En Am¨¦rica y en el Congo belga: los europeos mataron, saquearon y se llevaron las riquezas coloniales
Una concejala de Madrid revive el debate sobre el papel que jugaron los espa?oles tras la conquista al negar el expolio y la necesidad de la revisi¨®n muse¨ªstica que plantea el Gobierno espa?ol
Las discrepancias sobre lo ocurrido en la conquista espa?ola y el virreinato en las Am¨¦ricas empiezan a ser tan recurrentes como la discusi¨®n sobre la tortilla de patatas: con cebolla o sin cebolla, cuesti¨®n nacional o, mejor dicho, pol¨ªtica. Una de las dos versiones, esta vez por boca de la delegada de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, Marta Rivera de la Cruz, ha revuelto otra vez el avispero al se?alar que en el Nuevo Mundo no se practic¨® expolio ni se detecta colonialismo en los museos espa?oles, ahora que medio planeta est¨¢ revisando aquellos ayeres culturales y extractivistas. La se?ora Rivera De la Cruz, de la formaci¨®n conservadora Partido Popular y abonada a un discurso revisionista en boga en los ¨²ltimos a?os, considera que Espa?a no debe sentirse concernida en ese debate. Discrepa el Gobierno espa?ol e historiadores de medio a medio.
El ¡°juego de palabras¡± con el que la concejala de Madrid ¡°ha tratado de minimizar el colonialismo¡±, no le parece adecuado al historiador peruano Rafael Escudero, doctorando en la Universidad Nacional de Florida. Porque, con ser cierto que no es lo mismo colonia que virreinato o que monarqu¨ªa compuesta, ¡°s¨ª hubo una relaci¨®n vertical entre las autoridades reales y administrativas en Espa?a con los territorios de Am¨¦rica. Los segundos eran dependientes de la voluntad o los intereses de los primeros¡±, explica. A qu¨¦ dudarlo, si hasta la escasez de gusto por el vino en M¨¦xico tiene su origen en la prohibici¨®n de plantar vides que impuso el reino a miles de olas m¨¢s all¨¢.
Lo del expolio es a¨²n m¨¢s sencillo. Que no hubo expolio, dice Rivera de la Cruz. ¡°Si las piezas que se tomaron en esa ¨¦poca no llegaron o no se muestran en los museos espa?oles no es porque el pillaje no existi¨®, sino porque en esa ¨¦poca, all¨¢ por el siglo XVI, la idea de pieza de museo o incluso la idea misma de museo no exist¨ªan, si acaso curiosidades, rarezas que llegaban a la corte espa?ola. Los museos aparecer¨¢n en Europa m¨¢s adelante¡±, explica la tambi¨¦n peruana Gabriela Ramos, especializada en Historia Colonial y profesora principal de la Universidad de Cambridge.
Rivera de la Cruz tiene raz¨®n en que las Am¨¦ricas no fueron el Congo belga, aquel colonialismo europeo decimon¨®nico o algo anterior que llen¨® los museos brit¨¢nicos, franceses, holandeses de piezas de toda clase robadas de aqu¨ª y all¨¢. No, los espa?oles procedieron de otro modo, el que mandaba su siglo, pero la palabra es la misma. ¡°?Expolio? Claro, hay m¨²ltiples evidencias en los archivos y en libros publicados¡±, afirma Mar¨ªa Casta?eda de la Paz, doctora en Historia de Am¨¦rica por la Universidad de Sevilla e investigadora de Instituto de Antropolog¨ªa de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM). ¡°Si todo se qued¨® en el virreinato, c¨®mo explicar la existencia de las flotas espa?olas que iban cargadas hasta Espa?a. En los archivos tenemos muchos testimonios de piedras preciosas cuyo rastro se ha perdido, es dif¨ªcil detectar en qu¨¦ se emplearon, pero probablemente en joyas; y el arte plumario, que all¨¢ no ten¨ªa el enorme valor que le daban en Mesoam¨¦rica, con el que se confeccionaron abanicos, escudos -que se mandaban a las iglesias-, trajes de guerra, capas¡ todas aquellas plumas preciosas eran muy perecederas, poco puede quedar de ellas¡±, dice.
