Columbia descubre Am¨¦rica
Encabezada por Stiglitz, impera una izquierda econ¨®mica postbolivariana, que gestiona los planes de Colombia y Chile y que acaba de frustrarse en la Argentina. ?Una gu¨ªa para Lula?
Columbia, la prestigiosa universidad del norte de Manhattan, est¨¢ cumpliendo con el mandato de su nombre. Est¨¢ descubriendo Am¨¦rica. Un entramado de economistas ligados a esa casa de estudios se ha vuelto protag¨®nico en la vida p¨²blica de la regi¨®n en esta etapa de la historia. El sol de ese sistema es el premio Nobel Joseph Stiglitz. Las vinculaciones se extienden hasta la Secretar¨ªa del Tesoro de los Estados Unidos y, cruzando el Atl¨¢ntico, llegan a la Santa Sede, en Roma.
El m¨¢s destacado de los economistas latinoamericanos que integran esa red es el m¨¢s observado: Jos¨¦ Antonio Ocampo, designado ministro de Hacienda por Gustavo Petro en Colombia. Ocampo vuelve al cargo que ocup¨® durante la presidencia de Ernesto Samper, exsecretario y, si se quiere, sepulturero de la Unasur, entidad que en los tiempos m¨¢s activos del bolivarianismo quiso reemplazar a la OEA. O constituir una OEA rebautizada, en la que la expulsi¨®n no caiga sobre Cuba sino sobre los Estados Unidos.
Ocampo tiene varias biograf¨ªas. La de funcionario colombiano lo llev¨® tambi¨¦n al Ministerio de Agricultura en la presidencia de C¨¦sar Gaviria. Se prolong¨® luego en organismos internacionales: fue secretario general de la CEPAL y, m¨¢s tarde, secretario adjunto de la ONU para cuestiones sociales y econ¨®micas. Ha desarrollado tambi¨¦n una brillante carrera acad¨¦mica. Formado en Estados Unidos, en la Universidad de Notre Dame y en Yale, Ocampo es profesor en la Escuela de Asuntos P¨²blicos e Internacionales de Columbia. Pero quiz¨¢ m¨¢s importante para su inserci¨®n en los circuitos de poder es que, en la misma casa, se desempe?a como copresidente de la Iniciativa para el Di¨¢logo Pol¨ªtico (IPD, por su denominaci¨®n en ingl¨¦s). El otro copresidente es Stiglitz.
Si se pone la lupa en esa instituci¨®n se advierten detalles que iluminan muy bien la escena regional. La directora del programa de Planeamiento Financiero es Stephany Griffith-Jones, venida al mundo, en Praga, como Stepanka Novy Kafka. Esta sobrina nieta de Franz Kafka pas¨® casi toda su vida en Chile. Acompa?¨® a Gabriel Boric en su marcha hacia el poder, raz¨®n por la cual Sebasti¨¢n Pi?era la postul¨®, antes de irse de La Moneda, como consejera del Banco Central. All¨ª Griffith-Jones convive con Rosanna Costa Costa, la primera mujer en presidir ese Banco. Costa Costa tambi¨¦n fue postulada por Pi?era cuando el anterior titular de la entidad, Mario Marcel, fue convocado por Boric para convertirse en Ministro de Hacienda de Chile.
Al mismo staff de la IPD pertenece Mart¨ªn Guzm¨¢n. Es el director del Programa de Reestructuraci¨®n de Deuda. Hace nueve d¨ªas Guzm¨¢n renunci¨® a su cargo de ministro de Econom¨ªa de la Argentina. La iron¨ªa es que uno de los factores principales de su salida ha sido una crisis de deuda. Stiglitz fue, con declaraciones y art¨ªculos acad¨¦micos, el padrino internacional de la gesti¨®n de Guzm¨¢n.
