionado hace d¨¦cadas por Argelia, Libia y Cuba y data de los a?os setenta y ochenta del siglo pasado. Est¨¢ obsoleto. Los saharauis de Tinduf enfrentan, adem¨¢s, el poder militar de Marruecos, que lleva a?os inmerso en un proceso de rearme y de modernizaci¨®n de su ej¨¦rcito. En los presupuestos de este a?o, la partida militar del pa¨ªs magreb¨ª asciende a 11.300 millones de euros, el 9,4% del PIB nacional, lo que supone una extraordinaria subida respecto de a?os precedentes y que lo sit¨²a como uno de los pa¨ªses del mundo que m¨¢s destina a defensa.
En los albores del conflicto, los saharauis supieron sacar partido de la que se consideraba su mejor arma: su conocimiento del desierto, pero la guerra de guerrillas, que les permiti¨® hace d¨¦cadas hostigar a las fuerzas marroqu¨ªes, ya no es posible. La raz¨®n son los muros de arena plagados de minas que separan la zona controlada por Marruecos del territorio bajo dominio del Frente Polisario.
Antes de la ruptura de la tregua, j¨®venes saharauis reclamaban desde hac¨ªa m¨¢s de una d¨¦cada la vuelta a las armas porque no ve¨ªan que la paz sirviera para lograr su prop¨®sito. Fue aquella presi¨®n de las bases m¨¢s j¨®venes del Frente Polisario las que empujaron en parte a sus l¨ªderes a tomar la decisi¨®n de retomar las armas cuando fuerzas del ej¨¦rcito marroqu¨ª disolvieron una protesta de civiles saharauis que manten¨ªan cerrada la carretera que une el S¨¢hara Occidental con Marruecos. Ahora, ante el temor de que la llama inicial del conflicto se extinga, muchos de ellos piden mantener e incluso intensificar la v¨ªa b¨¦lica. ¡°La guerra es la soluci¨®n. No tenemos nada que perder. Lo que no es soluci¨®n es una muerte en vida en un campamento de refugiados¡±, subraya Abdalahe. ¡°Esto ya se ha alargado mucho¡±, afirma.
Ese sentimiento de hartazgo alent¨® a un buen n¨²mero de j¨®venes y adultos, que no hab¨ªan combatido en la anterior guerra, a enrolarse en el ej¨¦rcito cuando se anunci¨® la ruptura de la tregua. Fue el caso de Mohamed Maudd Bokar Umar, de 34 a?os. Nacido en el campamento de Esmara, no conoce el territorio por el que combate. ¡°Nacemos vagabundos, sin tierra. Por eso cogemos las armas, para vivir como el resto de los hijos del mundo. Estoy preparado para luchar por verla. No tenemos nada que perder¡±, declara, junto a su padre, Ahmed Bokar Umar, de 70 a?os, tambi¨¦n militar en activo, y que con 20 a?os combati¨® en la primera guerra con Marruecos.
¡°Cuando tu padre tiene una historia de lucha, tienes que seguir sus pasos. No hacerlo ser¨ªa una falta de respeto¡±, dice Bokar Umar hijo, licenciado en Ciencias Pol¨ªticas con especialidad en relaciones internacionales, director de teatro y poeta. Por eso, dice, la ¡°inmensa mayor¨ªa¡± de sus compa?eros de armas son hijos o nietos de los combatientes de la primera guerra.
Un estudio reciente del Instituto Novact de Noviolencia apunta que el deterioro de la vida en los campamentos, la constante dependencia de la ayuda y la falta de oportunidades son ¡°factores que podr¨ªan exacerbar la escalada de violencia en los campos de refugiados saharauis¡±. Preguntados por su opini¨®n sobre mantener el conflicto, civiles residentes en los campamentos manifiestan apoyo y ¡°orgullo¡± hacia los combatientes. Aunque, como dicen poco despu¨¦s, su preocupaci¨®n inmediata es sobrevivir. Trabajar, migrar si pueden, prosperar; dejar atr¨¢s la adversidad cr¨®nica. ¡°Salir de la jaima¡±, es el deseo de Muniha Embarek Omar, de 19 a?os.
¡°El Polisario respet¨® el acuerdo de paz y seguimos igual que est¨¢bamos. Si no hemos conseguido nuestro objetivo a trav¨¦s de la paz, ser¨¢ a trav¨¦s de las armas¡±, defiende Salem Mohamed Salek, ministro asesor de Presidencia del Frente Polisario y encargado de asuntos diplom¨¢ticos. Habla en una comparecencia frente a los asistentes al FiSahara en el campamento de Auserd; se expresa en lenguaje militar. Aun as¨ª, considera que lo ¨²nico que desatascar¨¢ la prolongada crisis es un refer¨¦ndum, ¡°organizado por Espa?a como potencia administradora, con la ayuda de la Uni¨®n Africana¡±.
Por su parte, el secretario general de la ONU, Ant¨®nio Guterres, ha aseverado que las hostilidades entre Marruecos y el Frente Polisario, son ¡°importantes reveses de cara a la consecuci¨®n de una soluci¨®n pol¨ªtica para esta antigua controversia¡±. En su ¨²ltimo informe de situaci¨®n (de octubre de 2023), Guterres advirti¨® del ¡°riesgo de escalada¡± y consider¨® ¡°fundamental que se restablezca un alto el fuego¡±.
Aunque las condiciones de vida en los campamentos siguen siendo duras, ahora hay agua corriente, tendido el¨¦ctrico elevado y viviendas de ladrillo. Las jaimas, las tiendas de campa?a de una poblaci¨®n n¨®mada como la saharaui, fueron durante a?os sus viviendas en los campamentos. Eran un s¨ªmbolo de resistencia, un mensaje de que su estancia en Tinduf era temporal. Hoy se mantienen instaladas en los patios de las casas construidas de adobe o ladrillo, como un adorno reivindicativo; a veces, como almac¨¦n.
Algunos visitantes interpretan esa estampa como una confirmaci¨®n de la derrota: ¡°Parece que han asumido que se van a quedar aqu¨ª¡±, comenta una de las asistentes al FiSahara. ¡°Los saharauis, cuando iban en su camello, quitaban todo y montaban su casa, aunque fuera solo para dos d¨ªas y despu¨¦s volver a empaquetar. La movida es que dos d¨ªas se han convertido en 49 a?os, replica Abdalahe. ¡°No es que vayamos a quedarnos aqu¨ª; se trata de que mientras estemos, tengamos mejores condiciones de vida. Quedarse no es la soluci¨®n¡±.
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