Putin, Hitler y los Estados ¡®de facto¡¯
El l¨ªder ruso ha ido dando todos los pasos de su manual unilateralista con una serie de acciones que traen a la memoria los movimientos nazis previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial
A Putin le gusta evocar o invocar la desintegraci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica como un referente para su acci¨®n pol¨ªtica. Evocar con nostalgia el mayor desastre del siglo XX, como ha dicho en m¨¢s de una ocasi¨®n. En realidad, si queremos invocar un fen¨®meno fundamental para mejor entender el mundo posbipolar tenemos que recurrir a otro concepto: los Estados de facto (EDF en adelante). Un Estado de facto es, en s¨ªntesis, un territorio con una determinada poblaci¨®n que escapa por completo al control del Gobierno formal del Estado (soberano, con fronteras internacionalmente reconocidas) del que forma parte y que se ha ¡°autoproclamado¡± independiente con otro nombre. Si alguien piensa que la operaci¨®n que Putin est¨¢ llevando a cabo de forma acelerada en Ucrania es in¨¦dita est¨¢ muy equivocado. Estados de facto concretos, resultados de la pol¨ªtica de Mosc¨²: Osetia del Sur (desgajada de Georgia), Abjasia (desgajada de Georgia), Transnistria (desgajada de Moldavia), Nagorno Karabaj (ahora en danza entre Armenia y Azerbaiy¨¢n), sin mencionar la ilegal anexi¨®n de Crimea (desgajada de Ucrania) por parte de Rusia.
Esta elevada producci¨®n de EDF es una especialidad rusa, que empieza muy pronto con Yeltsin en los a?os noventa, pero que el presidente Putin lleva a proporciones brutales. Estas ¨²ltimas semanas, y en particular los ¨²ltimos d¨ªas, Putin ha ido dando todos los pasos de su manual unilateralista, invocando de modo preciso y ordenado varias explicaciones. No desviemos demasiado nuestra atenci¨®n fij¨¢ndonos en las barbaridades que dice RT (la anterior Russia Today): que en Kiev hay un Gobierno nazi, que los ucranianos son todos fascistas, que en Ucrania el Gobierno de Kiev est¨¢ construyendo campos de exterminio para rusos. Hagamos algo distinto, como ejercicio (arriesgado) de reflexi¨®n. ?Se dan paralelismos entre lo que sucede ahora en esa parte de Europa y los movimientos de Hitler inmediatamente anteriores a la II Guerra Mundial? Inquietante, pues hay varios. Putin invoca como justificaci¨®n de su estrategia que Rusia necesita ¡°su espacio de seguridad vital¡±, que ser¨ªa una ¡°herencia natural de siglos¡±. Hitler necesitaba su Lebensraum, literalmente el h¨¢bitat natural, al que tiene derecho el pueblo alem¨¢n. Pero, para Hitler, ese Lebensraum no era solo el territorio internacionalmente reconocido para Alemania. Inclu¨ªa, por supuesto, todos los territorios donde se encontraban alemanes, todos ellos. Esta doctrina destructiva de Putin establece que Rusia tiene el derecho y el deber de proteger a todos los rusos, donde quiera que est¨¦n, por todos los medios a su alcance. Sigamos. Entre 1938 y 1939, Hitler literalmente se comi¨® Austria (la anexi¨®n forzosa conocida como Anschluss), Bohemia y Moravia (destruyendo Checoslovaquia), reocup¨® y remilitariz¨® Renania y, al final, invadi¨® Polonia, acto que, esta vez s¨ª, llev¨® a Francia y al Reino Unido a la guerra. Por el camino, esos aliados van dejando los despojos de la pol¨ªtica llamada de ¡°apaciguamiento¡±: en cada uno de los incidentes citados, los aliados ceden a la siguiente exigencia de Hitler. La culminaci¨®n de todo esto se produce en la Conferencia de M¨²nich de 1938, donde los aliados dicen que s¨ª a todo. Es verdad que Chamberlain y Daladier, jefes de Gobierno del Reino Unido y Francia, ten¨ªan demasiado presente el desastre de la Primera Guerra Mundial y unas opiniones p¨²blicas partidarias de la paz a toda costa, no digamos ya Roosevelt, cuyo pa¨ªs pensaba que todo esto eran ¡°cosas de los europeos¡±. ?l, en cambio, ve¨ªa venir lo que vino en 1941 y mundializ¨® la guerra: la invasi¨®n de Rusia por Hitler y el ataque japon¨¦s a Pearl Harbor.
Sin embargo, faltaba una ¨²ltima humillaci¨®n, el pacto Ribbentrop-M¨®lotov, o pacto Germano-Sovi¨¦tico del 23 de agosto de 1939, firmado en Mosc¨². Hitler y Stalin deciden literalmente no solo repartirse Polonia, sino a qu¨¦ zona de influencia han de pertenecer Finlandia y los pa¨ªses b¨¢lticos.
Por supuesto, muchas son las diferencias entre 1938-1939 y la actualidad de Ucrania y Rusia. No exist¨ªan entonces ni Twitter ni redes ni ciberataques; hay ahora muchos instrumentos de guerra h¨ªbrida; hay pasos intermedios en la provocaci¨®n e intimidaci¨®n. Pero ?no les llam¨® la atenci¨®n hace muy pocos d¨ªas que el Kremlin anunciase la muerte de cinco esp¨ªas ucranios que intentaban entrar en Rusia (no en las regiones separatistas) para cometer atentados? ?Y que RT mostrase im¨¢genes de una comisar¨ªa o cuartel de los separatistas, atacado por no se sabe qui¨¦n, y un coche bomba, que estall¨® en medio de una serie de casas ya destruidas en choques anteriores? Miren la famosa foto de 1 de septiembre de 1939 en la frontera germano-polaca, en la que soldados alemanes desplazan la barrera fronteriza, en respuesta a un supuesto ataque de soldados polacos que iban a ¡°invadir Alemania¡±.
Pero resulta inquietante ver los paralelismos argumentales, que son mucho m¨¢s importantes que las diferencias coyunturales. Espacio vital, protecci¨®n de minor¨ªas, limpiezas ¨¦tnicas, etc¨¦tera. En el documento que el Kremlin ha enviado a la Casa Blanca, Putin se permite incluso mencionar la Carta de Naciones Unidas y su disposici¨®n en relaci¨®n con el derecho de los pueblos a la autodeterminaci¨®n. Y, por cierto, hac¨ªa d¨ªas que no se o¨ªa lo del ¡°no a la guerra¡±, y el jueves Putin convirti¨® el conflicto del Donb¨¢s en guerra.
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