La responsabilidad de Occidente en Afganist¨¢n
Cualquier impresi¨®n de que los talibanes son hoy diferentes es un puro espejismo: debemos abrir un pasillo humanitario, conceder visados a todos los refugiados y no reconocer al Gobierno islamista
En su discurso sobre la ca¨ªda de Kabul, el presidente Biden dijo unas palabras sorprendentes: ¡°Nuestra misi¨®n en Afganist¨¢n nunca tuvo como objetivo la construcci¨®n nacional. Nunca tuvo como objetivo crear una democracia unida y centralizada¡±. ?Pero c¨®mo es posible invadir un pa¨ªs y enviar cientos de miles de bombas y drones contra presuntos terroristas sin sentir ninguna responsabilidad por lo que le suceda a la gente corriente? La ca¨ªda de la capital no solo es una tragedia devastadora para los afganos, sino que el mundo entero la ha visto como una victoria del extremismo isl¨¢mico, precisamente lo que Biden dijo que Estados Unidos quer¨ªa destruir. Ahora, los talibanes podr¨¢n ofrecer cobijo tanto a Al Qaeda como al Estado Isl¨¢mico (ISIS, en sus siglas en ingl¨¦s).
Biden dijo tambi¨¦n: ¡°Llevamos a cabo misiones antiterroristas eficaces contra grupos en numerosos pa¨ªses en los que tenemos una presencia militar permanente¡±. La ¡°eficacia¡± se mide en el n¨²mero de muertos, independientemente de que haya, o no, pruebas incontestables de que eran verdaderamente terroristas y estaban infringiendo el derecho internacional. Pero no se tiene en cuenta si esas operaciones ayudan a disminuir la amenaza terrorista contra Europa, Estados Unidos y, sobre todo, contra la gente que vive en esos pa¨ªses. La gran lecci¨®n de Afganist¨¢n es que, si no se consigue que sea un lugar seguro para vivir, por muchos ataques que se lleven a cabo contra jefes y grupos terroristas, siempre se reagrupar¨¢n y volver¨¢n a aparecer, se dir¨ªa que con m¨¢s fuerza que nunca.
Desde el primer momento, el Gobierno de EE UU dio prioridad a las operaciones antiterroristas, es decir, a fijar como objetivos militares a los talibanes, los miembros de Al Qaeda y, en a?os recientes, el ISIS. Los intentos de la ONU y la OTAN de estabilizar Afganist¨¢n y mejorar la seguridad de sus habitantes resultaban una y otra vez infructuosos. El motivo era que los aliados de Estados Unidos en la lucha antiterrorista eran los llamados se?ores de la guerra, muchos de los jefes ¡ªo sus hijos¡ª a los que la CIA hab¨ªa reclutado en los a?os ochenta para luchar contra la invasi¨®n de la URSS. La presencia continua de esos caudillos criminales y depredadores es el factor que explica la corrupci¨®n estructural y la falta de legitimidad del Gobierno afgano. Algunos de los que se aliaron con los norteamericanos en la lucha antiterrorista ten¨ªan la ciudadan¨ªa estadounidense, pero segu¨ªan actuando con impunidad. Los grupos de la sociedad civil no cejaron en sus sonoras demandas de que se hiciera justicia y se pusiera fin a la corrupci¨®n. Pero no se les prest¨® atenci¨®n.
El secretario de Estado, Anthony Blinken, tiene la osad¨ªa de culpar a las fuerzas de seguridad afganas por no defender su pa¨ªs a pesar de todo el dinero que les ha dado Estados Unidos. Pero la responsabilidad de formar y equipar a las fuerzas de seguridad era de Occidente. ?C¨®mo es posible que Blinken no sepa que ese proceso ha sido lamentablemente insuficiente y que gran parte de los 83.000 millones de d¨®lares destinados a las fuerzas de seguridad han ido a parar a los bolsillos de los viejos aliados de EE UU? ?No se da cuenta de que la clave para que haya seguridad es la legitimidad y no el n¨²mero de soldados sobre el terreno? La gente conf¨ªa en sus instituciones si tiene la sensaci¨®n de que van a garantizar su seguridad. ?C¨®mo iban a sentirse los afganos a salvo cuando sufr¨ªan incursiones nocturnas y ataques con drones de Occidente, continuos actos depredadores y criminales de los miembros de su propio Gobierno y ataques de los talibanes? ?C¨®mo se pod¨ªa esperar que los soldados se mantuvieran leales a los se?ores de la guerra y a unos funcionarios corruptos?
