Voces en la periferia del viejo mundo: la literatura de la otra Europa
EL PA?S re¨²ne a la griega Ersi Sotiropoulos, la moldava Tatiana ??buleac, el h¨²ngaro Andr¨¢s Forg¨¢ch y la croata Olja Savi?evi?, cuatro autores que se han abierto paso en la industria editorial desde los m¨¢rgenes de un idioma minoritario
Europa no existe. Es una idea que solo tiene sentido sobre el papel de los mapas. El continente es una amalgama de lenguas, rostros, voces, acentos, alfabetos, culturas, tradiciones, cuentos, leyendas. Un amasijo fundido de humanidad que esta semana se puede percibir en los pasillos de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, unas coordenadas tan lejos del viejo mundo y tan cerca de la industria editorial. La globalizaci¨®n literaria se hace carne en la cita m¨¢s importante de las letras hispanas, que acoge este a?o a un pedazo del atlas marcado por la diferencia: los 27 pa¨ªses de la Uni¨®n Europea ¡ªcon gui?o incluido a Ucrania, un nuevo pretendiente para el baile¡ª.
Cuando se habla de literatura europea, la mente se va r¨¢pido a los grandes autores franceses, italianos o ingleses. En los m¨¢rgenes quedan las letras de dos decenas de pa¨ªses con tradiciones literarias de alto calibre que a menudo pasan con m¨¢s pena que gloria por el mercado editorial debido a las barreras del idioma, la traducci¨®n o una industria menos consolidada. Esta semana es una oportunidad para sumergirse en la literatura de la otra Europa: en la obra del poeta turcochipriota Zeki Ali, la portuguesa L¨ªdia Jorge, el irland¨¦s Tadhg Mac Dhonnag¨¢in, la letona Nora Ikstena, el b¨²lgaro Ilija Trojanow o la eslovaca Mar¨ªa Ferencuhov¨¢, entre decenas m¨¢s. Esta selecci¨®n de cuatro voces es tan solo una peque?a muestra que no pretende ser representativa de esa enorme periferia literaria:
Ersi Sotiropoulos, la profeta punk
Ersi Sotiropoulos posa para los retratos con cara de no querer estar aqu¨ª y la actitud de una profeta punk del fin del mundo en una ma?ana de resaca. Va toda de negro: una camiseta vieja con algunas manchas y varias tallas m¨¢s grande, alpargatas, un flequillo pajizo que le cae sobre los ojos, venas marcadas en un cuerpo fino. Lo primero que hace es hablar del oscuro fantasma del fascismo que vuelve a recorrer Europa. Lo hace con una voz ronca, grave y ahumada. Cuando descubre que en la sala de prensa no la dejan fumar, pide hacer la entrevista en la calle, sentada sobre la acera. Bebe caf¨¦, enciende un cigarro.
Sotiropoulos (70 a?os) es una de las voces m¨¢s inconformistas de la literatura griega. ¡°Me gustan los libros que son inesperados, por eso nunca escribo si s¨¦ desde el principio cu¨¢l va a ser el final, me aburrir¨ªa. Necesito sorprenderme¡±. Con un pu?ado de novelas, cuentos y poemarios a las espaldas, en 2017 gan¨® el Premio Mediterr¨¢neo de Literatura con Qu¨¦ queda de la noche (Sexto Piso, 2018). Dice que no es pesimista, pero su visi¨®n del futuro ¡ªel literario y el humano¡ª es m¨¢s bien negra: ¡°Me da miedo que nos encaminamos a una literatura que est¨¢ muy bien escrita, pero que ya no es libre. Cuando era peque?a hab¨ªa censura por parte de la dictadura, ahora est¨¢ infiltrada dentro de la misma obra. Es el resultado del terrorismo de lo pol¨ªticamente correcto: la cacer¨ªa de brujas en las redes sociales¡±. Le preocupa la inteligencia artificial, la falta de una democracia realmente representativa, el cambio clim¨¢tico: ¡°Tengo una nieta de dos a?os. Le¨ª en el New York Times algunos datos sobre c¨®mo van a ser las reservas de agua y la temperatura en el mundo cuando ella tenga 40. No puedo ser feliz si pienso en eso. Sinceramente, intento no pensar en ello¡±.
Unos 12 millones de personas en el mundo hablan griego; menos de las que viven en Ciudad de M¨¦xico y su ¨¢rea metropolitana. Escribiendo en un idioma tan minoritario, para Sotiropoulos abrirse paso en el mercado no ha sido f¨¢cil: ¡°Hay muy buenos autores en Grecia, pero necesitamos m¨¢s ayuda para traducir, es una lengua peque?a. No me gusta pensar en categor¨ªas, pero me siento una autora m¨¢s griega que europea, aunque, por supuesto, en un sentido m¨¢s general pertenezco a la literatura europea. Aunque las fronteras no son muy importantes. Lo m¨¢s importante es el lenguaje y mi lengua es el griego. Cada vez que intento escribir en italiano o en franc¨¦s est¨¢ bien, no es malo, pero me suena falso, no hay emoci¨®n, me averg¨¹enza¡±.
