Desplazados por la sequ¨ªa: agricultores andaluces abandonan sus tierras yermas rumbo a Portugal
Los migrantes clim¨¢ticos dejan atr¨¢s cientos de parcelas sin cultivar en la cuenca del Guadalquivir para instalar su producci¨®n cerca de la frontera
Los migrantes clim¨¢ticos son una realidad en Espa?a. Donde antes hab¨ªa huertas f¨¦rtiles y productivas ahora hay tierras ¨¢ridas y yermas. Los agricultores han llegado al l¨ªmite: la cantidad de cultivos dependientes de riego ha crecido, mientras que el n¨²mero de embalses apenas ha aumentado. Este desequilibrio se ha agravado por la escasez de lluvias desde hace cuatro a?os. Las p¨¦rdidas son millonarias. Algunos trabajadores del campo andaluces han dejado sus parcelas para mudarse a otras zonas mejor abastecidas e incluso cruzan la frontera hacia Portugal, una decisi¨®n que encarece los costes, pero que les permite mantenerse a flote por el momento.
Jos¨¦ Luis P¨¦rez, de 42 a?os, recorre a diario sus 40 hect¨¢reas de tomate en Rota (C¨¢diz), en una Renault Kangoo blanca a la que ¡°le suenan hasta los huesos¡±. Revisa los filtros de agua, las conexiones de las mangueras y la cantidad de abono en las motobombas. Espera con expectaci¨®n su primera cosecha en esta regi¨®n, a la que migr¨® el a?o pasado obligado por la sequ¨ªa que asola sus antiguas tierras al sur de Sevilla. P¨¦rez es uno de los 31.000 espa?oles que han dejado sus tierras por condiciones clim¨¢ticas adversas el pasado a?o, la segunda cifra m¨¢s alta de Europa por detr¨¢s de Francia (45.000), seg¨²n un informe del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC).
El campesino, de piel curtida y ancho antebrazo, observa con preocupaci¨®n el avance de la peseta, una enfermedad causada por falta de calcio que amenaza con menguar la cosecha. ¡°El problema es que vengo a ciegas y me encuentro con tierras que no cr¨ªan y luego necesito una log¨ªstica que no veas para traerme la maquinaria y la gente para trabajar¡±, se queja P¨¦rez. Se agacha para remover las ramas superficiales de la tomatera y saca dos frutos devorados por esta podredumbre, una imagen que lo hace lamentarse por sus antiguas parcelas. ¡°Aquellas tierras, con agua, son m¨¢s productivas que estas¡±.
A 100 kil¨®metros de las irrigadas parcelas de Rota est¨¢ la tierra a la que P¨¦rez llama afectuosamente ¡°mi zona¡±: Los Palacios y Villafranca (Sevilla), un pueblo polvoriento que bebe de la cuenca del Guadalquivir que, con los embalses a menos del 25% de su capacidad, es una de las m¨¢s vac¨ªas de Espa?a. Donde antes brillaban kilom¨¦tricos espejos de agua por las inundaciones de arroz, hoy crujen los terrones secos al desmoronarse bajo la suela. Los campesinos cuentan que la desertificaci¨®n ha abierto grietas en las que cabe un antebrazo. ¡°Esto era un espect¨¢culo, pero ahora es un desierto¡±, afirma Juan Mu?oz Moreno, de 49 a?os, presidente de la Comunidad de Riego de Las Marismas del Guadalquivir, un trabajo que, dadas las circunstancias, lo obliga a lidiar con gente descontenta a cualquier lugar al que llega.
La sequ¨ªa en Andaluc¨ªa es un fen¨®meno previsible dado el progresivo desequilibrio entre la oferta y la demanda, se?ala. El crecimiento exponencial de las tierras que se riegan con agua embalsada han puesto en jaque el sistema de abastecimiento, que apenas ha sumado embalses en los ¨²ltimos 50 a?os.
La cuenca del Guadalquivir, donde tienen sus tierras P¨¦rez y Mu?oz, ha pasado de 598.000 hect¨¢reas dependientes del riego en 1998, a las 881.000 en la actualidad. A pesar de esto, la regi¨®n pas¨® de recibir 5.000 hect¨®metros c¨²bicos de agua en 2020, a disponer solo de 500 este a?o, seg¨²n la comunidad de riego. A¨²n peor, hace cuatro a?os que la lluvia brilla, pero por su ausencia. La precipitaci¨®n acumulada en Espa?a se ha reducido en un 39,5% en los ¨²ltimos cinco a?os, seg¨²n la ¨²ltima medici¨®n de la AEMET del 20 de julio.
Por cada hect¨¢rea que un campesino inscribe en el riego, la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del Guadalquivir, que depende del Gobierno central, recibe cerca de 120 euros adicionales en impuestos. Mu?oz se?ala que ¡°a la Administraci¨®n le interesa que haya m¨¢s tierra en regad¨ªo, porque recoge m¨¢s dinero¡±. ?l, como otros campesinos de Las Marismas, lamenta que este aumento de la recaudaci¨®n no se materialice en infraestructuras para el agua.