El famoso penacho que Moctezuma supuestamente regal¨® a Hern¨¢n Cort¨¦s acab¨® en Viena, parte del imperio. ¡°Y no todo fueron regalos¡±, asegura Casta?eda, experta en c¨®dices mesoamericanos. ¡°Joyas de oro y plata se fundieron en M¨¦xico y llegaron all¨¢ como lingotes, por tanto, no hay vestigios en los museos, buena parte de aquella riqueza se emple¨® en sufragar guerras¡±, o en fabricar emperadores. Casta?eda sugiere que estos d¨ªas de Semana Santa se eche una mirada a las sagradas custodias que procesionan por las calles espa?olas. ¡°Esa plata lleg¨® de Am¨¦rica y antes hab¨ªan sido joyas espectaculares que han quedado registradas en c¨®dices: ranas, aves, mariposas, todas se fundieron¡±. Juan David Montoya, profesor de la Universidad Nacional en Colombia y experto en los procesos de conquista del Nuevo Reino de Granada, comenta tambi¨¦n que el oro de las minas se fund¨ªa en monedas que circulaban en todo el Imperio. ¡°No se quedaba guardado en una alcanc¨ªa¡±.
De oro y plata saben tambi¨¦n en Per¨² y en Colombia, desde luego. Que se lo pregunten a Atahualpa, v¨ªctima del extreme?o Pizarro, sobre c¨®mo se forz¨® a los se?ores ind¨ªgenas a que revelaran la ubicaci¨®n de los tesoros. La gran obsesi¨®n de los espa?oles fue el preciado metal, abundante en estas tierras, relat¨® el fallecido historiador colombiano Germ¨¢n Colmenares en La aparici¨®n de una econom¨ªa pol¨ªtica de las Indias. ¡°El oro anunciaba la inminencia de la muerte y de la tortura¡±. Los espa?oles, indican sus investigaciones con documentos de 1535, ¡°ahorcaban, cortaban manos y asaban a los indios porque erraban como gu¨ªas¡± en busca del oro. La palabra expolio, pues, se quedaba corta, y la responsabilidad de los espa?oles no puede envolverse en oropeles discursivos para distinguirla de la del resto de colonizadores, opinan los expertos.
En las pol¨¦micas declaraciones de la espa?ola Rivera de la Cruz apenas se menciona el tesoro de los Quimbayas, que se expone en el Museo de Am¨¦rica de Madrid, regalo del gobierno del colombiano Carlos Holgu¨ªn en 1893, dos a?os despu¨¦s de su hallazgo, dice la concejala que ¡°en pago por servicios prestados¡±, en contra del criterio de la Corte Constitucional de Colombia. Isabel Arroyo, doctora en Historia de la Universidad de los Andes de Bogot¨¢, critica tambi¨¦n que ¡°las ¨¦lites republicanas instrumentalizaron el pasado prehisp¨¢nico y no reconocieron a los leg¨ªtimos herederos¡±. ¡°Espa?a tiene responsabilidad de instaurar la expoliaci¨®n de los ind¨ªgenas, pero nosotros [los colombianos] la mantuvimos y tambi¨¦n somos responsables¡±, afirma. ¡°?Qu¨¦ derecho ten¨ªa ese presidente de adue?arse de algo que hace parte del pasado prehisp¨¢nico?¡±. Cada quien tiene su culpa en la intrahistoria secular.
Desde Colombia, Montoya y Arroyo coinciden en que las piezas arqueol¨®gicas, sin embargo, son otro asunto. Defienden que los espa?oles del siglo XVI o XVII no ten¨ªan inter¨¦s en aquellos tesoros prehisp¨¢nicos, a los que ve¨ªan como figuras diab¨®licas o paganas que deb¨ªan fundirse para extraer el metal. La afici¨®n por las antig¨¹edades vino despu¨¦s, cuando la nueva naci¨®n se reivindicaba como tal, y ah¨ª jugaron su papel los guaqueros, que saqueaban las tumbas para vender a colecciones privadas.
Por tanto, hay una responsabilidad hist¨®rica en el expolio y otra actual para enmendar aquello, como est¨¢n reconociendo muchos pa¨ªses, tambi¨¦n Espa?a, al menos una parte del espectro pol¨ªtico. Y el asunto no es sencillo. La doctora Laura Van Broekhoven, directora del museo Pitt Rivers de Oxford, distingue dos conceptos que se usan estos d¨ªas: repatriaci¨®n y rematriaci¨®n. El primero se refiere a devolver las piezas ¡°tomadas sin el permiso de los pueblos ind¨ªgenas¡± a la patria que fue colonizada, valga la palabra, aunque tenga matices. ¡°Para algunos de estos pueblos, sobre todo cuando se trata de objetos sagrados o secretos, o de restos humanos, ese tr¨¢nsito de un pa¨ªs a otro solo supone un cambio de contexto, de un museo a otro museo, pero no a su destino originario o filos¨®fico¡±, explica. Sin ese ¡°debido cuidado cultural¡± no se satisfacen los deseos de las comunidades originarias. Por eso, Van Broekhoven, profesora de ?tica y Estudios Muse¨ªsticos, explica que algunos pueblos ind¨ªgenas prefieren referirse a rematriaci¨®n, en el significado de que el objeto o el ancestro pueden regresar a la madre tierra.
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