Susan Engel, psic¨®loga: ¡°Los ni?os son intelectuales, sus vidas mentales rebosan de pensamientos y preguntas¡±
La autora estadounidense publica ¡®La vida intelectual de los ni?os¡¯, volumen con el que hace un llamamiento a los adultos para que animen a los menores a cultivar sus ideas. Para ello da tres consejos: que tengan tiempo para holgazanear, conversar con ellos y prestar atenci¨®n a sus propuestas
La doctora en Psicolog¨ªa del Desarrollo Susan Engel (Nueva York, 64 a?os) es fundadora y directora del programa de Psicolog¨ªa de la Educaci¨®n del Williams College, en Williamstown (Massachusetts, EE UU). Ella ha dedicado toda su vida laboral a observar a los ni?os y a tratar de averiguar qu¨¦ pasa por sus cabezas. Una duda que, en mayor o menor medida y por regla general ¡ªy err¨®neamente¡ª, sin darle mayor trascendencia, todas las madres y padres se plantean alguna vez cuando ven a su hijo o hija absorto en su mundo interior. ?En qu¨¦ estar¨¢ pensando?
Seg¨²n Engel, muchos de los inventos que han contribuido a mejorar la vida (como el limpiaparabrisas intermitente, la econometr¨ªa o la edici¨®n de genes) empezaron a tomar forma cuando sus desarrolladores ten¨ªan tres a?os y se quedaban absortos o hac¨ªan preguntas a los adultos sobre temas que les obsesionaban. ¡°A los nueve a?os, los menores cuentan con casi todas las aptitudes intelectuales necesarias para mostrarse creativos e ingeniosos a la hora de inventar. Que las usen o no para idear nuevos objetos y artilugios depender¨¢, entre otras cosas, de las oportunidades que vayan teniendo¡±, escribe en las p¨¢ginas de La vida intelectual de los ni?os (Bauplan Books, 2024), un volumen en el que, partiendo de su experiencia personal y profesional, recopila toda la evidencia cient¨ªfica alrededor de un concepto que todav¨ªa hoy puede resultar revolucionario. ¡°A muchas personas les parece extra?o describir a ni?os muy peque?os como intelectuales. A m¨ª lo que me parece extra?o es justo lo contrario: que la gente no considere a los ni?os muy peque?os como intelectuales, ya que sus vidas mentales rebosan de pensamientos, preguntas, especulaciones y predicciones¡±, explica a EL PA?S.
Las mentes de los menores siguen siendo un misterio, aunque, como apunta Engel, hoy lo son un poco menos ¡°gracias a las observaciones cuidadosas y a los ingeniosos experimentos de algunos cient¨ªficos¡± que a lo largo de la historia han intentado contradecir una idea preconcebida ya desmontada cient¨ªficamente: que los ni?os no solo eran inferiores a los adultos, sino que pensaban de manera diferente: ¡°En realidad, creo que prestar atenci¨®n a las ideas de los peque?os siempre ha sido raro. Incluso hoy, que ya tenemos claro que no son menos que los adultos, puede ser que los tel¨¦fonos inteligentes y los trabajos de los que nunca desconectamos sean un obst¨¢culo nuevo y formidable para avivar las llamas de la vida mental de los ni?os¡±.
Por unas cosas o por otras, sostiene la psic¨®loga, los adultos casi nunca se paran a pensar en lo que preocupa a los ni?os peque?os. Las madres y los padres, a?ade, notan a menudo las preocupaciones de sus hijos, pero se ocupan tanto de aliviar la preocupaci¨®n que no consideran siquiera la posibilidad de que, junto a esa preocupaci¨®n, exista una curiosidad intelectual genuina. ¡°Uno de los mejores ejemplos de esto sucede cuando los ni?os quieren saber qu¨¦ pasa despu¨¦s de la muerte de alguien. El menor puede o no sentir ansiedad por ella, pero incluso si la siente, tambi¨¦n puede apreciar un inter¨¦s genuino en este misterio complejo¡±, reflexiona Engel, que en la actualidad trata de identificar con sus investigaciones la relaci¨®n que existe entre esas preocupaciones y el desarrollo de buenas ideas: ¡°Creo que muchas buenas ideas que se producen en la adultez surgen porque la persona o las personas que las desarrollan est¨¢n preocupadas por aquello sobre lo que est¨¢n tratando de construir una idea: la enfermedad, la inequidad, la muerte, el infinito¡ Las cosas que nos incomodan son las que buscamos entender y algunos de nuestros mejores pensamientos a lo largo de la vida son sobre las cosas que nos hacen sentir m¨¢s inc¨®modos¡±.