Tatiana ??buleac: ¡°Soy una voz muy perif¨¦rica: Moldavia est¨¢ en medio de la nada¡±
Tatiana ??buleac tiene el pelo de ese tono rubio sovi¨¦tico y unos ojos azul glaciar. Naci¨® en un pa¨ªs m¨¢s joven que ella, Moldavia. Creci¨® con dos idiomas, el rumano de sus padres y el ruso obligado que le ense?aban en un colegio de la misma Uni¨®n Sovi¨¦tica que encerr¨® a sus abuelos en un gulag. Trabaj¨® unos a?os como periodista y se mud¨® a Par¨ªs por amor, que debe de ser la principal causa de mudanzas a Par¨ªs. Quiz¨¢ por esa historia de vida atravesada por distintas lenguas, geograf¨ªas e imperios que se desmoronan, aprendi¨® a odiar las fronteras: ¡°Cuando hablamos de literatura, de m¨²sica, de creatividad, no debemos pensar en t¨¦rminos fronterizos, eso solo hace m¨¢s dif¨ªcil que los libros viajen. Borrar¨ªa todas las fronteras¡±. Eso s¨ª: como Sotiropoulos, a la hora de escribir solo quiere hacerlo en rumano: ¡°No siento que mi voz sea honesta cuando escribo en otras lenguas¡±.
??buleac (45 a?os) bromea: ¡°Soy una voz muy perif¨¦rica: Moldavia est¨¢ en medio de la nada¡±. A pesar de ello, su novela El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes (Impedimenta, 2019) fue un ¨¦xito editorial en Europa y parte de Latinoam¨¦rica. La autora rechaza las etiquetas y las limitaciones de la cartograf¨ªa. ¡°No me considero una escritora europea porque no s¨¦ qu¨¦ significa. No creo que debamos restringir a un escritor a su geograf¨ªa. En ese caso, yo solo podr¨ªa escribir sobre el colapso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica o sobre vino, y no estoy demasiado interesada en esos temas. Cuando escribes una historia solo esperas que sea entendida o amada u odiada, cualquier sentimiento es bueno para un escritor, pero realmente no tengo una audiencia europea frente a mis ojos. Vengo aqu¨ª y veo que la gente b¨¢sicamente tambi¨¦n quiere saber sobre amor, muerte, perd¨®n. Creo que cuando hablamos de literatura las cosas se vuelven m¨¢s sencillas: no importa en qu¨¦ lengua escribes, son los mismos temas, con distintas historias¡±.
Aun as¨ª, la escritora reconoce que para los j¨®venes autores de su pa¨ªs comer de lo que escriben es toda una haza?a. Las dificultades de que una obra escrita en rumano sea traducida y dada a conocer fuera de la regi¨®n son enormes. ??buleac no se lanz¨® a la ficci¨®n hasta un tiempo despu¨¦s de mudarse a Francia. En Moldavia trabajaba como reportera de asuntos sociales y ¡°cuando llegaba a casa, no quer¨ªa seguir escribiendo de otros temas¡±. Pero cuando se instal¨® en Par¨ªs comenz¨® a extra?ar su idioma, su sonoridad, las conversaciones del d¨ªa a d¨ªa. Descubri¨® que escribiendo se acercaba a casa. ¡°Y as¨ª es como empec¨¦ a escribir libros: por echar de menos mi lengua¡±.
Andr¨¢s Forg¨¢ch, el hijo de la esp¨ªa
La madre de Andr¨¢s Forg¨¢ch muri¨® 30 a?os antes de que su hijo descubriera que era una esp¨ªa del r¨¦gimen comunista h¨²ngaro de J¨¢nos K¨¢d¨¢r. Cuando ten¨ªa 61 a?os, en las manos del escritor cayeron centenares de documentos sobre las actividades clandestinas de la mujer como informante, que el autor volc¨® en El expediente de mi madre (Anagrama, 2019), la novela que le vali¨® el reconocimiento internacional y el odio de una parte de su familia. Su hermana pas¨® a?os repiti¨¦ndole que deb¨ªa morirse por lo que hab¨ªa escrito hasta que, durante el coronavirus y asustada de que su hermano pudiera fallecer de verdad, se reconcili¨® con ¨¦l.
