Dormir como lujo supremo: la odisea de una madre por el descanso
La distancia espacial y temporal retroalimenta el amor y lo fortalece. Una vez que los ni?os ya duermen las noches enteras, y siempre que queden en buenas manos, dentro de su espacio y siguiendo su rutina, una separaci¨®n puede hacer mucho bien
Pasar un fin de semana en un hotel es, para m¨ª y mis amigas madres, una de las fantas¨ªas m¨¢s recurrentes. Resulta curioso c¨®mo, a diferencia de hace 20 a?os, nuestras aspiraciones distan de dar rienda suelta a deseos t¨®rridos y carnales; ahora anhelamos simplemente dormir. No hay nada m¨¢s tentador ni m¨¢s codiciado como el sue?o ininterrumpido, que se erige como el objeto de deseo supremo. Fantaseamos con almohadones gigantes rellenos de plumas de ganso y s¨¢banas blancas de algod¨®n egipcio, impolutas y con un penetrante olor a limpio. Nos recreamos imagin¨¢ndonos inmersas en un silencio solemne, envueltas en una oscuridad y soledad absoluta. Y suspiramos pensando en la posibilidad de recuperar horas de sue?o, en el placer que supondr¨ªa poder dormir tantas horas como cuando ¨¦ramos adolescentes. Un desfase que, en el contexto de la maternidad, se convierte en un lujo y en una osad¨ªa.
Despu¨¦s de meses, para algunos padres incluso a?os, de incapacidad para disfrutar de un sue?o ininterrumpido parece que estamos condenados a una tortura equiparable a la de Guant¨¢namo. En mi caso me veo obligada a despertar demasiado pronto, sufriendo el no poder dormir tanto como me place. Para compensar, trato de acostarme siempre antes, pero constantemente me autoboicoteo ara?ando la medianoche entre lecturas o pel¨ªculas de las que tambi¨¦n me alimento. En cualquier caso, ya se deba a la escasez de horas dormidas o a un descanso intermitente, la privaci¨®n prolongada del sue?o se convierte en uno de los principales enemigos de la salud mental.
Es en este contexto que, hace unos meses, acept¨¦ desplazarme por trabajo de Nueva York a Chicago, con la motivaci¨®n principal de poder dormir. Estaba dispuesta a volar durante dos horas y media solo para pasar un d¨ªa y una noche fuera, donde la posibilidad de disfrutar de un sue?o reparador se convert¨ªa en un anhelo que, por fin, podr¨ªa materializarse. Me hab¨ªa debatido mucho entre ir o no, consciente de los riesgos que implica salir de la rutina y exponerse a la vida. Las madres tenemos miedo, sentimos culpa, nos sentimos responsables las 24 horas, todos los d¨ªas de nuestra vida. Creamos narrativas que refuerzan esta autolimitaci¨®n, tan sometidas y aterradas a rebelarnos contra lo que se ha normalizado. Y, sin embargo, el trabajo hizo que fuera l¨ªcito marcharme. Parad¨®jicamente, fue el argumento que me permiti¨® concederme un descanso.
Era la primera noche en a?os que pasaba separada de mis hijas. Pod¨ªa haber organizado una salida nocturna; conocer cocteler¨ªas, ver por fin una pel¨ªcula en el cine, ir a un concierto o al teatro. Pero no hab¨ªa nada m¨¢s excelso que dormir. As¨ª que despu¨¦s de la cena de protocolo me escap¨¦ con prisa y una vez que llegu¨¦ al hotel cerr¨¦ la puerta de la habitaci¨®n tras de m¨ª como quien consigue resguardarse de un monstruo. No eran ni las diez de la noche cuando me dej¨¦ llevar, sucumbiendo sin miedo a que nada ni nadie me despertara. Era tan pronto que me pareci¨® que no era necesario ponerme la alarma, tan acostumbrada como estaba a despertarme al amanecer, creyendo que ten¨ªa ya interiorizado el horario que mi cuerpo deb¨ªa seguir cada d¨ªa. Pero cuando me despert¨¦ al d¨ªa siguiente, el reloj pasaba de las 9.30 de la ma?ana, me hab¨ªa perdido una reuni¨®n y ten¨ªa media hora para hacer la maleta, ducharme, vestirme y atender otro evento. Estaba, sin embargo, plet¨®rica. Me sent¨ªa l¨²cida, alerta, r¨¢pida, como si, tras esas once horas y media de sue?o, estrenara nuevas partes de mi cerebro. Prevalec¨ªa en m¨ª una sensaci¨®n de reposo tan extraordinaria y reconstituyente que mentalmente la emparejaba ahora con un estado extasiado.