Como suele suceder, estos profesionales que conviven en un mismo ¨¢mbito institucional y acad¨¦mico, est¨¢n relacionados tambi¨¦n por la bibliograf¨ªa. Stiglitz y Ocampo publicaron juntos varios libros. Uno es Stability with Growth: Macroeconomics, Liberalization and Development. En ese trabajo aparece tambi¨¦n la pluma de Ricardo Ffrench-Davis, un chileno que es interlocutor habitual de Boric y que, por eso, dio lugar a especulaciones sobre una candidatura a ministro de Hacienda de su pa¨ªs.
Stiglitz y Ocampo escribieron tambi¨¦n Time for a Visible Hand: Lessons from the 2008 World Financial Crisis. Aqu¨ª aparece de nuevo Chile, porque Griffith-Jones es coautora del libro. Este club acad¨¦mico es m¨¢s numeroso. Stiglitz obtuvo el Premio Nobel junto a George Akerlof, el esposo de la actual secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen.
Las conexiones entre ellos llegan hasta el Vaticano. Benedicto XVI design¨® a Stiglitz miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias. El a?o pasado el argentino Jorge Bergoglio, Francisco, incorpor¨® a esa misma instituci¨®n a su compatriota Guzm¨¢n. En una disertaci¨®n en aquella Academia durante el pico de la crisis bancaria de 2008, Stiglitz sedujo al obispo Marcelo S¨¢nchez Sorondo, canciller de la instituci¨®n, con esta frase: ¡°Los banqueros transgredieron no uno, sino dos mandamientos: mintieron y robaron¡±. La fobia de Bergoglio a la versi¨®n m¨¢s liberal del capitalismo, la que rige al negocio financiero, explica bien su fascinaci¨®n por intelectuales como Stiglitz.
Si se recorren los t¨ªtulos de la bibliograf¨ªa de estos profesores aparece clar¨ªsima su orientaci¨®n. Debe haber una mano ¡°visible¡±, la del Estado, que corrija las imperfecciones de la mano ¡°invisible¡± del mercado, que entusiasmaba a Adam Smith. M¨¢s todav¨ªa: el mercado solo puede cumplir con sus promesas de eficiencia en un marco de regulaciones claras gestionadas por el sector p¨²blico. Este es el n¨²cleo de la teor¨ªa del desarrollo a la que dedican sus esfuerzos estos investigadores liderados por Stiglitz. Un art¨ªculo del colombiano Ocampo y la chilena adoptiva Griffith-Jones expresa bien esta perspectiva: Por qu¨¦ el mundo necesita bancos nacionales de desarrollo. Lo publicaron en Project Syndicate en mayo de 2019.
La proyecci¨®n de estas ideas sobre la pol¨ªtica latinoamericana enfrenta grandes desaf¨ªos. Estos economistas se ubican a s¨ª mismos en un campo distinto del bolivariano, que imper¨® a comienzos de siglo, bajo el reinado de Ch¨¢vez, Kirchner, Correa o Evo Morales. No son populistas, es decir, no profesan la creencia de que la sociedad debe ser organizada desde el Estado, obedeciendo a la tutela iluminada del caudillo. Pero creen que no hay desarrollo sin intervenci¨®n del sector p¨²blico. No son estatistas, pero son intervencionistas. Esta posici¨®n inspira su militancia, m¨¢s o menos estridente, contra los planes de ajuste elaborados por el Fondo Monetario Internacional.
La corriente que levanta estas consignas es denominada, como explic¨® Ocampo en la excelente entrevista con Juan Diego Quesada para EL PA?S, neoestructuralismo. Tiene exponentes en Europa, como la italiana Mariana Mazzucato, que ense?a en Londres, o Thomas Piketty, que lo hace en Par¨ªs. Todos ellos saludaron con un documento la llegada de Boric a la presidencia de Chile y bendijeron su programa.