En ese sentido, en las p¨¢ginas de La vida intelectual de los ni?os, Engel impulsa a las familias y maestros de escuelas infantiles y colegios a animar a los peque?os a dedicar tiempo al cultivo de las ideas, a avivar la llama de su vida intelectual. Para ello, ofrece en el libro tres ideas tan sencillas como dif¨ªciles de llevar a cabo en un mundo marcado por la hiperactividad. La primera, ofrecerles muchas oportunidades para holgazanear, descansar, pasear o pasar el rato sin necesidad de hacer nada. ¡°Las ideas adoran el ocio. La investigaci¨®n ha demostrado, por ejemplo, que las conversaciones m¨¢s intelectualmente desafiantes entre adultos y ni?os suceden cuando simplemente pasan el tiempo juntos, durante una comida, paseando o esperando en la parada del autob¨²s¡±, reflexiona. La segunda, partiendo de ese argumento, ser¨ªa mantener conversaciones con los hijos o nietos, charlar cuando ellos quieran hablar: ¡°Deja que la conversaci¨®n tome direcciones inesperadas. Responde a sus preguntas. Haz las tuyas. Revela incertidumbre¡±. El tercer consejo ser¨ªa prestar atenci¨®n para notar cu¨¢ndo el menor tiene una idea: ¡°En ese momento nuestra tarea es avivar la llama¡±.
A estas sugerencias, Engel a?ade una cuarta que considera relevante para los maestros, padres y abuelos de clase media en Estados Unidos. ¡°Te dejo a ti decidir cu¨¢n significativo ser¨ªa en Espa?a¡±, se?ala. En plena era de la profesionalizaci¨®n de la maternidad, la paternidad y la crianza, parece cuanto menos conveniente reproducirla: ¡°No podemos convertir el cultivo de las ideas en otra especie de obligaci¨®n, como la clase de gimnasia o de m¨²sica, en una tarea o un deber¨ªa. A todos los ni?os les encantan las ideas cuando tienen la oportunidad de perseguirlas a su manera y sobre los temas que eligen¡±.
Ese ¨²ltimo consejo valdr¨ªa tambi¨¦n para las escuelas. En el libro, la psic¨®loga estadounidense cuenta que en sus visitas a colegios se daba cuenta de que los maestros hablaban mucho de las perspectivas de los alumnos, de si iban bien o mal acad¨¦micamente, de sus problemas de salud, de su rendimiento en los ex¨¢menes, de su motivaci¨®n, pero nunca sobre en qu¨¦ pensaban. ¡°No deja de ser bastante raro este punto ciego, porque a los 15 a?os hay incluso profesores que les piden que elaboren sus propias ideas. Es como si los adultos creyeran que al cruzar las puertas del instituto los alumnos recibir¨¢n como por arte de magia el don de cultivar ideas, lo cual no tiene sentido. ?No ser¨ªa conveniente que averigu¨¢semos qu¨¦ pensamientos tienen antes?¡±, escribe.
Engel matiza durante la entrevista que tambi¨¦n ha visto centros educativos maravillosos en los que ayudar a los ni?os a desarrollar sus ideas era algo que estaba en el centro de la vida diaria en el aula. Sin embargo, lamenta, cada vez es m¨¢s habitual que la presi¨®n hacia los contenidos de las asignaturas, los ex¨¢menes y las notas deje poco espacio para otra cosa. ¡°Cada vez monetizamos el progreso educativo, lo que significa que cada vez pensamos m¨¢s en la educaci¨®n como un medio para obtener m¨¢s dinero para el individuo o m¨¢s dinero para la naci¨®n¡±, argumenta Engel, que considera que esa premisa es contraproducente y err¨®nea. ¡°Los adultos m¨¢s felices y saludables y las sociedades m¨¢s fuertes son aquellas donde la gente realmente piensa¡±.
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