Las victorias de Zemmour
La candidatura del ultraderechista deja tras de s¨ª la negaci¨®n de lo que es y significa Francia y otra prueba m¨¢s de su americanizaci¨®n
Entre proponer ¡°el freno a la inmigraci¨®n¡± ante el incremento del car¨¢cter multi¨¦tnico de la naci¨®n y presentarte a las elecciones con una plataforma llamada Reconquista emulando una distop¨ªa de Houellebecq, hay una cuesti¨®n de grado: lo primero casi parece algo razonable. Ese ser¨ªa el papel m¨¢s evidente jugado por el ultra ?ric Zemmour en la primera vuelta de las presidenciales francesas. El menos obvio ser¨ªa el impacto que ha tenido en esa Francia multi¨¦tnica. El ejemplo paradigm¨¢tico es la formidable movilizaci¨®n de la periferia parisiense de Seine-Saint-Denis, donde viven minor¨ªas de origen africano, argelino, indio, chino, turco y de muchos otros lados, que se agolpan cada ma?ana sobre el ramal del tren de cercan¨ªas RER para ir a trabajar mientras la gente de los barrios m¨¢s acomodados de Par¨ªs no coge jam¨¢s el metro y solo interacciona con ellas si forman parte de su servicio dom¨¦stico. Las primeras han votado a M¨¦lenchon y su idea de la ¡°Rep¨²blica criolla¡±; las segundas han preferido a Zemmour, el candidato que les instigaba con su teor¨ªa del reemplazo y que ha obtenido una considerable ventaja en las zonas m¨¢s ricas de las grandes ciudades. Geograf¨ªa e identidad, dos elementos que permiten hablar de una americanizaci¨®n cada vez m¨¢s evidente de la pol¨ªtica francesa.
Zemmour no ha sido un bluf medi¨¢tico: ha desencadenado un doble efecto que han aprovechado Le Pen y M¨¦lenchon desde posiciones antag¨®nicas. La diferencia es que Le Pen seguir¨¢ benefici¨¢ndose del Mr. Hyde que representa Zemmour mientras ella sigue jugando a ser el Dr. Jekyll. Que aqu¨¦l hable de reconquista le permite proponer c¨®modamente la idea de la prioridad nacional en el acceso a las ayudas sociales, el empleo o el alojamiento, y quedarse tan fresca. Esa afirmaci¨®n tan nativista de la naci¨®n se hace a trav¨¦s de una h¨¢bil comunitarizaci¨®n de los valores republicanos, que nacieron con vocaci¨®n universalista. Macron ha empezado a disputarle esa idea excluyente de Francia al asegurar, desde su liberalismo, que no se opondr¨¢ al uso del velo en el espacio p¨²blico, mientras el M¨¦lenchon de la tercera Francia habla, s¨ª, de la ¡°Rep¨²blica criolla¡±, y tambi¨¦n de ¡°la Europa de las naciones¡±. Pero el universalismo es la negaci¨®n del nacionalismo y la identidad, algo que empieza a faltar en los discursos pol¨ªticos de la izquierda. Si Francia abandona el universalismo que la define, ?qu¨¦ ser¨¢?, ?su vino y su queso?, ?la Torre Eiffel y la moda? Es otra de las victorias de Zemmour: la negaci¨®n de lo que es y significa Francia, y otra prueba m¨¢s de su americanizaci¨®n. Pero este ensimismamiento franc¨¦s impide ver la escala de lo que nos jugamos en estas elecciones: apostar por Le Pen supone, en realidad, que Europa renuncie a liderar una idea de democracia universalista que sirva de freno al b¨¦lico mundo autocr¨¢tico que estos d¨ªas nos muestra su rostro verdadero: fosas comunes, violaciones, cr¨ªmenes de guerra. Mientras, Le Pen acaricia gatitos.
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