Antes de cada vuelo, los auxiliares enfatizan que, en caso de emergencia, aquellos pasajeros que viajan con menores deben ponerse su mascarilla de ox¨ªgeno antes que a sus propios hijos. Es uno de los ejemplos m¨¢s convincentes para los padres que tratan de reafirmarse en que est¨¢ justificando autocuidarse para poder atender a otros. No se trata de autoindulgencia, sino de una necesidad vital: proporcionarnos el descanso mental, emocional y f¨ªsico que nos permita seguir adelante con todas nuestras facultades. Un descanso que tambi¨¦n puede significar la oportunidad de disfrute. Poder parar para hacer lo que a cada uno le plazca y para saborear esa libertad. Ese descanso puede adoptar diferentes formas y duraciones. Se trata de una tregua reponedora para energizarse, oxigenarse y volver a conectar con uno mismo, a partir de la cual se vuelve a coger impulso. La distancia espacial y temporal, si es breve, retroalimenta el amor y lo fortalece.
En la pel¨ªcula La hija oscura (2021), que supuso el magistral debut directoral de Maggie Gyllenhaal adaptando una novela de Elena Ferrante, la protagonista abandona a sus dos hijas durante tres a?os. La cinta explora las consecuencias que aquella decisi¨®n radical tiene en los personajes y sirve como punto de reflexi¨®n para buscar formas m¨¢s suaves de lidiar con la realidad. En este sentido, mi propuesta es tratar de encontrar la forma de respirar org¨¢nicamente durante el d¨ªa a d¨ªa, as¨ª como crear la oportunidad para darse espacio y tiempo de desempe?ar otros roles que tambi¨¦n definen nuestra identidad.
Dictaminar cu¨¢ntos son los d¨ªas que uno puede permitirse separarse de sus reto?os es algo que compete a los padres. Son ellos los que deben calibrar cu¨¢nto tiempo no es demasiado. Cada padre y cada ni?o es un mundo. Quiz¨¢ se trata de un mero d¨ªa o de una semana separados. ?Qu¨¦ supone eso en un c¨®mputo de 365 d¨ªas juntos al a?o? Una vez que los ni?os ya duermen las noches enteras, y siempre que queden en buenas manos, con personas familiares con las que ya tengan v¨ªnculos, dentro de su espacio y siguiendo su rutina, una separaci¨®n puede hacer mucho bien. La armon¨ªa y el bienestar de los ni?os depende de la armon¨ªa y bienestar de los padres.
Por otra parte, es un buen momento para probar nuevas f¨®rmulas. Una excelente alternativa a las vacaciones parentales conjuntas, dejando a los ni?os con los abuelos o la ni?era de turno, consiste en que sea solo uno de los padres el que se tome un respiro. De esta forma, los ni?os seguir¨ªan qued¨¢ndose en casa y con uno de sus progenitores, lo que suaviza mucho el proceso del desapego. Adem¨¢s, permite que el progenitor que se vaya de vacaciones, ya sea en solitario o con amigos, a la misma ciudad o a un pa¨ªs ex¨®tico, pueda conectar de nuevo con su yo, sin necesidad de negociar sus apetencias con su pareja. Estos par¨¦ntesis solitarios o con v¨ªnculos que permiten asumir un papel distinto al de padre o madre son muy beneficiosos para poder recargarse. En definitiva, estos momentos de descanso y desconexi¨®n nos recuerdan que cuidarnos a nosotros mismos no solo es un derecho, sino una necesidad fundamental que merece ser priorizada. Adem¨¢s, ?existe algo comparable al gozo del reencuentro?
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