La sequ¨ªa tambi¨¦n ha enviado lejos a Vicente Ruiz Garc¨ªa, de 44 a?os, que sali¨® hace dos a?os de Las Marismas rumbo a Portugal, donde tiene 1.200 hect¨¢reas de girasol. Sus nuevos cultivos se abastecen del embalse de Alqueva, que se nutre del Guadiana y es el m¨¢s grande de Europa occidental, con m¨¢s dotaci¨®n de agua que toda la cuenca del Guadalquivir. ¡°Lo que me ha costado es adaptarme a estar en otro pa¨ªs y al idioma, pero lo que m¨¢s extra?o es la familia¡±, narra por tel¨¦fono. Pese a las dificultades, el proceso ha sido exitoso: las dos primeras cosechas han generado ganancias, aunque los costes de producci¨®n se hayan incrementado, al menos, un 25% seg¨²n sus estimaciones. ¡°Mientras no llueva, voy a seguir aqu¨ª porque en Espa?a no tengo actividad¡±, sentencia Ruiz.
De vuelta a Espa?a, donde el agua no fluye tanto como las deudas, Mu?oz alerta de que hay ¡°mucha gente que se ha hipotecado para comprar maquinaria o m¨¢s tierra y ahora se tienen que buscar la vida o lo pierden todo¡±.
P¨¦rez pidi¨® un pr¨¦stamo hace ocho a?os para adquirir tractores, cosechadoras e insumos. Paga 35.000 euros anuales, cada vez con m¨¢s dificultad con la productividad a medio gas. Las cuentas de esta temporada en Las Marismas se resumen para ¨¦l en ¡°lo comido por lo servido¡±: lo justo para pagar la inversi¨®n de la siembra.
Mientras conduce su camioneta por las reverdecidas tierras de Rota, su primo Jes¨²s lo llama por tel¨¦fono desde Las Marismas para lamentarse porque, de las 21 hect¨¢reas de tomate que sembr¨®, tendr¨¢ que ¡°abandonar¡± 12 para usar esa agua en las nueve restantes. Tras colgar, P¨¦rez pronostica que, con un solo riego, ¡°no salvar¨¢ casi nada¡±. Sin embargo, su situaci¨®n en Rota, aunque con agua, tampoco es la mejor. De las 40 hect¨¢reas de tomate, 15 se perder¨¢n por la peseta. ¡°Eso me quita el sue?o porque se va a comer todo el trabajo que he hecho aqu¨ª. Se va a comer todo mi verano¡±, confiesa.
En el mundo rural, la sequ¨ªa lo abarca todo. No solo los agricultores dependen de las cosechas, tambi¨¦n los sectores del transporte, fertilizantes, maquinaria o procesadoras de alimentos. La ralentizaci¨®n de la econom¨ªa en el pueblo es palpable para Mu?oz: ¡°Los bares est¨¢n vac¨ªos. El que antes sal¨ªa tres veces a cenar, ahora sale una¡±. Minutos despu¨¦s, durante un recorrido por la llanura de Las Marismas, sentencia: ¡°Aqu¨ª ten¨ªa que haber gente trabajando toda esta tierra¡±, pero a ambos lados de su Ford S-Max solo se avista un desierto marr¨®n infinito donde, de vez en cuando, reto?a una planta entre las grietas del suelo, sin ning¨²n porvenir.
Las cuatro transformadoras de tomate que tiene Andaluc¨ªa est¨¢n en Las Marismas. Con capacidad para convertir 9.000 hect¨¢reas de cultivos en pasta procesada, esta temporada solo disponen de un tercio de materia prima y han cerrado dos plantas. Manuel Diana, gerente de una de las procesadoras, saca cuentas en nombre del gremio del tomate: ¡°Hemos dejado de generar 56.000 jornales y de facturar 85 millones de euros¡±. Esta empresa ha optado por ofrecerle un anticipo de cosecha a los agricultores que migren a otras regiones, que deben devolver luego, para evitar la paralizaci¨®n de la f¨¢brica.
En Espa?a no hay cifras oficiales, pero en el mundo hay 32,6 millones de desplazados por el clima ¨D2,2 millones a causa de la sequ¨ªa¨D, seg¨²n el informe de IDMC. Los desastres clim¨¢ticos son la principal causa de la migraci¨®n forzosa, por encima de las guerras. El Banco Mundial calcula que este ¨¦xodo llegar¨¢ a los 216 millones en 2050. Sin embargo, una persona que abandone su casa por sequ¨ªa o inundaciones no puede solicitar refugio como hacen los desplazados por la violencia. Aunque la ONU reconoce el t¨¦rmino de migrante clim¨¢tico, este concepto no existe en el Derecho Internacional.
Mientras permanezca la sequ¨ªa, los campesinos seguir¨¢n emigrando, con la amenaza que esto implica para la soberan¨ªa alimentaria, el encarecimiento de los alimentos y el drama humano de los desterrados. ¡°Necesitamos que llueva¡±, apunta P¨¦rez en forma de s¨²plica. Sabe que si no llueve en oto?o, el a?o que viene tampoco habr¨¢ agua en Rota, lo que llevar¨ªa a muchos a tener que irse m¨¢s lejos o incluso a dejar de cultivar. ¡°Si esto sigue as¨ª yo me buscar¨¦ un trabajo de alba?il¡±.
Este trabajo forma parte de un especial sobre la sequ¨ªa realizado por los alumnos de la Escuela de Periodismo UAM-EL PA?S. Consulta aqu¨ª m¨¢s informaci¨®n sobre el m¨¢ster.
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