Forg¨¢ch (71 a?os) aparece la ¨²ltima ma?ana de noviembre, sobresaliendo por encima de la multitud, alto y corpulento, con los ojos de un azul p¨¢lido y el pelo largo y canoso. La noche anterior prob¨® el mezcal por primera vez y no ha podido dormir mucho. No es muy amigo de la bebida ni de los grandes eventos literarios: ¡°Las ferias no son un lugar para los escritores, son m¨¢s para las personas que compran y venden libros, para las que quieren aprender sobre ellos. El escritor aqu¨ª es solo un extra?o. Escribir solo trata de un pedazo de papel, un bol¨ªgrafo y una habitaci¨®n en la que puedas estar solo, no de estar en medio del caos¡±, pontifica en un tono afable. En el fondo, lo que le pasa es que es ¡°un tipo solitario¡± al que le encanta aislarse y dedicarse a sus libros, sus pel¨ªculas, sus obras de teatro: ¡°Puedo estar en silencio durante semanas, es mejor para mi alma¡±.
Antes de El expediente de mi madre, Forg¨¢ch public¨® varias novelas que fueron bien recibidas a nivel nacional, pero no alcanzaron la notoriedad de su historia de esp¨ªas, cloacas de Estado y secretos familiares. En su pa¨ªs era una figura respetada desde la d¨¦cada de los setenta como parte del movimiento contracultural; como dramaturgo y guionista de cine, donde tambi¨¦n ha llegado incursionar como actor. Pero como en el resto de pa¨ªses europeos con idiomas minoritarios, conseguir un hueco en la escena literaria internacional escribiendo en h¨²ngaro es casi un milagro. ¡°Ser escritor en Hungr¨ªa es un privilegio. Antes de la novela fui publicado en alguna antolog¨ªa, pero nadie hablaba de traducir mis libros. Cambi¨® todo para m¨ª. Tienes que estar ah¨ª, tienes que estar listo y cuando el destino llame a la puerta, abre. No tengas miedo¡±.
Olja Savi?evi?: ¡°Lo ¨²nico que se conoce de Croacia es la guerra¡±
En su primera novela, Adi¨®s, vaquero (Baile del sol, 2013), Olja Savi?evi? (49 a?os) retrataba su pueblo natal, Split, un ¡°lugar de mierda¡±, polvoriento y olvidado en la costa del Adri¨¢tico croata. El libro es una suerte de western balc¨¢nico, una fotograf¨ªa de la generaci¨®n que se hizo mayor con la desintegraci¨®n de Yugoslavia, la guerra y una posguerra marcada por el odio y la reconstrucci¨®n desde las cenizas de un pa¨ªs arrasado. ¡°Una gloriosa nueva voz europea ha llegado¡±, escribi¨® The Guardian en su rese?a. Savi?evi?, sin embargo, apenas es conocida por el gran p¨²blico fuera de Croacia. Hasta este a?o, en el que ha conseguido una beca que le permitir¨¢ centrarse en escribir su pr¨®xima obra, sobreviv¨ªa en ese circuito tan habitual del precario mundo literario: escribiendo art¨ªculos, editando otros, colaborando en antolog¨ªas. De todo un poco.
Savi?evi? llega a la entrevista, el pelo corto, los labios rojos, un acento ingl¨¦s vacilante, y dice que escribir desde Croacia es una batalla: ¡°Es m¨¢s f¨¢cil para los autores de Europa occidental, no solo para escritores, en muchas otras cosas tambi¨¦n. Esa es la gran lecci¨®n para la gente, los gobiernos, incluso los artistas de Europa del oeste: que no nos pongan en los m¨¢rgenes todo el rato, siempre estamos en los m¨¢rgenes de Europa. Es importante que consigamos m¨¢s traducciones, es m¨¢s duro para nosotros publicar libros fuera de nuestro pa¨ªs porque venimos de idiomas minoritarios¡±.
La autora reivindica el valor de las miradas desde la periferia: ¡°Siempre he pensado que la gente en los m¨¢rgenes puede darnos nuevas perspectivas de la humanidad; los escritores de mi pa¨ªs pueden abrir nuevas perspectivas sobre los temas europeos¡±. A Savi?evi? no le gusta hablar de la guerra que vivi¨® cuando era ni?a (1991-1995): es un tema todav¨ªa doloroso. Est¨¢ cansada de la presi¨®n que hay sobre su generaci¨®n de autores para escribir sobre las heridas de aquel conflicto y de que, internacionalmente, parece que lo ¨²nico que tiene que aportar Croacia al mundo es el aprendizaje de los a?os entre bombas y tiros: ¡°Lo ¨²nico que conocen de nosotros es la guerra¡±. Y hace un llamado a abrazar la diversidad de voces en el continente y en el mundo, a usar la literatura como puente: ¡°Si entre nosotros leemos nuestras historias, nos entenderemos mejor¡±.
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