En realidad, Estados Unidos y la OTAN tienen hoy m¨¢s tropas en Afganist¨¢n que hace seis meses. Y, a pesar de ello, no parece que sean capaces de garantizar la seguridad del aeropuerto. No hab¨ªa planes de evacuaci¨®n. Hay funcionarios internacionales que est¨¢n huyendo sin preocuparse ni un ¨¢pice por sus colegas afganos. El personal de la Embajada sueca se fue de inmediato y dej¨® abandonados a todos los empleados locales. Los funcionarios de la Embajada alemana consiguieron llevarse solo a siete afganos. Los organismos de la ONU est¨¢n discutiendo sobre la mejor forma de escapar. Esta no es solo una tragedia afgana. Es una horrible par¨¢bola sobre la escasa disposici¨®n a ayudar a los dem¨¢s, que nos hace llegar a unas conclusiones aterradoras sobre qu¨¦ va a suceder a la hora de abordar las interminables crisis que se producen en el mundo.
?Qu¨¦ puede o debe pasar a partir de ahora? Cualquier impresi¨®n de que los talibanes son hoy ¡°diferentes¡±, a pesar de los asesinatos de intelectuales y el horrible trato que reciben las mujeres, es un puro espejismo. No se debe reconocer al Gobierno talib¨¢n. Si se aplican sanciones, habr¨¢ que tener mucho cuidado de que no causen todav¨ªa m¨¢s sufrimientos a los ciudadanos corrientes. Lo que es m¨¢s probable que ocurra es que habr¨¢ m¨¢s violencia, a medida que surjan facciones decididas a disputarse unos recursos cada vez menores y el control de las actividades delictivas. Las tropas internacionales que permanecen en el pa¨ªs necesitan refuerzos para poder garantizar la seguridad del aeropuerto, crear zonas protegidas supervisadas por la ONU para dar refugio a civiles, establecer rutas seguras de salida del pa¨ªs y ayudar a la resistencia tayika a consolidar una base segura en el valle del Panshir (en el noreste), la ¨²nica parte de Afganist¨¢n de la que no se han adue?ado los talibanes. Al mismo tiempo, hay que conceder visados a todos los refugiados afganos, lo mismo que est¨¢ haciendo el Reino Unido con los residentes de Hong Kong que huyen del autoritarismo.
Al principio, yo me opuse a la invasi¨®n de Afganist¨¢n porque el terrorismo es un crimen odioso pero no una guerra. Pensaba que, para combatirlo, era necesario utilizar t¨¦cnicas policiales y a los servicios de inteligencia en lugar de m¨¦todos militares. Despu¨¦s me pronunci¨¦ en favor de un cambio de estrategia que supusiera pasar de la lucha antiterrorista a garantizar la seguridad de las personas y, por tanto, no retirar las tropas para poder proteger los derechos humanos de todos los afganos. Mi opini¨®n era que, despu¨¦s de invadir el pa¨ªs, Occidente ten¨ªa una responsabilidad respecto a los ciudadanos afganos. Y todav¨ªa lo pienso. Creo que ahora ha llegado el momento de tomarse muy en serio la seguridad de las personas, no solo por el bien de los afganos, que son la m¨¢xima prioridad, sino como forma de lidiar con crisis de alcance mundial entre las que est¨¢ el terrorismo.
Mary Kaldor es profesora de Global Governance en la London School of Economics.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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