El problema m¨¢s complejo es el peso que se asigna al equilibrio de las cuentas p¨²blicas en la ecuaci¨®n general de una pol¨ªtica econ¨®mica. Es una inc¨®gnita conceptual, que se vuelve urgente por el momento hist¨®rico. A Petro, en Colombia, y a Boric, en Chile, les toca gobernar durante un per¨ªodo antic¨ªclico. La bonanza que se inici¨® a partir de 2002, asociada a la expansi¨®n asi¨¢tica que impuls¨® hacia arriba el precio de las materias primas, termin¨® en alg¨²n momento del a?o 2013. Desde entonces el dilema m¨¢s acuciante de la regi¨®n consiste en mantener los niveles de bienestar de aquella ola de prosperidad, sin contar con los recursos derivados de las exportaciones. La pandemia, el ataque de Rusia a Ucrania y la pol¨ªtica antiinflacionaria de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que ajusta la tasa de inter¨¦s, ensombrecen m¨¢s el panorama.
?Se puede prescindir del equilibrio fiscal? Boric repite que no. Que la salud de las cuentas del Estado no puede ser una bandera regalada a la derecha. Petro intenta demostrar que piensa lo mismo. ?C¨®mo alcanzar ese equilibrio sin degradar las prestaciones del Estado? Boric y Petro dan la misma respuesta: hay que subir los impuestos.
En Chile esa estrategia desata controversias. En Colombia instala uno de los grandes interrogantes sobre la suerte de Petro: ?qu¨¦ grado de tolerancia tendr¨¢ la burgues¨ªa colombiana al avance del Estado no solo sobre sus ganancias sino, tambi¨¦n, sobre su patrimonio? Ocampo ya advirti¨® que pretende rebalancear el impuesto a los r¨¦ditos de las sociedades, demasiado alto, con el de las personas, demasiado bajo. Y crear un tributo sobre la riqueza. Un prop¨®sito muy desafiante en una sociedad en la que los ricos, por razones no fiscales sino de seguridad, se han acostumbrado a defender sus propiedades con las armas. El ministro se ha fijado una barrera m¨¢s exigente: prometi¨® mostrar resultados en un a?o porque, pasado ese lapso, se retira.
La semana pasada Boric present¨® su propia reforma tributaria, que incluye tambi¨¦n un impuesto a las grandes fortunas de Chile. Adem¨¢s de un avance del fisco sobre la miner¨ªa, que es la actividad m¨¢s importante del pa¨ªs.
La regi¨®n asiste a un experimento distinto del que se conoci¨® a comienzos de la d¨¦cada pasada. Carente de los recursos de una expansi¨®n pocas veces vista, debe prestar atenci¨®n al factor fiscal. Pero el ajuste no se piensa como un recorte de gastos sino, antes que nada, como un aumento de los ingresos. Es la manera de estos liberales de izquierda, o socialdem¨®cratas, como se defini¨® Ocampo ante Quesada, piensan armonizar la correcci¨®n macroecon¨®mica con los compromisos electorales.
Va a ser muy importante saber c¨®mo les va. Porque en poco tiempo se dar¨¢ vuelta la baraja brasile?a y se sabr¨¢ si, como dicen las encuestas, gana Lula da Silva. ?l tendr¨¢ que lidiar con las mismas paradojas.
Para todos est¨¢ la lecci¨®n de uno de los propios: el argentino Guzm¨¢n. Vapuleado por una tormenta pol¨ªtica que agita al peronismo, no pudo cumplir con su programa. El experto en reestructuraciones de la IPD hizo su propia reestructuraci¨®n el a?o pasado, pero en estos d¨ªas el ¨ªndice de riesgo-pa¨ªs super¨® los 2700 puntos, como si estuviera por volver al default.
Nada que sorprenda. Es la brecha entre la teor¨ªa que se piensa en los gabinetes y la aspereza de la pol¨ªtica, entre el PowerPoint y la calle. Le pas¨® tambi¨¦n a Col¨®n. Su principal talento fue disolver los motines de su primera navegaci¨®n, desatados cuando la traves¨ªa se prolongaba mucho m¨¢s de lo que hab¨ªan prometido sus mapas imperfectos.
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