Tras la invasi¨®n de Ucrania, Europa en el interregno
Vivimos un momento de transici¨®n radical porque estamos buscando, de forma colectiva, desordenada y conflictiva, un nuevo punto de equilibrio
Las noticias que aparecen en nuestras pantallas nos muestran im¨¢genes monstruosas y extra?amente familiares. Hace un mes, un gato sucio merodeaba por las calles del cementerio a cielo abierto en que se ha convertido Bucha, en Ucrania. Hace tres meses, el patriarca de Mosc¨² y de todas las Rusias exhort¨® a una potencia nuclear a emprender una guerra santa; no hay perd¨®n para quienes organizan desfiles del orgullo gay. Hace diez meses, unos cuerpos aferrados a un avi¨®n que despegaba se estrellaron en la pista del aeropuerto de Kabul. Hace dos a?os, en el peor momento de la pandemia, el presidente de Estados Unidos anunci¨® que la Bolsa acababa de alcanzar su m¨¢ximo hist¨®rico. Esta semana, hay temperaturas de m¨¢s de 50 grados cent¨ªgrados en Pakist¨¢n.
Estas noticias son demasiado frecuentes para ser emblem¨¢ticas y demasiado fuertes para no dejar huella. Nos causan una profunda impresi¨®n: estamos viviendo una crisis de infinitas formas y que parece inevitable. Usamos muchas palabras para describirla: el fin, el desorden, el derrumbamiento, el caos interfieren en nuestra visi¨®n. El tiempo, lo sabemos ¡ªincluso estamos seguros¡ª se ha desquiciado.
Son sensaciones justificadas, porque estamos viviendo varias crisis mundiales. Todo est¨¢ cambiando dr¨¢sticamente debido a la econom¨ªa, el terrorismo, las pandemias, la guerra, todo est¨¢ cambiando debido a la emergencia clim¨¢tica. Estas transformaciones repentinas, de ruptura en ruptura y distintas entre s¨ª, nos aturden. En los plat¨®s de televisi¨®n y en los principales peri¨®dicos, los epidemi¨®logos sustituyeron a los economistas, hasta que hoy, con la invasi¨®n de Ucrania, los han sustituido los generales. ?C¨®mo mantenernos en pie en medio de tanto v¨¦rtigo?
Desde hace casi tres meses, la guerra ha provocado un nuevo terremoto. Ha revivido fantasmas, ha recolocado de forma brutal las coordenadas que nos permit¨ªan vivir con la ilusi¨®n de que est¨¢bamos pasando p¨¢gina y encontrando un equilibrio pospand¨¦mico. En esta aceleraci¨®n de la historia, ?estamos conservando el equilibrio o nos estamos cayendo?
Para tener perspectiva, necesitamos un m¨¦todo nuevo, porque nos encontramos ante los s¨ªntomas de un fen¨®meno m¨¢s profundo. Esas tremendas sacudidas, esos cambios tel¨²ricos, son consecuencia de la dislocaci¨®n de un mundo. Vivimos un momento de transici¨®n radical porque estamos buscando, de forma colectiva, desordenada y conflictiva, un nuevo punto de equilibrio. Las viejas fuerzas pol¨ªticas se enfrentan a las nuevas tecnolog¨ªas e industrias a todas las escalas, desde la gran metr¨®polis hasta continentes enteros. Los Estados se enfrentan entre s¨ª para encontrar su lugar. En plena d¨¦cada de 2020, estamos volviendo a un periodo de entreguerras. ?Vamos hacia el precipicio de una segunda Guerra Fr¨ªa o de una tercera guerra mundial?
En estos momentos de latencia, sea m¨¢s o menos larga, surgen las tendencias de una reestructuraci¨®n que no se puede describir, transformar ni detener de manera definitiva. Podemos darle un nombre provisional: interregno.
El interregno permite se?alar un vac¨ªo de poder, transforma la b¨²squeda a tientas en una secuencia, da car¨¢cter hist¨®rico a esa situaci¨®n inestable. Es un recurso ¨²til para estructurar un discurso y superar la superficialidad de las pol¨¦micas. En pleno intermedio, todav¨ªa entrevemos alguna posibilidad. Hay ideas nuevas que intentan abrirse paso para salir de este callej¨®n.
Porque, para dibujar un mapa, hay que situarlo. ?Cu¨¢les son los puntos de sujeci¨®n que estructuran la pol¨ªtica del interregno a trav¨¦s de las distintas crisis? Identificamos al menos tres: la rivalidad geopol¨ªtica chino-estadounidense, la emergencia clim¨¢tica en puertas de la guerra verde y la crisis de la pol¨ªtica en el v¨¦rtigo de los a?os veinte.
Aparte de la conmoci¨®n provocada por el regreso de una guerra sim¨¦trica a pocos miles de kil¨®metros de distancia, persisten ciertos interrogantes. Si cada nueva crisis agrava el v¨¦rtigo y nos obliga a renovar sus t¨¦rminos, eso deja una estructura. Y el punto de fuga de lo que estamos viviendo en las fronteras de Europa est¨¢ en la intersecci¨®n de estas tres preguntas: ?qu¨¦ har¨¢ China?, ?c¨®mo se puede conciliar la ecolog¨ªa con la guerra?, ?c¨®mo pueden construirse unas sociedades que hab¨ªan olvidado lo que significa la paz en plena espiral de un conflicto armado? Estas son las cuestiones que vamos a plantear este 17 de mayo a una veintena de firmas de la revista Le Grand Continent durante un coloquio internacional en el gran anfiteatro de la Sorbona, en colaboraci¨®n con El Pa¨ªs, Le Monde y La Repubblica (Tras la invasi¨®n de Ucrania, Europa en el interregno).
Con su capacidad de ordenar diferentes momentos y tener en cuenta la dimensi¨®n pol¨ªtica de los cambios materiales, su aspecto indeterminado, la noci¨®n de interregno se ajusta a una temporalidad sorprendentemente olvidada en el debate: la de una revista concebida para el siglo XXI.
El formato revista parece muy antiguo, casi anticuado. Sin embargo, puede encontrar un gran p¨²blico si sabe articular el tiempo del tuit con el tiempo del libro. Ese intersticio de nuestra hipermodernidad es en el que nacen los conceptos capaces de afrontar las cosas. En un mundo cada vez menos comprensible y con una temporalidad fragmentada, nuestra apuesta es que es posible enriquecer los aspectos t¨¦cnicos de la pol¨ªtica contempor¨¢nea con una exigencia intelectual adaptada a las singularidades del entorno europeo.
Para comprender las transformaciones del presente es necesario pensar sobre ellas en varias dimensiones, combinando varias disciplinas y promoviendo la riqueza creada por la diferencia y la diversidad de las lenguas europeas. Para comprender la forma del interregno, en vez de quedarse en una de las casillas de un tablero pol¨ªtico en constante transformaci¨®n, es m¨¢s ¨²til comprender y mostrar c¨®mo se mueven las piezas; ser estructurador y no estructurado. Ahora que se ignoran o se dejan en barbecho tantas ideas y l¨ªneas maestras, se compartimentan los ¨¢mbitos disciplinares y se desaprovechan las energ¨ªas intelectuales, el espacio que permite abrir esta hip¨®tesis es el de una renovaci¨®n que no se pierde en una ret¨®rica generacional.
Debemos unirnos en torno a una idea: el desorden es indudable, pero el caos no es todav¨ªa una necesidad.
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